El polémico vídeo institucional de las elecciones catalanas

Jo vaig votar

La Generalitat ha presentado un par de anuncios que buscan, en teoría, incentivar el voto entre los catalanes en las elecciones del 25 de Noviembre. La polémica ha estallado porque la forma en la que los vídeos buscan la colaboración de los ciudadanos es recordándoles lo histórico de la convocatoria y la compara con otros procesos relevantes (constitución, juegos olímpicos, estatut) entre los que destaca la manifestación de este 11 de Septiembre.

Eso ha provocado que los partidos de la oposición consideraran que, en realidad, se está incentivando sólo el voto secesionista y a favor de CiU. Creo que la polémica es muy jugosa. Y me gustaría comentar algunos aspectos:

1º/ Si uno se lo mira con distancia, la campaña no miente: estas elecciones serán históricas. Gane lo que gane (independentismo o unionismo), el que gane, nos recordará su importancia. Tienen algo de plebiscitario. Negarlo es absurdo.

2º/  Que el anterior punto sea cierto no significa que el vídeo no sea tramposo. Los que saben de política hablan mucho del frame. Yo utilizo su versión en castellano: el relato. Todos los partidos, todas las naciones, todas las entidades, buscan crear un relato. Un relato que ajuste la realidad a su percepción del mundo.

El vídeo esconde un mensaje de fondo. Debajo de una superficie que anima a la gente a tomar partido nos dice que aquí ha habido una construcción nacional que nos lleva, necesariamente, a la secesión. Hay como una evolución. Y no sólo eso. También hay una identificación. Meter en el mismo saco la manifestación del estatut de los 70’s, los juegos olímpicos o els castellers (elementos considerados positivos de forma transversal) con la manifestación del 11 de Septiembre, lleva consecuentemente a la conclusión de que «es buena».

Por tanto, yo creo que el vídeo tiene intencionalidad. Y que beneficia claramente al partido de gobierno.

3º/ Prohibirlo ahora es lo que creo que debe hacerse. Dicho esto, servirá de poco porque el vídeo correrá por la red y, además, puede generar un proceso de victimización de CiU que podría beneficiarle.

4º/ Lo divertido es que no se prohibe por tendencioso sino por ¡incentivar el voto! ¡Esa sí que es buena! Incentivar el voto va en contra de la ley. En contra de la ley española, no del estatut (ley orgánica y, por tanto, de alto rango) que precisamente exige que la Generalitat haga ese esfuerzo.

5º/ Por último, se ha hablado mucho de lo que ha costado este anuncio. Algo más de 200 mil euros. No es ninguna barbaridad, la verdad. Aunque la producción es más bien justita, la publicidad es muy cara. Es decir, el problema no sería el coste sino el discurso.

Para los que no habláis catalán, os traduzco el vídeo:

«Yo estuve en la manifestación del 77, [manifestación que reclamaba «libertad, amnistia y estatuto de autonomía]

Yo ví como el mundo abrazaba nuestra cultura.

Yo viví los juegos olímpicos.

Yo vine a trabajar en los 60’s y me quedé para siempre.

Yo vi como llegamos a la cima.

Yo estuve en la última Diada.

25 de Noviembre, elecciones en el parlamento de Catalunya.

Yo voté.»

«Yo apoyé la constitución del 77.

Yo escuché a Llach en el Camp Nou. [concierto muy importante de Lluis Llach en el Camp Nou]

Yo viví los juegos olímpicos.

Yo escuché el «ja soc aquí». [Llegada del President Tarradellas del exilio]

Yo viví la entrada a Europa.

Yo estuve en la última Diada.

25 de Noviembre, elecciones en el parlamento de Catalunya.

Yo voté.»

Empresarios, la CECOT y la soberanía de Artur Mas

 

El pasado viernes tuve la oportunidad de asistir a la cena de empresarios organizada por la CECOT todos los años en el Recinte Firal de Terrassa. Era la primera vez que asistía a una cena de estas características. A la cena han asistido muchos empresarios y muchas personalidades del país, además de algunos representantes de patronales españolas.

No es el mejor sitio para hacer networking. Demasiada gente como para establecer nuevos contactos de cero. Eso sí, es un buen momento para dejarse ver y reencontrar a algunas personas interesantes. Pero más allá de la cuestión personal que me ha llevado allí, haría las siguientes consideraciones que relacionan el evento con el contexto actual:

1º/ Acostumbra a decirse que el empresariado teme una independencia de Catalunya por lo imprevisible del final del proceso. Eso contrasta con la claridad con la que el presidente de la CECOT, una de las patronales más importantes de Catalunya, ha expresado el deseo de la patronal de dar apoyo a la aventura de Artur Mas.

Eso era algo que ya intuía en privado. Conozco a muchos emprendedores que la desean. Pero choca que alguien que representa también a grandes empresarios se atreva con tanto. Y más todavía que los aplausos en la sala costara que se silenciaran al acabar el discurso. Lo que supongo que le ha dado el ímpetu es la certeza de que (agárrense) más del 50% de los empresarios de la CECOT se manifiestan independentistas. Y casi la totalidad (97%) dicen que la relación ha de cambiar. Como decía, algo está cambiando…

2º/ Me ha chocado una cosa del discurso de Abad. En su speech ha recalcado la oportunidad que representa para Catalunya y su sociedad de hacer un estado más moderno y equilibrado que el actual. El español, al fin y al cabo, lleva centenares de años con inercias que son difíciles de cambiar. Aquí tendríamos la oportunidad de empezar de cero. Incluso ha citado empresarios españoles que, según él, le han dicho: «si lo hacéis bien, nos venimos». Y para ello ha interpelado a Mas con una pregunta: «¿Quin país volem?». ¿Qué país queremos?

