El árbol de la vida

El árbol de la vida es una de esas películas con vocación de trascendencia de la que es imposible que se te escape un spoiler explicando de qué va porque lo importante es cómo va. El relato se centra en una familia y, en especial, en la relación de un padre y un hijo en la América de los años 50.

La propuesta de Terrence Malick es un interesante viaje por el yo del espectador, impriéndolo de multitud de subjetividades personales que hacen la interpretación del film un esfuerzo de buscar entre los rincones de tus vivencias. Personales. Algunas de ellas (las más) dolorosas. Y con voluntad de trascender.

Transposiciones, metáforas, escatología, relación con Dios… Todo ello de forma suave. Olvidando la relación causa-efecto típica del cine, dando pie a que el espectador rellene con sus vivencias los espacios vacíos. Sin hacer obligatorio una interpretación única y unívoca. Más bien provocando que el espectador se plante frente a un abismo que debe explorar en su intimidad. Fuera del marco propio del film. Más trascendencia…

El film se compone de una serie de episodios no necesariamente cronológicos en el tiempo. En primer lugar nos muestra el dolor de una familia tras la muerte de uno de los hijos. Un dolor penetrante, agudo. Las voces en off casi a susurros nos invitan a oir el silencio que deja la pérdida.

Enlazado de una forma tan sutil que casi escapa a la comprensión del espectador, enlaza con el capítulo más trascendente. En una secuencia que inevitablemente recuerda a 2001: Una odisea en el espacio, Malick se permite una disgresión profunda, casi diría mítica, de la creación del universo. Y la aparición de la vida.

El despliegue de artificio es considerable. La plasticidad y la belleza de cada plano es indudable. Por unos minutos nos recuerda nuestra pequeñez, casi ridícula. En mi opinión, surge una pregunta ineludible para la que jamás tendremos respuesta: ¿Qué sentido tiene tanto dolor por la pérdida de algo tan insignificante como una vida humana comparada con el Universo? Y, sin embargo, es inevitable. Terrible paradoja.

Las referencias a un Ser Superior (aunque la visión cristianas es evidente, me atrevería a decir que va más allá) palpitan en cada imagen. Los planetas se convierten en un vientre maternal dispuesto a cobijar nuestras insignificantes y, a la vez, preciadas vidas.

Y este capítulo lo cambia todo. Cuando la película recupera la historia de la familia siendo los hijos unos niños y cuando todavía no ha ocurrido la desgracia, todo pasa a ser algo más. La Tierra, brutal al principio, se amansa para criarnos. Tiene su propio líquido amiótico en el agua. El agua, como Dios, se convierte en fuente de vida. Y de muerte. Es la figura de algo Superior tan terrible y tan manso como la propia Tierra la que recorre todo el fluído. Y se transpone con Él.

Un niño, no directamente relacionado con la historia, muere ahogado en el agua. Y el protagonista, el hijo mayor que se acerca a la adolescencia con multitud de dudas, se pregunta por qué servir a un Dios que permite cosas tan terribles.

No es lo único que nos ofrece la Tierra maternal. Nos da herramientas para trascender: los árboles que, en su magnífico crecimiento, nos acercan a la casa de los dioses, el cielo. La Tierra, como Dios, principio y fin de todo. En ella fluye el agua. En ella crecen los árboles y sobre ella descansa el cielo.

Y entonces el protagonismo lo toma la relación del padre y el hijo. Tan amoroso como cruel, esclavo de sus propias aseveraciones. El niño tiene preguntas para las que no tiene respuesta. Y el padre, como Dios, le exige el cumplimiento de unas normas con las que él no es coherente. Y Dios vuelve a hacerse verbo, materializado en ese padre que no cumple con lo que pide. Que le ama, pero que también le maltrata.

Por último, un desenlace cargado de simbolismo. Liberador. En la actualidad, ese niño que perdió a su hermano, es mayor. Tan perdido como cuando era un inberbe. Un ascensor le acerca al cielo. Un cielo que le da la oportunidad de superar la muerte de su hermano. De mirar al futuro con otros ojos. Sus padres, su familia… Multitud de personas le reclaman que se dé una nueva oportunidad.

La película prácticamente cierra con el plano de Sean Penn (el hijo adulto) bajando por ese ascensor. Ya puede bajar a la Tierra. Por fin consigue escapar. Trascender de la muerte de su hermano y recuperar su vida propia.

Ni siquiera he hablado de los actores. Tanto Sean Penn como Brad Pitt están muy bien. La mujer, los hijos… Todos ellos hacen un enorme trabajo. Pero es tal la talla del trabajo de dirección que quedan como el mero acompañamiento de un trabajo brillante.

Si el film acabará trascendiendo su época o no es algo que sólo podrá decidir el tiempo. Historias tan intrincadas suelen dar la nota final pasados años. El trazo de su guión y la perspectiva de su fotografía, afinada con el montaje, me han seducido tanto que estoy seguro de que, cuando revisemos la nota, lo haremos al alza.

Torrente 4

torrente 4Argumento. Torrente recibe una misión que acaba siendo una trampa que lo lleva a la cárcel. Allí buscará la forma de huir y cobrarse la venganza.

Breve crítica. La primera película de Torrente me pareció bastante entretenida. La segunda ya me pareció que, más que reírse del personaje, lo hacía de todo lo que tenía alrededor y no lo encontré divertido. Esta 4ª la fui a ver porque había escuchado críticas que decían que recuperaba un poco el tono. A mi me pareció anodina, la verdad. Hay que decir que técnicamente es excelente.

