Fusión en frío

Llevamos una semana terrible. El peor terremoto jamás registrado en Japón ha provocado un tsunami que ha puesto en jaque a 4 de los 6 reactores nucleares de la central de Fukushima. A todo ello habría que sumarle (si de desastres hablamos), la peculiar forma en la Gadafi cuida a su pueblo y la lamentable actitud de Occidente en el conflicto Libio.

Pero de lo que me interesa hablar más es sobre el accidente en Japón. El bombardeo de informaciones ha sido enorme. Tanto desde el funciomaniento como explicaciones sobre cómo el desastre natural ha afectado los sistemas de seguridad de las centrales niponas. Hemos descubierto cómo genera la energía, cómo se refrigera, por qué una central nuclear requiere siempre de energía externa… Pero, ¿de verdad hemos aprendido algo?

Durante estos días han salido multitud de expertos ingenieros nucleares para hablar de la crisis. Unos garantizaban que el riesgo para la población era, prácticamente, nulo. Para otros, esto es un desastre de una magnitud descomunal. Y uno no puede evitar preguntarse: ¿esto es ciencia?

Nadie con dos dedos de frente, por muy pronuclear que sea, puede aceptar la idea de que esto no necesita una revisión. La situación se insinúa lo suficientemente grave como para defender sin más una energía tan crítica en lo que a seguridad se refiere. Pero eso no significa tampoco que haya que cerrar de golpe todas las centrales. Ni siquiera que haya que renunciar a hacer más.

El mayor problema de todo esto es que, cuando salen tantos expertos con mensajes contradictorios, el grado de desinformación que generan es enorme. Me parece poco riguroso que gente a la que consideramos científica se permita el lujo de presentar la realidad de la forma que mejor encaja con sus opiniones casi religiosas respecto al tema.

Aquí parecemos estar alimentando con argumentos poco constructivos las opiniones de uno y otro lado. ¿Alguien puede decirme con seguridad que los grados de radiación son demasiado elevados para la población? ¿O demasiado bajos? ¿Alguien está seguro que la gente no podrá volver a las zonas próximas a la central en un tiempo breve? ¿Alguien puede asegurarme que todo esto no va a acabar con un drama?

He intentado estar informado sobre este tema. Lo que he encontrado es que unos expertos me dicen que las particulas que se alejan de la central son subproductos del uranio con una vida media (que es algo así como la esperanza de vida de la partícula) del orden de minutos. Otros, en cambio, aseguran que si los vientos fueran hacia Tokio las consecuencias serían dramáticas para la población. Frente a esto, lo único que puedo hacer como lector es creerme a unos o a otros.

Información sería si todos los expertos (sin contar con lo que digan los políticos) me contaran lo mismo. Información sería esperar un tiempo prudencial y ver los efectos reales del desastre. Y, en función de eso, tomar las medidas necesarias. Hablar de «apocalípsis nuclear» desde Europa o anunciar que se paraliza la construcción de centrales es pura desinformación y tremendismo.

Como pronuclear, como alguna vez me he significado, me declaro en huelga de opinión. Quiero conocer los efectos reales que tendrá sobre la población. Quiero conocer qué mejoras vamos a introducir en las nuevas centrales (y en las ya funcionales también). No voy a dejar de tomar en cuenta que se trata de un seísmo de dimensiones bíblicas y que los reactores no fallaron hasta que llegó una ola a la velocidad de un avión. Con todo ello en el análisis, y sobre todo, teniendo en cuenta lo que la mayoría de expertos digan, volveré a tomar una posición por una cosa o la otra.

Mientras los núcleos se fusionan o no, a mi me parece que tenemos a gente adoctrinando a banda y banda de un debate que debería hacerse en frío. De nada sirve hacerlo en caliente con un empacho de desinformación de 9 sobre 10 en la escala de Richter.

La cultura de la subvención (I): las izquierdas

A estas alturas nadie puede dudar de la dureza de la crisis, devastando buena parte de la no-economía española: construcción y parte de un turismo poco valor añadido. La apuesta la inició el PSOE en los 80’s y el PP aprovechó el viento de cola para crecer, pensando más en la demanda que en la oferta. La herencia de Zapatero ya era envenedada y el despropósito de su no-gobierno ha multiplicado el problema.

Y ya está. Podemos darle vueltas a algo que es un hecho. Podemos creer que toda la culpa de es Zapatero o que toda la culpa es del no-milagro económico de los 90. Y así entrar en un ciclo de culpas que no soluciona nada pero que justifica ciertas filias y fobias.

sindicatos

En mi opinión, el problema va mucho más allá. Tenemos asumidas una serie de cosas como normales cuando, en realidad, no lo son. O a mi no me lo parecen. Una de las más graves, percibir al estado como un ente que debería salvarnos de todos nuestros problemas. El papá estado.

Todo ello comporta que la gente espera que el Estado le ayude en un montón de cosas: Nos tiene que curar, nos tiene que proteger cuando nos quedamos sin trabajo, garantizar educación para todo el mundo, un sueldo digno… Hasta ahí tiene sentido y lo comparto al 100%. Pero, en realidad, hace muchas cosas más: se trata de que nos beque el nacimiento de hijos, el cambio de coche, electrodomésticos, la hipoteca, el billete de tren… Y, aún así, nos quejamos…

Una demanda considerada básica al Estado es que proteja al ciudadano delante de la empresa. Partimos del supuesto que las empresas ganan mucho dinero y que los sueldos recibidos a cambio son miserables: hablar de mileurismo no es nada nuevo.