Lo interesante del asunto es que los sectores de izquierdas independentistas dicen exactamente lo mismo: una nueva oportunidad para hacer un estado que tenga en cuenta lo importante.

3º/ Obviamente, la CECOT y los sectores de la izquierda divergirán en casi todo lo que consideran un estabo «bien hecho». Pero sí que demuestra lo que Artur Mas ha dicho cuando ha cogido la palabra: «tenemos un proyecto ilusionante». Catalunya está tan hecha polvo como el resto del sur de Europa (no sólo España). Es verdad. Pero hay un sueño colectivo que parece estar creciendo en gente día a día. Y ese sueño no consiste en la idea de separarse de España sino en el potencial que tiene un proceso constituyente.

Supongo que es por eso, por las oportunidades que presenta y por la componente de épica que tiene el reto de emanciparse, el proyecto gana adeptos día a día (ya veremos si suficientes el día que se formule la pregunta). Que los empresarios empiecen a expresar en público que se lo plantean es un cambio radical. Que transversalmente la sociedad esté viviendo el proceso como una oportunidad constituyente, también.

La gallina y la relación Catalunya España

Desde que hace 11 días Catalunya celebró su fiesta nacional, tanto en Catalunya como en España se están sucediendo muchas cosas y muy rápido. Surgen dos preguntas, una fácil y otra difícil de contestar: ¿Cómo hemos llegado aquí? Y, ¿Qué va a pasar ahora?

Explicar cómo hemos llegado aquí es bastante fácil. Algunos llevamos tiempo advirtiendo que esto iba a pasar, aunque no esperáramos que iba a ser tan pronto. Hace casi un año dije «Atentos al crecimiento y consolidación del independentismo en Catalunya.»

¿Las causas? Por un lado hay causas culturales. En España no se han entendido nunca que no todo pasaba por la identidad tal y como su gente lo entiende. Catalunya se siente diferente. No mejor, he dicho diferente. Siempre ha sido así. Es cierto que el nacionalismo nace con el romanticismo de finales del s. XIX. Como en todos los países. España incluída. También lo es que, hasta los años 30, nadie habla de independencia en Catalunya. Ni la guerra de sucesión de principios del  s. XVIII ni la mayoría de los hoy héroes nacionales catalanes pretendían una separación de España. Pero sí el respeto por una realidad no idéntica a la del resto del estado.

Desde Catalunya se han cometido inmesidad de errores. Desde un trato poco inteligente y prepotente con lo que conocemos por països catalans hasta la estrechez de miras típicas de aquellos que se emocionan con sus símbolos despreciando los de los demás. Pero no creo que las causas del crecimiento de algo que hace 10 o 15 años era meramente anecdótico (no superior al 15%) las encontremos aquí. Señalaría dos causas:

En primer lugar, el independentismo se ha organizado muchísimo. Ha dejado el «Catalonia is not Spain» y se ha puesto a trabajar. Ha elaborado un discurso creíble. Ha hecho números, ha creado asociaciones y ha impartido conferencias. Desde, ¿sería sostenible una Catalunya independiente? a ¿cómo se negocia una independencia? pasando por ¿Estar en España nos sale a cuenta?

En segundo lugar, España mientras se ha opuesto con prepotencia y desdén. Los unionistas (como les gusta decir a los independentistas ahora) han dado por hecho que es más fácil mantener el statu quo que cambiarlo. Y su discurso no ha avanzado nada. El gran argumento es: Catalunya es España. ¡Ah! Y que en caso de independencia, ya se ocuparían ellos de destrozarnos. Claro, eso cuando le llaman ladrón y eres una de las comunidades que sostienen el sistema no es argumento suficiente. No lo es cuando a tus ciudadanos ven cómo se escapa el 40% de sus impuestos, o el equivalente del 8% de su PIB. Y mucho menos cuando dicen rescatarte con 5 mil millones de euros a sabiendas de que tú estás pagando 16 mil millones cada año. Y la guinda del pastel fue cuando un estatuto refrendado por el pueblo y al que ya se le había «pasado el cepillo», lo tumbó el TC.

El descontento ha ido creciendo con una velocidad increíble. Los independentistas se sabían más que años atrás, en especial desde la manifestación en respuesta a la sentencia del TC. Pero este 11 de septiembre pasó algo diferente. No sólo sintieron estar muy cerca de la mayoría sufiente. Se sintieron vencedores. Tan importante es poder ganar como, antes, sentir que esa victoria es posible. Y aquel día, lo cambió todo.

Para que nadie se lleve a engaños, en la manifestación no sólo se hablaba catalán. También castellano. Los gritos, unánimes, eran por la independencia (aunque conozco personas que fueron y no la quieren, eran minoría). Yo estuve y no escuché ni un sólo insulto a España, cosa que me complace enormemente exceptuando la imbecilidad de «español el que no bote», que tampoco creo que sea un insulto. Al menos, seguro que no tan grave como que te llamen cáncer, o memo.

Los políticos están yendo a remolque. Nadie, excepto 4 ilusos, esperaban que el éxito fuera tan mayúsulo. Así que, empezando por Mas, todos los políticos han tenido que mover sus posiciones. Y la legislatura, que todo hacía prever le quedaban todavía unos meses, se ha roto.

La segunda pregunta es mucho más difícil de contestar: ¿qué pasará ahora? Pues, sinceramente, va todo tan deprisa que no lo sé. Me parece imposible hacer previsiones y me parece muy atrevido decir qué pasará con exactitud. En especial, teniendo en cuenta que las posiciones van en dirección tan opuesta que la cuerda se puede romper por cualquiera de los dos lados.

Es evidente que hay un pulso entre el gobierno español y el catalán. Es lo que los expertos en teoría de juegos llaman, el juego de la gallina. Dos coches se colocan uno frente al otro. Aceleran y el primero que gire el volante, pierde.

