Twitter ha integrado una herramienta muy viral que consiste en un top 10 de las palabras más escritas en su servicio. Desde hace unos días he estado viendo el nombre de Susan Boyle. Prometo que no tenía ni idea de quién era, pero decidí investigar y pronto di con ella.
En la versión inglesa de Factor X, Britains got talent, una participante parecía más adecuada para el mítico El semáforo de Chicho Ibáñez Serrador. Cincuentona, de pueblo, poco atractiva, con aire de no enterarse mucho de la película. Vamos, ideal como pareja de Cañita Brava.
En cuanto salió al escenario, las risas burlonas y las caras socarronas del jurado, prometían un número patético que la haría volver al pueblo siendo el hazmereir de todos.
Pero sólo ponerse a cantar se produce la sorpresa. Detrás de un packaging horrible se esconde una voz que conecta con el público. Pero gente con buena voz es mucha. De hecho, por eso yo personalmente es algo que no valoro demasiado.
Entonces, ¿qué hace diferente a Susan? Para mi, la respuesta es; respecto a nosotros, nada. Está claro que nadie se identifica con un paleto de pueblo, pero sí nos identificamos con un ser kafkiano que lucha contra unas fuerzas superiores que no nos dejan evolucionar. Y ahí surge la identificación total del público con Susan.
De alguna manera, viéndola, el espectador siente algo parecido a como si feura él mismo el hiciera pagar a toda la gente que le ha hecho trabanquetas, que lo ha minusvalorado. En el fondo, es la clave del éxito de una película como Forrest Gump, por cierto, claramente sobrevalorada, o programas como OT. Lo curioso es que, en un principio, nosotros somos los «malos». Todos participamos de la burla general. Y encima, la identificación se produce, sobre todo, por su patetismo.
No sé si todo esto puede ser un montaje del programa, pero en todo caso, tengo que reconocer que me emocionó verlo. Y es agradable ver como, algunas veces, lo inesperado suecede.
No puedo embeber el video, pero os paso el link; https://www.youtube.com/watch?v=U7ePBpHvq1A
Desde sus inicios, los medios de comunicación han ejercido, no sólo de mediadores de la información, sino también como el embudo que decidía qué podíamos saber y qué no. No hemos sido pocos los que hemos hablado de la responsabilidad que tenían los medios respecto a lo que mostraban por pantalla. Y, de hecho, continua sin ser gratis que grandes cadenas como tele 5 dediquen el grueso de sus informativos a noticias de sucesos.
El último ejemplo lo podemos encontrar en las manifestaciones que esta semana se están produciendo en Barcelona. Los medios han vuelto a utilizar toda su fuerza para condicionar, mediante la imagen, nuestra opinión de lo que está sucediendo en la ciudad condal entre los mossos, la universidad y los estudiantes. Y no hay ninguna duda que consiguen, y mucho, el objetivo buscado. Desde las portadas de ayer de El Periódico, donde no se ve a la policía agredir a nadie, hasta la de El Mundo con los estudiantes atacando literalmente con senyeres, pasando por la portada del Avui, donde la policía agrede con fuerza.
Pero esa función de control de la opinión pública, que continua siendo muy relevante, está perdiendo fuerza. Por supuesto, siempre habrá unos «embudos» en comunicación, unas patas sobre las que se asentará gran parte de la opinión pública. Pero eso no es un problema, ya que todas las sensibilidades ideológicas están representadas tanto en los medios escritos como en los audiovisuales.
La clave es que ese sistema «nodal» se está multiplicando no en lo ideológico sino en las fuentes de información. Y eso modifica nuestra percepción de los hechos. Cada vez es más complicado controlar la opinión pública porque gente anónima es capaz de ofrecernos el material de forma directa. Y, en algunos casos la viralidad o transmisión boca oreja a velocidad de vértigo, prende como la mecha de una dinamita. Y, en ese caso, tanto da lo que digan los medios. Todo cae por propio peso, en una dirección o en la contraria.
Creo que el caso en el que eso se hizo evidente por primera vez para el común de los mortales a escala mundial fue con el ahorcamiento de Saddam Hussein. Todo el que quiso pudo ver la versión extendida en youtube. Y es justo lo que está pasando con las manifestaciones de las que hablábamos. Por ejemplo, hay un colectivo que se dedica a grabar todas las protestas que se producen en Barcelona, dando su particular punto de vista sobre el asunto.
