Y Philip Seymour Hoffman murió

Philip Seymour Hoffman

Cuando la gente me pide que haga listas de preferencias me ponen en un serio aprieto. Me cuesta mucho decidirme entre las 3 películas de acción que más me han gustado. Me pasa lo mismo con los libros, la comida, momentos de la vida… Los actores no son una excepción.

¿Actores que me gustan porque destacan? Sí, claro. Podría decir nombres que a todos nos vienen a la cabeza: Leo DiCaprio, Sean Penn, Johnny Depp, Ryan Gosling, Christoph Waltz… Y me dejo muchos. Hacer un ranking entre ellos me parece harto difícil. En cambio, y sin saber muy bien por qué, llevo años diciendo que mi actor favorito es Philip Seymour Hoffman.

No sé con seguridad cómo llegué a esa conclusión. Algo parecido me pasa con las actrices. No soy capaz de construir una lista, pero sé que Meryl Streep me entusiasma. Es la número uno en mis preferencias. Le doy vueltas a por qué se han vuelto tan importantes dentro de mi filias cinematográficas.

En el caso de Seymour Hoffman, puede que sea porque me ha llegó poco a poco. No sé con seguridad cuándo reparé en el talento del actor norteamericano. La gente se volvió loca con él en «Capote». Yo no la vi. Sigo sin haberla vista. Antes de esta película, ya había trabajado unas cuantas veces con un director que confiaba plenamente en él, Paul Thomas Anderson. Dos de esos films son «Happiness» y «Magnolia». Las dos las descubrí muchos años después.

Quizás sea porque era capaz de tocar registros muy diferentes. Interpretaba muchos tipos de personaje  y tenía una capacidad enorme para transformarse de un film a otro. Algunas veces gracias al maquillaje. Pero eso es algo que está al alcance de cualquier actor. En su caso, era una transformación real. Trascendia.

Creo que lo que más me apasiona de un actor es su capacidad de expresar mucho con muy poco. Creo que es una virtud de algunos cineastas en general: actores, directores, guionistas… Una simple mirada y te llegaban sus emociones. Perdedor, ganador, mente inquieta, brillante… Tanto da.

Justamente dos dias antes, en una cena familiar, defendí a Philip poniéndolo en mi altar particular. El día de su muerte, yo estaba dirigiendo un corto. Los rodajes son situaciones muy intensas de trabajo y de emociones. Estableces unos lazos afectivos con el equipo muy fuertes.

Hacía mucho que no me ponía a hacer un proyecto personal. Me enteré a través de un mensaje de mi hermana. «¿Te has enterado de lo de Philip Seymour Hoffman?». Primero el impacto. Después el «me sorprende sólo a medias». Finalmente una pequeña punzada de dolor. Pequeña, pero real. Y a seguir rodando, con una emoción especial.

Mi forma ir al cine es algo particular. No suelo informarme sobre lo que se estrena. Las noticias suelen explicar demasiado de las historias, cosa que aborrezco. Tampoco me relaciono con demasiados cinéfilos como para que me pongan al día. Así que prefiero ir a la sala y dejarme llevar por la sorpresa. Desde el domingo sé que, quizás tras un par de títulos, nunca más entraré en una sala empujado por su nombre en el cartel. Lo echaré de menos.

Breaking Bad, las virtudes de la irregularidad

Breaking Bad

Conocía el punto de partida de Breaking Bad y sabía que mucha gente estaba encantada. Aunque la idea inicial me seducía, el éxito popular no suele ser suficiente para plantearme entregar tantas horas a una ficción. Pero una persona me dijo que la evolución del protagonista era muy interesante y eso me decidió.

Breaking Bad tiene algunos aspectos de sobresaliente. El mayor de todos ellos, sus personajes. Están perfectamente dibujados. Las situaciones que viven los hacen evolucionar. En algunos casos no siempre un personaje sufre cambios en la misma dirección y, a pesar de eso, no parece que estos no respondan a una misma psicología coherente.

Los personajes son perfectamente complementarios, lo que facilita un divertido juego de contrastes: Walter White, el protagonista está a las antípodas de su cuñado Hank, policía que se ocupa de cazar a traficantes. La mujer de Walter es una mujer madura, centrada, con las ideas claras. Su hermana Marie y mujer de Hank es todo lo contrario: superficial, con graves problemas de autoestima.

