Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

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“Siboney, en tu boca la miel puso su dulzor” de Quim Monzó

NOTA PREVIA: Este artículo se publicó en La Vanguardia el martes 26 de Octubre de 2010. He sido incapaz de encontrarlo en la web del diario. Estaré encantado de enlazar el original y quitarlo de aquí. ¡Ah! Y a continuación hago una serie de comentarios al respecto.

Siboney, en tu boca la miel puso su dulzor

Todos esos medios de comunicación que una y otra vez ponen el grito en el cielo cuando en Catalunya se multa a las empresas que incumplen la ley de lenguas y no tienen sus rótulos como mínimo en catalán han pasado de puntillas por la noticia de que, el año pasado, la Generalitat de Catalunya multó a 94 empresas por no etiquetar en castellano. Son esos diarios, esas radios y esas cadenas de tele que generan gigantescas bolas de mierda a base de deformar la realidad, voceando que aquí se prohíbe rotular en español y que a quien no habla en catalán nos lo comemos con patatas fritas para desayunar. A la cabeza de ese alud de patrañas, el Partido Popular y su lazarillo, Ciudadanos, que, en esta ocasión, han decidido mirar hacia otro lado y silbar Siboney, que es la mejor melodía para disimular.

Pues sí: el año pasado la Generalitat multó a 94 empresas por no etiquetar en castellano y en esta ocasión la caverna no dice ni mu. Silencio absoluto. Ni una queja, ni un gemido, mucho menos un asomo de rebelión. Nada de “¡Vaya atropello!”. Nada de “¡Ustedes no tienen derecho a decirme en qué lengua debo etiquetar mis productos!”. Ningún grito de “¡Libertad!”. ¿Por qué no repiten ahora aquello tan sobado de “Prohibido prohibir”? Leo en El País, el sábado, que Jordi Anguera, director de la Agència Catalana del Consum, explica diversas cosas respecto a esas multas. Una: “La regulación, en el caso del etiquetaje, es favorable al castellano. Hay cerca de 120 leyes estatales que obligan a etiquetar en español”. Ojo al dato: ¡”120 leyes estatales que obligan a etiquetar en español”! Por mucho que aguzo el oído no oigo que nadie se rasgue las vestiduras, ni que aúllen en Intereconomía. Otra cosa que explica Anguera: “Las indicaciones obligatorias del etiquetado deberán figurar, al menos, en castellano, lengua española oficial del Estado”. ¿Dónde están ahora las acusaciones de nazis, por seguir la ley? Escasamente críticos con el nazismo –y su versión cheli, el franquismo–, a la mínima llaman nazi a cualquiera que no piense como ellos y, ante las multas que los de la Generalitat imponen por no etiquetar en castellano, se callan y esta vez no los llaman nazis. ¿Qué pasa? Explica también El País que la Generalitat “multó a la multinacional del mueble Ikea con 8.000 euros por varias deficiencias en la información al consumidor; entre otras, no disponía del etiquetaje en castellano”. Si las multas hubiesen sido por no etiquetar en catalán, ya habría ahora mismo dos nutridas manifestaciones de catorce o quince personas: una frente a Ikea Montigalà y la otra frente a Ikea L’Hospitalet –con Albert Rivera y Sánchez Camacho a la cabeza, respectivamente–, pidiendo que no se multe a nadie y exigiendo que de una vez por todas acabe esta terrible dictadura nacionalsocialista catalana.

 

Para redondearlo, es imprescindible leer el fantástico artículo de Jordi Cañas, diputado en Catalunya por Ciutadans. Yo, por si acaso, os lo resumo. Viene a decir que obligar a etiquetar y rotular en catalán es “imponer un modelo identitario nacionalista excluyente”. En cambio, obligar a hacerlo en castellano supone “proteger al consumidor, evitar daños a la salud y garantizar sus derechos”.

Hagamos ahora un ejercicio de sustitución. Lea la siguiente frase del artículo de Cañas:

“Madre mía,qué barbaridad, que se obligue a las empresas a que cuando vendan un producto en nuestro país tenga sus instrucciones en su lengua oficial para que cuando los ciudadanos compremos, por ejemplo, un medicamento podamos leer sus contraindicaciones para no morirnos, o cuando adquiramos una televisión sepamos sintonizarla, o cuando compremos un mueble en Ikea sepamos cómo montarlo. Una terrible imposición de un Estado español opresor de la libertad de empresa.

