12 años de esclavitud

 

12 años de esclavitud

Situada en el s. XIX, narra la historia de un violinista negro libre que es raptado y vendido como esclavo. A lo largo del tiempo tendrá varios amos, que le tratarán de forma diferente.

En estos momentos, todas las quinielas apuntan a que el film de Steve McQueen es una de las firmes candidatas a los Oscars. Desde luego, tiene algunas de las características necesarias para llevarse la estatuílla a casa. Supera las dos horas y el tema del film es un drama sobre un tema trascendental. Pero además, la película está muy bien explicada; buen guión, buenas interpretaciones y un fantástico montaje y banda sonora.

De McQueen ya tuve la oportunidad de ver Shame, un film que me impactó por algo que también detecto en este film; un profundo y delicado sentido del ritmo. El avance de la trama se produce casi sin que el espectador sea consciente. Lento pero imparable. Sin asperezas. Para conseguirlo, se apoya en un guión muy cuidado, con una extraordinaria capacidad de introducir elementos a los que apenas se le da importancia pero que dan mucha profundidad a los personajes y que nos dan señales de su evolución.

El enorme esfuerzo que hace el guión viene acompañado de una banda sonora a la que da uso sólo cuando es necesario. Todo ello le permite acentuar algunas de las escenas. Además, no es la típica banda sonora de películas sobre la esclavitud. Combina el sonido épico típico de estos films con algunos elementos más contemporáneos para los momentos más críticos.

En algunos momentos la acción se suspende para reforzar la dureza de la secuencia. En mi opinión, es un acto de valentía en una época en la que todo ha de ir muy deprisa.

Todo desemboca en un final brillante por su sencillez, por su potencia sin caer en el exceso de elementos. No es sólo que la escena esté perfectamente realizada, sino que el espectador llega al clímax con las emociones a flor de piel. La película, con mucha inteligencia, sólo le da un último empujón.

12 años de esclavitud

Para el papel protagonista, Steve McQueen ha confiado en Chiwetel Ejiofor, que está brillante. También le da un papel muy importante al protagonista de sus 2 anteriores films, Michael Fassbender, y aparece toda una lista larga de actores conocidos; Benedict Cumberbatch, Paul Dano, y sobre todo, Paul Giamatti y Brad Pitt, también productor.

Después de ver 12 años de esclavitud, no hay duda de que el británico Steve McQueen se ha consolidado como uno de los mejores directores del momento. Y un firme candidato a muchos premios.

Crítica «Blancanieves» de Pablo Berger

Blancanieves difícilmente puede sorprender por el argumento. Las preguntas que propone al espectador no empiezan por «qué» sino por «cómo». Y las respuestas basculan entre un espíritu fiel a las esencias del clásico de los hermanos Grimm y la introducción de elementos míticos españoles. Entre un lenguaje con fuertes referencias clásicas y propuestas postmodernas.

Blancanieves es arriesgada, pero no minoritaria. El director, Pablo Berger, mantiene el espíritu de su ópera prima, su anterior film Torremolinos 73. En aquel film, el director optó por hacer una propuesta muy comercial (comedia «fácil») con aparición de elementos de «alta cultura» (las constantes referencias a Bergman).

En este caso se propone un objetivo parecido. Cine en blanco y negro y mudo no parece que sean dos argumentos para atraer al gran público. En cambio, una historia tan clásica como Blancanieves o el uso de recursos muy próximos a un lenguaje juvenil, hacen que los espectadores que van al cine no salgan decepcionados.

Lo que se propone Berger es situar el clásico en la Andalucía de los años 20. Las sevillanas, el caciquismo, el toreo… Todos ellos le dan un telón de fondo a la historia que la enriquece. Lo más interesante es cómo se entralazan y se relacionan con los clásicos del cuento. Incluso algunos elementos del clásico acaban tomando una nueva forma acorde al ambiente en el que se presenta. El mejor ejemplo es el espejo, que muta en una revista del corazón.

