Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

Empresa y vídeo online

Un poquito de por favor

cine-descarga

Decía Karl Marx que, cuando a una realidad asentada llamada tesis, se le presentaba un grupo dispuesto a negar esa realidad (antítesis) se generaba un enfrentamiento o revolución que acababa llevando a una síntesis; una especie de negación de la negación. Y parece que estamos encadenados a esa forma de relacionarnos con el conflicto.

No escapa a esa estructura lo que ahora está sucediendo con la ley de economía sostenible de marras. Dejando de lado que esta ley, por lo que dicen, traerá algunas buenas noticias (creación de empresas en 24 horas y con un coste ridículo), en internet ha hecho estallar la indignación que bien puede acabar significando un serio cambio de statu quo.

En primer lugar, me gustaría hacer constar que no entiendo la ley y que, por tanto, dificilmente puedo aderirme o posicionarme en contra. Pero sí que he leído muchas cosas. Por un lado, el gobierno asegura que no pretende hacerse daño a ningún usuario ni ninguna web que use contenido con copyright sino a webs que hagan negocio con ello. Y yo, en esto, podría estar de acuerdo.

Los otros dicen que no tiene sentido preparar tanta artillería para un número tan limitado de webs y que el objetivo es crear una comisión (si no he entendido mal) mixta entre la SGAE y el ministerio de cultura que podría cerrar preventivamente webs sin necesidad de una orden judicial. Si esto es así, por mucho que digan la ministra que sólo van a por los que hacen negocio, me parece una situación que puede patinar con facilidad al terreno de la caza de brujas.

En segundo lugar, y a consecuencia de estas interpretaciones tan dispares, las posiciones, más que radicalizarse (ya lo estaban), se han reforzado. Y tengo la sensación de haber escuchado cosas que ya antes, en otros temas y ámbitos, había visto. Gente que pregona su predisposición a negociar y, a la práctica, hacen ostentación de intransigencia frente algunas injusticias.

Todo se ha llevado a un terreno de buenos y malos (tesis y antítesis) donde me niego a identificarme plenamente con ninguna de las dos posturas. Twitter, estos días, se ha llenado de mensajes del tipo “Ramoncín, caca”, “libre circulación de conocimiento (y mucha retórica vacía de contenido), guay”. Supongo que estamos todos un poco “calientes”, pero estoy seguro que todos entendemos que la cosa es bastante más compleja.

En uno de los lados de la mesa parecemos tener una industria que pretende mantener una situación que va en contra de la dinámica de las cosas. Demonizan las descargas y pretenden hacernos sentir como criminales cuando descargamos cosas de internet con anuncios ridículos que, más bien, incentivan mis ganas de hacer sacar humo a mi emule.

La industria puede decir lo que quiera, puede llorar tanto como aguanten sus lagrimales. Pero la realidad es que, si tiras una pelota al cielo, esta vuelve a caer. Y no, la industria no va a conseguir alcanzar la velocidad de escape de la atmósfera.

Respecto a los contenidos (ya sean libros, películas o lo que se les ocurra y sea digitalizable) no hay alternativa. Tienen una competencia que los canibaliza porque los contenidos, en realidad, los han creado ellos; el P2P y los servidores streaming que no controlan. Así que u ofrecen algo mejor que ellos, o acabarán por ahogarse. A mi sólo se me ocurre una alternativa; que ellos mismos que ofrezcan estos servicios (con más calidad incluída y ya veremos si con algún modelo freemium).

Todo esto es tan obvio que el sentido común me dice que la industria ya es consciente. Pero, entonces, ¿por qué no lo hacen? Creo que se juntan dos factores; Por un lado temen a una tecnología que no dominan. En realidad, han de competir en algo que aquellos que les están poniendo dificultades conocen mucho mejor. Por otro, suponiendo que lo hicieran todo bien, deben temer que aún no haya una garantía clara de igualar los ingresos que ahora perciben. Y razón no les falta.