Hágase el esfuerzo de interpretar lengua oficial como lengua oficial del estado (como decía una tertuliana de televisión; “en castellano, lo normal”). Notará que el artículo practica una fina ironía. Evidente que los textos tienen que venir “explicados” en el idioma de los consumidores.

Hágase ahora el esfuerzo de interpretar lengua oficial como catalán (oficial en Catalunya). Notará ahora el lector cómo se trata de un texto sin ninguna ironía. Imponer el etiquetado en catalán es propio de un nazionalismo opresor.

Por último, hágase el esfuerzo de no mearse en los pantalones de la risa.

Y es aquí donde aparece la maravillosa riqueza del lenguaje y la capacidad de las mayorías de articular el discurso que les dé la razón. Porque yo he hecho trampa, sí. El catalán no es oficial. Es cooficial. De tal manera que nadie sensato diría que es una barbaridad pedir que los españoles puedan leer las instrucciones de cómo montar un mueble de Ikea en castellano (por cierto, no tienen contraindicaciones mortales). ¡Es su lengua oficial! ¡Y es la ley!

Pero… ¿Es necesario en una lengua sólo cooficial? ¡Pero si los catalanes ya entienden el castellano! La ley (“hecha por nosotros”, olvidan decir) ya lo dice. Por algo será. Hay que cumplir la ley. Es básico en democracia. Y así, poco a poco, vamos minorizando lo que no sea bien castizo.

Creo que hoy, que el PP me ha convertido en todavía más políglota de lo que lo era, es una buena fecha para recuperar este fantástico artículo del maestro Monzó. En su honor (en el del PP), mi lista de idiomas: castellano, catalán, inglés, valenciano y aragonés oriental. Por cierto, intuyo que pronto incluiré el balear.

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El porqué de la inmersión lingüística en Catalunya

Hoy el TSJC ha dado el que puede ser el estoque final a la inmersión lingüística en Catalunya. Desde España y muy esporádicamente en Catalunya (creo recordar que hay 5 demandas en todo el territorio) se ha apelado al derecho de los padres a decidir el idioma en el que quieren escolarizar a sus hijos en base a una teórica libertad de elección. Eso y un supuesto riesgo de que los niños crezcan sin aprender el castellano.

¿De qué libertad de elección hablan? ¿Cuándo han tenido los padres libertad de elección en la escuela? Un padre en España no escoge qué estudia su hijo. Ni cuántas horas dedica a cada tema. Si yo fuera padre, no tendría ningún interés en que mi hijo estudiara latín, y ocuparía más horas con asignaturas de carácter técnico que facilitaran una teórica inserción laboral posterior.

¿Sabéis por qué no les damos libertad de elección? Porque sabemos que estudiar historia, sintaxis, o biología, quizás no les será útil a la mayoría a nivel laboral (a no ser que se dediquen a esas áreas en concreto), pero les ayudará a algo superior: vivir. Les dará herramientas.

Pero obviamente, alguien podría decir: entonces, ¿por qué no hacerlas mixtas, o directamente en castellano? Me justificaré.
Alguien realmente patriota, alguien que realmente quisiera toda aquella riqueza cultural que hay en España debería estar encantado con la idea de que en España haya el multilingüismo que tenemos. Y debería protegerlo.

La clave reside en dos preguntas de calado: ¿Cuál es la función de los colegios? y ¿dónde aprenden los niños?

La respuesta a la primera pregunta es que los colegios educan a los niños de forma integral. Es decir, todos las dimensiones de su persona. Pero obvian (o sólo los refuerzan) algunos temas porque se da por hecho que ya hay otros ámbitos donde aprenden esas cosas, como por ejemplo a coger los cubiertos o a comer con la boca cerrada. Es decir, que los niños no sólo aprenden en el colegio, lo que contesta a la segunda pregunta.

Los niños no sólo aprenden a leer en el colegio. Cuando se compran un libro o cuando cazan un diario en casa también están aprendiendo a leer. Y esa es la primera clave de la inmersión lingüísitica.

En Catalunya la inmensa mayoría de diarios que se publican son en castellano (hoy, gracias a la aparición del diario ARA y la versión en catalán de La Vanguardia se ha practicamente equilibrado los diarios que se leen en los 2 idiomas, no los que se publican). De unos 50 canales de televisión, no llegan a 10 los que son en catalán. En los cines, el 95% de las proyecciones son en castellano. Hay muchos más libros editados en castellano y, encima, leer en catalán es más caro.

