Aprovechando que es la Mercè y, por tanto, fiesta en Barcelona, hoy algo más festivo. Un cortometraje que encontré en yerblues, donde anunciaban que ha ganado el Premio Talento 2009 en el Festival de Cortometrajes Baumann de Terrassa.
Se llama Microfísica y yo creo que el corto está bastante bien. En algún momento, desde mi punto de vista, el guion va un poco justo y haría falta que fuera un poco más claro. De todas formas, me gusta mucho la fotografía y, sobre todo, el montaje.
Actualización; Como digo en el cometario, me he dejado de decir que me gustan mucho los diálogos, me parecen hiperrealistas y encajan muy bien con la historia. Además, creo que están muy bien interpreatadas, de lo que deduzco que tanto el casting como la dirección interpretativa son muy acertadas.
Gracias a un twitt de Sergio Gazeau, CEO de Lingus, he leído esta noticia en Expansión. Según parece, las cadenas de televisión (el artículo no lo especifica, pero entiendo que son, al menos, TVE, Antena 3, Tele 5, la Sexta y Cuatro) estudian la posibilidad de volcar todos sus contenidos en un solo portal.
Por lo que cuenta la noticia, Albertis Telecom, ha creado un portal inspirado en el modelo hulu. Esta web americana aglutina los contenidos de las mayores cadenas de su país, excepto la CBS y goza de gran éxito.
Como en casi todo, hemos tenido que esperar a que allí funcionara algo para aplicarlo en nuestro país. De todas formas, ya me está bien que las cosas empiecen a cambiar en nuestro país.
Creo que el twitt de Sergio era muy acertado «El círculo empieza a cerrarse» porque esto provocará que mucha gente descubra el potencial de poder ver lo que quieras cuando quieras en el sitio que quieras. Y, por ende, el resto de portales orientados a contenidos audiovisuales nos veremos beneficiados. Estoy seguro.
Destacaría el elemento de que las cadenas parecen haberse dado cuenta de que son capaces de generar más audiencia todas juntas que cada una por separado. Curiosa demostración de que no siempre 1+1 es igual a 2. El hecho cierto es que la cocompetencia es un camino que abre muchas posibilidades, por lo menos, en nuestro sector.
Creo que es una buena noticia para todos que sabremos aprovechar tanto los productores de toda la vida como los de nueva generación.
No hace mucho, trataba de escribir un post desde mi móvil. Es verdad que es un trasto bastante viejo, pero tiene un teclado separado de la pantalla y lo bastante grande como para que escribir no sea un esfuerzo demasiado grande.
Cuando lo acabé, estaba orgulloso de lo que había escrito. Pensé que había podido aprovechar bien el tiempo del viaje. Y entonces llegué a la oficina…
Lo que me encontré al releerlo en el PC era un telegrama al que sólo le faltaban los STOPS. Los párrafos eran frases, y las frases dificilmente superaban las 7 u 8 palabras.
Creo que es una obviedad que el medio condiciona al escribir. No escribimos igual sobre papel, en un ordenador o en el móvil. Y eso abre un debate interesante; Con el incremento enorme de nuevas tecnologías que permiten escribir (sms, pda, formularios y comentarios online, nanobloging…) se están «creando», a su vez, nuevas formas de redactar. Pero, ¿está empobreciendo el lenguaje ese proceso?
Hay opiniones para todos los gustos; los unos dicen que los niños se están acostumbrando a que, en vez de escribir «qu», escribir «k», que donde ponían una «h» ahora, simplemente, no está. Otros se preguntan si todo eso, en realidad, tiene no tanta importancia y que, cuando necesiten escribir como «toca», lo saben hacer.
Personalmente, aunque sí que creo que hay un cierto empobrecimiento a la hora de escribir, no comparto para nada la idea de que los niños tienen menos recursos de los que tenían. Suele enmarcarse este «problema» en uno mucho más global en el que el eje del discurso es; «se ha perdido la cultura del esfuerzo» que es, para mi, uno de los mayores errores a la hora de afrontar un problema que se me ocurren. Como dijo hace poco en un artículo en La Vanguardia Salvador Cardús, no es la cultura del esfuerzo la que se ha perdido, sino la recompensa a ese esfuerzo.