A los personajes de la familia hay que sumar al segundo personaje de la serie, Jesse, un joven drogadicto de carácter débil pero que trata de mostrarse como el chico duro. Es el socio de Walter. El personaje de Walter no podría haber encontrado a un espejo mejor para contrastar su evolución de la debilidad extrema a la máxima falta de empatía. Y, sin entrar en detalles para no contar más de la cuenta, los personajes de Gus y Mike son perfectos. Enriquecen el menú.

Me encanta también la fotografía. Es, a priori, poco atractiva. No sé si decir oscura, pero seguro que deprimente. Hay algo de sucio, con predominio de colores amarronados. Además, la cámara suele mantener una cierta tensión. Los planos no mantienen la talla de forma constante y, aunque cada vez estamos más acostumbrados, eso le añade tensión.

La serie, en cambio, también tiene puntos débiles que me llegaron a hacer dudar de continuar. En especial, es problemática la debilidad de sus tramas. Al menos en sus primeras 3 temporadas. Uno tiene la sensación de que no saben muy bien dónde están llevando la historia. Con perspectiva, probablemente alimentados por el éxito de la serie, decidieron dejar lo mejor para el final añadiendo historias innecesarias.

Reconozco que, en la primera temporada, era desconcertante el punto donde se abrían y cerraban las tramas. Eso tenía un punto atractivo para mi: eran imprevisibles. Pero el problema es que, al no evolucionar hacia un clímax, los finales eran muy débiles y superfluos.

El caso más grave es el de la segunda temporada, donde a través de unos flash backs anticipan al espectador hacia un final que sugiere espeluznante. Esta técnica, que en algunos momentos utiliza con inteligencia, se diluye cuando las imágenes se corresponden a un final que poco o nada tiene que ver con lo que les sucede a los personajes. Ese final casi me llevó a abandonar la serie.

La tercera casi parece una introducción a todo lo que tendrá que venir después. Lo único que sostiene al espectador hasta ese momento es unos personajes brillantes. Pero a partir de la segunda mitad de la tercera temporada y hasta que acaba, el nivel de las tramas no hace más que mejorar. Lo que, en un principio era una incómoda sensación de que los guionistas estaban perdidos, ha acabado siendo una de sus bazas. Porque las 2 últimas temporadas sí tienen un fin claro. Pero no pierden ese punto de imprevisible.

Las tonalidades oscuras en la fotografía y en las tramas no se abandona nunca. Toda la evolución lleva hacia un final en el que la esperanza se diluye a cada paso con una eficacia pocas veces vista.

Una de las ventajas de las series respecto al cine es las posibilidades que da a los guionistas a profundizar en la descripción de los personajes. Breaking Bad es de las series que mejor lo aprovechan. Todo y la espera del principio, os recomiendo que la llevéis hasta el final. No os dejará indiferentes.

PD: Recordaré toda la vida una de las que, para mi, es una de las frases de la historia de la televisión. Os dejo con la secuencia. La frase es la última. Os recomiendo que no la veáis si no habéis acabado la serie:

 

12 años de esclavitud

 

12 años de esclavitud

Situada en el s. XIX, narra la historia de un violinista negro libre que es raptado y vendido como esclavo. A lo largo del tiempo tendrá varios amos, que le tratarán de forma diferente.

En estos momentos, todas las quinielas apuntan a que el film de Steve McQueen es una de las firmes candidatas a los Oscars. Desde luego, tiene algunas de las características necesarias para llevarse la estatuílla a casa. Supera las dos horas y el tema del film es un drama sobre un tema trascendental. Pero además, la película está muy bien explicada; buen guión, buenas interpretaciones y un fantástico montaje y banda sonora.

De McQueen ya tuve la oportunidad de ver Shame, un film que me impactó por algo que también detecto en este film; un profundo y delicado sentido del ritmo. El avance de la trama se produce casi sin que el espectador sea consciente. Lento pero imparable. Sin asperezas. Para conseguirlo, se apoya en un guión muy cuidado, con una extraordinaria capacidad de introducir elementos a los que apenas se le da importancia pero que dan mucha profundidad a los personajes y que nos dan señales de su evolución.

El enorme esfuerzo que hace el guión viene acompañado de una banda sonora a la que da uso sólo cuando es necesario. Todo ello le permite acentuar algunas de las escenas. Además, no es la típica banda sonora de películas sobre la esclavitud. Combina el sonido épico típico de estos films con algunos elementos más contemporáneos para los momentos más críticos.