El juego de espejos entre los diversos lenguajes también se presenta en lo visual. La película se propone recuperar recursos visuales como los primeros planos frontales e hiperexpresivos del primer cine, los planos detalle de objetos, el viñeteado de la imagen o el formato 4:3 de la pantalla, entre otros. También nos ofrece giños a esos primeros lenguajes visuales. Destaca especialmente la aparición del zootropo, uno de los padres del artificio cinematográfico.

En cambio, aparecen también elementos discursivos muy postmodernos. Frente al lenguaje de la fotografía (a ratos recuerda a las películas de Murnau, al expresionismo fotográfico de los thrillers de Hitchcock e incluso al misticismo de Dreyer) se contrapone un montaje que, en algunos momentos, recuerda a los vídeoclips actuales.

Como le pasara a Michel Hazanavicius con The artist, el sonido le da mucho juego. Normalmente el sonido está montado «sobre» la escena. Es decir, los personajes no escuchan la música que el espectador disfruta. Es extradiegética. En cambio, en los momentos más importantes del film, la música se convierte en diegética. O sea, en música que sí escuchan los personajes. Ya sea porque ponen un disco o porque unos músicos la tocan.

El casting es fantástico. Maribel Verdú está increíble. Macarena García (Blancanieves mayor) y Sofía Oria (Blancanieves niña) son una agradable sorpresa (Macarena había hecho algunas series pero, que yo sepa, nada protagonista. En todo caso, para mi, lo ha sido). Todo ello enriquecido por unos secundarios de lujo: Josep Maria Pou, Pere Ponce o Daniel Giménez.

Blancanieves es un film estimulante, mágico, que te atrapa desde los primeros planos. El gran público olvidará pronto que se trata de un film en blanco y negro y mudo y se dejará llevar por una historia tan mítica como novedosa.

Invictus

La nueva película de Clint Eastwood está ambientada en el primer año de gobierno de Nelson Mandela. El presidente de Sudáfrica, en su afán por unir a un pueblo al borde de la guerra civil, utiliza el mundial de rugby que se ha de jugar en su país. Arriesgada empresa si se tiene en cuenta que este deporte era un símbolo de la opresión blanca en el apartheid.

Si por algo se ha significado Eastwood a lo largo de estos últimos años en los que se ha dedicado a dirigir sus films es por ser uno de esos clásicos que te garantizan un nivel altísimo. Invictus no es una excepción. Sin dejar de ser la típica película de deportes, tiene algo que la hace diferente.

Por un lado destacaría que el diseño de producción es impecable. Cada plano, cada frase del guión, cada detalle en el arte tiene una justificación. No sobra nada, no falta nada. Todo en su justa medida.

Las películas de deportes suelen recordarme en mayor o menor medida al cine de masas de los años 20 y 30, cuando el cine soviético (por definición sin protagonistas individuales) y el nazi (sobre todo en los siempre recurridos documentales de Leni Riefenstahl).

Aquellos dos cines, que se separaban en muchas cosas, se unían en el protagonismo que asume la masa como colectivo capaz de cambiar cosas. Eso sí, se separaba en que uno exaltaba únicamente la masa como elemento revolucionario y el otro la utilizaba para exaltar a un líder.

El cine de deportes tiende, por definición, ha estar más cerca del facismo por aquello de que unos héroes en el terreno de juego hacen vibrar a la masa. En este caso, lo que sucede es más llamativo porque la película se sitúa con total equidistancia a estos dos modelos cinematográficos.

Es cierto que el equipo (liderado por el capitán interpretado por Matt Damon y el único negro que viste la camiseta verde y oro) y Nelson Mandela (interpretado por el gran Morgan Freeman), son los protagonistas del film y los que enaltece el film.

Pero también lo es que lo realmente relevante del film es como un pueblo, al que sólo le faltaba el fusil para enfrentarse definitivamente, acaba reconciliándose. Ningún valor hubiera tenido los riesgos que (al menos en el film) asume Mandela y el triunfo de la selección nacional de rugby, si no se hubiera conseguido que negros y blancos se dieran de la mano en la búsqueda de un objetivo común; la victoria en el mundial.

Ese es, sin duda, el elemento diferencial de la película. A todo ello le acompaña unas interpretaciones de alto nivel. Matt Damon está más que correcto en su representación de François Piennar. Aunque personalmente es un actor que me ha costado mucho que me gustara, he de reconocer que cada vez lo hae mejor.