Todo esto me lleva a que tendremos diversas formas de escribir en función del medio a través del cual transmitamos el mensaje. Al final, lo importante es comunicarse; cuando alguien quiera escribir una carta, novela o lo que sea que requiera unos mínimos estándares de escritura, los cumplirá. El que, por el contrario, se vea limitado, ya sea por el número de caracteres o por la «comodidad» del aparato a través del cual se transmita la información, intentará comprimir al máximo su texto.
Obviamente que habrá influencias y que algunas de las fórmulas que utilizamos en estas nuevas tecnologías, acabarán por adoptarse mayoritariamente en los textos «formales». Pero eso no tiene por qué ser malo necesariamente.
Por lo que a mi respecta, la próxima vez que trate de escribir un texto (post) en un medio (el móvil) que no sea para el que está destinado (la web), intentaré tener presente las diferencias.
No os perdáis este cortometraje que antiegos ha colgado en su blog. Merece la pena hacer una visitilla al blog porque explica parte del proceso creativo y es divertido.
Se trata de una parodia del propio género cortometraje, burlándose del típico ambiente «culturetas» que suele rodear este tipo de films (con el que me siento identificado) y con muchas dosis de autorreferencias sobresalientes.
Argumento. Dos estrellas del cine se ven obligados a hacer el tránsito del mudo al sonoro a pesar de que ella tiene una voz horrible.
Breve crítica. Seguramente el mejor musical de toda la historia del cine. La historia tiene momentos hilirantes y momentos de un gran romanticismo. Además, hace un retrato maravilloso de cómo era el cine de la época. Desde luego, im-pres-cin-di-ble.
Sí, son los famosos números de Lost, así que, si no has llegado hasta el final de la quinta temporada de esta serie, es mejor que no sigas leyendo.
No hay duda que los creadores de Perdidos han sido muy capaces de generar toda una mitología increíble alrededor de la serie; iniciativa Dharma, Oceanic, singularidades magnéticas, los otros, fundación hanson… Y, entre ellos, destacan los números que hace que Hurley acabe en ese avión en la isla.
Es impresionante la construcción que han hecho alrededor de estos. Les han dotado de un nombre (ecuación de Valenzetti) y de significado a base de relacionarlos con casi todas las cosas que aparecen en la isla (los 108 minutos de la estación del Cisne, los 4 años de Locke en silla de ruedas, la referencia del vuelo 815…).
La pregunta es, ¿de verdad tienen tanta importancia en la historia? Yo estoy convencido de que la respuesta es no. Pensadlo bien.
Muchos años antes, Hitchcock inventó un concepto genial para narrativa; el Mc Guffin. ¿Qué es un Mc Guffin? Sencillamente se trata de dotar de mucha importancia a algún elemento de la historia, que la «empuje» hacia delante pero que, en cambio, no tenga ninguna importancia real. El ejemplo que siempre se pone es el de Psicosis, donde al principio, la historia parece ser la de una chica huyendo de la policía después de un robo cuando, en realidad, va de un asesino enagenado.
Con los números de Lost pasa otro tanto. ¿Qué importancia tienen? Probablemente ninguna. Pero, en cambio, es una zanahoria maravillosa. Nos tiene a todos entretenidos haciendo cábalas sobre su significado e implicaciones. Incluso estoy convencido de que hemos llegado mucho más lejos que los creadores (J.J. Abrams y compañía).
Mientras, ellos aprovechan estas distracciones para sorprendernos con nuevos giros en las tramas por las que no estamos ocupados, asegurando así acertar el tiro.
Desde el punto de vista de guión, me parece delicioso a la vez que perturbador. Cuanto más convencido estoy de que no es más que un juego de manos para despistar, más me pregunto por su significado. Esta claro que yo también he quedado atrapado por su magia.
Argumento. Retrato costumbrista de la vida de una familia en St. Louis.