Género. Comedia.

Director. Santiago Segura.

Guión. Santiago Segura.

Actores/Actrices. Santiago Segura, Kiko Rivera, Tony Leblanc, Enrique Villén, Francisco, Yon González, Yolanda Ramos, Jimmy Roca, David Fernández, Xavier Deltell, Cañita Brava, Barragán, Javier Gutiérrez, Kiko Matamoros, J.M. Montilla «El Langui», David Muro, Belén Esteban, Carmen de Mairena, María Patiño, Carmen Martínez-Bordiú, María Lapiedra, David Bisbal, Kun Agüero, Risto Mejide, Ernesto Sevilla, Pablo Motos, Florentino Fernández, Andreu Buenafuente, Silvia Abril, Joselito, Emma Ozores, Juanito Navarro, Sergio Ramos, Cesc Fàbregas, Álvaro Arbeloa, Gonzalo Higuaín, Mari Cielo Pajares, Octavio Acebes, David Castillo, Ana Obregón, El Dioni, John Cobra, Carlos Areces, José Mota, Fernando Esteso, David Summers, El Gran Wyoming.

Título original. Torrente 4 – Lethal Crisis (crisis letal)

Año de estreno. 2011.

País. España.

El discurso de Alex de la Iglesia

Hace casi tanto tiempo que quiero volver a escribir en el blog con regularidad como el que hace que no escribo una línea. Y creo que el discurso de ayer de Álex de la Iglesia se merece que lo recupere, por lo menos, por un día.

Álex de la Iglesia llegó a la presidencia sin conocer muy bien la realidad que ya se cocía en la red. Aunque hizo alguna declaración difícil de situar, el hecho cierto es que asumió la idea de que internet no era una buena opción para el cine. Pero no se enrocó como hacen la mayoría de sus compañeros.

Todo este tiempo le ha dado para poder hablar con gente, algunos más sensatos que otros, del otro lado del río (los que, en genérico y de manera equivocada llamamos internautas). Lo cierto es que eso ha dado pie a que De la Iglesia haya ido asumiendo tesis difíciles de mantener ostentando la presidencia de la Academia.

Álex de la Iglesia ha demostrado un sentido común que escasea. Ha dicho las cosas por su nombre. Ha dejado de lado las posiciones fáciles como sector y ha aceptado que no tiene sentido remar en contra del viento cuando su fuerza es tan enorme.

Pero que nadie se llame a engaño en esta tierra donde las posiciones tienden a acomodarse en el blanco/negro. Ayer, De la Iglesia no dijo estar a favor de las descargas gratuítas, lo que solemos llamar descargas ilegales.

He de reconocerlo. Estoy cansado por no decir harto o hasta los huevos del discurso que predomina. Así que permitidme que sea un poco duro. «Tenemos derecho a acceso a la cultura libre», «Van en contra de la libertad de expresión», «Yo no pienso pagar por ir a ver las mierdas que hacen…» y un largo etcétera de idioteces. Una detrás de otra.

Es muy probable que si conviviera a diario con la gente del cine, estuviera cansado de oirles llorar y de defender un modelo que, les guste o no, ha cambiado. Pero el hecho es que estoy mucho más rodeado de internautas que de cineastas…

La industria no tiene por qué regalar su trabajo. He contestado ya algunas veces al «yo ya pago canon» pero volveré a hacerlo. El carpintero, el del catering, el técnico de luces, el transportista que mueve los focos, el de la claqueta… Todos esos no ven un duro del canon y también tienen la mala costumbre de comer caliente 3 veces al día. Como tú y como yo.

Pero eso NO significa que la industria pueda permitirse el lujo de dar la espalda a la realidad. La realidad es que, como decía un brillante artículo de Martin Varsavsky en la Fotogramas de este mes de febrero, la única forma de combatir la piratería es ofreciendo algo mejor. No hay más.

Para llegar a eso, todavía queda mucho camino. El primer paso, es que la industria lo asuma. El discurso de Álex de la Iglesia estoy seguro que hizo mucho bien porque moverá cosas en el seno de la industria. Está en juego su supervivencia.

La edad de oro de Hollywood

Poco a poco estamos haciendo un repaso a la historia del cine. Ya hemos comentado que, después de unos años de mucha inestabilidad con la guerra de patentes iniciada por la MPPA, la industria cinematográfica se estableció en la costa oeste de USA. Con la llegada del sonoro, las majors se tornaron una de las industrias más poderosas del mundo dando lugar a lo que hoy se conoce como la edad de oro de Hollywood.

En aquella época las cosas no eran exactamente como las imaginamos hoy. Las películas se hacían de forma serializada. Los directores, salvo poquisimas excepciones, eran «propiedad» de una de las productoras y trabajaban por encargo. Los actores, guionistas, técnicos varios… Todos eran parte del engranaje de una de las productoras. Si hubiera que asignar a alguien el verdadero poder sobre el resultado definitivo era el productor.

Las productoras acabaron por dar su estilo personal a las películas. Fue una decisión muy inteligente desde el punto de vista económico. Las compañías ofrecían una guía para asegurar que los espectadores iban a encontrar un film que les interesara; los géneros. Y, además, cada productora se especializó en uno o dos géneros.