Pero por encima de todos destaca el gran Morgan Freeman. Espectacular el timbre que ha conseguido imitando el del propio Mandela. Por ello, recomiendo mucho verla en versión original. Para los que no estéis acostumbrados, pensad que no hablan demasiado rápido y muchas escenas, al ser de deportes, son de «acción» y se habla poco.

La decisión de convertir en película el libro The human factor de John Carlin entrañaba, al menos, 3 riesgos;

Invictus, con personajes tan conocidos en la vida real exigía un casting muy minucioso para dar con los actores de nivel adecuados. Como ya he justificado, creo que Clint Eastwood dio en el clavo. Quizás tampoco lo tenía difícil teniendo en cuenta las veces que había trabajado ya con Freeman.

Otro riesgo era que un personaje como Mandela es profundamente anticinematográfico. Por lo menos la imagen que tenemos de él es la de una gran persona, dada a los demás, dispuesta a todo por reconciliar a dos familias enfrentadas, que lo convierte en alguien muy plano y poco dado al conflicto.

La solución la encuentra en dar protagonismo a la gente de la calle, al pueblo sudafricano. Pero ello entrañaba una dificultad; ¿cómo puedes hablar de tanta gente a la vez y, simultáneamente, dar un poco de profundidad a la «masa»?

Eastwood lo resuelve con gran destreza. Los agentes de su seguridad personal está compuesto por blancos y negros que irán evolucionando conforme la historia avance. Y para subrayar el hecho de que el cambio no se produce sólo entre las personas próximas al mítico político, añade dos elementos más; una masa que al principio la abuchea y que al final corea su nombre y un simpático niño que rechaza la camiseta antes del mundial y acaba abrazado al equipo en los últimos minutos de la final.

Por último, lo histórico suele ser insulso. Eso suele llevar a que los hechos históricos reales se ficcionizan para hacerlos más «agradables». En cambio, en Invictus, da la sensación que ha querido respetarse las situaciones históricas que se dieron sin apoyarse en cosas que no pasaron.

Por ejemplo, hubiera sido mucho más fácil para escribir el guión que el presidente y el capitán se hubieran visto más veces de las que sale en el film. Hubiera dado más tiempo a construir una relación que, en realidad, se sustenta en la distancia.

Sin embargo, Eastwood ha sido capaz de aprovechar elementos que debieron darse en la realidad para dar relieve a una amistad que va más allá. La visita a la prisión y la posterior reflexión que Damon hace con su novia en la habitación del hotel.

Parece que el director americano refuerza su interés por los conflictos raciales en Invictus después de triunfar con Gran Torino y, de otra manera, en films como Banderas de nuestros padres y Cartas de Iwo Jima. Personalmente creo que esta vez ha reflejado mejor en conflicto que en Gran Torino, en un discurso mucho menos maniqueo.

En lo que nunca falla Clint es en explicar bien aquello que se propone hacer llegar al espectador. Y no cabe ninguna duda de que Invictus no es una excepción. Si no la has visto, no te la pierdas. En mi opinión, una de sus películas más interesantes.

Estigmas se estrena en internet

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La semana pasada gracias a un twitt de Gonzalo Martín, me enteré de que Estigmas, la nueva película de Adán Aliaga se estrenaba primero por internet y era gratuíta para los primeros 1000 espectadores.

Lentamente, pero con seguridad, el cine está empezando a utilizar internet como una nueva vía de distribución, algo que se enrola con una tendencia muy clara de los espectadores y de las nuevas estrategias de las salas de cine (donde están diversificando su oferta con partidos de fútbol, óperas en directo interpretadas a miles de quilómetros…).

Ya hablamos en su día cuando se estrenó Tiro en la cabeza de Jaime Rosales. Parece evidente que las productoras acabarán por distribuir sus ficciones (acaben siendo lo que acaben siendo estas) por internet.

Y vuelve la pregunta recurrente. ¿Y las salas? Bueno, como digo, ya están empezando a diversificarse y, sin haber entrado mucho en el tema, parece obvio que sobran muchas. Así que imagino que se reducirá la oferta para ajustarse a la demanda.