En todo ello entronca la estrategia de los sindicatos, que basan su discurso en cómo las empresas se aprovechan de la buena fe de los trabajadores. Y claro, los trabajadores se merecen cobrar un salario que suba, como mínimo, el equivalente a los precios.

¡Ah! Y olvidaba decir que además, el gobierno debe garantizar el pleno empleo. Y todo ello está muy bien. Pero la pregunta es, ¿y qué deben hacer los trabajadores para salir de este pozo? En todo ese discurso de continuas demandas, ¿en qué lugar queda la responsabilidad de los trabajadores?

No trato de decir que el gobierno no tiene ninguna responsabilidad en todo este follón. Ni que las empresas han hecho su trabajo de forma impecable (es tan obvio que no…). Pero eso no implica necesariamente que los trabajadores estén libres de culpa.

El problema de base es que tenemos muy asumido que es el Estado el que debe de sacarnos sistemáticamente las castañas del fuego. Pero algunas cosas deberíamos tenerlas claras:

Los ricos son pocos por definición porque, si no, no serían ricos sino clase media. Los pobres no sólo no pueden mantener los servicios que reciben sino que son justamente los que han de recibir más de lo que pagan. Y eso implica necesariamente que la clase media, la inmensa mayoría de nosotros, ha de pagar más de lo que recibe. Por tanto, es inasumible esperar servicios por valor de lo que pagamos.

En segundo lugar, que nos ayuden, por ejemplo, a cambiar la lavadora mediante planes renove no significa que sea gratis. Quiere decir que parte de los recursos que el estado podría utilizar en mejorar carreteras, trenes o aquello que consideremos clave no podrá hacerlo. ¿Estamos seguros que preferimos que el Estado gaste sus recursos cambiando la lavadora de 1 persona frente a mejorar el tren que usan muchos?

Los sindicatos centran su estrategia en dos cosas: dificultar que la empresa se desprenda de personal y en forzar que pague más por el mismo trabajo. Desde mi punto de vista, las dos confunden puesto de trabajo con trabajador. Lo importante no es que una persona pueda trabajar toda su vida en la misma empresa sino que el trabajador no se quede sin trabajo. Son dos cosas distintas.

Además hay que ser claro con los trabajadores. Cuando se consigue que un salario, por ejemplo el salario mínimo, suba no se está consiguiendo que las empresas paguen más por lo mismo. Lo que estamos haciendo es renunciar a que ciertos trabajos se hagan desde España. Es decir, incentivamos las deslocalizaciones.

Con esto no digo que me parezca mal. Quizás merezca la pena  que ciertos trabajos mal pagados no puedan hacerse desde España teniendo en cuenta nuestro nivel de vida. Pero lo que me molesta es que se mienta a la gente haciéndoles creer que esto implica mismo trabajo con mejor sueldo.

Los lobbies de izquierdas (véase sindicatos y partidos de izquierda) tienden a proponer soluciones del s. XIX a problemas del s. XXI. Por fortuna, la lucha de clases es algo superado. Y los retos se sitúan en otro ámbito. Esperar que el subsidio mejore nuestro poder adquisivo sólo hace lo contrario, laminarlo.

La cultura de las subvención (II): derecha

Si, después de mi anterior post alguien pensaba que yo creo que los culpables de todo lo que pasa están en la izquierda, se equivocan. Las derechas (tanto políticas como ciertos poderes fácticos) son más culpables que las izquierdas. ¿Por qué? Porque son los que hacen las apuestas estratégicas que, en este caso, han resultado totalmente equivocadas.

Pero lo más lamentable no es eso. Al fin y al cabo, las personas pueden equivocarse y, en ese sentido, los empresarios no han hecho nada diferente a lo que han hecho los trabajadores: buscar el camino más fácil para enriquecerse con una visión cortoplacista.

patronal

El verdadero problema es que la autoridad moral que deberían tener cuando reclaman la reducción de ayudas poco productivas es una falacia. Las patronales y las empresas no tienen ningún reparo en criticar a sindicatos por su discurso y luego ellos hacer lo mismo: reclamar su parte del pastel. Y con la misma técnica: la amenaza.

Si es de dudosa moralidad reclamar una ayuda para cambiar una lavadora, es de un cinismo aclaparador reclamar una supuesta libertad de mercado y, a la hora de la verdad, ejercer un impuesto revolucionario sobre el estado bajo la amenaza de deslocalizar.

Asumamos la realidad: si una empresa (y sus trabajadores) requieren una ayuda para no deslocalizar es que no es productiva. Sus costes son demasiado elevados.

Está muy interiorizado reconocer que necesitamos una sociedad más productiva. En lógica consonancia esto, deberíamos hacer lo propio con estas empresas: dejarlas que se vayan si de verdad quedarse aquí supone un lastre.

A mi me parece que esto evidencia una cosa muy importante: no es que haya un sector de la sociedad que prefiera vivir de las ayudas del estado. Son los elementos clave de la sociedad desde el punto de vista productivo los que toman el camino fácil. Y, en mi opinión, ese es un camino que lleva a la perdición.