En algunos momentos la acción se suspende para reforzar la dureza de la secuencia. En mi opinión, es un acto de valentía en una época en la que todo ha de ir muy deprisa.

Todo desemboca en un final brillante por su sencillez, por su potencia sin caer en el exceso de elementos. No es sólo que la escena esté perfectamente realizada, sino que el espectador llega al clímax con las emociones a flor de piel. La película, con mucha inteligencia, sólo le da un último empujón.

12 años de esclavitud

Para el papel protagonista, Steve McQueen ha confiado en Chiwetel Ejiofor, que está brillante. También le da un papel muy importante al protagonista de sus 2 anteriores films, Michael Fassbender, y aparece toda una lista larga de actores conocidos; Benedict Cumberbatch, Paul Dano, y sobre todo, Paul Giamatti y Brad Pitt, también productor.

Después de ver 12 años de esclavitud, no hay duda de que el británico Steve McQueen se ha consolidado como uno de los mejores directores del momento. Y un firme candidato a muchos premios.

El gran Gatsby

El gran Gatsby

Baz Luhrmann es un director que no deja indiferente. Todos sus films son grandilocuentes, excesivos, de un barroquismo visual atrevido y muy rico en detalles. Le conocimos con Romeo + Julieta de William Shakespeare, donde encontró la firma que ya había buscado en El amor está en el aire y culminó con Moulin Rouge. Por el camino nos ofreció Australia, también grandilocuente pero sin el estilo que le ha hecho conocido.

Hablemos claro. Baz Luhrmann es un hortera. Con gracia, con un gran sentido de la estética. Pero hortera. La «gracia» de los que, para mi, son sus dos mejores films (Romeo + Julieta y Moulin Rouge) es que pisa el terreno de lo excesivo, rozando lo ridículo, pero quedándose justo en la línea. Un punto que es muy difícil encontrar y, por tanto, tiene mucho mérito.

El gran Gatsby busca la fastuosidad, las luces y los colores de aquellas dos piezas. Lo que encuentra, en cambio, es un film al que le falta alma. Parece más la repetición industrial de una franquicia, sobrecargado de temas musicales sin ningún tipo de personalidad (una de las grandes virtudes, sobre todo, de la película protagonizada por Nicole Kidman y Ewan McGregor).

Los planos musicales del film podrían servir, perfectamente, para un videoclip de la MTV. Cualquiera de ellos. ¿En qué consiste su propuesta estética? ¿En planos grabados con grua a los que se les varía la velocidad? ¿Grandes angulares muy cerca de las caras deformando las facciones? ¿Planos generales llenos de confeti y gente bailando como poseída? ¿Planos difíciles de leer?

A pesar de que en los anteriores films del director el peso de la estética superaba el de lo narrativo, en El Gran Gatsby las dos parecen soltarse las manos. Luhrmann no es capaz de dotar de continuidad al discurso visual. Y el romanticismo propio del personaje acaba despersonalizado por culpa de los excesos videocliperos (románticos, si se quiere) del director.

No hay duda de que el film trata de lanzar una crítica al sistema económico. Entrando en contracción con el lenguaje personal que ha desarrollado todos estos años, Luhrmann critica los excesos de nuestra sociedad contando una historia ambientada en los felices 20. Convierte sus excesos en los nuestros. Y nos alerta, de forma velada, en qué acaba todo eso.

Lo que sucede es que el propio personaje de Gatsby es superficial y excesivo. Organiza fiestas con objetivos que harían levantar a Marx de la tumba. El amor, ese placer burgués…

El gran Gatsby

Los actores están bastante bien. Me gusta mucho DiCaprio, y Tobey Maguire no está mal. Carey Mulligan se ha convertido en una fija en films alternativos. Desde que la vi en An education, me la he ido encontrando en algunos de los films más interesantes (Shame o Drive, las dos que más me han gustado). Me gusta cómo trabaja, aunque tampoco es una de mis actrices favoritas.

A pesar de todo ello, la película tiene algunos momentos interesantes. No intento decir que el film es terrible. Critico que está muy lejos de la altura de sus anteriores obras. En algunos momentos, la historia se me hizo tediosa y lenta. Sobrecargada sin aportarme nada a cambio.

Baz Luhrmann ha caído en el esencialismo de su estilo olvidando las necesidades de lo que trataba de contar. Es un riesgo cuando tu obsesión es que no haya ningún plano montado sobre trípode. No nos queda otra que esperar a su próximo film para disfrutar de la fastuosidad de sus propuestas.