España se niega a mejorar la financiación catalana. Eso deja a Mas sin espacio, que tendrá que convocar elecciones ya. Los partidos se verán obligados a pronunciarse: independencia sí o no. Todo parece indicar que CiU ganará las elecciones. Las encuestas hablan de ERC e IC (Iniciativa es partidaria del derecho a decidir) creciendo mucho. Así que casi seguro los partidos que se pronunciarán por el sí serán mayoría en el parlament.

¿Y entonces qué? ¿Podrá Mas volver a Madrid reclamando de nuevo el pacto fiscal? No lo creo. Tendrá que ir más allá. ¿Declaración unilateral de independencia? ¿Qué haría Rajoy en ese caso? ¿Enviar los tanques como algunos piden? ¿Suspender la autonomía? Serían dos errores fatales para sus intereses. Pero, ¿qué otras opciones tiene? ¿Dejar a Catalunya tomar su propio camino? ¿O quizás, antes de que pase nada de esto, Mas se tirará atrás? Tampoco lo creo.

Sinceramente, yo creo que todo es posible. Los lazos no están rotos del todo, pero España deberá cambiar de actitud con celeridad si quiere evitar la independencia. El argumento de que Catalunya independiente no es viable cuando laminas el país con los impuestos no se sostiene. También creo que la separación puede ser amistosa, sin olvidar que tenemos muchísimas cosas en común: amigos, familia y una historia que hemos y estamos compartiendo. Y que, de una manera u otra, seguiremos compartiendo. Espero que para bien.

«Siboney, en tu boca la miel puso su dulzor» de Quim Monzó

NOTA PREVIA: Este artículo se publicó en La Vanguardia el martes 26 de Octubre de 2010. He sido incapaz de encontrarlo en la web del diario. Estaré encantado de enlazar el original y quitarlo de aquí. ¡Ah! Y a continuación hago una serie de comentarios al respecto.

Siboney, en tu boca la miel puso su dulzor

Todos esos medios de comunicación que una y otra vez ponen el grito en el cielo cuando en Catalunya se multa a las empresas que incumplen la ley de lenguas y no tienen sus rótulos como mínimo en catalán han pasado de puntillas por la noticia de que, el año pasado, la Generalitat de Catalunya multó a 94 empresas por no etiquetar en castellano. Son esos diarios, esas radios y esas cadenas de tele que generan gigantescas bolas de mierda a base de deformar la realidad, voceando que aquí se prohíbe rotular en español y que a quien no habla en catalán nos lo comemos con patatas fritas para desayunar. A la cabeza de ese alud de patrañas, el Partido Popular y su lazarillo, Ciudadanos, que, en esta ocasión, han decidido mirar hacia otro lado y silbar Siboney, que es la mejor melodía para disimular.

Pues sí: el año pasado la Generalitat multó a 94 empresas por no etiquetar en castellano y en esta ocasión la caverna no dice ni mu. Silencio absoluto. Ni una queja, ni un gemido, mucho menos un asomo de rebelión. Nada de «¡Vaya atropello!». Nada de «¡Ustedes no tienen derecho a decirme en qué lengua debo etiquetar mis productos!». Ningún grito de «¡Libertad!». ¿Por qué no repiten ahora aquello tan sobado de «Prohibido prohibir»? Leo en El País, el sábado, que Jordi Anguera, director de la Agència Catalana del Consum, explica diversas cosas respecto a esas multas. Una: «La regulación, en el caso del etiquetaje, es favorable al castellano. Hay cerca de 120 leyes estatales que obligan a etiquetar en español». Ojo al dato: ¡»120 leyes estatales que obligan a etiquetar en español»! Por mucho que aguzo el oído no oigo que nadie se rasgue las vestiduras, ni que aúllen en Intereconomía. Otra cosa que explica Anguera: «Las indicaciones obligatorias del etiquetado deberán figurar, al menos, en castellano, lengua española oficial del Estado». ¿Dónde están ahora las acusaciones de nazis, por seguir la ley? Escasamente críticos con el nazismo –y su versión cheli, el franquismo–, a la mínima llaman nazi a cualquiera que no piense como ellos y, ante las multas que los de la Generalitat imponen por no etiquetar en castellano, se callan y esta vez no los llaman nazis. ¿Qué pasa? Explica también El País que la Generalitat «multó a la multinacional del mueble Ikea con 8.000 euros por varias deficiencias en la información al consumidor; entre otras, no disponía del etiquetaje en castellano». Si las multas hubiesen sido por no etiquetar en catalán, ya habría ahora mismo dos nutridas manifestaciones de catorce o quince personas: una frente a Ikea Montigalà y la otra frente a Ikea L’Hospitalet –con Albert Rivera y Sánchez Camacho a la cabeza, respectivamente–, pidiendo que no se multe a nadie y exigiendo que de una vez por todas acabe esta terrible dictadura nacionalsocialista catalana.

 

Para redondearlo, es imprescindible leer el fantástico artículo de Jordi Cañas, diputado en Catalunya por Ciutadans. Yo, por si acaso, os lo resumo. Viene a decir que obligar a etiquetar y rotular en catalán es «imponer un modelo identitario nacionalista excluyente». En cambio, obligar a hacerlo en castellano supone «proteger al consumidor, evitar daños a la salud y garantizar sus derechos».

Hagamos ahora un ejercicio de sustitución. Lea la siguiente frase del artículo de Cañas:

«Madre mía,qué barbaridad, que se obligue a las empresas a que cuando vendan un producto en nuestro país tenga sus instrucciones en su lengua oficial para que cuando los ciudadanos compremos, por ejemplo, un medicamento podamos leer sus contraindicaciones para no morirnos, o cuando adquiramos una televisión sepamos sintonizarla, o cuando compremos un mueble en Ikea sepamos cómo montarlo. Una terrible imposición de un Estado español opresor de la libertad de empresa.«

Hágase el esfuerzo de interpretar lengua oficial como lengua oficial del estado (como decía una tertuliana de televisión; «en castellano, lo normal»). Notará que el artículo practica una fina ironía. Evidente que los textos tienen que venir «explicados» en el idioma de los consumidores.