Es decir, la inmensísima mayoría de los contenidos disponibles en Catalunya son en castellano. Además, hay poblaciones (enormes) catalanas en las que escuchar catalán en la calle no es fácil a causa de la enorme inmigración llegada de otras regiones de España. Y no hablo de poblaciones pequeñas, sino de algunas de las más grandes.

Ese es un aspecto que no puede descuidarse cuando se habla de educación. Mucha gente de mi edad (alrededor de los 30) no habla nunca en catalán porque los catalanoparlantes tienden a pasarse al castellano cuando están con alguien no catalanoparlante, por lo que no necesitan usarlo.

La presión del castellano, con 400 millones de parlantes en el mundo, es enorme, por lo que un trato idéntico en el colegio no es un trato igualitario. Comprender la diferencia entre idéntico y igualitario es esencial (y su contrario muy obtuso).
Pero, ¿qué pasaría si ello implicara que los niños sólo supieran castellano de una manera “no formal” tal como estuvo el catalán en la dictadura? La experiencia demuestra que esto es radicalmente falso.

Las calificaciones en castellano de Catalunya no son inferiores a la del resto de los españoles. De hecho, muchas veces son superiores. ¿Gente que se expresa mejor en catalán que en castellano? Por supuesto que la hay. ¿Y qué? Hay mucha más a la inversa. Incluso me atrevería a decir que muchos serían incapaces de construir una frase en catalán, cosa que a la inversa no conozco absolutamente a nadie.

La inmersión lingüística es, también, un modelo convivencial. Los niños nunca se han visto separados entre los “españoles” y los “catalanes”. Eso entraña ciertos riesgos.

¿Intento decir que no hay nada de político en la decisión de la inmersión lingüística? Por supuesto que la hay. Como en el caso de su contrario, el modelo que ahora pretenden imponernos. El modelo actual defiende una Catalunya con identidad propia, con un idioma diferenciado, con una cultura que debería ser vista como una riqueza.

La inmersión lingüística es absolutamente imprescindible para salvaguardar un idioma que debería ser visto por todos como una riqueza forma parte de la riqueza cultura ya no española sino del mundo. España parece preferir la uniformización. Conste que un castellanoparlante nieto de inmigrantes confía en que no lo consigan.

Empresa y vídeo online / internet

El vídeo online y la desintermediación

El otro día leía un interesante post de Gonzalo Martín sobre desintermediación. Os recomiendo su lectura porque profundiza en el concepto. Yo hago una pequeña definición del asunto y abro una reflexión.

Hasta ahora, si querías emitir contenido de vídeo tenías muy pocas opciones: o negociabas con una de las pocas televisiones que tenían licencia para emitir o te quedabas con las ganas. Con internet esa barrera ha desaparecido.

Aunque esto tiene algún  pero económico (no es fácil monetizar los contenidos ni es tan sencillo como subir el vídeo a un youtube), el hecho cierto es que ha cambiado muchas cosas. La más importante es que una cierta censura y condiciones draconianas mueren en este proceso.

En teoría, los 4 que ahora mandaban pierden control y capacidad de decidir. Y los procesos creativos, o las ideas poco representadas, las imágenes que, por escabrosa o por el motivo que sea, acababan en un cajón, ahora han cobrado nueva vida.

El elemento clave, desde mi punto de vista, es que se ha roto lo que se conoce como barrera de entrada. Hasta ahora, colar tus contenidos era carísimo y muy pocos podían hacerlo. Hoy, todo el mundo puede colgar su vídeo en internet.

Abro un pero que pocas veces he visto cuestionado. La enjundia del asunto es: antes mandaban 4 (tve, las 3 privadas y las autonómicas). ¿Y ahora? En realidad, hoy también tenemos un pequeño grupo de empresas, con intereses mediáticos, políticos y económicos que “controlan” de facto que vemos y hacemos en la red y que, por tanto, tienen un potencial censurador muy grande.

Los separaría en dos grupos: proveedores de streaming y proveedores isp.