 

Valoración. 5,5/10

Género. Drama romántico.

Director. Baz Luhrmann.

Guión. Baz Luhrmann, Craig Pearce.

Actores/Actrices. Leonardo DiCaprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan, Joel Edgerton, Isla Fisher,Elizabeth Debicki, Amitabh Bachchan, Jason Clarke, Adelaide Clemens, Max Cullen,Steve Bisley, Richard Carter, Vince Colosimo, Brendan Maclean, Kate Mulvany,Callan McAuliffe, Jack Thompson.

Título original. The Great Gatsby.

Año de estreno. 2013.

País. Australia.

Critica de «El capital»

El capital

El capital cuenta la historia de un joven contradictorio y ambicioso que llega a la presidencia del banco más importante de Europa. Una vez allí se verá obligado a navegar entre las dos facciones del consejo de accionistas que pretenden dominar la empresa.

La película es de un clásico del cine, el casi octogenario (en Febrero de 2013 cumplirá los 80) director Constantin Costa-Gavras. El film, que supera en calidad su anterior Eden al Oeste, se enmarca a la perfección entre dos pilares básicos de su filmografía. La película combina su gusto por los thrillers, como lo fueron La caja de música o Desaparecido (missing), con su constante compromiso político.

Desde la bélica Amen, hace ya 10 años, Costa-Gravas no nos había dado un film de esta calidad. Dicho esto, el guión se mueve en la ambivalencia: creo que tiene un interesante sentido del ritmo y, en algunos momentos, presenta al protagonista frente a situaciones muy complejas y poliédricas que contrastan con muchos momentos del film algo superficiales y maniqueos. A ratos parece estar explicándole la crisis a un niño.

Dicho esto, y asumiendo que no trata al espectador como un adulto (como sí hacen otros films similares como Margin Call o Inside Job), la película pone el acento en la gestión política de la situación que vive un presidente de banco. Todo ello le permite esbozar un mundo donde la lucha por los puestos de 4 mandan al pacto del hambre a buena parte de la sociedad.

El discurso, por supuesto, recuerda a su propia filmografía, con toques de los míticos thrillers de Otto Preminger. Pero no es exactamente un film al puro estilo del modo de representación institucional. Son evidentes las trazas de influencias de cine francés y algunos efectos postmodernos, como el distanciamiento tan típico en el cine de Haneke.

Con inteligencia, Costa-Gravas interpela directamente al espectador con miradas y comentarios a cámara. Así antepone una distancia entre lo que el espectador está viendo y su vida cotidiana. Él no quiere que nos identifiquemos con los personajes. Al contrario, quiere convertir la realidad de estos magnates en un marco infantiloide. Incluso se refiere en diversas ocasiones a que todo es un simple juego.

El capital

El tono irónico del director franco-griego se entremezcla con un discurso casi fatalista, insinuando que las cosas difícilmente serán diferentes. Presenta un mundo donde el dinero manda en una especie de sinsentido. En un par de ocasiones, los personajes constatan la inevitabilidad de la realidad en la que vivimos. Donde entre dos elecciones, sólo podemos pensar en escoger aquella que nos perjudica menos.

La condición humana, según Costa-Gavras nos lleva indefectiblemente a renunciar a todo por dinero. Da igual lo que podamos llegar a ganar a cambio de renunciar a él. No se trata tanto de tener dinero para conseguir grandes cosas sino que es por el dinero en si mismo.

Desde el punto de vista del guión, lo que el director juega con mayor inteligencia son los clichés de género. Los personajes que esperamos que aparezcan en un film de género están presentes. Pero su devenir, evidente en la mayoría de films, no encuentran igual solución de continuidad en este caso. O, por lo menos, se nos hace menos evidente qué es lo que les pasará. Empezando por una prostituta de lujo, que juega el rol de femme fatale clásico del género o la esposa, que lo ancla a la realidad cotidiana, a sus orígenes.

En el middpoint (en la parte media de la película), el relato nos propone un alto en el camino. El único momento catártico. Después de 1 hora rodeados de espantosos ejecutivos sin escrúpulos, el protagonista vuelve a la cotidianidad y normalidad de una comida familiar. Por fin, allí el espectador se ve reflejado. Y eso le permitirá interpelar al protagonista que, por otra parte, actuará con el cinismo que se presupone a los ejecutivos.