Breve crítica. Más de canciones que de bailes, la película tiene algunas canciones (como la que da título al film) realmente conmovedoras. Genial el preclímax, con los muñecos de nieve y la canción previa.
Argumento. Un pintor americano que busca la inspiración en la ciudad de las luces, encuentra a una mecenas dispuesta a ayudarlo porque está enamorada de él, a la vez que se enamora de una chica humilde.
Breve crítica. Algunos de sus números son inolvidables. Memorables refencias pictóricas, con una secuencia casi abstracta de unos 15 minutos casi al final, que no te deja indiferente. Hay una utilización magistral del fuera de campo, que puede servir de referencia para la gente que quiera aprender en qué consiste.
Argumento. Petrov, un famoso bailarín ruso, se enamora de Linda Keene, también bailarina, y se las arregla para hacer un viaje en barco con ella.
Breve crítica. Si la comparas con otras películas de la pareja Fred Astaire y Ginger Rogers, no es de las mejores. Aún así, tiene momentos mágicos. Los enredos son divertidísimos y los personajes secundarios están muy bien resueltos, hasta el punto que alguno te lleva a la carcajada literal. El final me encanta. Por cierto, no entiendo por qué una película que tiene un título tan acertado, lo traducen tan mal.
Género. musical romántico.
Director. Mark Sandrich.
Guión. Allan Scott, Ernest Pagano.
Actores/Actrices. Fred Astaire, Ginger Rogers, Edward Everett Horton, Eric Blore, Harriet Hoctor, Jerome Cowan, Ketti Gallian, William Brisbane.
Como vimos, el cine sonoro y el género musical nacen en la misma película. Y fue un éxito impresionante.
Ese arranque provocó que las majors se obsesionaran con hacer musicales. Parecía que aquello era lo que el público quería y estaban dispuestos a dárselo. Y sucedió lo inevitable; los excesos. En 1930 se produjeron 78 musicales. Sólo un año después, se pasó a 11 y, al siguiente, 10. Así que poco a poco se estabilizó.
Uno de ellos tiene el mérito de haber sido la primera película protagonizada por afroamericanos; Aleluya (1929), de King Vidor, el mismo director que luego se encargaría de Guerra y paz. Trata acerca de la vida de un agricultor del algodón que se enamora de la mujer equivocada, un argumento que ha dado mucho juego a lo largo de toda la historia del cine.
Pero si hay un hilo común a la década de los 30 es la archiconocida pareja Fred Astaire y Ginger Rogers. Ellos dominaron a lo largo de 9 películas (y otra que llegaría una década después) los años de la gran depresión.
Fred Astaire venía de triunfar en el teatro a los dos lados del charco haciendo pareja de baile con su hermana. Cuando esta se casó, dejó la profesión. A inicios de la década, fue contratado por la RKO y empezó su andadura en el cine con Volando hacia Río (1933), una comedia de enredos amorosos, donde ya coincidió con Ginger.
Ginger Rogers, por su lado, había conseguido ganar un concurso para jóvenes talentos, pero había hecho poca cosa antes de conseguir el papel un papel para una obra maestra; La calle 42 (1933) de Lloyd Bacon. Se trata de una comedia donde una exfigura de la dirección teatral se ve obligado a volver a los teatros a causa de la Gran Depresión.
En la secuencia final, después de uno de los mejores discursos de la historia de cine, Ruby Keeler, protagonista del film, se ve obligada a salir por sorpresa e interpretar el tema principal del film. Personalmente, me encanta el solo de claqué y las escaleras que visualmente se convierten en un edificio.
En realidad, los expertos dicen que Ginger Rogers no era una gran bailarina pero que la pareja que hacía con Fred era inigualable. Según la wikipedia, Katharine Hepburn dijo que: «Ella da la sensualidad, él, la clase». No podría haber atinado más.
A la pareja habría que sumar una figura fundamental en la vida, en especial, de Fred; Hermes Pan, que le ayudaría a hacer las coreografías, y un director que les acompañaría en buena parte de los títulos que rodaron juntos; Mark Sandrich.