Los proveedores de streaming son los servicios que permiten subir vídeos a la red y que luego los espectadores puedan verlos (youtube, vimeo, blip…). En realidad, tienen una capacidad enorme de censura. He vivido algún caso de cerca de algún canal honesto que ha sufrido el cierre y lo difícil que es reactivarlo (sin contactos diría que imposible).

En teoría las normas están claras. Y la inmensa mayoría de estos contenidos no son un problema para ellos. Pero eso no evita que hay un embudo. Como la mayoría de las personas buscan los vídeos en los mismos sitios, es imprescindible estar en ellos. Así, en España, no estar en youtube es no estar. Intermediación monopolística.

Por otra parte, estos mismos proveedores tienen también un buscador que te hace estar o no estar. Aquí es donde volverán a aparecer (y donde, de hecho, han aparecido ya) las nuevas barreras de entrada. O pagas mejorando las búsquedas de forma natural con SEO, o pagas por aparecer primero con SEM. O estás fuera. Nuevas barreras de entrada en los nuevos espacios.

Los proveedores de isp son los que nos dan conexión a internet (Telefónica, Orange, Jazztel…). Ellos saben exactamente el tipo de contenido y el contenido concreto que estamos consumiendo. Sobre esto sí que se ha hablado mucho: la neutralidad de la red (que el proveedor isp no pueda condicionar la velocidad o el acceso de nuestra conexión en función de los usos que hagamos).

Sabemos que estos ya han practicado una cierta censura, en especial con los sistemas P2P (contra los que tienen algunos intereses). Y, en este caso, volvemos a tener un nuevo embudo por el que hemos de pasar. ¿Qué pasa si un contenido afecta frontalmente sus intereses? Y una pregunta casi más interesante: ¿y si un contenido les interesa mucho?

No es que tema una censura a la antigua, pero sí con nuevas fórmulas: por ejemplo enterrándolos en los resultados haciéndolos inaccesibles y haciendo la conectividad a esos contenidos incómoda (reduciendo la velocidad y cosas similares).

¿Realmente estamos desintermediando o estamos colocando nuevos intermediarios con intereses distintos? ¿Qué tipo de contenidos encontrarán problemas para ser emitidos por la red? Hoy, todos aprendemos. Pero cuando estos players tengan claro de qué va esto, ¿cómo llevarán el agua a su molino? Preguntas que no sé cómo contestar…

 

internet

Cultura(s) digital(es)

Ayer tuve la oportunidad de pasarme por el primer evento que se organizó en Barcelona de la innosfera. El tema eran las culturas digitales. Da mucho de si, ya que el contexto actual ha obligado a la mayoría de la sociedad a descubrir que esto de las redes sociales es más de lo que  puede parecer a primera vista.

Los ponentes fueron Dolors Reig, profesora de redes sociales y consultora CTIC en la UOC, Adolfo Estalella, que trabaja como antropólogo en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, y Miguel del Fresno, doctor en sociología por la UNED.

Me sería muy difícil hacer un resumen y además creo que twitter lo hace mejor que yo. En todo caso, hubo bastantes perlas como puede verse en el enlace. Y si las contextualizamos, son aún más sobresalientes (vale la pena desvirtualizar).

Como ellos ya lo hicieron muy bien, prefiero dar mi punto de vista. Como a Miguel, a mi a veces me da la sensación que redescubrimos el perejil cada día. Y también me genera una cierta dificultad entender qué significa la expresión cultura digital.

Tengo la tendencia a percibir que la gente del sector, comprometida como está con las herramientas, tiende a sobrevalorar sus potenciales. ¡Cuidado! Eso no significa que sean pocos.

¿Cuáles son las grandes virtudes de las herramientas sociales y de internet más en genérico? Para mi dos:

Acerca muchísimo el conocimiento. Lo pone al alcance de la mano. Si quieres aprender de algo, es mucho más fácil conseguir la información. Una mente inquieta encuentra en internet material con el que alimentar su espíritu.

Conecta a las personas. Hace más fácil comunicarse con los que ya se comunicaba antes y aproxima a otros con los que nunca hubíeramos tenido relación. Obvio que tiene mucho que ver con el primer punto, pero tiene una significación emocional propia muy relevante. Por eso las separo.

En definitiva, conectividad.

Aunque estas cosas se han de decir con perspectiva, sí que parece que estamos viviendo un cambio de paradigma muy relevante. Una evolución que, en España, seguramente se hace presente con famoso SMS de “pásalo” y que tiene su versión actual con los indignados. Nuevas tecnologías pero reacciones similares.