Hágase ahora el esfuerzo de interpretar lengua oficial como catalán (oficial en Catalunya). Notará ahora el lector cómo se trata de un texto sin ninguna ironía. Imponer el etiquetado en catalán es propio de un nazionalismo opresor.

Por último, hágase el esfuerzo de no mearse en los pantalones de la risa.

Y es aquí donde aparece la maravillosa riqueza del lenguaje y la capacidad de las mayorías de articular el discurso que les dé la razón. Porque yo he hecho trampa, sí. El catalán no es oficial. Es cooficial. De tal manera que nadie sensato diría que es una barbaridad pedir que los españoles puedan leer las instrucciones de cómo montar un mueble de Ikea en castellano (por cierto, no tienen contraindicaciones mortales). ¡Es su lengua oficial! ¡Y es la ley!

Pero… ¿Es necesario en una lengua sólo cooficial? ¡Pero si los catalanes ya entienden el castellano! La ley («hecha por nosotros», olvidan decir) ya lo dice. Por algo será. Hay que cumplir la ley. Es básico en democracia. Y así, poco a poco, vamos minorizando lo que no sea bien castizo.

Creo que hoy, que el PP me ha convertido en todavía más políglota de lo que lo era, es una buena fecha para recuperar este fantástico artículo del maestro Monzó. En su honor (en el del PP), mi lista de idiomas: castellano, catalán, inglés, valenciano y aragonés oriental. Por cierto, intuyo que pronto incluiré el balear.

Los derechos sociales

No nos engañemos. Esto se está poniedo feo. Después de la entrada de un nuevo gobierno y de la inyección de montañas de dinero, la prima de riesgo vuelve a crecer. Yo ya no tengo claro dónde va a acabar esto.

La gente está pasando un proceso de duelo. Durante años, hemos vivido a crédito. No hemos sido conscientes porque nos «avalaban» nuestras casas. Pero era así. Pedir crédito no es más que avanzar dinero que ganaremos mañana. Vivir a crédito es vivir a costa de tu propio futuro.

Los psicólogos dicen que el duelo tiene 5 fases. La primera, la negación. La gente reaccionó a los primeros compases de la crisis con una actitud modélica. De forma absolutamente pacífica.  Yo aún diría más. No recuerdo ni un sólo movimiento contestatario en este país de la cordura que tuvo el movimiento de los indignados. Mucho aprendimos de ellos y me consta que siguen haciendo trabajo…

Sus recetas eran bienintencionadas. En mi opinión, profundamente equivocadas en lo económico. Y cualquier recorte, ya fuera temporal o no, era un recorte de derechos sociales. No se pueden bajar los sueldos porque son un derecho social. Ni el despido. Nada de recortar presupuestos… Sea en el área que sea, siempre saldrá alguien a decir que es un recorte de derechos sociales.

Los indignados exigían un incremento del gasto público. Es decir, más deuda. O, lo que es lo mismo, seguir viviendo del futuro. Nada había cambiado para ellos. Como cuando, abandonados por alguien a quien queremos, nos parece una ficción la vida sin él.

Pero la realidad se recrudece. Nuestra ex no vuelve. Poco a poco el dolor se torna rabia, incomprensión. Es lo que los psicólogos llaman ira. Y con ella las posiciones maximalistas. Las protestas ya no tienen aquel punto naif del principio. Hoy en Barcelona se critica a la policía obviando que unos salvajes quemaron parte de la ciudad (y que podría haber acabado en drama).

Por supuesto no se justifica a los violentos. Nadie sensato lo hace. Pero se desvía la mirada. Eso es algo que el movimiento indignado no hubiera hecho. Es algo que no hizo. Pero hoy… La bilis se lleva a la razón de la gente por delante. Y la derecha se friega las manos… Ahora sí, ya pueden tapar el éxito de las protestas, generalizando lo de unos pocos.

Desde hoy ya sabemos que, como mínimo, el gobierno se plantea considerar la resistencia pasiva como un atentado a la autoridad. Ahora sí que han tocado hueso, como cuando finiquitaron la negociación colectiva. Amigos, eso sí toca uno de los fundamentos de la libertad. Considerar una actitud pasiva como un atentado es una broma de mal gusto peligrosa. Muy peligrosa.

Pero claro, hemos dicho tantas veces que nos recortaban derechos sociales en todo y para todo que, ahora, ha perdido valor. Lo ponemos a la altura de en vez de cobrar 8000€ cobrar 4000€ si nos echan. Le ponemos un precio a nuestros derechos. Yo me niego a comparar las dos cosas.

Tras la ira, la siguiente fase  es la negociación. Aceptando con ella las nuevas reglas del juego. Al otro lado de la mesa tendremos a esa derecha conservadora que lleva años atosigándonos con sus ideales anticuados.

Cuando empiece esta fase, las condiciones iniciales ya las habrán ido preparando ellos. Porque mientras, la sociedad no sabrá  sabido dónde poner el foco. Tantas cosas, todas igual de importantes… Todo no lo recuperaremos en seguida. Y la gente, con buen criterio, priorizará el pan. Y entonces sí, por 4000€, todo perdido.

Pero yo estoy seguro de que los sueldos, tarde o temprano volverán a crecer. Y los presupuestos en educación y sanidad. La derecha estoy seguro de que también lo sabe. Pero, ¿el derecho a manifestarnos lo recuperaremos? ¿O, para entonces, ya habrán conseguido que la mayoría vean peligrosas las protestas?