La gran aportación del bailarín fue que estableció una serie de convenciones en el género que le acompañarán por muchos años incluso cuando él se apartó de la industria. En esencia, su preocupación era que se pudiera ver todo el baile, así que exigió que los bailes se vieran en plano general y con la cámara lo más estática posible. Y, por otro lado, se pelearía siempre para que los bailes y las canciones entraran suavemente en la narración. Fred se obcecó en que, en todas sus películas, hubiera un baile en solitario suyo, uno en pareja cómico y otro romántico, claves que se convirtieron en convenciones del género.
Muestras de ello las hay en todas sus películas. Personalmente tengo una especial debilidad por Sombrero de copa (1935). La película está llena de momentos espectaculares, como la balada romántica Cheek to cheek. Pero si he de quedarme con una escena, hay una casi al principio del film que es mi preferida. Fred Astaire, con su baile, despierta a Ginger de la cama, que tiene la habitación de justo debajo en el hotel donde se alojan. Él se enamora de ella nada más verla y trata de convencerla de que no puede dejar de bailar. Y, cuando ella se vuelve a la habitación, realiza el famoso baile. Sensacional.
Otra secuencia muy conocida juntos es el Smoke gets in your eyes de Roberta (1935) de William A. Seiter. En este caso los cambios de ritmo son espectaculares. De una sutileza y sensibilidad envidiables.
Aunque el centro de atención de los años 30 fuera esta expléndida pareja, no fueron los únicos que aportaron al género musical. Cineastas como Busby Berkeley (director y coreógrafo), Lloyd Bacon (director), Ruby Keeler (actriz), Anita Page (actriz), entre muchos otros e incluso directores que no asociamos al musical como Ernst Lubitsch, o los hermanos Marx con su Sopa de ganso, han contribuído a hacer más grande este género en sus inicios.
Una de las películas más destacadas de la época y reversionada en diferentes épocas es Ha nacido una estrella (1937), de William A. Wellman y protagonizada por Fredric March y Janet Gaynor. El argumento es uno de los mejor trabajados de toda la historia. Retrata la relación de una pareja donde ella se está convirtiendo en una estrella mientras él está en plena caída. Tengo especial debilidad por Janet Gaynor, con la que Wellman trabajó en más ocasiones, por dos motivos; es una de las pocas actrices que no tuvo problemas en el tránsito del mudo al sonoro y porque protagonizó una de esas películas que me han marcado en la vida; Amanecer (1927), de Murnau.
También sería injusto olvidar otro de esos títulos que han marcado la historia, Show boat (1936), de James Whale, donde Irene Dunne interpreta a la hija del capitán de un barco espectáculo que se lanza a liderar el espectáculo a pesar de que su madre no está de acuerdo.
A finales de la década, el género se abre a una nueva franja de edad; los niños. Disney empieza a producir películas donde la música es un elemento fundamental. Su primer largometraje Blancanieves y los 7 enanitos (1937) es la primera de una buena colección de títulos de gran importancia histórica; Pinocho (1940), Dumbo (1941) y, como no, Fantasia (1940).
Pero hay una película que yo diría que es, por lo menos, tan importante en la introducción del género entre los más pequeños; El mago de Oz (1939) de Victor Fleming. Con un presupuesto cortísimo, el film nos explica las aventuras de Dorothy Gale, en el reino de Oz. Judy Garland, que interpreta a la Dorothy, venía de hacer un papel en la Melodías de Broadway de 1938, y maravillar al mundo por su increíble voz siendo sólo una niña.
La película es una pequeña gran joya cargada de enormes canciones y números inolvidables. Y si uno de ellos ha perdurado en la memoria es el famoso Somewhere over the rainbow. Apenas ha empezado la película, la pobre Dorothy, que es huérfana, sueña con un lugar mejor en «algún lugar sobre del arcoiris», y nos roba el corazón.
Aunque Fred Astaire y Ginger Rogers seguirán haciendo cine por separado a lo largo de los 40 (sólo harán una película juntos), su éxito no volvió a ser el mismo. A cambio, hacen entrada de nuevos artistas, en especial Gene Kelly, que, con sus aportaciones, harán que el género evolucione a algo más rico y ecléctico.