¿Y con qué discurso cínico defienden las empresas este planteamiento? Muy sencillo. Hay ciertos sectores «estratégicos» (habría que ver quién define qué es estratégico y qué no) que hay que proteger porque perderlos sería un mal mayor. Si la Seat decidiera deslocalizar, no sólo cerrarían ellos: multitud de pequeñas empresas se quedarían sin clientes. Y eso supondría un gasto superior por parte del estado en forma de paro.

Lo que no dicen, claro, es que mientras tanto su posición está garantizada. Y sin tener que poner tanto esfuerzo en la competitividad de su empresa. Esta forma de proteccionismo, como las de las acciones de oro por parte del estado o el evitar que capital extrangero entre en empresas «estratégicas», con la excusa de garantizar ese empleo tan manido, sólo provoca tres cosas:

En primer lugar mantienen el sillón con unas ciertas garantías a quien mantiene el control de esas empresas, tanto desde las posiciones ejecutivas como desde las societarias. Y es verdad que también sobre un buen (pero no tan grande) puñado de trabajadores. Pero, ¿es más «estratégico» mantener su puesto de trabajo que el de la mujer de la limpieza de contrata, que también paga sus impuestos? ¿O el del panadero (comer pan cada día, para mí, es «estratégico»)?

La segunda es que empobrece al resto. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla. El que opta por comprarse un coche de la Seat y cree estar comprando una ganga se equivoca porque parte de ese coche ya lo ha pagado en forma de impuestos, lo que implica que, en realidad, le ha salido mucho más caro.

Si ese coche se hubiera fabricado en un lugar donde la mano de obra es más barata, hubiera podido dedicar esa parte del dinero que invirtió en forma de subsidio del estado en cualquier otra cosa (quizás fabricada en España con mejores salarios). Dicho con otras palabras, menos aquellos que perderían su trabajo, el resto sería mucho más rico si retiramos este tipo de ayudas (ya hablaremos en otro post de qué hacer con esa gente sin empleo). Y todo esto es verdad para aquellos que deciden comprar un coche de algunas marcas. Los que no, los que prefieren un coche no fabricado en España, lo pierden todo.

Desde esa teoría, que esas empresas se vayan del país empobrece al Estado y, por tanto, a la población. Argumento falaz. Que hoy gracias a las deslocalizaciones del textil yo pueda comprar camisas mucho más baratas me enriquece. ¡Ah! Y de paso a países mucho más pobres que el nuestro.

Tercero, pervierte las decisiones de compra de la gente. Los productos no compiten sólo entre los de su propia gama sino entre todos. Cuando yo priorizo comprarme un desodorante implica que prefiero que no me huelan los sobacos a beber brandy para desayunar. No puedo comprarlo todo. Si yo añado ayudas a un tipo de empresa estoy perjudicando a las empresas que no tienen ese tipo de ayudas (y, por ende, a todos sus trabajadores).

Hay que desenmascarar a esa derecha que vende el discurso de una libertad de mercado en la que no cree más allá de instaurarla en el mercado laboral, que es donde les viene bien. Hay que dejar claro que eso no es el liberalismo sino la defensa de unos intereses propios alejados de la ética social.

La cultura de las subvención (III): su fin

Es muy cómodo criticar la actitud a derechas e izquierdas sin luego hacer algunas propuestas que proporcionen una alternativa a lo que ahora existe. Y mi propuesta es: cambiemos de chip.

El gran problema de nuestro mercado laboral es su escasa productividad. Eso no se soluciona en 2 semanas ni en 2 años. Así que lo primero es asumir que esto va a ser doloroso (de hecho, ya lo está siendo). Pero hay cosas que se pueden solucionar ya.

En primer lugar, los salarios de la gente tienen que ir más ligados a la productividad y menos al IPC. No digo que se desligue totalmente de lo segundo, pero sí debería ir más unido a los resultados. Si la productividad sólo sube un 1% y los precios un 4%, los salarios deberían estar entre las dos cifras. ¿Pérdida de poder adquisitivo? Sólo mientras la productividad esté por debajo del IPC. Lo contrario nos lleva a generar paro.

Los sindicatos deberían cambiar de estrategia: el objetivo no es conseguir que las empresas, una vez contratan a alguien, sientan que están casados por la iglesia con él. Lo ideal es que el empresario vea al trabajador como imprescindible. Se trata de que la fuerza resida en el trabajador y no en el empresario. Que sea él el que decida irse porque es hipercompetitivo. Y sólo se me ocurre una forma: la formación. Creo que lo lógico es repartir el coste: forzar a las empresas a pagar parte de esa formación. La subida de salarios caerá por propio peso…

Los impuestos a las sociedades debería ser menor. Desde el punto de vista de la empresa, el impuesto es un coste más. Quizás alemanes y franceses puedan permitirse un impuesto elevado. España no. Habría que bajarlo. Además, es una forma de ayudar a las empresas sin perturbar la decisión de compra: todas cortadas por el mismo rasero.

Constituir una empresa debería ser cuestión de un día y no de meses, como ahora ocurre. El problema de crear una empresa es que la barrera de entrada es muy cara en tiempo y dinero. Y eso frena a muchos emprendedores. En los primeros años, la seguridad social de contratar a alguien debería ser gratuíta.