Visualmente el film está bien resuelto. Tiene un buen ritmo y te atrapa desde el primer minuto. Además, saca un buen trabajo a los actores y actrices, que resultan absolutamente creíbles.

Costa-Gravas nos ofrece uno de sus mejores films de los últimos años sin llegar a los hitos que marcó años atrás con films como La caja de música. Y todo ello pese a que, quizás, hubiera podido tratar el tema con algo más de madurez, lo que hubiera redundado en favor de la crítica que hace al sistema.

Crítica a «El hombre de las sombras»

El hombre de las sombras parte de un dato real escalofriante. Cada año, 1000 niños desaparecen en USA. En base a ello, esta producción franco canadiense dirigida  por Pascal Laugier, nos introduce en la historia de un pueblo decadente que, tras el cierre de una mina, sufre la desaparición de sus hijos. Algunos habitantes hablan del hombre del saco.

Difícil de definir, la película transcurre entre el melodrama y el género de terror. Con una brillante combinación de ingredientes, la historia es apabullante. El espectador se ve inmerso en una trama muy potente que no olvida abrir ciertas reflexiones. El ritmo de la película es muy inteligente y pervierte, desde el principio, los clichés del terror.

Desde aquí, prefiero avisar que voy a destapar los secretos del film. Así que, si no la has visto, te recomiendo que no sigas leyendo. Disfruta de la película y, eso sí, no olvides venir a compartir conmigo qué te pareció.

el hombre de las sombras

La propuesta de la película es provocadora. No sólo en los aspectos que es evidente (dando el protagonismo a la mala del film sin decir que ella es la responsable) sino desde muchos puntos de vista.

El film propone una hibridación de géneros que no es habitual. Empieza haciendo uso de clichés típicos del terror. Sugiere una voz en voz que no asociamos exactamente con nadie, aunque no tardemos en intuir que se trata de la niña «muda». La primera mitad de película es una película de género. Después del midpoint (escena central del film), y de que se resuelva que la protagonista es la culpable, gira al melodrama. Todo ello sin que el cambio resulte incómodo para el espectador. Al contrario, se agradece tras una revelación tan fuerte.

Aunque no está exenta la historia del cine de films así, es cierto que no hay demasiados films de terror con componentes éticas. El discurso es profundo, más dado a formular preguntas que a contestarlas. Trata al espectador como alguien adulto, como alguien a quien puedes darle elementos de análisis para cuando «vuelvas a casa».

Es obvio que el guión de El hombre de las sombras es sobresaliente. Como comentaba, la primera parte del film es la típica del género de terror. Todo ello hasta llegar a la mitad del metraje. Allí se produce un punto de giro con reminiscencias de Psicosis, donde la muerte de la protagonista cambia el foco de la historia.

En este caso, también se produce una muerte, si no varias. Muere la protagonista a nuestros ojos. Nos ha engañado durante casi 1 hora. Creímos que quería ayudar a los niños y resulta estar dispuesta a asesinarlos. El film nos deja tan noqueados que la inocencia del espectador también muere. De alguna manera, sucede algo tan terrorífico que el terror, como género, deja de tener sentido.

Como espectador, incapaz de recuperar el aliento, empieza a recibir señales que, quizás, la intención no es tan mala. ¿Por qué, si no, la adolescente querría irse con el hombre del saco? Y todo ello acaba en un fascinante clímax que nos tranquiliza como espectadores. Nos hemos identificado con alguien bueno, que «salva» a los niños. Dispuesto a hacer todo esto sin nada de dinero a cambio y sólo por las pobres criaturas.

Pero toda la reflexión vuelve a ser una manipulación. Puro cine. El director nos vuelve a llevar a donde quiere. Y, una vez allí, nos sacude. Es muy habitual en la ficción que nos identifiquemos con cosas que, en la vida real jamás aceptaríamos. Policías corruptos, mafiosos, asesinos… Y la voz en off final nos lleva a un terreno en el que podríamos llegar a decir: «si los niños ahora están fuera del pozo en el que estaban, ya me está bien». Pero la adolescente acaba su reflexión con un right? (supongo que doblada debe ser ¿verdad?) que pone en duda todo el planteamiento. Aunque sea bueno para el futuro de los niños, ¿es bueno para los niños? Y, dentro del propio film, volvemos a la realidad.

Personalmente me encanta el género de terror pero, en cambio, la mayoría de films tienden a aburrirme porque son repetitivos. En ese sentido, El hombre de las sombras es estimulante, inteligente y sobrecogedora. Una pieza que me hace recuperar la fe en el género.