Por ejemplo, la recientemente desaparecida MGM se especializo en films como Ana Karenina (1935), es decir, películas románticas. Ana Karenina es un ejemplo paradigmático porque está protagonizada por una de sus grandes estrellas (Greta Garbo) y dirigida por uno de sus más brillantes directores; Clarence Brown. Trabajaron hasta 5 veces juntos. La Garbo lo calificó como su director favorito. Joan Crawford también trabajó mucho con Clarence y es otra de esas bellezas al estilo de la Metro.

Visto desde ahora, sorprende que en una época tan controlada por el área de negocio se hicieran tantísimas obras maestras. Ya sabes que se dice que el mejor año de la historia fue 1939, cuando se estrenaron 7 películas entre las consideradas mejores de la historia del cine; El mago de oz y Lo que el viento se llevó de Victor Fleming (aunque en Lo que el viento… también participaron George Cukor y Sam Wood), La diligencia de John Ford, Caballero sin espada de Frank Capra, Sólo los ángeles tienen alas de Howard Hawks, y Medianoche de Mitchell Leisen. Y mi favorita de esta breve lista; Ninotchka de Ernst Lubitsch.

Ninotchka explica la historia en pleno inicio de la guerra fría de una mujer enviada por el gobierno ruso para desencallar la venta de unas joyas que su gobierno ha expropiado a una duquesa. Ninotchka es muy fría y poco dada a las relaciones humanas. Un tipo se enamorará de ella y tratará de embaucarla. Os dejo que veais un encuentro en un bar entre ellos dos que es brillante. Fijaos cómo una simple escena encierra multitud de giros sorpresa.

En paralelo al género de la comedia romántica, destacaban otros dos: el western y el musical.

Puede parecer difícil de entender desde Europa la importancia vital que tuvo el cine para consolidar el imaginario colectivo norteamericano. En Europa tenemos miles de años de historia. Tenemos multitud de anclajes colectivos (Grecia, Roma…) y locales (el Cid, Don Pelayo o els Almogavers) que nos hacen tener referentes. Héroes y, cómo no, enemigos.

En USA, en cambio, apenas tienen unos pocos centenares de años de historia. No tienen pasado propio. Había que construirlo. Y en el cine cuajó lo único que en su historia podía tener un sentido trágico en el sentido griego de la palabra: un héroe solitario que se enfrenta a enemigos mucho más poderosos que él.

Esta es la maravillosa escena en la que La diligencia recoge a sus pasajeros, que emprenderá una increíble aventura por territorio apache. Los personajes sufrirán un camino iniciático que los transformará para siempre.

Por último, el musical es el género que más bebe del teatro de todos los que el cine ha llevado a la gran pantalla. En realidad se trata de un entremés, con elementos de comedia, espectáculo musical, amor… Y con un ritmo imparable.

La pareja que más destacó fue la Fred Astaire y Ginger Rogers que, a pesar de odiarse, congeniaban a la maravilla en pantalla. Él era un genio del baile. Ella no. Pero él, sin ella, no brillaba. Y, para muestra, este baile de Roberta (1935). Espectaculares, como siempre.

Esta época tan poderosa del cine duró casi tres décadas. Pero todo lo bueno se acaba. Y, en este caso, casi podríamos decir que fue trágico.

Durante años, la industria había sido la más pujante. La industria controlaba todo el proceso relacionado con el hecho cinematográfico: producia las películas, las distribuía y, finalmente, controlaba las salas. Todo eso generó muchísimo dinero hasta el punto que la industria ayudó a financiar la 2ª guerra mundial.

Pero una vez acabada, la industria tenía a la espera una resolución judicial que acabaría con el monopolio de las majors. Los jueces prohibieron que la misma industria controlara toda la cadena de valor impidiendo que otras empresas pudieran formar parte del proceso.

Eso solo no hubiera acabado con una industria tan poderosa. Lo que más daño le hizo fue la aparición en 1946 de su hermano pequeño: la televisión. Con ella, el interés por ir a las salas cayó en picado. Y el gran negocio, empezó a no serlo tanto…

Y, por si eso no había sido suficiente, acabó la II Guerra Mundial y empezó la guerra fría. Las suspicacias en contra del comunismo se hicieron cada vez más fuertes. Y se daba la circunstancia que la mayor parte de los afiliados al sindicato de guionistas lo estaban también en el partido comunista.

Una ola de conservadurismo recorría USA y, en ese caldo de cultivo, un senador casi desconocido hasta que lanzó un discurso señalando con el dedo a 205 personas de ser comunistas infiltrados en el Departamento de Estado: Joseph McCarthy. Se creó la Comisión de Actividades Antiamericanas y empezó a investigarse a mucha gente relacionada con el sector.

Todo acabó de una forma bastante trágica. Algunas personas, bajo presión, acabaron acusando algunos compañeros de profesión. Toda la mala fama se la llevó Elia Kazan, que incluso ya mayor, muchos años después, en una entrega de los Oscars se llevó algún que otro silvido. Pero no fue el único.

La edad de oro de Hollywood nos ha regalado multitud de films increíbles. Puso a la industria en un lugar que no ha recuperado y que, probablemente, nunca volverá a tener. Tampoco parece probable que vuelva a repetirse que comercialidad y la calidad sean sinónimos. Una gran época de la que es mejor no separarse.

El sistema de estudios y el Star System

Ayer hablábamos de cómo en USA, la guerra de patentes protagonizada por MPPA y las majors acabó con la victoría de los segundos cuando estos decidieron montar su sistema paralelo en el punto más alejado de Nueva York en el país.