Así, yo interpreto todo este proceso como la intención de ganar tiempo. Pero, como decía, time is over. Hagan lo que hagan, amenacen con lo que amenacen, la gente va a seguir descargándose películas siempre que para conseguir la versión “oficial” tengan que pagar y la “pirata” se la ofrezcan gratis. Más allá de si es justo o no y de si es legal o no, es la decisión económicamente racional como consumidor.

Y entonces llegan los usuarios de la red. ¿Los usuarios? No, los que estaban en aquella reunión no eran usuarios sino gente muy vinculada desde el punto de vista profesional a la red. Tampoco podía ser de otra manera. Pero han de ser conscientes de que no son representativos de lo que es la red (y muchos lo han aceptado abiertamente). Ellos hablan de unos supuestos derechos “fundamentales”, de compartir lo que me venga en gana. Por cierto, ¿os habéis fijado que ahora usamos para todo eso de los derechos fundamentales?

La cosa es que, según nosotros, o sea, los  internautas en general, tenemos una especie de derecho natural a compartir lo que nos dé la gana. Y algunos de los argumentos son casi para echarse a reir. Que si “las películas que la gente se descarga no son españolas”, que si “la música que hace tal o cual es tan mala que por eso la gente se la descarga gratis”, que “aprendan del open source”, que “la SGAE chupa la sangre a pobres comerciantes que lo único que quieren es escuchar por la mañana a Luis del Olmo” o que “en la vida pagarían para ir a ver tal mierda de película al cine”. Y de aquí, triple salto mortal para ganarse la legitimidad para descargar lo que les plazca.

Y todo esto lo dicen personas que su trabajo (y esto es muy importante) no es “descargable” a un click. Está muy bien que algunos programadores decidan dedicar parte de su tiempo a programar software libre. Pero estoy seguro que cuando hacen un servicio específico a un cliente no aceptarían de ningún modo que ese código se licenciara. Y ahí reside la clave; es el programador el que decide qué comparte y qué no. Y como ellos, consultores, contables, gerentes, o comerciales.

¿Por qué los generadores de contenido no pueden hacer lo mismo? ¿Por qué ellos están obligados a compartir su trabajo gratis? Joan Planas tiene razón cuando dice los que defienden lo free tendrían que potenciar creadores que trabajan en creative commons (como, por cierto, él hace) y no tirar siempre de los creadores que libremente, deciden que quieren cobrar por lo que hacen.

Si alguien considera que una película como Mentiras y gordas apunta a bodrio insufrible yo le doy la solución; no hace falta que la descargue. Se ahorrará luz, ADSL y lo más valioso, 2 horas de su tiempo. Pero es una desfachatez descargarla, verla y luego decir; “es tan mala que no pagaría por ella”. ¡Pues no la veas! Pero, así como los programadores podían decidir qué era open source y qué no, ¿qué les queda a los productores de Mentiras y gordas si hago una descarga no controlada?

Con todo, también estoy de acuerdo con Joan en que, mientras acusamos de ladrones a los creadores que generan lo que disfrutamos (aunque algunos masocas decidan descargar cosas que no les gustan), otros se enriquecen del valor que estos generan. Me da igual quién tiene razón si Gonzalo o él en el debate que han mantenido respecto a si los proveedores de ADSL son o no distribuidores en el sentido clásico de la palabra. Lo que sí sé con seguridad es que yo no pagaría el ADSL que tengo si no fuera porque hay contenido interesante. Y creo que esto va más allá de si es o no un mercado regulado.

No quiero ser un cínico. Yo también me descargo cosas y la mayoría de nosotros lo hacemos. Pero todo esto me recuerda un poco a cuando me subo al metro y a mi lado alguien se cuela con aire triunfal sin pagar. Se me queda una cara de tonto que no puedo con ella porque sé que le estoy pagando el billete. Igual que cuando voy al cine, como fui anteayer a ver In the loop, sé que también pago la entrada de todos los que se la descargan.