Invertir en empresas si se garantiza que se saldrá del capital en un tiempo corto (10 años a lo sumo) debería desgrabar un 100%. Se trata de socializar las fortunas de los ricos poniendo el esfuerzo en aquello que saben hacer mejor que el Estado: crear empleo y financiar a emprendedores que no tienen los recursos para hacerlo. La medida, por cierto, aumenta la recaudación de impuestos.

Otras medidas requieren más tiempo y son las que, de verdad, provocarán un cambio.

La educación debería estar estructurada de forma que potenciara más las aptitudes que el currículum. Si un niño es bueno en un área, reforcémoslo. Es curioso que aceptemos con naturalidad que a un niño que es bueno en el fútbol le demos una formación específica y a uno bueno en mates le exijamos que baje su nivel al de su clase. El talento hay que alimentarlo.

La universidad debería ser más competitiva, especializada en áreas de conocimiento. El objetivo no debería ser tener la universidad cerca de casa sino tener opción de ir a una reconocida en el mundo. A parte de algunas escuelas de negocios, en España sólo hay una facultad en los rankings: la de medicina de la UB.

Los recursos del estado deberían concentrarse en la educación de aquellas zonas más deprimidas. El objetivo no es la igualdad de resultados sino la igualdad de oportunidades, cosa que suele confundirse. Repito: igualdad de oportunidades, no de resultados.

Las ayudas a los sectores «estratégicos», que en mi anterior post criticaba, se han de retirar muy poco a poco y condicionado a los demás países. Si los retiráramos de golpe es cierto que sería un drama para los trabajadores inasumible. Y tampoco es justo que un país ofrezca un modelo de libre mercado para que luego otra empresa, ayudada por un estado, la compre. Así que no es viable hacerlas desaparecer en seguida. Pero sí poco a poco.

La posibilidad que una gran empresa española sea comprada por una empresa foránea no es malo. Significa una entrada de capital al país equivalente al valor de lo que se va, así que el flujo de valor es 0.

Conozco personalmente a gente que han montado empresas que luego han vendido por varios millones de euros. Y lo que han sacado no lo han gastado ni en alcohol ni en putas. Han montado otra empresa, y han invertido en otras generando de nuevo valor aquí. No veo dónde está el problema…

Otra cosa es que cuando ha entrado capital en el país se ha gastado en cosas poco productivas (como la construcción). ¡Pero eso no es culpa de vender cosas sino de reinvertir mal!

Hay una segunda pregunta que surge del panorama de dejar de ayudar a empresas que acabarán por deslocalizar. ¿A qué nos dedicaremos? ¿A qué se dedicará toda la gente que ahora trabaja en esos sectores?

La idea de no eliminar los recursos que se les dan de golpe nace de esa inquietud. Mucha de la gente que ahora trabaja para esas empresas no podría reciclarse a tiempo para trabajar en otros sectores, por lo que retirar estas ayudas los dejaría a medio plazo en la pobreza. Algo intolerable.

Si las ayudas se retiraran de forma paulatina y en plazos largos (por ejemplo 20 años), la gente que ahora se dedica y es joven tendría tiempo de sobras. Y los que tengan más de 40 años ya tendrían tiempo de acabar sus días en los lugares en los que están. Por lo tanto, el problema desaparece.

Pero la pregunta se mantiene: ¿a qué se dedicará la gente joven? La respuesta es: no lo sé. Esa es la esencia de la innovación. ¿Alguno de los 15 mil que trabajan en Google sabían a qué se dedicarían hace 10 años? ¿O los otros tantos de Facebook? Imposible, porque no existía ni el sector como tal. Incluso hay sectores tradicionales en los que también se han creado mercados nuevos. También Nespresso, La Fageda o Mango son ejemplos de innovación que hace unos años nadie hubiera imaginado.

Tarde o temprano deberemos asumir que son las empresas y sus trabajadores las que generan la riqueza. Y para eso deberíamos jugar todos con las mismas reglas, sin estar sometidos a las arbitrariedades estratégicas (y personales) de unos pocos que, por cierto, suelen equivocarse.

La cultura de la subvención (y IV): el fin del Estado

Que nadie se asuste. No me refiero a que haya que terminar con el Estado. La palabra fin tiene otro significado mucho más constructivo. Y es que el Estado tiene un papel insustituíble que sólo se puede hacer desde el sentido de lo público. Y es ahí donde debe reservarse sus funciones.

Por tanto, el Estado debe regular, establecer las reglas del juego. Debe estipular claramente qué es un fraude y qué no, si podemos circular a más o menos de 120 km/h por cuestiones de seguridad y medio ambiente. Pero nunca intervenir, decidiendo si tal empresa o sector son más importantes que otros. Eso el mercado ya lo hace por si solo (y mucho mejor que ellos, por cierto).

Así, podríamos hacer una lista de responsabilidades (enormes) del Estado:

Garantizar la propiedad privada. Es clave. Fundamental para cualquier sociedad que quiera mejorar. ¿Qué sentido tiene que yo me esfuerce en conseguir cosas si luego otro puede venir y quitármelas por la cara? Y la propiedad privada no es sólo mi casa, que también, sino mi coche, mi teléfono o mi comida.