Eso desencadenó en el sistema de estudios. Si alguien pensaba que las majors eran los buenos de la historia se equivoca. O, al menos, en parte. Porque se produjo lo que yo suelo llamar el efecto Star Wars; consiste en el fenómeno de criticar al «padre» cosas que luego tú acabarás haciendo.

Para empezar, las majors se lanzaron a controlar todo el mercado en una especie de oligarquía. El secreto estaba en controlar toda lo que los economistas llaman la cadena de valor. Para no extenderme, porque esto puede ser un rollo, en el cine hay 3 partes importantes del proceso; producción, distribución y exhibición. O sea, hacer la película, llevarla hasta los cines, y mostrarla en los cines. Ellos se dieron cuenta que donde estaba el dinero no era en hacer una película sino en poder pasarla en los cines. Así que si alguna vez pensaste que la mayor parte del dinero lo invertían en hacer algunas de las joyas que hoy disfrutamos, te equivocas. El dinero estaba en la exhibición. Y eso se llevaba la práctica totalidad del presupuesto.

Digo todo esto porque es importante entender quién cortaba el bacalao en aquella época; los productores. Como hoy… pero más. Y que su foco no estaba en hacer películas sino en tener películas que exhibir. Es un matiz, pero es importante. Muy importante.

Recordemos también que habíamos dicho que el cine era sólo consumido por lo más mediocre de la sociedad. Eso dejaría de ser así. Pero lo que no cambió es lo importante que era que el público fuera capaz de entender la historia de cabo a rabo. Y eso sentó las bases de lo que hoy conocemos como Modo de Representación Institucional o paradigma clásico. Lo que comunmente llamamos cine comercial.

Tampoco los productores tardaron en darse cuenta de que había ciertos actores que conectaban con el público de forma especial. Y eso es importante porque hay un cierto proceso de idealización de los actores y actrices. ¿Y eso por qué? Durante siglos, los pintores y escultores, cuando querían deificar a Dios o a una persona no (sólo) la dibujaban guapa, proporcionada, esbelta… Sobre todo la hacían grande. Eso es algo que tenemos muy metido en nuestro inconsciente. Y el cine justo lo que hace es mostrar a nuestros héores de un tamaño enorme. Eso generó el star system.

Para los actores esto puede parecer fantástico. Y seguro que, en cierta medida, lo era. Pero había un precio; el cine los encasillaba. Los productores también cayeron en la cuenta que era mucho más rentable asociar un arquetipo de personaje a cada actor y actriz. Y eso limitaba sus posibilidades interpretativas.

En el cine mudo, actores y actrices como John Gilbert, Gloria Swanson, Barbara Lamarr, Clara Bow… Eran auténticas estrellas. Pero ninguno de ellos como la más grande pareja de la época silente del cine; Duglas Fairbanks y Mary Pickford. Ellos dos eran los más adorados por el público de la época.

En aquella época podríamos decir que destaban 2 géneros por encima de los demás; el western y la comedia. El western alargaría durante décadas su papel predominante ayudando al país a adquirir una conciencia colectiva que, por su corta historia, aún no tenía. Digamos que ayudó a asentar el relato mitológico nacional. Por destacar tres títulos de una lista extensísima, diría 3; Asalto y Robo al Tren (1903) de Edwin Porter, que fue la primera, La masacre (1909) de David Griffith y El caballo de hierro (1924) del gran John Ford.

Por otro lado, en la comedia dominaba un gag muy físico heredero de un género teatral muy expresivo; la comedia del arte. A este humor se le llamó slapstick y lo inició un tipo que hoy casi nadie conoce pero que los grandes como Lloyd o Chaplin le llamaban maestro; Max Linder. De hecho, Chaplin directamente se copió el personaje. Actores que destacaran en este género son bastante concidos, a parte de los dichos, me encanta Buster Keaton.

Este es un buen ejemplo de Max Linder:

Y una escena de Chaplin que, quizás, está inspirada en este corto que hemos visto:

El cine sonoro no tardaría en llegar definitivamente con El cantor de jazz (1927). No llegó de golpe; antes se habían hecho experimentos como añadir efectos de sonido (como golpes de espadas) a las películas. Esta nueva tecnología traía 2 problemas importantes.

Las películas se rodaban a 16 fotogramas, que es el número mínimo de imágenes por segundo para que parezca que la imagen es un continuo. Pero para poder sincronizar el audio eran necesario pasar a 24. Algo parecido nos está pasando ahora con el 3D, que implica un aumento de fotogramas por segundo, pero esa ya es otra historia.

Además, conseguir un buen sonido no era fácil. Las cámaras hacían mucho ruido. En los estudios se grababan muchas películas a la vez, se les daba órdenes a los actores con la cámara en funcionamiento. Y, sobre todo, algunos actores y actrices no tenían una voz acorde a su belleza. Y algunos de ellos se quedaron en el tránsito como John Gilbert o Mary Prevost.

En esos primeros años, las productoras se especializaban en ciertos géneros. Por ejemplo, la Universal dio grandes títulos de terror en la época del cine mudo: El fantasma de la ópera (1925), Drácula (1931) de Tod Browning, o El doctor Frankestein (1932) de John Whale.

Drácula, por ejemplo, es una de mis obsesiones particulares. La película brilla con ese Bela Lugosi que, de niño, me parecía la auténtica encarnación del mal.

El cine como industria se convirtió en algo muy rentable para los pocos que habían sido capaces de menterse en el sistema cuando este estaba en ciernes. Eso los convirtió en muy poderosos. Los Bill Gates de la época, hechos a si mismo, estaban allí.