Está claro que estos videos también tienen carga política como las portadas antes mencionadas. No en vano, uno de los mejores planos desde ese punto de vista es el del lápiz en el suelo mientras la policía está detiendo a los manifestantes. Pero la diferencia está en que el acceso que hubiéramos tenido a estas imágenes hubiera dependido de que alguien en algún medio convencional hubiera aceptado las imágenes. Y ahora, en cambio, tenemos un nuevo elemento de juicio. Con ello se acaba la función censora de los medios tradicionales. Si algo le interesa a la gente, da igual lo que hagan porque nos llegará tarde o temprano. Y acabará por condicionarnos tanto o más que lo que ellos publiquen.
Yo creo que, poco a poco, todo el mundo va comprendiendo lo complejo de la comunicación actual. Para muestra, os dejo con otro de los vídeos donde, sobre la mitad, un policía se acerca para agredir al cámara, que intuyo de aspecto similar a los manifestantes, hasta que duda y uno de sus compañeros se lo lleva de allí como pidiéndole que no les meta en un lío.
Estos días ha dado la vuelta al mundo la historia de la exconcursante xenófoba de Gran Hermano que, a punto de morir, ha vendido en exclusiva su proceso de agonía. Y todo por una buena causa, pagar la educación de sus hijos.
El tema ha traído cola porque muchos opinan que es inmoral. Otros dicen que es bello porque el fin demuestra un amor increíble por sus pequeños. Incluso entra en el debate el papel que juega la televisión en todo esto. En mi opinión, el debate es profundo, pero caduco.
Vaya por delante que cada uno hace con su vida (y su muerte) lo que le da la gana. Y si alguien quiere vender en exclusiva su muerte, pues perfecto. Y si a alguien le interesa semejante estupidez, es muy libre de tragar tanta basura como le plazca. Faltaría más.
Ahora bien, ¿tiene derecho una televisión a hacer esto? Muchos defienden que son empresas privadas y que, por tanto, pueden hacer lo que quieran. Y si la gente lo consume, pues adelante. El problema es que eso es una media verdad. Estos medios hacen uso de un bien muy escaso, el espacio radioeléctrico. Por eso, el Estado hace un reparto de ese bien en base a unos criterios. Así, es cierto que son empresas privadas pero en base a una concesión pública. Y esa concesión tiene unas condiciones. Y si no hacen un uso cabal de ese bien, hay que retirárselo.
No es sólo una cuestión inglesa este debate. También en nuestro país se producen contenidos de una dudosa talla ética. Sin ir más lejos, hace muy poco se estrenó La caja, un programa donde gente con fobias sufre un tratamiento al más puro estilo conductista de la naranja mecánica.
Por tanto, el debate pasa a ser ¿debemos aceptar que un medio malgaste ese bien de todos en tamaña estupidez? ¿Y quién decide eso? Mientras algunos nos tiramos de los pelos, el hecho cierto es que a mucha gente le interesa vistas las audiencias que dan este tipo de programas. Así que, quizás, si les preguntáramos a ellos darían su aprobación.
Pero este debate ha perdido fuerza con la llegada de los youtube‘s porque esa responsabilidad que yo estaba exigiendo unas lineas antes, el hecho de que los medios decidan qué podíamos o no ver, ha dejado de tener sentido. Sin ir más lejos, todo el que quiso vio la muerte de Sadam.
Ellos no ocupan un espacio radioeléctrico que esté impidiendo que los demás puedan emitir. Ha dejado de ser un bien escaso. Además, cualquiera que esté muriendo (o cualquier otra cosa estrambótica que quiera explicarnos) podrá contárnoslo directamente. Y, cuando alguno genere un interés especial, siempre habrá alguien dispuesto a pagar una exclusiva. Y el debate dejará de tener sentido respecto a la responsabilidad de los medios.
Seguirá habiendo gente que cuestione la moralidad o ética de mostrar cierto tipo de cosas, pero estamos hablando de la libertad de que cualquiera me cuente lo que quiera. Y lo más interesante, se trata de mi libertad más absoluta de ver lo que me plazca. La responsabilidad de decidir si algo es visible o no, es mía. Y sólo mía. ¿Se os ocurre un escenario mejor?
Tanto TVE como Antena 3 han preparado una serie sobre las vivencias del 23-F y el rey, y sobre todo aquello que pasó en algunas de las horas más fatídicas, si no las que más, de nuestra corta democracia.
