A nadie nos sorprende que, después del exitazo de El señor de los anillos, llegue una versión en película de El hobbit. La saga basada en los libros de J.R.R. Tolkien había sido capaz de juntar dos cosas que, demasiadas veces, parecen antagónicas: comercialidad y calidad.
No me sorprende tanto que, después de la expectativa creada, la gente critique la nueva película. Es algo sistemático. Yo lo llamo el efecto Star Wars. Lo siento por los amantes de la saga (a mi me hace disfrutar, pero tampoco soy un ultra de la serie), pero a mi me parecen igual de buenas o malas la primera saga que las segunda saga. Lo siento por el sacrilegio.
Daré 2 motivos que creo que alimentan esa sensación de desagrado suave (los ataques a la segunda trilogía de Star Wars fueron mucho más duras), no deja de sorprenderme todo el debate que se ha arrancado alrededor de los 48 frames por segundo. Para los que hayáis tenido la suerte de escapar a este debate, sabed que este film está diseñado para ser visto en 3D y al doble de fotogramas por segundo de una peli normal.
Lo han hecho de esta manera porque el 3D tiene un grave problema. Las gafas que utilizamos no dejan de ser filtros que se “comen” parte de la luz que se proyecta a la pantalla. Eso hace los films en 3D más oscuros. La manera de solucionar eso es aumentando los fotogramas y, en paralelo, la “cantidad” de luz que se proyecta para compensar este efecto .
No puedo evitar la sorpresa de la gente comentando la nueva tecnología, llamada HFR 3D y espectadores diciendo que los personajes parecen Chaplin o que la profundidad de campo es demasiado grande. ¿De verdad lo notan? Yo no la he visto en esta tecnología. Y aunque duermo igual de tranquilo, me cuesta creer que la gente, de forma natural, note que la película está “demasiado” enfocada.
En todo caso, sí señalaría dos aspectos que juegan en contra de la película. En primer lugar, la decisión de convertir el libro en una trilogía quizás sea una decisión comercial acertada, pero es un grave error narrativo. Los libros de El señor de los anillos, y aquí voy a cometer otro crimen, me parecen un tostón. Los he leído y sobran páginas por todas partes. Hacer una película por libro le permite a Peter Jackson eliminar montones de páginas intrascendentes e, incluso, de organizar mejor la historia.
La decisión de convertir un librito relativamente corto en 3 películas le obliga justo a lo contrario. A coger todo el material intrascendente y, además, a inflarlo hasta lo tedioso. Es verdad que el film “pasa” bien. Pero si hubieran optado por un solo film, la experiencia hubiera podido ser tan deslumbrante como en la primera trilogía.
Respecto a las expectativas de la gente, hay un elemento de El hobbit que le juega en contra. El señor de los anillos es una novela épica. Está llena de grandes batallas y de una increíble lucha entre el bien y el mal. En cambio, El hobbit es una aventura de un grupito de personas. Eso lleva al director a meter escenas del Sirmarillion en la película. Este es un libro que explica lo que sucede antes de El hobbit, donde se narran multitud de batallas.
Lo que concepualmente parece inteligente para rellenar la historia se convierte en eso. Un relleno, como el de una almohada de viscoelástica. Espectacular, pero un relleno al fin y al cabo. Y eso, narrativamente, se paga.
Visualmente tiene una planificación muy similar a la trilogía anterior. La película tiene el encanto de recuperar lugares y personajes que ya conocemos. También, y en esto ya demostró Jackson es que brillante, da una lectura de los personajes que en el libro no existe y que él aprovecha para darles profundidad.
Es cierto, pues, que El hobbit es menos brillante que sus predecesoras. Pero también lo es que la película aguanta bien las dos horas largas de metraje y que, visualmente, vuelve a ser portentosa.