Ni siquiera la Gran Depresión pudo con ellos. Inventaron un nuevo concepto que también arrastramos hasta nuestros días. Para toda aquella gente que no podía ir a los grandes estrenos, empezaron a lanzarse películas de bajo presupuesto con entradas más baratas. Las llamaron películas B.

Todo ello llevó al cine a lo que se conoce como la época dorada del cine hasta que la tele le quitara en 1946 la corona de medio popular. También algunas prohibiciones anticompetencia que coincidirían en el tiempo. Aunque de eso ya hablaremos más adelante. Tal era su poder, que la segunda guerra mundial fue financiada, sobre todo, por esta industria. Y todo ello gracias a una industria que supo hacer girar su negocio sobre dos grandes ejes: el sistema de estudios y el Star system.

El Modo de Representación Institucional

Pues sí. Dicen que a la tercera va la vencida. Y en el tercer post sobre la historia del cine llegamos a aquello que, de verdad, consideramos cine.

Después de alrededor de 13 años (desde 1895 y 1908) no había más que un cine de atracciones; un cine orientado a las ferias y sin ninguna vocación de contar historias. Pero esa sensibilidad no tardará en aparecer y algunos creadores caerán en la cuenta de la potencialidad narrativa que tiene el nuevo invento.

Podríamos decir que el proceso llevó en paralelo dos caminos que se retroalimentaban. Conforme el cine iba encontrando su forma, también iba encontrando a sus «clientes». Sí, ya sé que cliente suena «mal». Pero la realidad es que el cine costaba (y cuesta) dinero y alguien ha de pagar la fiesta, ¿no te parece?

Lo que llama la atención visto desde el presente es que el público que encontró era, en esencia, lo más bajo del estrato social en aquella época; las mujeres, los inmigrantes y los niños. El hecho de que las cosas que se contaran fueran simples y, sobre todo, el hecho que fuera mudo (o silente) lo hacía comprensible a cualquiera, aunque fuera tonto o desconociera el idioma.

Las salas pronto empezaron a asentarse y se popularizaron las míticas salas Nickelodeon (que venía de nickel, una moneda, y Odeion, que eran unos teatros cubiertos). Pero su camino no sería fácil. Edison, que se equivocaba pero sólo lo justo, montó un trust, que viene a ser un lobbie, y que reunía a la mayoría de los productores que llamaron M.P.P.C. (Motion Pictures Patents Company). Su objetivo era evitar que otros pudieran hacer películas y así monopolizar el mercado.

Eso llevó al cierre de muchas salas y a lo que hoy se conoce como la guerra de patentes. Has de pensar que Edison y sus compañeros controlaban todo; la producción, distribución, exhibición, y hasta las «palomitas». Conseguir una licencia para poder hacer cine era sangrante. Así, a una serie de inmigrantes emprendedores, que se querían ganar el pan con esto, se les hacía muy difícil.

Aquel grupo de inmigrantes tuvieron que marcharse de Nueva York y decidieron buscar un sitio donde hubiera mucho sol (que acorta las producciones cinematográficas) y sueldos más bajos. Y se fueron a Hollywood. ¡Sí! Ganaron los renovadores. Fueron ellos los que montaron las majors; la Paramount, la Metro Goldwyn Mayer, la 20th Century Fox y la RKO. Aparecieron más, como la minors (United Artist, Universal Studios y Columbia Pictures). Por desgracia, no tengo espacio para extenderme en la historia de la creación de las productoras, pero es apasionante. Te recomiendo que investigues sobre el tema.

Como decíamos antes, a la vez que el cine iba convirtiéndose en un negocio, también iba encontrando la mejor forma de expresarse. La gente tiende a pensar que el cine toma sus referencias en el teatro. Aunque es evidente que hay algo de verdad, no se corresponde del todo con la realidad. La forma de expresarse del cine le debe mucho más a la novela realista decimonónica que propiamente al teatro.

El caso es que, poco a poco, los realizadores descubrieron que merecía la pena que aquello que se rodaba contara «algo»; con un principio, una trama y un desenlace. Pero pese a la importancia de esto que acabamos de decir, la realidad es que hay algo más importante para el cine, que le define del todo: la imagen. Y es precisamente ahí donde se dieron los mayores avances.

En primer lugar, se dieron cuenta que la cámara no tenía por qué estar siempre en el mismo sitio. Se dieron cuenta que, cuanto más se acercaba la cámara a una acción, más fuerza tomaba esta. Así que empezaron a reforzar momentos de enorme dramatismo haciendo primeros planos de las caras.

Y tampoco tardó en aparecer lo que a mi más me parece más revolucionario de todo este asunto; lo que se conoce como diégesis del plano. Trato de explicarlo con claridad: Supón que queremos grabar un duelo en el oeste. Tenemos a dos cowboys, uno frente al otro. Les separan muchos metros. Así que lo intuitivo es apartar mucho la cámara de manera que entren los dos dentro del plano. En ese caso, es evidente que están frente a frente, mirándose a los ojos.