Estamos en tiempos de un cambio de gran calado y puede que sea inevitable la dialéctica revolucionaria extremista que bascula entre la tesis y la antítesis. Es probable que sea gracias a estas posiciones que rozan lo fundamentalista sobre lo que edifiquemos el nuevo orden sintético. Pero yo no puedo evitar sentirme distante de estas dos visiones tan sesgadas. Quizás soy yo el que no está poniendo mi granito de arena. O quizás es que a muchos les falta un cierto sentido de la perspectiva.

6 Comments Un poquito de por favor

  1. Dani

    Estoy de acuerdo en mucho de lo que dices.Es verdad q hay mucha falacia para justificarse para descargar cosas,como lo de q son obras malas (entonces pq la bajas) o q den conciertos (solo valido para musica y además si alguien quiere cobrar por la canción grabada tiene todo el derecho)
    Pero queria negar algunas falacias en el otro sentido también:

    – El software no libre es mal ejemplo. tambien se comparte como la musica y las pelis.
    Ademas yo soy programador y no cobro por cada copia.

    – Lo de q al ir al cine pagas lo q descarga otro es falso.
    Los q van al cine y los q descargan son los mismos.Yo hago las dos cosas. Y muchas pelis las compro luego cuando salen. Otras las descargo.

    – Incluso dentro de las obras con copyright, la elección lo pago-lo descargo gratis no es real.
    Te descargas mas de lo que podrías comprar. Primero por el precio, y en otros casos porque no esta disponible para comprarlo.

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  2. Alberto Lacasa

    Dani, ok a las matizaciones. Algunas cosas;
    – Tienes razón en lo del software. Quizás es un mal ejemplo. Obviamente, no hablaba de los desarrolladores, por ejemplo, de microsoft sino de los freelance, que trabajan en proyectos concretos. Luego, los que tienen contrato, obviamente, no cobran por copias porque, hasta donde yo sé, no tienen ninguna ascendencia sobre la propiedad intelectual. Entiendo que la ejerce la empresa.
    – En lo del cine ya no estamos tan de acuerdo (también valdría para la música y para el software, claro). Es verdad que la relación no es directa. No es 1 descarga = 1 espectador perdido por lo que tú dices; mucho de lo que descargamos no iríamos a verlo. Pero sí hay una fuga de espectadores. Y también es cierto que hay un perfil de consumidor que descarga para probar y luego compra. Pero no tengo claro que sea la mayoría. Y el olfato me dice que eso sólo pasa de forma generalizada con la música, donde el consumo recurrente es más constante. Con las películas intuyo que se produce menos. Y con el software dudo que alguien que lo tenga pirata 100% operativo compre una licencia legal.

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  3. Dani

    El caso es q ese escenario de la copia gratuita y universal es el nuevo escenario.
    Es una realidad q es imparable, pero ademas es q aporta un beneficio inmenso para todos. Y pienso que sin dejar de permitir ganarse la vida a los autores.
    Hay q buscar esas fórmulas y no criminalizar a gente q es q son tus clientes.
    Una metáfora q me gustó de un artículo comparaba la nueva realidad de internet con un torrente caudaloso bajando por la ladera. La industria de las copias quiere construir una presa para contenerla y q no destruya su central nuclear, en vez de construir una central hidroelectrica.

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  4. Dani

    Por el otro lado sobre la ética de unos y otros, un caso ilustrativo es el software musical pirata usado en producciones discograficas millonarias. Eso si es con animo de lucro y para mi mucho mas censurable.

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  5. Alberto

    Hola Dani!

    Totalmente de acuerdo. La industria tiene que aceptar la nueva situación porque es lo que hay, quiera o no. Y, además, en la industria (no sólo la musical sino en general) es cierto que hace uso de software de pago pirateado. Excepto en instalaciones muy grandes, también conozco muchos profesionales de lo audiovisual que quieren cobrar por su trabajo, pero el software es pirata.

    Estamos todos metidos en una rueda de la que tenemos que salir para que hacer música, películas, libros o arte en general tenga sentido más allá de las subvenciones. Y saldremos.

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