En segundo lugar, debe garantizar la igualdad de oportunidades. Suena utópico y probablemente a día de hoy lo es, pero es la dirección en la que debe trabajar. Desde mi punto de vista es clave que buena parte de los recursos del estado estén dedicados a las partes más deprimidas del territorio para garantizar que las diferencias se reduzcan.

Cuidado, igualdad de oportunidades no implica igualdad de resultados. No puede obtener los mismos resultados alguien que opta por potenciar su carrera profesional que alguien que hace lo contrario (cosa que, a veces, tengo la sensación que la gente reclama).

Y, si me preguntan a mi, esas ayudas deben ir ligadas al aumento del conocimiento. Es obvio que hay gente que necesita lo primordial, comer. Pero todas esas ayudas (como me consta que hacen, por ejemplo, en los servicios sociales de Cerdanyola), cuanto más ligadas estén a la formación, mucho mejor.

Tercero: Ofrecer unas condiciones mínimas de sanidad y de garantías sociales para todos. Hospitales o el subsidio de paro son buenas herramientas para garantizar una cierta estabilidad. También todo lo que tiene que ver con la movilidad o garantías de conectividad (electricidad, internet, carreteras…).

Cuarto: El Estado debe preocuparse por los bienes comunales. Aquellos que, por ser de todos, les damos un mal uso. De alguna manera, uno saca un beneficio y reparte los costes entre todos. Por ejemplo, cuando una fábrica contamina el aire, se beneficia con el producto que luego vende. Pero el coste se reparte entre todos nosotros, que respiramos un aire viciado.

Lo mismo sucede cuando alguien tira un papel al suelo, o sobreexplota una región marina, vierte sustancias tóxicas al río, o decide que pagar impuestos no va con él. Es fundamental el papel regulador que el estado tiene sobre este tipo de bienes que, si deja a mano de todo el mundo, acabará por perderse.

Puede que me deje algún elemento importante, pero creo que se entiende el espíritu de lo que intento explicar. A las izquierdas les parece fatal que se ayude a las empresas pero, en cambio, están encantadas cuando se ayuda a sus colectivos. A las derechas les parece que la única ayuda con lógica es aquella que les beneficia a ellos. Y yo apuesto por suprimir las unas y las otras.

Y es que, aunque el Estado tiene un papel clave, este no es el de alimentar a unos con subsidios a costa de quitarles a otros el plato de la mesa, sean quienes sean los unos y los otros. A todos nos iría mucho mejor (menos a los elementos «egoístas» del sistema).

Els castells

Esta semana, la UNESCO ha declarado como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad los castells. Seguro que los conocéis, pero para los que no, consisten en estructuras humanas que se alzan en el aire. Son espectaculares y, al menos a mi, me emociona profundamente cuando lo vivo en directo.

Jaume Gomà ha colgado este vídeo en su muro del facebook y me ha apetecido mucho colgarlo en el blog. Explica un poco por encima cosas relacionadas como historia o la manera de ponerles nombre.

El vídeo está muy bien hecho pero le falta la emoción real de cuando se construye un castillo que nunca había podido alzarse hasta la fecha, así que os he puesto uno para que lo veáis antes. Es el primer 3 de 10 (10 plantas de 3 personas cada una) de la historia cargado. Se dice que se ha cargado un castillo cuando el último niño (que se llama aixeneta) llega a la parte más alta y levanta la mano. Luego se intenta descargar, pero con construcciones inéditas suele no conseguirse.

Y, ahora sí, el vídeo de Jaume:

La maldición culer

Dicen que Sísifo quiso burlar a los dioses en la hora de su muerte porque quería vivir eternamente. Pero como castigo se vio obligado a intentar subir una piedra siempre a la cima de una montaña que, justo cuando está a punto de llegar, vuelve a caer rodando obligándole así a volver a empezar su camino.

Los culers, como Sísifo, somos incapaces de acabar con las guerras internas. Pero recuerdo la sensación de alegría que tuvimos todos cuando la junta de Laporta tomó las riendas del Barça. Parecía que podríamos dejar la piedra sobre la montaña. Eran gente atrevida pero honesta y capaces de superar la clásica fractura social entre nuñistas y cruyfistas. Pero no, volvió a caer. Y siete años después estamos donde estamos: con dos presidentes enfrentados.

El sábado pasado, antes del partido, los socios compromisarios decidieron, en base a las informaciones que sacaban a la luz la due diligence, querellarse contra la directiva (saliente) de Laporta por la gestión económica (si los medios están reflejando bien este asunto, no es por cosas oscuras). Y mi pregunta es, ¿pero qué informaciones?

A mi me parece perfecto que se emprendan medidas legales contra la anterior directiva si la Due diligence «demuestra» cosas oscuras. Pero, ¿qué es lo que sabe el socio compromisario de lo que hay en ese documento? Lo que han dicho el trío Laporta-Sala i Martín-Oliver y la nueva directiva, sobre todo Xavier Faus. Es decir, nada.

Mientras unos ven agua cristalina, los otros ven lodos. ¿Qué información tengo como aficionado/socio? Pues ninguna. Lo que tengo son simpatías y antipatías. Y ese es el problema. Que mi impresión es que la gente que votó y la gente que opina por la calle vota a favor o en contra en función de sus simpatías o antipatías.