Lo revolucionario es que los cineastas se dieron cuenta que, si rodaban las caras de los personajes en primer plano… ¡también entendemos que están uno frente al otro! Es decir, que si el realizador no enseña todo el espacio físico que envuelve a los personajes, el espectador es capaz de reconstruirlo. Es lo que se conoce como espacio cinematográfico. Sí, sé que es un poco complicado de entender porque es algo que tenemos muy asumido. Pero no necesariamente debería haber sido así…

Imagina las posibilidades narrativas que permite el hecho de que tú le enseñes primero una estancia al espectador y luego ya puedas centrarte en enseñar las caras de los personajes porque el resto del espacio lo «rellena» él. Quizás la más importante, es que permite mostrar las reacciones de los personajes que más le interesan al director aportando dramatismo en los  momentos clave.

Seguro que es injusto hacer recaer todos estos avances en una sola persona, pero la vida es así. Y tiende a señalarse como responsable de todas estas maravillas a uno de los más grandes del cine; David W. Griffith. Y a una de sus películas como la primera en la que todos esos elementos nuevos se juntan; El nacimiento de una nación (1915). Aunque a ojos de hoy es terriblemente racista (los buenos son unos miembros del Ku Klux Klan que sufren las maldades de unos esclavos negros), es vibrante, emotiva. Imprescindible.

La película trajo mucha cola, incluso dirturbios y asesinatos. Para redimirse y justificarse, un año después quiso hacer una película sobre la tolerancia. Humanista y pacifista. Intolerancia (1916). También imprescindible, fracasó por 3 motivos; la gente quería ver divertimentos y no reflexiones complejas, en Europa estaban en medio de la Gran Guerra, por lo que no estaban dispuestos a compartir tesis pacifistas. Pero sobre todo porque Intolerancia era profundamente avanzada a su época. Era imposible que la gente entendiera su estructura.

El cine había encontrado su camino recostado sobre el trabajo de la novela realista del s. XIX. A partir de ese momento las evoluciones serían casi más una cuestión de matiz que de cambios profundos. Sin duda, una de las épocas más emocionantes y atractivas de toda la historia del cine.

El cine de atracciones

Ayer hablábamos de los antecedentes del cine; daguerrotipos y zootropos varios. Y, sobre todo, el kinetoscopio de Edison (no te olvides de él porque acabará siendo protagonista de una de las páginas más negras y, a la vez, más brillantes de la historia del cine).

Si entendemos el cine como un sitio donde una serie de imágenes grabadas sobre una película fotosensible se proyecta a grupos de personas en una sala oscura, no aparece hasta que los hermanos Lumiere lo desarrollan en Francia. Luego veremos que el cine es algo más que eso, pero no cabe ninguna duda que ese fue el gran avance definitivo desde el punto de vista tecnológico.

Según la wikipedia, empezaron a trabajar en ello en 1892. Lo que es seguro es que en verano de 1894 tenían listo tanto el grabador como el proyector y en otoño grabaron su primera película; la famosa salida de los obreros.

Siempre se dice que la primera proyección fue el día de navidad de 1895. No es del todo así… El 28 de marzo de ese mismo año, los Lumiere hicieron una proyección privada a la Société d’Encouragement à l’Industrie Nacional. E incluso vinieron otras proyecciones más. Pero lo que sí que es cierto es que ese 25 de Diciembre se hizo la primera proyección cobrando entrada y abierta a cualquiera que quisiera verla.

Los hermanos hicieron 10 películas. Se trata de cuadros de menos de 1 minuto y con nulas intenciones narrativas y artísticas. Son planos sin profundidad, sin buscar ángulos que dieran ninguna sensación de tridimensionalidad. Puede parecerte trivial pero no lo es.

De las 10 películas, una de ellas era la llegada de un tren a una estación. Colocaron la cámara en el andén filmando la llegada de la máquina. Eso generó una perspectiva no buscada y, según cuentan, la gente salía corriendo de la sala por miedo a ser atropellada. Dicho con otras palabras; era un concepto de representación tan nuevo y abstracto para ellos que no lo entendían sino como real.

Si lo piensas bien, para nosotros el cine es algo más que eso; el cine también requiere de un relato (incluso en los documentales). Y eso tardó mucho más en aparecer. Por lo que hablar de cine en estos primeros años no pasa de una convención que sólo se ajusta en cierta medida a la realidad.

A esta época se le llama el cine de atracciones porque las ferias de atracciones era su lugar. Bueno, por eso y porque Tom Gunning, un conocido estudioso del cine, le puso ese nombre. La gente entraba atraída por algo que se vendía casi como algo mágico. Creo recordar que en la versión de Drácula de Coppola, el Conde y Mina van a una de estas carpas atraídos por el boca oreja. Imagino aquella época muy parecida a como sale en el film.

Si ayer te burlabas de Edison por no darse cuenta del enorme negocio que había tras el cine y ahora crees que los Lumiere tuvieron más vista, te equivocas. Los hermanos estaban seguros que su invento no tenía ningún futuro económico.

Mientras los Lumiere y otros pensaban en grabar la realidad (y así lo hicieron creando una escuela «realista»), un ilusionista, Méliès intuyó que ese invento podría aprovecharlo en sus espectáculos de magia. Intentó comprarles el aparato, pero estos se negaron y acabó por hacerse el suyo. E inventó el trucaje…

Méliès descubrió que cortando la película en algunos puntos podía, por ejemplo, hacer desaparecer un personaje. O simular que este viajaba a la luna y caía desde el cielo. Méliès ya alargaba su metraje mucho más allá que los hermanos, ya que duraban varios minutos.