A parte del exhibidor hay otro rol que podría cambiar; las distribuidoras. Si las películas ya no tienen que distribuirse de forma física, ¿para qué las quieren las majors? Ojo, porque estas distribuidoras juegan otro papel tan importante o más que la propia distribución en si.

Cuando las majors están dispuestas a producir un nuevo film, buscan una distribuidora que paga por anticipado a cambio de los derechos de distribución. Así, tienen ante todo una función financiera; yo te presto dinero a cambio de unos réditos en el futuro. ¿En qué lugar dejará a este player la distribución online? Lo que es seguro es que su dinero hace falta y desconozco hasta qué punto pueden estar paralizando ese vuelco hacia internet.

En todo caso, el que quiera ver Estigmas por internet puede hacerlo por 2,95 €. Respecto a la película, explica la historia de Bruno, un tipo lamentable que al que un día le aparecen unos estigmas que le cambian la vida. Basada en un comic, creo que es un buen intento de hacer algo que va un poco más allá aunque , a ratos, carece de ritmo y peca de pretenciosa.

Siento decir que Manuel Martínez no me gusta nada como lo hace. De hecho, este rollito que tiene de artista total no acaba de convencerme. Me da la sensación que cuando alguien que no es actor hace un papel que no es ridículo, ya se le señala como sorpresa y gran trabajo. Yo esencialmente creo que eso es una perversión de la profesión del actor. No es que me parezca mal que no-actores hagan papeles, sino todo lo contrario. Pero lo que no se vale es exigir menos el trabajo de alguien sólo porque, en realidad, es un lanzador de bolas de hierro. Si no vale, no pasa nada. En lo suyo es un fuera de serie.

A pesar de todo ello, no deja de ser una ópera prima. La propuesta me interesa y limando un poquito de allí y de aquí, Adán puede acabar haciendo grandes películas.

MAPA DE LOS SONIDOS DE TOKIO

Ryu (Rinko Kikuchi), una chica solitaria y poco dada a hablar de su vida, gana un dinero extra como asesina a sueldo. Es contratada por un empleado del señor Nagara para que asesine a David (Sergi López), que estaba casado con la hija del Nagara y al que, tras que esta se suicidara, culpabiliza de su muerte.

Isabel Coixet suele atraerme al cine porque las historias intimistas, en algunos momentos terribles, que cuenta me llegan muy hondo. Para mí, sus elementos fuertes suelen ser la dirección interpretativa y la capacidad de generar mucha tensión en las escenas clave del film.

mapa-de-los-sonidos-de-tokio-2En el caso de Mapa de los sonidos de Tokio, creo que los actores y el trabajo de Coixet con ellos está a la altura habitual de sus films. Sergi López suele gustarme y no ha sido una excepción. Son interpretaciones contenidas, sin excesos. Rica en pequeños detalles. Para papeles complejos, donde es difícil saber si es bueno o malo, el catalán lo borda.

Rinko Kikuchi creo que también está a un gran nivel. Su personaje transmite la frialdad que se le supone. Ella apenas habla de lo que siente, aunque se hace evidente que, por dentro, corren muchas emociones contrapuestas representadas por el eje central de la historia; enamorarse de alguien a quien debes matar. Pero, como digo, no es la única contraposición, sino que, más bien, actúa como metáfora del resto de sus emociones extremas.

El problema, para mi, radica en que la narración es algo esquemática. Las cosas pasan como de golpe. Así como en La vida secreta de las palabras o Mi vida sin mi uno de los valores es, precisamente, esa evolución que da credibilidad a la historia, en Mapa de los sonidos de Tokio el resultado no es el mismo. La historia discurre en secuencias casi estantes sin dar una continuidad suave a la historia.mapa-de-los-sonidos-de-tokio-3

El valor preponderante de la película es, más bien, el estético. No es extraño que Coixet haya escogido Tokio, la capital nipona, para rodar su nuevo film. No hace falta casi ni explicar las influencias que el cine y la estética de este país ejerce sobre su filmografía. El ritmo de la historia es un buen ejemplo, además de la famosa iluminación de neon de Japón, que es utilizada en algunos momentos como si se tratara de la iluminación de una obra de teatro. Y, en los interiores, ha mantenido la continuidad con una fotografía muy barroca.