Como muestra, dos días despues, hoy lunes unos dicen que Laporta no fue a defender sus cuentas porque no le dio la gana. Laporta dice tener mails que demuestran que no le dejaron ir. ¿Qué información tengo yo? Ninguna. Me creeré a quien me apetezca, pero no en base a algo lógico. Sólo a mis preferencias personales.

Ahora bien, hay algunos aspectos que no acaban de encajarme. Repito que no tengo certezas, sólo opiniones:

En primer lugar la directiva actual dice que el Barça está obligado a cerrar las cuentas tal y como dice la auditoria. Eso es mentira. El Barça, como entidad deportiva, está obligada a estar auditada pero las decisiones del auditor no son vinculantes.

A mi, si me dicen que la junta de Laporta ha tocado dinero de la caja, me parece una obligación de la nueva junta ir a por ellos. Pero ir por la gestión económica me llama la atención. Intentar entender la era Laporta como mala desde el punto de vista económico me arranca una sonrisa. Cuesta aceptar que ese sea el punto débil de la época Laporta.

Xavier Faus dijo en la asamblea que el informe que hace una auditora como la del Barça no puede manipularse desde el club. En cambio, esta misma directiva ha hecho filtrar que hasta este año pasado, esta misma auditora tenía intereses familiares de por medio. Nadie, con dos dedos de frente, cree que la auditora no está condicionada (no digo manipulada) por el cliente, en este caso el club.

Me parece muy inteligente por parte de Sandro el voto en blanco. Con ello entiendo que transmite que él le quiere dar la libertad al socio, cumpliendo una promesa electoral (está demostrando ir cumpliéndolas, algo que le honra) de levantar alfombras en caso de ser necesario. Pero a mi no me cuela. Sandro, como Laporta, Gaspar, Núñez… no es tonto. Las asambleas están dirigidas. Y esta no era menos.

Mi sensación (y uso sensación con toda la intención) es que esta directiva y la anterior están haciendo lo mismo: presentar números reales de la forma que les sea más favorable. Así, unos presentan beneficios y los otros los presentarán. Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, reducir el aval dentro de un año. De hecho, esto ya lo hizo el propio Laporta cuando llegó al cargo. Y, por cierto, Sandro también estaba allí.

¿Está la asamblea legitimada para hacer esto? Sí. Pero creo que Laporta no está pagando una mala gestión sino su actitud prepontente. Su pecado es la metamorfosis del amiguete con el que todos nos hubiéramos ido de fiesta a un tipo endiosado de declaraciones patéticas e injustificables.

Sandro me parece con mucha más inteligencia social. Y sabe mucho de fútbol. Aunque algunas de las cosas que prometió y que ahora cumple (como «cerrar» el club a nuevos socios) no me gustan, estoy seguro que dejará mucho mejor recuerdo. En lo deportivo tiene difícil superar los resultados de Laporta pero, en todo caso, estoy seguro que lo hará bien.

Pero todo esto es un palo en la rueda. Creo que en el pecado va a encontrar su propia penitencia. Todo esto apunta a que cualquier decisión que tome será juzgada por algunos con mucha más virulencia de la que hubiera recibido.

Los culers, como si fuéramos Sísifo, hemos de seguir soportando la piedra de la división. Nos costará tener otra oportunidad de superar fracturas sociales como la que tuvimos hace 7 años. Ahora esta herencia es probable que lastre el futuro. Habrá que subir de nuevo la piedra con la esperanza que, algún día, la cima nos ofrezca un lugar seguro donde descansar de guerras internas.

Nueva temporada de verycocinar

Hace un tiempo comenté que me incoporaba gestionando los contenidos de verycocinar. Durante unos meses, que fueron intensísimos y de mucho aprendizaje, me ocupé de gestionar la parte de contenidos del site. Después de unos meses, y para acabar de reestructurarnos a nivel interno, tuvimos que hacer una parada de la generación de nuevos contenidos. La causa fue que iba a convertirme en el CEO y era necesario dedicar mucho tiempo a aspectos relacionados con la gestión.

El caso es que ahora ya soy el CEO y tenemos una ilusión enorme de empezar una nueva temporada de contenidos. Justo hoy lanzamos nuestro primer vídeo. Una receta de Pan de Jamón delcioso que nos enseña Raquel, una chica que me ha demostrado ser increíble en la cocina. Con una pericia envidiable. Y, además, se explica bien.

Tenemos la ilusión de que la nueva temporada entre con bastantes cosas nuevas que irán llegando poco a poco para que podamos ir asumiéndolas todas y cada una de ellas. Por supuesto, cuando llegue el momento os iré informando de cada uno de nuestros pasos.

Por de pronto, os invito que os deis un paseo por el site. Por supuesto, estamos abiertos a cualquier observación que estiméis oportuno hacernos. ¡Gracias!

La huelga y la dura realidad

Ya está, la huelga general ha pasado. Y el dato es que el consumo eléctrico cayó un 20%. No sé si eso representa un éxito o un fracaso, aunque nos sirve para comparar. He leído que con Aznar fue de un 25% y con González fueron alrededor del 30%. En toda la tarde me crucé con un piquete cohercitivo, de lo que responsabilizo directamente a los sindicatos. Y he visto el follón en Barcelona en la tele, del que es como para avengonzarse como barcelonés y de la que los sindicatos no tienen ninguna culpa.