No hay que pensar en ese cine ya como un cine narrativo. Entre otras cosas, si miras sus películas descubrirás que la cámara siempre está en plano general y que no se mueve nunca de sitio (lo que se conoce como autarquía del plano). La composición es centrífuga, es decir, no se ponen los elementos importantes en el centro del plano sino que se distribuyen todos los elementos compositivos ocupando todo el plano. Además, las historias que se cuentan no se acaban. No tienen un desenlace tal y como lo entendemos.

Si crees que durante esta época en España estábamos cruzados de brazos viéndolas venir… tienes razón. Más allá de la broma, es verdad que teníamos un par de directores realmente talentosos. Sobre todo, Segundo de Chomón, un director natural de Teruel y afincado en Barcelona, que hizo auténticas joyas como Hotel Eléctrico, un auténtico stop and motion que desconozco si es el primero pero seguro que está entre los primeros. De hecho, en su época se le comparaba a Méliès.

Así serán, más o menos, los primeros 15 años de la nueva tecnología. A partir de la década de los 10, las narrativa empezará a conquistar al artificio hasta significar la práctica totalidad de la producción audiovisual hasta que la televisión aporte otros registros. El cine de atracciones empezará a morir…

Algunas propuestas insuficientes:

De Edison diría que El Beso (1896), que debe ser el primero de la historia en la gran pantalla.

De de Edwin Porter Asalto y Robo de un Tren (1903).

De Melies propondría Viaje a la luna (1902). Y de Segundo de Chomón Hotel eléctrico (1908).

Buried

Un tipo despierta enterrado en un ataud y los creadores de la historia prometen que toda la trama se desarrolla dentro de esa pequeña caja. ¿Qué os parece la propuesta?

Buried es una propuesta atrevida, muy radical. Casi se convierte en un ejercicio de estilo desde el momento la historia limita sus posibilidades al interior de una caja en el que sólo cabe una persona. Así, las opciones que tiene la planificación visual son, a priori, muy limitadas.

Eso la convierte en un título sugerente. Es casi el morbo el que te arrastra a ver la ejecución de algo a lo que no estamos muy acostumbrados. Y el resultado es realmente bueno. Los 90 minutos, contrariamente a lo que pudiera parecer, se pasan en un suspiro. O quizás debería decir un expiro. Un expiro bastante intenso capaz a ratos de emocionarte y de hacerte sufrir con las penalidades del protagonista.

Jesús Manuel Rubio, con bastante criterio, opina en su blog que la película se está sobrevalorando. Y algo de razón tiene desde el momento en que las películas contemporáneas de género con las que compite son Los mercenarios y un largo etcetera de films que, durante años, poco o nada han aportado ya no al imaginario colectivo sino al género.

De todas formas, lo que sí que creo es que la propuesta es arriesgada, y eso hay que ponerlo en la balanza. Las miradas deben tener amplitud de miras y observar cómo se han desarrollado las cosas a lo largo del tiempo. Pero hacer un pequeño diamante, aunque sea en bruto, cuando el resto no hacen más que sucedáneos de éxito (porque, ni siquiera eso), también tiene un valor.

El punto de partida, condenando la planificación a un pequeño espacio, conllevaba de forma casi obligatoria la creación de un espacio abstracto. Un espacio capaz de hacerse grande y pequeño. De dar un respiro al personaje y de atraparlo en sus fauces sin darle ni una brizna de oxígeno.

Eso enriquece el gusto del film, pero hubiera sido insuficiente sin otra decisión que también entraña el punto de partida. Factores externos, en constante fuera de campo, debían tener la fuerza suficiente como para «mover» la historia. De alguna manera, lo que sucede fuera de la caja es lo más importante que lo que sucede dentro. Puede hacer más por la vida del personaje el rescate que sus propias llamadas intentando localizar a su mujer.

Eso convierte a Buried en una película muy subjetiva. Pocas veces el thriller se ha preocupado tanto por una víctima que tan poco podía hacer por salvar su vida, más allá de avisar de sus terribles circunstancias.

El guión merecería un aparte. Nada de lo que sucede en Buried es especialmente diferente a lo que ya hemos visto en otras historias (algunas maravillosas y mejores que la que ahora nos ocupa). Todo lo que sufre el protagonista del film sería no sería sobresaliente (digo sobresaliente y no excelente) si no fuera por las propias circunstancias en las que se desarrolla la trama. En otras palabras: La misma historia, contada desde el punto de vista del típico investigador y al que le sucediera exactamente lo mismo que le sucede al investigador en Buried, sería un topicazo.

Y es que algunos de los giros de guión son algo tramposos y enseñan las cañerías de la trama. Nada que moleste. Y tiene algo de discurso ético que tampoco consigue abstraerte demasiado de la trama (cosa que me parece buena). No se excede con la moralina.

Creo que Buried es lo que promete. Un film muy entretenido, potente y emocionante. A ratos claustrofóbico y a otros capaz de emocionar. Sin demasiadas pretensiones pero haciendo una apuesta arriesgada. Y, sin duda, de lo mejorcito que ahora podemos ver en los cines.

Antecendentes del cine

Da igual el arte del que hables. Cuando un escrito se refiere a los orígenes de alguna expresión artística, la primera frase siempre es; «Ya los primeros hombres…». Y puede que siempre tengan razón. El cine no podía ser menos. Y también los primeros hombres expresaban en las paredes de sus cuevas sus ganas de expresar movimiento.

Más allá de lo certero de esas apreciaciones que hacemos de las pinturas murales de la prehistoria, y de la posible raiz antropológica que pueda tener la búsqueda de retratar el movimiento, lo que sí parece cierto es el interés del ser humano por representar cada vez de una forma más fiel la realidad. Y el cine es, sin lugar a dudas, el que más ha sido capaz de aproximarse a esta.