Pero estas maravillas no pueden hacer suponer lo que no es. Tengo la sensación de que hay un discurso muy asumido de que el consumo y la televisión han enagenado al ser humano. Y que, por eso, la gente no piensa. Y que, gracias a las nuevas tecnologías, ahora la gente sí va a poder tomar decisiones. Yo creo que eso es hacerse trampas al solitario.

Mi opinión es que el ser humano tiende a alienarse porque la vida real conlleva preocupaciones. La forma de expresarse de esa alienación hoy es el consumo. Antes fueron otras cosas.

El conocimiento siempre ha sido una pastilla difícil de tragar. Conlleva esfuerzo, es lento y, los frutos tardan en llegar. No nos engañemos: la gente seguirá consumiendo los Sálvame del futuro porque la mayoría siempre optará por el escapismo.

Tomando una cerveza post evento, Javier Velilla me decía que él ahora puede leer el The economist y que antes no. Pero antes leer The economist era arduo. Y ahora… también. Lo que me lleva a pensar que Javier se está aprovechando de estos cambios. Pero no conozco demasiada gente que haga ese esfuerzo.

También hablando con Adolfo le decía que las propuestas de los indignados son las de siempre. Lo único que ha cambiado es el modelo relacional (que es muchísimo). Hasta el punto que quizás también cambie cómo nos relacionamos políticamente (algunos partidos, incluso de la derecha, están asumiendo parte del discurso e incluso, en Catalunya se está planteando la nueva ley electoral con aspectos propios de las plazas).

Lo que yo discuto es que el debate tenga más matices, más profundidad. El discurso no es ni más “inteligente” ni más “documentado”. He ido varias veces a Plaza Catalunya a charlar con la gente. Y, más allá de que me encanta que la gente se movilice por cosas, no he tenido la impresión de que fuera un debate más maduro, menos maniqueo.

Esta revolución de acercar el conocimiento y a las personas las unas con las otras está cambiando muchas cosas. Lo que no va a cambiar es la naturaleza humana. Sus angustias persistirán. Y la actitud vital que eso conlleva, también.

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Los niños siguen viendo la TV

Leo hoy en El Periódico que el consumo de televisión entre los más pequeños (entre 4 y 12 años) ha aumentado en 10 minutos este año pasado. Esto representa un incremento de más de un 6% en tiempo y sube las horas que los niños dedican a la televisión a 2 horas y 39 minutos. No está mal…

Tenedemos a tener la impresión (y me incluyo) de que los más pequeños gastan cada vez más tiempo en internet y en videoconsolas. Y es verdad. Pero estos datos entran en contraste con la sorpresa que supone esta nueva cifra.

Obviamente a esto juegan tres factores: el primero es que, obviamente y por mucho que nos empeñemos en decir lo contrario, la televisión “tradicional” continúa teniendo una fuerza enorme. Creer que esto se acabará de la noche a la mañana es absurdo.

Segundo, si los contenidos son atractivos, la gente (y los niños no son una excepción) van a verlos estén donde este. Bob Esponja, el mundial de fútbol o Los Simpson van a atraer gente allá donde estén. Content is the king.

Y tercero y último, no hay nada como ver la televisión en una televisión. Sé que suena a perogrullo pero a veces da la impresión de que se nos olvida. Un aparato de unas dimensiones enormes no tiene comparación con internet. Y aunque el consumo aumneta (y seguirá aumentando), internet no tomará el testigo de una forma relevante hasta que no conquiste el sofá.

El camino, como hemos dicho muchas veces, se centra en que internet ocupe se muestre en esos televisores enormes que todos tenemos en casa. Y ello pasa por las claves de siempre: reducción del coste de ancho de banda y “nuevos” modelos de negocio para los contenidos.

Pongo “nuevos” entre comillas porque, al final, creo que se trata de 3 modelos que hoy ya existen: incluir publicidad en el contenido que pague los costes y los márgenes del emisor; hacer un pay-per-view de contenidos muy premium; y un modelo mixto (conocido por freemium) que ofrece publicidad a quien no quiere pagar y sin publicidad al que decide hacerlo.

La conquista del sofá hace tiempo que se ha lanzado. Cuando se realice definitivamente ya no tendrá sentido hablar de diferencias significativas entre el consumo online y el radioeléctrico.