Donde mejor funciona el film, tanto a nivel estético como de guión, es en las escenas de erotismo. No hay duda de que los juegos que proponen hacen participar al espectador y las imágenes son de una belleza indudable. Yo creo que tienen la capacidad de transmitir la actitud contrapuesta de los personajes frente a la relación que establecen.

El hecho de que la historia no acabara de enganchara desde un primer momento hizo que el clímax fuera uno de los más flojos que recuerdo de las películas de Isabel Coixet. A pesar de ser un final terrible, que podría ser una apoteosis emocional, me dejó frío y me pareció previsible.

En definitiva, Mapa de los sonidos de Tokio me parece uno de los films más flojos de la directora catalana, pero no hará cambiar mi interés por su cine, por sus historias y por su manera de ver las relaciones humanas.

3 DÍAS CON LA FAMILIA

Cuando se habla mucho de un título español por parte de la crítica anunciándolo como una gran película, tiendo a desconfiar porque suele no utilizarse la misma vara de medir fuera y dentro. Y he de reconocer que tenía ciertos prejuicios respecto a 3 días con la familia. Me parecía poco creíble que una ópera prima sostenida en una protagonista que también es su primera vez, pudiera ser tan buena como proclamaban a los cuatro vientos. Y una vez vista, no podía estar más equivocado.

3 días con la familia narra la historia de Léa, una joven que estudia en Toulouse ingeniería y que tiene su vida allí montada, que vuelve unos días al funeral de su abuelo, el patriarca de una familia burguesa al que todos desprecian. La incomunicación, una suculenta herencia y conflictos silenciosos arrastrados desde hace tiempo, vehiculan la trama.

Suele ser un error dar un tono hiperrealista a un guión porque juega en contra de nuestra forma de entender la ficción. Pero si optas por esta vía, la historia debe entrar poco a poco, no dándole mascado todo al espectador para que participe en la historia. Y Mar Coll, la directora y coguionista junto con Valentina Viso, ha sabido hacerlo a la perfección. A cada minuto que pasa, el espectador es más partícipe de la familia hasta casi conocer todas las virtudes y defectos de sus integrantes.

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Uno de los principales aciertos es la utilización de personajes elípticos. Toda la trama gira en torno a la relación que establecían con el abuelo. Pero, a parte del desprecio que se respira, no llegamos a saber qué cara tenía, excepto por dos fotos que tampoco nos ayudan demasiado. Y una de las tías de Léa, Virginia, que ha escrito un libro inspirado en su vida, no aparece hasta la mitad del metraje a pesar de que se habla mucho de ella. Eso le da un áura magnética que, llegado el momento, Amália Sancho, la actriz que la interpreta, es capaz de sostener a la perfección con un aire seductor que carga el ambiente.

Y es que uno de los activos principales de la película es una gran combinación entre actores veteranos y novatos de mucho talento. La protagonista, Nausicaa Bonnín, está expléndida. Encuentra siempre el punto justo, sin pasarse y sin quedarse corta. No necesita hacer sobreinterpretaciones para que entiendas qué le está pasando. El resto de jóvenes, entre ellos David Verdaguer y Aida Oset, también están fantásticos y arropados por un plantel veterano de un gran nivel.

Qué decir de nombres como Eduard Fernández o Philippine Leroy-Beaulieu que no se haya dicho ya. Eduard es ese padre incapaz de asumir la separación de su mujer, que ni siquiera se atreve a contarlo a su familia por miedo a la reacción. Su vida parece estar en un compás de espera basado en la esperanza de la vuelta de su mujer. Esta, interpretada por Philippine Leroy-Beaulieu, vive yendo y viniendo y manteniendo la mentira por su marido sin entender porqué su hija (Nausicaa) no quiere relacionarse con ella.

tres-dies-amb-la-familia-02Creo que sobran las palabras cuando encuentras dentro de un mismo equipo a los protagonistas de Smoking room (Francesc Orella), del mítico Franco de Albert Boadella en ¡Buen viaje Excelencia! (Ramón Fontserè) o Isabel Rocatti, una de las protagonistas de la exitosa serie de TV3 Ventdelpla.