Pero, más allá de eso, creo que merece la pena pararse a pensar qué nos está pasando y, sobre todo, por qué nos está pasando. Como todos, he hablado con bastante gente sobre esto y he detectado dos tipos de respuesta. La más común va en la línea de que los bancos han generado una crisis y la gente trabajadora es la que está teniendo que pagar el pato. Lo que alguien acertó acertó en resumir como: «privatizar los beneficios y socializar las pérdidas».

Hay otra, en cambio, a la que me adhiero que señala que los bancos han cometido errores enormes pero que no son los únicos culpables. ¿Cuánta gente que firmó una hipoteca lo hizo con una cuota superior al 30% de sus ingresos? ¿Cuánta gente añadió el coche y estará pagándolo 40 años cuando lo tendrá, con suerte, 10? «¡Ah! Es que el banco me invitó a hacerlo…» Pues es gravísimo que lo hiciera, pero también que tú lo firmaras.

No sé qué pasa en otros países, pero mi opinión es que en España tenemos un serio problema con las responsabilidades. La responsabilidad, sistemáticamente, es de otro. Y culpamos. La culpa siempre es del banco, o del jefe, o de mis subordinados, de mi amigo o del vecino.

Nosotros, los no banqueros y no ricos, también tenemos un grado de responsabilidad en esto. También nosotros, como ellos, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Y sí, no sólo también nosotros vamos a pagar las consecuencias de la crisis sino que, en cierta medida, «nos lo merecemos». Como sé que lo que digo no es demasiado popular, intentaré justificar por qué opino eso.

Hay un montón de cosas muy dolorosas, como el paro o la cantidad enorme de mileuristas, que nos hacen perder de vista la raiz de todo: nuestra escasísima productividad y su pésima consecuencia: unas balanzas comerciales de risa. Me explico.

Una persona que quiere comprarse una cámara y tiene claro el modelo, suele ir a comprobar los precios en diferentes sitios. ¿Qué busca? ¡El más barato! ¿Por qué comprar una cámara por 200 € en el Media Market si puedo comprarla en el FNAC por 170€?

Cuando los países compran materias primas o productos que necesitan, hacen lo mismo que nosotros al comprar una cámara. Entre otras cosas porque quien compra suelen ser empresas que miran de maximizar sus beneficios y personas que quieren minimizar el gasto. Y bien que hacen los unos y los otros.

El problema es que nosotros vendemos la cámara a 200€ mientras otros la hacen a 170€. ¿Por qué iban a comprarnos a nosotros? Y no les cuentes que, a pesar de vender caro, somos todos mileuristas y que tenemos un paro enorme. Mi problema cuando voy al Media Market no es lo que ganan la empresa y los trabajadores sino el precio final.

Si quieren cobrarme más, mejor que fabriquen cámaras reflex. Si me convencen de que usar una reflex es mejor, entonces igual estoy dispuesto a gastarme no sólo 200€ sino 500€ en vez de 170€. Y qué decir que, si fueran capaces de vender la reflex a 170€, los del FNAC tendrían que buscarse la vida.

La pregunta es: ¿dónde acaban estos 200€ que nos pagan por cámara? Pues una parte de este dinero va destinada a inversión de la empresa, otra parte va a salarios, otra a impuestos y otra al margen que se queda el empresario (muy inferior a lo que algunos creen, un margen comercial normal está sobre el 10%).

Es decir, que para bajar de 200€ por cámara a 170€, sólo podremos conseguirlo bajando estas partidas: o bajan los impuestos, o baja el margen, o bajan los salarios, o de todo un poco. ¡Ojo! ¡Estoy hablando por unidad! Es decir, que si con el mismo salario eres capaz de hacer más cámaras (o lo que es lo mismo, aumentas la productividad), ya estás bajando el precio.

Si bajamos el salario será muy doloroso y mucha gente sufrirá. Si bajamos los márgenes, muchas empresas cerrarán o estarán al límite. Y si bajamos los impuestos, tendremos que decidir qué dejamos de hacer (carreteras, ayudas, subvenciones, salud, educación, funcionarios…).

Así, sólo hay tres maneras de afrontar esta enorme crisis que estamos viviendo:

La primera es consiguiendo reducir los 200€ a 170€ a base de bajar las tres partidas. Implica trabajar lo mismo, pero cobrar y ganar menos. Y es lo que pasará si no hacemos nada.

La segunda es produciendo más con los mismos recursos, de manera que ya podremos vender las unidades un poco más barato que los demás. Implica ganar lo mismo pero currar como locos.

La tercera es ponernos las pilas y empezar a diseñar reflex. Entonces podremos vender a 500€ y podrá subir todo (salarios y márgenes). Implica trabajar lo mismo pero innovando y, por tanto, ganarnos mucho mejor la vida.

¿Cuál te gusta más? El problema es que para que sea factible esta tercera vía, hay que hacer un montón de cambios que piden tiempo y actitud. Y no tengo nada claro que en España estemos por la labor.

Por de pronto, ya hay una propuesta de huelga a la japonesa para el 29 de Octubre que, de llevarse a cabo, seguro que dará más frutos que la de ayer. Os invito a que le echéis un vistazo y que os adheráis.