Al pacto le sigue la depresión de ver que las cosas han cambiado. Finalmente, la aceptación de la nueva realidad. Desde luego, si la izquierda sigue mirando para otro lado cuando haya violencia entre sus filas (esa violencia evidente, televisiva, que asusta a las abuelas), lo van a tener muy fácil para que, en esa nueva realidad, la protesta pacífica sea vista como un peligro para nuestra Sociedad. Hablo de la sociedad de la gente, de las personas. La de verdad. Con mayúsculas.

El concepto derecho social es demasiado importante como para usarlo a la ligera y para todo. Los excesos acaban teniendo la terrible consecuencia de hacer perder el foco en qué es más importante y qué menos. No cometamos este error. Y evitemos este terrible atropello.

Pd: Interpelo a la izquierda no porque la culpabilice sino porque a la derecha en lo ideológico, la doy por perdida.

El porqué de la inmersión lingüística en Catalunya

Hoy el TSJC ha dado el que puede ser el estoque final a la inmersión lingüística en Catalunya. Desde España y muy esporádicamente en Catalunya (creo recordar que hay 5 demandas en todo el territorio) se ha apelado al derecho de los padres a decidir el idioma en el que quieren escolarizar a sus hijos en base a una teórica libertad de elección. Eso y un supuesto riesgo de que los niños crezcan sin aprender el castellano.

¿De qué libertad de elección hablan? ¿Cuándo han tenido los padres libertad de elección en la escuela? Un padre en España no escoge qué estudia su hijo. Ni cuántas horas dedica a cada tema. Si yo fuera padre, no tendría ningún interés en que mi hijo estudiara latín, y ocuparía más horas con asignaturas de carácter técnico que facilitaran una teórica inserción laboral posterior.

¿Sabéis por qué no les damos libertad de elección? Porque sabemos que estudiar historia, sintaxis, o biología, quizás no les será útil a la mayoría a nivel laboral (a no ser que se dediquen a esas áreas en concreto), pero les ayudará a algo superior: vivir. Les dará herramientas.

Pero obviamente, alguien podría decir: entonces, ¿por qué no hacerlas mixtas, o directamente en castellano? Me justificaré.
Alguien realmente patriota, alguien que realmente quisiera toda aquella riqueza cultural que hay en España debería estar encantado con la idea de que en España haya el multilingüismo que tenemos. Y debería protegerlo.

La clave reside en dos preguntas de calado: ¿Cuál es la función de los colegios? y ¿dónde aprenden los niños?

La respuesta a la primera pregunta es que los colegios educan a los niños de forma integral. Es decir, todos las dimensiones de su persona. Pero obvian (o sólo los refuerzan) algunos temas porque se da por hecho que ya hay otros ámbitos donde aprenden esas cosas, como por ejemplo a coger los cubiertos o a comer con la boca cerrada. Es decir, que los niños no sólo aprenden en el colegio, lo que contesta a la segunda pregunta.

Los niños no sólo aprenden a leer en el colegio. Cuando se compran un libro o cuando cazan un diario en casa también están aprendiendo a leer. Y esa es la primera clave de la inmersión lingüísitica.

En Catalunya la inmensa mayoría de diarios que se publican son en castellano (hoy, gracias a la aparición del diario ARA y la versión en catalán de La Vanguardia se ha practicamente equilibrado los diarios que se leen en los 2 idiomas, no los que se publican). De unos 50 canales de televisión, no llegan a 10 los que son en catalán. En los cines, el 95% de las proyecciones son en castellano. Hay muchos más libros editados en castellano y, encima, leer en catalán es más caro.

Es decir, la inmensísima mayoría de los contenidos disponibles en Catalunya son en castellano. Además, hay poblaciones (enormes) catalanas en las que escuchar catalán en la calle no es fácil a causa de la enorme inmigración llegada de otras regiones de España. Y no hablo de poblaciones pequeñas, sino de algunas de las más grandes.

Ese es un aspecto que no puede descuidarse cuando se habla de educación. Mucha gente de mi edad (alrededor de los 30) no habla nunca en catalán porque los catalanoparlantes tienden a pasarse al castellano cuando están con alguien no catalanoparlante, por lo que no necesitan usarlo.

La presión del castellano, con 400 millones de parlantes en el mundo, es enorme, por lo que un trato idéntico en el colegio no es un trato igualitario. Comprender la diferencia entre idéntico y igualitario es esencial (y su contrario muy obtuso).
Pero, ¿qué pasaría si ello implicara que los niños sólo supieran castellano de una manera «no formal» tal como estuvo el catalán en la dictadura? La experiencia demuestra que esto es radicalmente falso.

Las calificaciones en castellano de Catalunya no son inferiores a la del resto de los españoles. De hecho, muchas veces son superiores. ¿Gente que se expresa mejor en catalán que en castellano? Por supuesto que la hay. ¿Y qué? Hay mucha más a la inversa. Incluso me atrevería a decir que muchos serían incapaces de construir una frase en catalán, cosa que a la inversa no conozco absolutamente a nadie.

La inmersión lingüística es, también, un modelo convivencial. Los niños nunca se han visto separados entre los «españoles» y los «catalanes». Eso entraña ciertos riesgos.

¿Intento decir que no hay nada de político en la decisión de la inmersión lingüística? Por supuesto que la hay. Como en el caso de su contrario, el modelo que ahora pretenden imponernos. El modelo actual defiende una Catalunya con identidad propia, con un idioma diferenciado, con una cultura que debería ser vista como una riqueza.

La inmersión lingüística es absolutamente imprescindible para salvaguardar un idioma que debería ser visto por todos como una riqueza forma parte de la riqueza cultura ya no española sino del mundo. España parece preferir la uniformización. Conste que un castellanoparlante nieto de inmigrantes confía en que no lo consigan.

