Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

drama / guion y cine

El hijo del otro

 

El hijo del otroCon el telón de fondo del conflicto palestino israelí, “El hijo del otro” explica la historia de dos familias (una palestina y otra israelita) a las que, por error, el día del nacimiento les intercambiaron los hijos. El error se descubre cuando los niños ya son casi adultos, lo que provoca un verdadero terremoto emocional de difícil aceptación para unos y otros.

A priori es una historia donde lo fácil hubiera sido crear personajes con posiciones muy extremas con el objetivo de acrecentar el conflicto. Esas soluciones, que predominan entre los films que acostumbramos a ver, tienden paradójicamente a amplificar mucho el conflicto a costa de perder en credibilidad y potencia. La directora aprovecha el conflicto real, que es enorme. Más allá de los muertos, hay muchos elementos que lo escenifican a diario. Por ejemplo,  las colonias o, sobre todo, los enormes muros construidos no sólo tienen una función “práctica” sino simbólica. De una fuerza enorme.

Evidentemente, el film las utiliza. En algunos casos fuera de cámara, como los bombardeos. El esfuerzo de la directora de la película, Lorraine Lévy, parece concienzudo en evitar que nos despistemos de lo esencial; nuestra vinculación a un imaginario que es, esencialmente, arbitrario. Por eso, en mi opinión, opta por no mostrar bombas. Prefiere explicarlas. Y en entornos cotidianos.

¿Qué es lo que hace que un hijo sea un hijo? ¿Cómo establecemos los lazos con “nuestra gente”? ¿Por qué amamos a la gente que amamos? ¿Cómo condiciona la educación que nos dan a nuestra percepción del mundo? ¿Qué ideas son las esenciales en lo que respecta a relacionarse con los demás? Una frase de Joseph, el niño que se ha criado en la familia judía, describe a la perfección el conflicto latente: “¿Cambiaré mi Kipá por un cinturón de explosivos?”.

Obviamente Lévy no puede evitar darnos su punto de vista. Ella ha sido educada en el judaísmo pero es evidente que tiene una visión crítica sobre cómo se está comportando el semitismo. Lo que no hace es proponer una lectura plana; de buenos y malos. Al contrario, se preocupa de dar profundidad al conflicto a través de las circunstancias de los personajes.

El propio argumento ridiculiza, en cierta manera, las posiciones extremas. La propia pregunta del film podría formularla un niño: ¿Qué harías si tu hijo fuera, en realidad, hijo de tu enemigo? Es cierto que, en algunos momentos, el film tiene alguna traza naif, lo que aprovecha para hacer evolucionar a los personajes más extremos. Es quizás el aspecto menos brillante, pero no llega a manchar el resto del trabajo.

Por otro lado, en algunos momentos abre algunas subtramas que no llega a concluir del todo. En realidad, son tramas muy secundarias que, en la mayoría de los casos, ya han hecho su función narrativa cuando las abandona. Pero algunas las abre sin que aporten gran cosa y el hecho de que no las concluya genera un cierto sentimiento de insatisfacción. Al menos en mi.

Viendo el film me llamó la atención la estructura del relato. Habitualmente, en las historias que arrancan en paralelo, nos muestran su evolución de forma cronológica. Suelen ser montajes en paralelo. En este caso, esto no es del todo así. Es cronológico, sí. Pero Lévy casi propone una especie de montaje secuencial en paralelo. Por ejemplo, al empezar la narración, no nos presenta a la familia palestina hasta muy avanzada la trama. Cuando ya es imprescindible. Y, en muchas ocasiones, cuando le da protagonismo a una de las familias, no tiene prisa en recuperar lo que está pasando en la otra.

No buscar entre los excesos suele rendir en favor de las historias que los guionistas y directores buscan explicar. Lévy acierta en el tratamiento de una historia con muchas aristas y, a la vez, muy humana. Dos ingredientes para un cocktail emotivo y con múltiples lecturas.

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