Pero todo el trabajo podría haberse ido al traste si la conclusión de la historia no hubiera sido la adecuada. 3 días con la familia me ha brindado uno de los mejores clímax que recuerdo del cine español. De una gran delicadeza, suavidad, realismo, inevitable… Tiene todas las virtudes que debieramos pedir a una secuencia final. Tan dramática por su sencillez y desnudez que conmueve como pocas.

He dicho varias veces que este país tiene un problema de escuela, de estilo, que permita a un conjunto de espectadores (mayor o menor) identificarse con ese tipo de historias y, a partir de ahí, crear la industria del entretenimiento que tanto reclama Gonzalo Martín. Quizás es porque me coge en un arrebato de optimismo, pero empiezo a tener la sensación que algo se mueve alrededor del ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya). Sus dos primeras películas, Lo mejor de mi y 3 días con la familia, demuestran que su formación que más que valida. Y los dos títulos, unidos a la película de Judith Colell 53 días de invierno y al trabajo ya hecho por directores como Cesc Gay (En la ciudad) y algunos otros podrían marcar un camino con un cierto público que, de seguir así, les será fiel. No tengo ninguna duda.

53 DÍAS DE INVIERNO

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No son pocas las veces en las que me quejo de que los problemas del cine español son dos; la falta de escuela y la falta de talento. Y en este orden. En síntesis, considero que en este país no sabemos a qué jugamos, no sabemos qué funciona, no tenemos identidad. Si resolviéramos esta parte, si tuviéramos una «escuela», hacer sobresalir el talento sería mucho más fácil.
Pero no está todo perdido.53diasfotorodatge

Ayer tuve la oportunidad de ver 53 días de invierno, la segunda película de Judith Colell, después de Nosotras. Y me sorprendió gratísimamente. Viene a demostrar que, si se parte de un buen guión, de una buena plantilla de actores y de una dirección más que razonable, los resultados acaban por llegar.

53 días de invierno es un retrato de la soledad en su estado más puro, con personajes recorriendo todo el espectro de edades y de una gran verosimilitud. Desde una maestra que recibe el alta después de más de un año interpretada por una siempre genial Mercedes Sampietro, hasta un guardia de seguridad interpretado por un notable Álex Brendemuhl incapaz de asumir su cruda situación económica, pasando por una joven enamorada del director de su cuarteto de cuerda interpretada por uno de los mayores valores entre nuestra juventud; Aina Clotet. A todo eso, hay que sumarle una retahila de secundarios de excepción; Montserrat Salvador, Silvia Munt, Joaquim de Almeida, Abel Folk…

53-dias-de-invierno-02La película está cargada de dolor y de silencios, aunque en algunos momentos asome la esperanza. Es evidente el juego de claroscuros íntimamente ligados al estado de ánimo de los protagonistas. Los momentos más luminosos son aquellos en los que la fe les acompaña, mientras que la oscuridad llena la pantalla cada vez que el desanimo cierne sus corazones. Las tres historias quedan unidas mediante un programa de radio de madrugada, donde los solitarios se desnudan frente a la audiencia y, sobre todo, por un encuentro fortuíto en una parada de bus.

El nivel del metraje se sostiene siempre a una cierta altura, pero esto, de por sí, quizás no hubiera sido suficiente. Hay varios momentos de una simplicidad brillante. Recuerdo con especial cariño una llamada a su mujer del personaje de Brendemuhl, que me hizo vibrar.

La recomiendo y confío en que Colell sea capaz de mantener este nivel, porque estoy seguro que seguirá ofrenciéndonos algunos de los mejores momentos de nuestro cine.

MAGNOLIA

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Magnolia es la historia cruzada de un buen puñado de personajes que arrastran profundas cargas de su pasado. Entre ellos, un presentador de televisión, próximo a la muerte, intenta recuperar la relación con su hija cocainómana, un fracasado que trata de enamorar a un camarero del que está enamorado, la mujer de un productor agonizante se siente culpable por lo poco que lo ha querido, mientras este quiere contactar con su hijo, una celebritie del ligoteo, con quien también perdió el contacto.