Semiótica nacional

Por lo general, miro de evitar hacer posts relacionados con temas políticos y, cuando lo hago, prefiero no mojarme mucho. Espero ser capaz de expresar lo que quiero decir sin herir sensibilidades.

He tenido que oir muchas veces que fútbol y política no deberían unirse nunca. Y suelen criticar al Barça por mezclar naranjas con melones. Pero, paradójicamente, la competición futbolística más importante del mundo tiene su fundamento en la identificación nacional. Y es divertido ver cómo gente que se llena la boca de «no hay que mezclar deporte con política», en cambio, defienden a Alonso, a Nadal, a Pedrosa o Lorenzo y a la selección con vehemencia.

Parto de la base que a mi me parece fantástico. Quede claro que no lo critico como ya lo expliqué con más detalle en otro post. Pero me sorprende el poder cegador que tiene lo que los sociólogos llaman nacionalismo banal.

Si acaso queda alguna duda que esto que expongo, os propongo que os miréis dos portadas de diario que se han publicado hoy después de la victoria española frente a los alemanes:

La razón no ha podido evitar hacer una portada que dijera «España vence unida». No creo que nadie pueda dudar ni un segundo de su fuerte contenido político-deportivo. Y como, sutilmente, pretende dejar a cierta gente fuera y aleccionar a aquellos que no quieren estar «unidos» tal y como ellos lo entienden.

Las construcciones nacionales, como los idiomas, se hacen en torno a una cierta concepción que la sociedad tiene de si misma. De aquello que valora y de aquello que desprecia, de las virtudes que exalta y de los defectos que trata de esconder. Palabras o expresiones como la roja, podemos, raza, furia, a por ellos, o toreros se relacionan a menudo con los buenos resultados del equipo nacional. Y conectar la «unidad» con la selección genera ciertas construcciones de identidad.

Unido a todo ello un ruído de fondo que surge cuando la furia entró en entredicho; ¿exceso de catalanes en la selección? Yo estoy seguro de que no es una opinión generalizada. Pero algunos de los medios a los que les entraron las dudas van más allá de los que ya proscribimos por radicales; intereconomías, libertades digitales y similares subproductos pseudofascistoides.

Los mismos periodistas que cuando España perdió contra suiza decían que había demasiados catalanes y que se han pasado la liga diciendo que el Barça ha ganado la liga gracias al villarato, se alegran ahora de su estético juego. No dudo que ellos mismos volverán a atacarnos en septiembre…

También forma parte del relato (o del no-relato) el hablar de los (poquísimos) disturbios que hubo ayer en Barcelona y, en cambio, sí hacerlo cuando el Barça (ligado sutilmente al nacionalismo) gana un título. El hecho de publicar algo y el espacio que se le presta modifica profundamente la huella que deja en nosotros esa información.

Más interesante y sutil es la portada de hoy del AS ha hecho una portada que dice «Visca España», donde se evidencia que hubo un debate (y cómo se ha resuelto). Por cierto, estoy gratísimamente sorprendido. Lo digo con sinceridad.

Parte de ese discurso también se genera a traves de las radios y también representan parte de cómo nos expresamos colectivamente cuando identificamos ciertos símbolos nacionales, en especial aquellas de marcado carácter nacionalista español.

Por ejemplo, la COPE hoy decía: «Un tío como, pongamos por caso, Montilla. Se nos antoja una reliquia de otra época. O tal vez sólo un señor pelmazo con problemas de estreñimiento. Pero, ¡hombre de Dios! Celebre usted las victorias de España dándose un abrazo con la parienta o con la vecina, o con la muchacha.»

Pero no sólo un medio de constrastado desprestigio como la COPE ha aprovechado la ocasión para atacar lo que ellos interpretan como nacionalismo. En Punto Radio, Luis del Olmo decía: «Un alcalde de un pueblo vasco, que esta mañana o ayer por la noche decía: ‘a ver si nos da una alegría Alemania’. ¿Qué cara…? ¡Bah!» «¿Quién ha dicho eso?» «Pues nada, un tío…» «En el camino yo también me he encontrado gente que no tienen el nombre del padre en el carné». Sólo pensad por un momento qué pasaría si un nacionalista llamara hijo de puta a algún «no nacionalista».

Y, lo que más me interesa porque es mucho más sutil. Digo sutil porque no insulta sino que ensalza elementos que forman parte del imaginario colectivo. En la Cadena SER decían: «Va a presionar arriba. ¡Qué pelotas tiene este Busquets! Yo te juro que el otro día le vi de espaldas, y te juro que el caballo de Espartero no las tiene como este». Y en otro momento, enfadados por un supuesto penalty decían: «¡Alonso la pone! Llega Ramos… ¡Penalty! ¡Penalty mamón!»

He cogido ejemplos muy extremos para que se entienda lo que trato de explicar. La identidad nacional de (todos) los países se construye en torno a ciertas formas de expresarse mediante signos iconográficos y verbales. Y parte del proceso de identificación supone asumir como propio ese discurso.

En lo personal, me cuesta mucho no ponerme de los nervios cuando escucho a J. o Camacho en Tele 5, por no hablar del comentario (supuestamente inocente) de Luis del Olmo explicando, como quien no quiere la cosa, que un nacionalista le ha dicho que prefiere que España pierda encendiendo, con cierta lógica, los ánimos de los españoles.

Así, mientras los titulares de los medios de comunicación cada vez que abren la boca me distancian emocionalmente del equipo (y de paso del pais), el equipo me genera muchísimas simpatías. España, desde la Eurocopa, es la única selección que me ha hecho disfrutar. Y me refiero a única de TODAS las selecciones actuales y pasadas. Me identifico con su forma de jugar y con muchos de sus jugadores. Pero va más allá…

Cuando la selección la lideraba tipos que me dan tanta rabia como Raul o Hierro, también sentía una cierta identificación. Y ese es mi drama personal: Cada gol de España me produce unas alegrías enormes y el miedo (después casi siempre confirmado) que será utilizado como elemento de agresión contra nosotros. Así que nunca sé realmente lo que quiero.