Critica de «El hobbit»

El hobbit

A nadie nos sorprende que, después del exitazo de El señor de los anillos, llegue una versión en película de El hobbit. La saga basada en los libros de J.R.R. Tolkien había sido capaz de juntar dos cosas que, demasiadas veces, parecen antagónicas: comercialidad y calidad.

No me sorprende tanto que, después de la expectativa creada, la gente critique la nueva película. Es algo sistemático. Yo lo llamo el efecto Star Wars. Lo siento por los amantes de la saga (a mi me hace disfrutar, pero tampoco soy un ultra de la serie), pero a mi me parecen igual de buenas o malas la primera saga que las segunda saga. Lo siento por el sacrilegio.

Daré 2 motivos que creo que alimentan esa sensación de desagrado suave (los ataques a la segunda trilogía de Star Wars fueron mucho más duras), no deja de sorprenderme todo el debate que se ha arrancado alrededor de los 48 frames por segundo.  Para los que hayáis tenido la suerte de escapar a este debate, sabed que este film está diseñado para ser visto en 3D y al doble de fotogramas por segundo de una peli normal.

Lo han hecho de esta manera porque el 3D tiene un grave problema. Las gafas que utilizamos no dejan de ser filtros que se «comen» parte de la luz que se proyecta a la pantalla. Eso hace los films en 3D más oscuros. La manera de solucionar eso es aumentando los fotogramas y, en paralelo, la «cantidad» de luz que se proyecta para compensar este efecto .

No puedo evitar la sorpresa de la gente comentando la nueva tecnología, llamada HFR 3D y espectadores diciendo que los personajes parecen Chaplin o que la profundidad de campo es demasiado grande. ¿De verdad lo notan? Yo no la he visto en esta tecnología. Y aunque duermo igual de tranquilo, me cuesta creer que la gente, de forma natural, note que la película está «demasiado» enfocada.

El Hobbit

En todo caso, sí señalaría dos aspectos que juegan en contra de la película. En primer lugar, la decisión de convertir el libro en una trilogía quizás sea una decisión comercial acertada, pero es un grave error narrativo. Los libros de El señor de los anillos, y aquí voy a cometer otro crimen, me parecen un tostón. Los he leído y sobran páginas por todas partes. Hacer una película por libro le permite a Peter Jackson eliminar montones de páginas intrascendentes e, incluso, de organizar mejor la historia.

La decisión de convertir un librito relativamente corto en 3 películas le obliga justo a lo contrario. A coger todo el material intrascendente y, además, a inflarlo hasta lo tedioso. Es verdad que el film «pasa» bien. Pero si hubieran optado por un solo film, la experiencia hubiera podido ser tan deslumbrante como en la primera trilogía.

Respecto a las expectativas de la gente, hay un elemento de El hobbit que le juega en contra. El señor de los anillos es una novela épica. Está llena de grandes batallas y de una increíble lucha entre el bien y el mal. En cambio, El hobbit es una aventura de un grupito de personas. Eso lleva al director a meter escenas del Sirmarillion en la película. Este es un libro que explica lo que sucede antes de El hobbit, donde se narran multitud de batallas.

Lo que concepualmente parece inteligente para rellenar la historia se convierte en eso. Un relleno, como el de una almohada de viscoelástica. Espectacular, pero un relleno al fin y al cabo. Y eso, narrativamente, se paga.

Visualmente tiene una planificación muy similar a la trilogía anterior. La película tiene el encanto de recuperar lugares y personajes que ya conocemos. También, y en esto ya demostró Jackson es que brillante, da una lectura de los personajes que en el libro no existe y que él aprovecha para darles profundidad.

Es cierto, pues, que El hobbit es menos brillante que sus predecesoras. Pero también lo es que la película aguanta bien las dos horas largas de metraje y que, visualmente, vuelve a ser portentosa.

Joan Sales, la verdad incómoda

Hace unos meses empezamos la realización de un documental colaborando desde Inquiets Media con Daltabaix produccions sobre la vida de Joan Sales. Y ahora que ya estamos rodando, me encantaría contaros algunas de las interioridades del proyecto.

En primer lugar, hemos montado un equipo espectacular. He dicho muchas veces en privado el placer que es poder trabajar a diario con la gente que hemos ido incorporando… Una de nuestras mayores virtudes ha sido la de montar un equipo humano de personas increíbles.