SPOILER: Ojo porque voy, literalmente, a destripar todo el argumento.

Hasta aquí no es más que la «típica» película coral donde, previsiblemente, todas las historias acabarán confluyendo en un emotivo final. Pero cuando empezamos a verla, ya en el minuto uno, comprendemos que no es el caso.

En ellos se nos antepone una premisa que será clave para comprender el resto del metraje; la inclusión de lo casual, del deus ex machina como eje narrativo, lo cual suele estar prohibido para lo que debería ser un buen guión.

magnoliaEn este caso lo aprovechan a su favor, partiendo con la explicación de 3 historias deconstruidas y rocambolescas que tienen vida propia, autocontenedoras, ya sobresalientes separadas del resto del film.

Este punto de partida impregna de casualidades el resto del metraje, enriqueciendo la trama más que empobreciéndola, y dándole un toque de personalidad que hace a Magnolia una película única.

La película viene a ser la expiación de los pecados acumulados a lo largo de sus vidas de dimensiones bíblicas. Las palabras no dichas en el momento adecuado, las mentiras, los silencios, la soledad… Cargas sólo curables mediante la intervención divina, la mayor de las deus ex machina posibles. Y con ella Dios decidirá quién debe y quién no debe morir, quien debe soportar la carga de su pasado algunos años más. Y es el Dios más vengativo, el del Antiguo Testamento, el que hará acto de presencia reproduciendo una de las plagas que sufrieron los egipcios, una lluvia de ranas gigantes.

Las plagas son la muestra del enfado divino, de los errores acumulados. Pero tienen algo de purificador. Acabada la plaga, los pecados son aliviados y la posibilidad de volver a empezar son mayores. Y así, en el único momento en el que la película se da un respiro es en el final, donde se abre una ventana y deja abierta la posibilidad de una redención, cerrando con un plano que resume ese espíritu; la sonrisa de uno de los personajes más tristes.

tom-cruise-en-magnoliaEl otro punto fuerte de la película es el uso de la banda sonora que, como pocas veces, acompaña al ritmo de la película a la perfección. En algunos de los momentos claves de la película, la banda sonora refuerza las emociones que sufren (y digo sufren con intención) a lo largo de la historia.

Magnolia es, sin duda, una de los mejores films enmarcado en eso que venimos llamado postmodernidad y una experiencia casi extrasensorial que no podéis perderos.

P.D.: Os recomiendo este post en inglés, donde Manuel Yanez habla de ese último plano que os comentaba. Breve y genial.

SLUMDOG MILLIONAIRE

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Hollywood hace muchos años que conoce la fórmula del éxito. Ya en los años 20 descubrió que en un sistema basado en el Star System y en generar ciertas convenciones de género, el éxito era mucho más fácil de obtener. ¿Para qué, entonces, asumir riesgos? En realidad, ya había quien asumía esos riesgos y quien le descubría nuevas vías para contar historias que luego, la industria ha ido adoptando como propias. Y ahí surge una pregunta difícil de contestar ¿Qué es lo que hace que una película con, a priori pocas posibilidades de tener éxito, triunfe como lo ha hecho Slumdog Millionaire?

La película nos explica la historia de Jamal, un analfabeto que participa con éxito en el conocido programa de televisión ¿Quieres ser millonario? Utilizando como gancho las preguntas, descubrimos el pasado de Jamal, en el que siempre están presentes su hermano y una preciosa niña.

Como los que seguís el blog sabéis, suelo contar cosas del desarrollo de la película, así que no recomiendo seguir a aquellos que no quieran conocer nada del argumento más allá de la tag line.