Y lo que también es evidente es que al cine (también como en todo lo demás) no se llega por atajos sino a través de una evolución más o menos lenta a través de una serie de útiles que buscaban efectos parecidos. Sé que hacer un repaso por esas tecnologías precinematográficas da algo de palo a priori. Pero ya verás como la disfrutas porque, vista desde ahora, tienen mucha gracia.

El primero de todos fue la cámara oscura. Seguro que has oído hablar de ella pero puede que no sepas de qué se trata. Imagina que tienes una caja de zapatos con su tapa. Coge algo punzante pero no muy grande para hacer un agujero en una de sus paredes y… ¡Bualá! Ya no tienes una caja de zapatos sino una cámara oscura.

Bueno, ¿y eso para qué sirve? Sencillamente, la luz que entra por ese agujerito es capaz de proyectar sobre la pared opuesta de la caja lo que hay frente al agujero. ¿Qué te parece? Ya sólo tienes que poner algún material fotosensible, es decir, que reaccione a la luz, para tener una cámara de fotos. De hecho, una cámara de fotos no es más que eso. No me negarás su importancia para hacer cine…

Las cámaras oscuras son más viejas que la tos. No tenemos ni idea de quiénes fueron los primeros en utilizarlas. Lo que sí sabemos es que los griegos ya las utilizaban. Así que echa cuentas…

Hubo que esperar al s. XVII para que se diera el siguiente avance significativo desde el punto de vista tecnológico. Fue en esa época cuando un jesuíta alemán inventó… La linterna mágica. Sé que el nombre promete. Y te aseguro que responde a las expectativas. Era un aparato en el que tú metías una imagen y se proyectaba donde quisieras. Algo parecido a las diapositivas de hoy en día. ¿Te parece poco? Voy a contártelo de otra manera a ver si opinas lo mismo.

Las cámaras oscuras siempre se habían utilizado para coger imágenes de «fuera» y meterlas «dentro» de la caja con la intención de estudiar fenómenos. Sobre todo cuando no podías mirar directamente con los ojos, como un eclipse de sol. En lo que cayó nuestro jesuíta es en hacer el camino inverso. Es decir, poner una imagen «dentro» de la cámara oscura y «sacarla» fuera. Si intentas ponerte en la época es un cambio revolucionario. ¡Tiene mucho mérito!

Como decíamos, una vez teníamos la cámara oscura, era sólo cuestión de tiempo que a alguien se le ocurriera meter dentro de la caja algún material fotosensible. La primera cámara fotográfica tal y como hoy la entendemos fue conocida como daguerrotipo. Estamos hablando del s. XIX y los hemos visto en muchas películas que retratan aquella época.

Como sabes, el cine nos muestra 24 fotogramas (o frames) por segundo. Cada uno de esos frames es una imagen estática, como una fotografía. En cambio, nosotros no tenemos la impresión de que sean una sucesión de imágenes estáticas sino un continuo. Eso no sería posible si nuestro ojo no tuviera una propiedad que conocemos como persistencia retiniana.

Durante mucho tiempo se ha pensado que la persistencia retiniana era una propiedad física del ojo. Ahora parece que algunos se plantean que ese efecto se produzca en el cerebro. Sea como fuere, lo que sí es cierto es que a la que nos muestran 16 imágenes por segundo tenemos la sensación de que se trata de un continuo.

Todo esto viene a que esta propiedad también llevó a hacer algunos avances que nos acercaron a lo que hoy conocemos como cine. Uno de los primeros es el zootropo, en el s. XVIII. Todos hemos visto alguno. Se trata de una especie de tambor sin tapa y con unas muescas en la parte superior con un animal dibujado en la parte interior de tal manera que, al hacerla girar, genera la ilusión que el animal se mueve.

Otro ejemplo es el taumatropo. En este caso se trata de una superficie circular como una moneda con un dibujo en cada uno de los dos lados. En uno de ellos dibujas, por ejemplo, un pájaro. En el otro, una jaula para pájaros. A cada lado de la circunferencia hay una cuerda. La enrollas y luego estiras. La «moneda» empieza a girar tan rápido que genera la ilusión que el pájaro está dentro de la jaula.

Con el tiempo aparecieron otros como el praxinoscopio o el fenaquistiscópico. En todo caso, el verdadero nuevo cambio relevante fue el kinetoscopio desarrollado por el equipo de Edison, que juntó los descubrimientos en óptica y la persistencia retiniana con los avances en la fotografía.

Consistía en un aparato capaz de grabar y reproducir una «película». Cuando digo película no me refiero a una historia sino a una serie de imágenes que generan sensación de movimiento y que están grabadas sobre una película fotosensible.

Edison, que tenía una visión de negocio espectacular demostró que, hasta los mejores se equivocan con los grandes negocios. Él creía que a nadie le interesaría ver esto de forma colectiva; es decir, en algo parecido a lo que hoy llamamos sala de cine. Así que, para ver sus películas había que poner el ojo y mirar a través de visor. Es decir, que era una experiencia individual. Claro, ahora puedes hacerte el chulo y pensar que Edison era un tonto. Pero ya se sabe que todo el mundo es buen general después de la batalla.

No tardaría en llegar el grabador y proyector de los hermanos Lumiere pero eso… ya serán los primeros pasos de la historia del cine…