Para este proyecto, además, hemos añadido a un par de personas más en nuestro equipo y nos lleva a colaborar con gente del equipo de Daltabaix. Y, sin duda, hemos vuelto a atinar. Es increíble sentarse un rato a ver el material con ellos, discutir sobre cómo afrontar el proyecto o resolver las dificultades que siempre acaban apareciendo cuando uno pasa del papel a la realidad.

En segundo lugar debo reconocer que yo no conocía a Joan Sales. Para los ignorantes como yo deciros que es una de las figuras más relevantes de la literatura catalana contemporánea. Escritor en prosa y poesía, editor, traductor, activista político durante la guerra (luchó por los republicanos) y en el exilio.

Como editor tiene el honor de haber publicado «La plaça del Diamant» de Mercè Rodoreda, seguramente la escritora en catalán más conocida del s. XX. Como traductor no se le resistieron ni Dostoievski, ni Nicos Kazantzakis, ni François Mauriac.

Su obra no es muy extensa como escritor. Pero lo que hizo fue fabuloso. «Incerta glòria» es una novela sobre la guerra civil que, por lo que me cuentan, tiene mucho más de filosófica que de acción. He podido leer unas pocas páginas y tiene una delicadeza con el lenguaje admirable. Pretendo leerla en los próximos meses. Ojalá antes de que lo acabemos.

Lo que hace más atractivo a Sales es su visión sobre las cosas. En general, tremendamente incómoda para la mayoría. Escribió sentencias como las que aparecen en el teaser que hemos preparado.

En todo caso, hemos encontrado buena parte de la financiación del proyecto. Nos falta una pequeña parte. Si alguno quiere colaborar, puede hacerlo desde verkami.

Os dejo el trailer y os escribo alguna de sus famosas frases (primero en catalán y luego en castellano):

“Aquesta història em preocupa. La guerra té coses ben desagradables. ¡Si un hi matés algú a qui tingués tírria! O potser més val així; també moriríem tots un dia o altre encara que no hi hagués guerres; el mal no és, doncs, que ens matem els uns als altres, sinó l’odi. Matem-nos, ja que és el nostre deure, però sense odi. És allò que deia una vegada en Soleràs: matem-nos com bons germans.”

«Des de fa 500 anys, els catalans hem estat uns imbècils. ¿Es tracta, doncs, de deixar de ser catalans? No, sinó de deixar de ser imbècils.»

—-

«Esta historia me preocupa. La guerra tiene cosas muy desagradables. ¡Si uno matara al que tiene tirria! O quizás es mejor así; también moriremos todos un día u otro aunque no hubieran guerras: el mal no es, pues, que nos matemos los unos a los otros, sino el odio. Matémonos ya que es nuestro deber, pero sin odio. Es lo que dijo una vez Soleràs: matémonos como buenos hermanos.»

«Desde hace 500 años, los catalanes hemos sido unos imbéciles. ¿Se trata, pues, de dejar de ser catalanes? No, sino de dejar de ser imbéciles.»

Crítica «Lo imposible»

«Lo imposible» narra la historia de una familia que deciden veranear en Tailandia y sufren el tsunami. Tras la ola gigante, la familia queda dispersada. Ellos luchan por reencontrarse.

Da la sensación de que el director, Juan Antonio Bayona, selecciona con cuidado los temas de sus películas. La acertó con el primer film («El orfanato») y le ha dedicado 5 años a esta. La selección se ha demostrado acertada a varios niveles. Es un tema espectacular (en el sentido más puro del espectáculo). Muy emocional y emotivo. Además, el tsunami es algo que todos tenemos en nuestra mítica. Y nos afecta especialmente lo que pasó aquellas navidades.

Lo imposible

En cuanto a la ejecución creo que es muy ajustada. Es visualmente muy potente. Como la de las grandes películas del cine de catástrofes. En cambio, no es excesiva, pecado en el que suele caer este tipo de films. No hay más cambios de plano de los necesarios, ni busca marear a conciencia al espectador sino que es la situación y un lógico ritmo de planos el que hace ese trabajo.

La historia avanza con inteligencia. El guión de Sergio G. Sánchez, también autor de «El orfanato», da la sensación de estar muy bien pensado. Los momentos en los que hay cambio de secuencia poniendo el foco en otros personajes son los adecuados y las situaciones tienden a durar lo justo y necesario.