La película establece una interesante, pero yo creo que ya explorada, relación con el tiempo a 3 niveles; un falso presente, el concurso, un pasado, y un presente real, la detención policial. A priori, permite unos primeros 5 minutos sobervios, donde saltamos entre los 3 niveles temporales continuamente, convirtiendo el montaje en uno de los más dinámicos e interesantes que recuerdo. No puedo negar que es un gran gancho inicial. El problema es que, superados esos minutos iniciales, la tensión dramática desaparece en esa articulación temporal. A partir del momento en el que Jamal está dispuesto a colaborar con la policía (minuto 5 aprox), la dinámica del film acaba por convertirse en pregunta del concurso, respuesta en el pasado, y así continuamente. En ese momento, yo como espectador quedo desamparado. Porque presupongo que Jamal ha ganado el concurso, así que no padezco por si sabrá o no la respuesta, como en la escena del lavabo, donde el presentador intenta una treta para hacerle errar que fracasa.

slumdog-millionaireLa historia no recupera la tensión hasta que el espectador transfiere su interés por el concurso a la recuperación de esa niña de la que se enamoró. Pero en ese momento han pasado los 45 minutos. Así que, en el fondo, siento que me han robado más de media hora de mi tiempo para nada. Si ese iba a ser el motor de la historia, ¿por qué no establecerlo desde el principio? ¿Por qué hacernos esperar tanto?

En mi opinión, David Boyle, el director, lo que buscaba era que nuestro interés se centrara en cómo podía ser que supiera las preguntas. Pero en ello no hay tensión. Como máximo una pequeña curiosidad que, en muchos casos, quedaba satisfecha mucho antes de que la resolución se entregue.

Uno de los aspectos que, teóricamente, más alejaba al espectador medio del film era sus supuestas influencias bollywoodienses que, como sabéis, es el cine producido en la India. Digo teóricamente porque no son pocas las películas que han llegado últimamente influenciadas por ese cine. No se puede negar que el espectador empieza a estar acostumbrado a esa sensibilidad, a esos colores y a esa música. De hecho, es todo pretendido, ya que el director es muy europeo en su estilo, así que, en realidad, no dista tanto de sus películas anteriores, como transpotting, la playa, o 28 días después.

En realidad, el cine de Bollywood se caracteriza por ser algo parecido a lo que aquí llamaríamos variedades en teatro; casi 3 horas sazonadas con música, bailes, amor, acción, épica… Cada una de ellas tienen una especie de voluntad de completitud, de tener todos los ingredientes para interesar el máximo de espectadores. El concepto género que tenemos aquí no es muy exportable porque allí todas las películas tienen elementos de todos los géneros (incluído el musical).

Incluso la canción y baile en los títulos de crédito finales que, por cierto, son lo mejor de la película, resultan fáciles de asimilar por la sensibilidad occidental. Ya imagino que nadie que haya visto la película se los habrá perdido, por lo pegadizos que son. Pero, a pesar de ello, vale la pena remarcarlos.

Otro de los elementos cohesionadores entre occidente y oriente es el famoso concurso en el mundo entero Quieres ser millonario. Para empezar, su banda sonora, su escenario, y el concepto de programa es fácilmente asimilable por gran parte de la geografía planetaria. Pero a ello añadiría otro elemento. El simple hecho de participar en un concurso de esas características nos lleva a una forma de pensar muy occidental, la del triunfo basado en un personaje humilde que se hace rico gracias a su esfuerzo, pero de forma rápida. Nadie puede negar que esa es la base de gran parte del pensamiento capitalista occidental. De nuestro pensamiento.slumdog-millonaire

En el fondo, creo que no es más que una cuestión de maquillaje el supuesto tono alternativo. No puedo negar, y supongo que algunos se agarrarán a ello, que la película estuvo a punto de no distribuirse por el circuito de salas. Pero eso sólo demuestra que el capital es miedoso. Hay multitud de ejemplos de películas muy comerciales que estuvieron a punto de morir en un armario. Dicho con otras palabras, el hecho de que costara que alguien se atreviera a comprarla no quiere decir que no fuera diseñada para ganar, como al final lo ha hecho (mucho más de lo esperado, también lo reconozco).

No pretendo decir que la película es mala, ni mucho menos. Lo único que trato de decir es que es entretenida, ni más ni menos. No es, desde luego, la mejor película del año ni un título para guardar en nuestra videoteca 5 estrellas.