Dicho esto, no sólo estoy seguro que España ganará el mundial sino que me alegraré cuando eso suceda. Eso sí, me meteré pronto en la cama para que no me lo estropeen. ¡Mucha suerte!

Cineforum Invictus; El deporte y la política

No hace mucho colgué la crítica del nuevo film de Clint Eastwood, que retrata cómo Nelson Mandela, tras ganar las elecciones en un país absolutamente dividido, utiliza el rugby como elemento integrador.

La película está muy bien ejecutada. Como digo en la crítica, me parece que es la «típica» de deportes en el sentido que Eastwood hace un cine muy clásico. Pero, a la vez, es «diferente», dualidad contradictoria que suele darse en sus historias.

La película me hizo pensar en un debate que algunas veces he tenido con gente. Yo no conocía este aspecto del gobierno del mítico estadista africano, y es obvio que es una clara utilización del deporte con fines políticos. En cambio, la gente tiende a decir que deberían mantenerse siempre separadas.

Muchos sabéis (y si no os lo digo) que soy un enfermo de Barça y fue por allá finales de los 60’s el president Narcís de Carreras se atrevió a calificar al Barça de «más que un club». Unos 5 años más tarde Agustí Montal lo popularizó utilizándolo como eslogan electoral de unas elecciones que, por cierto, ganó.

Esa frase tenía connotaciones políticas. Trataba de expresar que cuando el culé cantaba un gol, no era sólo eso lo que estaba celebrando, sino que era una forma de expresar el descontento con el régimen establecido y la idenficación con cierta forma de entender Catalunya.

Muchos culers seguimos considerando vigente esa identificación entre la catalanidad y el club. Pero a muchos les molesta porque consideran que no es legítimo por lo que comentaba de la separación de estos dos conceptos.

En cambio, Mandela no tuvo ningún reparo en hacer un uso político de una selección de rugby, que había sido símbolo de la opresión del apartheid. ¿También era ilegítimo que hiciera ese uso? Para mi, añade un elemento muy interesante al debate. No he tenido la oportunidad de compartirlo con nadie, así que no sé qué me contestaría alguien que criticara este aspecto del barcelonismo del que he hablado.

En mi opinión, Mandela hizo muy bien. La realidad es que la unidad entre deporte y política ha sido, es y seguirá siendo total. No en vano, la mayoría de los eventos deportivos más importantes se hacen bajo enseñas estrictamente políticas; las olimpiadas, el mundial de fútbol o la copa Davis… La gente es fiel a Nadal, Alonso, Héctor Barberá… La identificación sólo llega por un aspecto puramente político; prodecemos de la misma entelequia política.

Que la selección española gane la eurocopa no es un hecho políticamente neutro. Que los jugadores de baloncesto ganen un europeo y canten; «yo soy español» tampoco. Que los adjetivos que se utilizan para definir la selección (o las virtudes de un equipo) sean del tipo; casta, raza… tiene una carga ideológica evidente para quien quiera verla. Es así y lo que no veo por qué debería ser malo.

Mucho más sutil es la identificación entre otros clubes y sus territorios o la propia nación española. De todas maneras, debería ser significativo que en el Bernabeu y otros estadios hayan banderas españolas. También en ello hay una connotación política, esta no reconocida.seleccion española

La pregunta del millón es; ¿por qué en un caso se habla de uso político de un club y en el otro se ve como algo «normal»? Jordi Pujol me recordó en sus memorias un concepto que había olvidado; el nacionalismo banal, que es la forma de nacionalismo tan socialmente aceptada que no se percibe como tal.

Así, la aceptación como algo normal que cuando uno sigue el mundial se identifica con la selección de su país y no otra, o las simpatías por Alonso en vez de por otro piloto de la parrilla de otro país son dos expresiones naturales de esa forma banal de identificación. Y no sólo no es malo sino que despierta cierto sentido de identidad empático y positivo.

Os prometo que este post no nace con el objeto de que nadie se sienta molesto porque no estoy criticando nada. Al contrario, a mi me parece bien. Pero he de reconocer que me llama la atención poderosamente (y me molesta) la geometría variable de nuestra percepción de lo asumible de unos principios en función de la proximidad o lejanía de los nuestros.

Desinformación atómica

No tengo ni idea del nivel de follón que hay fuera de Catalunya con lo del centro de residuos radiactivos pero aquí tenemos un circo de los que impresionan. Es un debate que junta dos aspectos que he tocado en el blog; ciencia (este mes de agosto pasado) y comunicación, y me he decidido a tocarlo.

Lo primero que tenemos que aceptar entre todos es que la mayoría no tenemos ni la más remota idea de lo que es la radiactividad. No sabemos qué riesgos reales entraña ni con qué criterios se decide colocar en un sitio o un otro una instalación de estas características.

Si aceptamos esta premisa, lo primero (y con urgencia) que deberemos hacer es escuchar a las personas que saben del tema. Y todo el que hable debe acreditar que sabe lo que dice. No es suficiente significarse como pro o anti nuclear. No, no va de eso. Va de ir en serio y explicar las cosas como son.

Yo todos y cada uno de los expertos a los que he tenido acceso, ya sea por radio, televisión, prensa y medios científicos, dicen de forma unánime que el riesgo es casi inexistente. Digo casi porque el riesgo cero no existe en ningún ámbito.

Ayer incluso explicaban en la radio que en Holanda tienen un centro de estas características (que utiliza una tecnología de cristalización de residuos, cosa que no he oído que se fuera a hacer aquí, aunque lo desconozco) lo utilizan como centro cultural e, incluso, es visitado por colegios.