El único pero es que, para mi gusto, hay un exceso de escenas emocionales que te llevan a un cierto agotamiento al final. Las escenas con situaciones fuertes se suceden, de tal forma que el clímax no produce el efecto pretendido. Algunas de las escenas, aunque en el momento en concreto no molestan, acaban teniendo este efecto secundario final.

El agua, como no podía ser de otra forma, es un protagonista del film. El uso que hace Bayona es muy inteligente. La presencia del agua y, sobre todo, el estar sumergido en su interior le abre un lenguaje que explora en algunos momentos clave del film con soltura.

Ewan Mcgregor

Todo ello, quizás, no se hubiera aguantado sin un elenco como el del film. Ewan McGregor y Naomi Watts hacen un trabajo excelente. Pero si hay algo que sorprende es el trabajo de los niños. Me sorprende lo creíbles que son, la capacidad de transmitir el dolor y el miedo que expresan.

Pero si la película es interesante (quizás no tanto como se está dando a entender), hay que saber que está inspirado en una entrevista que hizo Gemma Nierga en La ventana en 2007. Si ya habéis visto la película, escuchadla. Si aún no, también. Es absolutamente sobrecogedora. Os la dejo aquí:

Crítica «Blancanieves» de Pablo Berger

Blancanieves difícilmente puede sorprender por el argumento. Las preguntas que propone al espectador no empiezan por «qué» sino por «cómo». Y las respuestas basculan entre un espíritu fiel a las esencias del clásico de los hermanos Grimm y la introducción de elementos míticos españoles. Entre un lenguaje con fuertes referencias clásicas y propuestas postmodernas.

Blancanieves es arriesgada, pero no minoritaria. El director, Pablo Berger, mantiene el espíritu de su ópera prima, su anterior film Torremolinos 73. En aquel film, el director optó por hacer una propuesta muy comercial (comedia «fácil») con aparición de elementos de «alta cultura» (las constantes referencias a Bergman).

En este caso se propone un objetivo parecido. Cine en blanco y negro y mudo no parece que sean dos argumentos para atraer al gran público. En cambio, una historia tan clásica como Blancanieves o el uso de recursos muy próximos a un lenguaje juvenil, hacen que los espectadores que van al cine no salgan decepcionados.

Lo que se propone Berger es situar el clásico en la Andalucía de los años 20. Las sevillanas, el caciquismo, el toreo… Todos ellos le dan un telón de fondo a la historia que la enriquece. Lo más interesante es cómo se entralazan y se relacionan con los clásicos del cuento. Incluso algunos elementos del clásico acaban tomando una nueva forma acorde al ambiente en el que se presenta. El mejor ejemplo es el espejo, que muta en una revista del corazón.

El juego de espejos entre los diversos lenguajes también se presenta en lo visual. La película se propone recuperar recursos visuales como los primeros planos frontales e hiperexpresivos del primer cine, los planos detalle de objetos, el viñeteado de la imagen o el formato 4:3 de la pantalla, entre otros. También nos ofrece giños a esos primeros lenguajes visuales. Destaca especialmente la aparición del zootropo, uno de los padres del artificio cinematográfico.

En cambio, aparecen también elementos discursivos muy postmodernos. Frente al lenguaje de la fotografía (a ratos recuerda a las películas de Murnau, al expresionismo fotográfico de los thrillers de Hitchcock e incluso al misticismo de Dreyer) se contrapone un montaje que, en algunos momentos, recuerda a los vídeoclips actuales.

Como le pasara a Michel Hazanavicius con The artist, el sonido le da mucho juego. Normalmente el sonido está montado «sobre» la escena. Es decir, los personajes no escuchan la música que el espectador disfruta. Es extradiegética. En cambio, en los momentos más importantes del film, la música se convierte en diegética. O sea, en música que sí escuchan los personajes. Ya sea porque ponen un disco o porque unos músicos la tocan.

El casting es fantástico. Maribel Verdú está increíble. Macarena García (Blancanieves mayor) y Sofía Oria (Blancanieves niña) son una agradable sorpresa (Macarena había hecho algunas series pero, que yo sepa, nada protagonista. En todo caso, para mi, lo ha sido). Todo ello enriquecido por unos secundarios de lujo: Josep Maria Pou, Pere Ponce o Daniel Giménez.

Blancanieves es un film estimulante, mágico, que te atrapa desde los primeros planos. El gran público olvidará pronto que se trata de un film en blanco y negro y mudo y se dejará llevar por una historia tan mítica como novedosa.