Viaje a Grecia (y V): Santorini

Cuando acabamos la visita de Mistras sabíamos que debíamos ir a dormir temprano porque al día siguiente había que llegar al aeropuerto de Atenas, a unos 300 kilómetros, a las 10 de la mañana. Lo que sí estaba claro es que lo que nos quedaba ya iba a ser muy relajado.

He de ser sincero. El concepto «ir a la playa» no me gusta. Ni ponerme con la toalla llena de arena, ni la piel pegajosa de la sal, ni el calor y los imposibles por conseguir una sombra. Y tenía miedo que Santorini fuera uno de esos paraísos para los amantes de las vacaciones de sol y playa, donde lo único que vale la pena es tostarse con el sol y rebozarse con la arena.

Cuando aterrizamos después de uno de los vuelos más movidos que he tenido nunca, las primeras impresiones fueron como malos presagios de lo que podía encontrarme después. Los alredores del aeropuerto estaban llenos de porquería. Las playas que pude ver desde el autobus regular que nos llevaba al hotel no me parecieron nada del otro jueves. Además, el autocar daba la sensación de ser el típico que llevaba turistas de un lugar a otro de Salou y las carreteras no anunciaban, precisamente, la tranquilidad prometida.

El hotel era un desastre. Aunque el dueño parecía bastante simpático, los lavabos no olían del todo bien, el desayuno era el más pobre de todos los que nos habían servido y todo parecía más una pensión con cuatro apaños para poder decir que era un hotel.

Así que comimos un poco desencantados con la perspectiva de 3 días en una mentira rodeada de agua. Para calmar el desánimo, decidimos que por la tarde iríamos a pasear a Fira, la capital, que la teníamos a menos de medio kilómetro. Las calles eran las típicas para turistas con paredes rebozadas de camisetas y recuerdos de lo más inútil. Eran estrechas sin espacio para coches y bulliciosas. Daba la sensación que aquello algún día había tenido encanto pero que, desde luego, eso había desaparecido a fuerza del desastre que suele suponer el turista medio.

Y, de repente, sucedió… Yo, a estas alturas, había olvidado las fotos que había visto y había perdido la fe en los comentarios de todo el mundo diciendo que Santorini era muy bonita. Íbamos por una calle como otra cualquiera. Ni siquiera me atrevo a decir si las paredes eran estucadas. Pero el zigzageo nos llevó a una barandilla donde podía verse una de las costas más bonitas que he visto en mi vida, por no decir la que más.

Las casas se apoyaban unas encima de otras como para no caer en el mar. Los colores rojizos volcánicos contrastaban con una belleza inusitada con los blancos de las paredes y los azules de las cúpulas que las cubrían. Algunas terrazas se habían convertido en miradores para acompañar con un café helado la hermosa vista que los dioses han otorgado a la isla griega.

Santorini es probable que os la definan como una isla con forma de media luna, con la caldera de un volcán que se ve envuelta por la curiosa forma de esta. Pero no es lo que sentí cuando lo vi. A mi, más bien, me pareció que se trataba de una isla circular con mar en el centro. Algo así como lo que el capitán Nemo veía cuando entraba con su submarino Nautilus en la isla misteriosa. Sólo que, en este caso, el agua cómodamente entra por toda la parte occidental de la isla, como si esta hubiera desaparecido. Como un volcán que ha visto como su caldera se sumergía en el agua. Y, por si esto no era suficientemente bello, en medio, la caldera de un volcán negro brillante casi de cómic.

En los días que estuvimos allí disfrutamos mucho. Vimos varias veces la famosa puesta de sol desde varios puntos. El sitio típico es Oia, pero yo creo que hay lugares, incluso, mejores. Un día también cogimos un Quad y recorrimos la isla de cabo a rabo. Un día es suficiente. Y fuímos a la playa un par de veces.

Los autobuseros me cayeron fatal. Se saltaron nuestra estación y, en vez de pedirnos disculpas, nos trataron fatal. Y me consta que no somos los únicos. No sólo eso sino que, cuando nos quejamos, les hizo hasta gracia. Ya sé que, si no cogéis coche o moto, coger autobus es inevitable. Pero no se merecen que les paguéis el sueldo. Así de claro.

Por contraste, la mayoría de la gente era muy maja. De hecho, cerca de nuestro hotel había una panadería en la que trabajaba un tipo encantador. Nos ganó contándonos que hacía poco había estado en Barcelona. Incluso nos pasamos a comprar pan para el viaje de vuelta y, así, despedirnos de él.

El viaje de vuelta fue muy largo. De Santorini a Atenas fuímos en el ferry. Fueron 8 horas y media y acabó haciéndose un poco pesado. Por último, el vuelo con escala en Praga se hizo largo. Si sumas todo el regreso, fueron algo más de 21 horas (salimos a las 4 de la tarde y llegamos a la 1 de la tarde).

Al día siguiente había que recuperarse porque a las vacaciones les quedaban menos de 24 horas. Eso sí, el curso que ahora comienza tiene las pilas muy bien cargadas. Lo hace con el cátodo clavado en Grecia, insuflando de energía los esfuerzos que este año deparan. Y, claro, como la vida sigue, con el ánodo puesto en el destino de las próximas vacaciones.