También escucho que dicen que los centros de desarrollo nuclear tienden a concentrarse. Es decir, que no tiene sentido montar este centro en un lugar que no haya aportado su «cuota de solidaridad nuclear», sino que por puro sentido común, cuanto menos recorran los residuos, mejor para todos.

A esto hay que añadir que los residuos hasta ahora suben a Francia. Lo más seguro es mover los residuos en tren. Y se me ocurren pocos caminos férreos por los que puedan pasar esos residuos que no sea Tarragona.

Se utiliza como argumento a favor que eso sería un polo de atracción de población. Los contrarios aseguran que eso espanta a la gente. No tengo ni idea de si es una cosa u otra, aunque el dato de que Ascó ha ido perdiendo 18 habitantes cada año no demuestra nada. Al menos en solitario. Nadie sabe si hubiera perdido aún más población de no montar la central. Quizás si ese dato se pudiera comparar con otros…

Yo soy pro nuclear. Como digo, me faltan muchos elementos de juicio de valor. Aún así, creo que después de todo el discurso, que comparto, que quiere combatir las emisiones de CO2, lo más lógico hoy (con lo poco que sé) es la energía de fisión.

Acepto que no pueda compartirse este punto de vista. Lo que me parece intolerable es que aquí alla tantísima gente vendiendo que esto es peligrosísimo. Y me parece intolerable por lo que he dicho; los expertos, los respetados por la comunidad científica, dicen lo contrario.

Si estos tienen razón es una irresponsabilidad enorme asegurar lo contrario. Porque la coloquen donde la coloquen, habrá gente alrededor de ese centro de residuos. Gente que se preocupa por su salud, por la de sus hijos. Personas a las que estamos condicionando, que van a sufrir sin motivo.

Greenpeace (a los que he escuchado varias veces estos días) tienen todo el derecho del mundo y argumentos muy sólidos en contra de la energía nuclear; la vida de los residuos es uno de ellos. Pero jugar con los miedos de la gente es una irresponsabilidad cuando se sustenta sólo sobre una cuestión ideológica. La desinformación nunca es una buena opción.

Derechos de autor y la nueva ley de economía sostenible

He intentado hablar poco del tema porque yo no he leído la letra pequeña de la ley y me parece poco responsable lanzar proclamas a favor o en contra de algo que no conoces bien. En mi opinión, hay demasiado ruído alrededor; demasiado discurso victimista por parte de la industria y demasiado relato facilón por parte de los internautas.

Cuando llegó Ángeles González-Sinde al ministerio pedí que se le diera algo de tiempo. Como a todos, me parecía poco probable que tuviera una actitud constructiva pero yo creo que la red demostró ser igual de intolerante. No la habían nombrado que ya la insultaban sólo porque se dedicaba al mundo del cine.

Pero el hecho cierto es que, al final, el trabajo de la ministra ha llegado a transformarse en una ley (o en una parte de ella). Y, quien más quien menos, ya sabe que la ley prevé la posibilidad de la creación de una comisión mixta entre el ministerio y la sociedad de autores que permitiría el cierre de páginas web de forma preventiva si se considera que hay indicios de un uso lesivo en contra de los creadores.

El debate es complejo. He dicho muchas veces que es inaceptable que muchos usuarios sientan que tienen el derecho (casi divino) de ver/escuchar/leer lo que sea sin necesidad que los creadores reciban un rédito por ello. Y los argumentos suelen ser de traca; «para lo que hacen, quien va a pagar», «yo es que primero la veo descargada y decido si voy al cine», o la ya mítica «cine español no se descarga nadie por lo malo que es». Y con eso y un bizcocho, ya les basta para calmar su conciencia.

Pero la industria cae en lo mismo; resulta que tienen derecho a cobrar un canon (con el que no estoy del todo en desacuerdo). Y ese canon se puede grabar a todo el mundo, de manera que a veces la pagamos por duplicado y triplicado; si vamos a una zapatería que tiene una radio puesta, aquí paga canon la zapatería, la radio y el fabricante del aparato. Total, que cuando me compre mis mocasines nuevos, pagaré 3 veces el canon.

Dicho todo esto; que una comisión creada por el ministerio de cultura y por la sociedad de autores tenga potestad para cerrar una web de forma preventiva me parece lamentable y peligroso.

En primer lugar, hay que reconocer que, por lo que han anunciado, no cerrarán nada de buenas a primeras, sino que avisarán antes de actuar y solicitarán que se elimine el contenido susceptible de ser considerado propiedad de alguien.

Pero el hecho cierto es que entraña una complejidad enorme. Portales como youtube, a los que la gente le sube contenidos de forma libre, o portales con un modelo de negocio en los que haya puestos de trabajo en juego que, para cuando el juez decidiera que no se ha violentado ningún derecho, ya estarían en quiebra.

Yo, en realidad, estoy muy tranquilo. Mi opinión es que esta ley no es realista y cuando algo no lo es, la realidad suele ocuparse de ajustar las cosas al terreno de lo lógico. Así que no tengo ni idea de con qué ánimo inician todo esto pero estoy convencido de cómo va a acabar; en agua de borrajas.

Si ahora la comisión se vuelve loca y empieza a tomar medidas contra portales generarán psicosis. Pero, a la vez, ganarán en impopularidad. Eso no le sienta bien a ningún gobierno. Sumado a lo difícil que es cumplirla y el clima económico que tenemos que hace difícil aceptar según qué aventuras impopulares, no veo que vayan a poder llevarlo demasiado allá.

Yo dije que a Sinde había que darle un tiempo. Ahora creo que ya ha demostrado su incapacidad para entender por qué las cosas son como son. La industria y el gobierno siguen cerrando los ojos frente a la realidad. Tarde o temprano buscarán soluciones realistas. Tiempo al tiempo.