En los dos casos se trata de miniseries que utilizan los resortes de la ficción para relatarnos algo que ya hemos consumido como espectadores desde multitud de puntos de vista.
A mi me parece fantástico que se haga memoria sobre esos episodios dolorosos de nuestra historia. Por qué digo entonces que no me interesa nada estos seriales.
La razón es simple. Las miniseries tienen un tratamiento de ficción, al menos hasta donde yo sé. Y en la ficción el conflicto es fundamental, que es evidente que existe en este caso. Pero los conflictos que a mi más me interesan son los que se generan entre el protagonista y su entorno y con él mismo. Lo demás, tienen a ser películas de buenos y malos al más puro estilo Seagal.
A mi me motivaría ver a un rey que duda si secundar o no el golpe, que dudara del propio sistema que estaba promoviendo, que temiera por su vida y, en algún momento, prefiriera protegerla antes que a la nueva monarquía parlamentaria.
No tengo ni idea de si todo eso se produjo o no. Incluso es posible que su integridad fuera tan robusta que las dudas no le asaltaran ni un segundo. Lo que es seguro es que, con la importancia que tiene su figura, nadie se atrevería siquiera a plantearlo. Y eso lo convierte en un personaje muy válido para la historia de España pero muy pobre para el argumento de un drama.
Ejemplos los hay. El último que recuerdo es Salvador, sobre Puigantich. Unpersonaje interesante para un documental, como el rey, pero pobre para una ficción por lo intocable de su integridad.
Así las cosas, cuando emitan sendas miniseries, probablemente estaré viendo cualquier otra cosa más provechosa. Si la TV me lo permite, por supuesto.
ACTUALIZACIÓN: Ayer pude ver los primeros minutos de la versión de Antena 3 y he de decir que me equivocaba en lo del punto de vista. En realidad, no basa su visión en el rey, como sí hará la versión de TVE. De todas formas, la crítica que va implicita en el post respecto a la historia simplona sigue en pie. En 2 minutos que aguanté, ya pude ver una sobreinterpretación lamentable de un militar con cara de malo malísimo y un actor al que se le iba el texto. Da una idea de cómo se las prisas con las que se ha producido. Lamentable…
Nunca he sido nunca demasiado amigo de las series de televisión. Mientras algunos de mis amigos y conocidos disfrutaban con series como Friends, CSI o Expediente X, a mi me parecían insoportables, cuando no infantiles y estúpidas. Eso por no hablar de las españolas como Aída, hospital central…
La cosa es que me recomendaron tanto ver Lost que, al final, lo probé. Y se convirtió en una de las experiencias más increíbles que he tenido nunca viendo una serie.
Lost basa su estilo narrativo en una teoría de su creador, J.J. Abrams que él llama la teoría de las mistery boxes o cajas misteriosas. Para él, el secreto radica en ofrecer al espectador una caja misteriosa al espectador, sin darle información de lo que hay dentro. Y, cuando la abras y le descubras el contenido, dentro tiene que haber otra caja misteriosa con otra pregunta nueva.
Esta propuesta en la forma de presentar la información al espectador la vehicula a través del tiempo. Son los saltos hacia adelante y hacia detrás los que sustentan esas preguntas sorpresa.
Es una nueva forma de tratar la elipsis, artificio que consiste en explicar las causas y los efectos de un hecho sin mostrar el hecho en si (técnica muy típica en la comedia). Así, te muestran a unos personajes antes de enfrentarse a un reto que, con tu experiencia como espectador, intuyes acabarán de una forma en concreto. Después te situan a los personajes mucho tiempo después sufriendo las consecuencias de aquella situación que aún no has podido ver. Y resulta que jamás hubieras esperado ese final. Así, la pregunta pasa de ser; ¿cómo acabarán? a ¿cómo han llegado a esa situación?. Y cuando resuelven ese espacio intermedio ofrecen una nueva pregunta de similares características.
Pero no es sólo eso porque Abrams le ha dado una vuelta de tuerca más. En algunos momentos no sabes bien si estás en el pasado o en el futuro. E incluso a veces piensas estar en un tiempo concreto para luego descubrir que estás en el contrario.
Lost brilla enalborando la bandera de lo que parece que será la post-postmodernidad, con su transnacionalidad (en los personajes de todo el mundo), su tratamiento del tiempo y su nueva forma de entender el discurso narrativo. Y ya no es difícil apostar por que pasará a la historia como una de las mejores tramas de la televisión.
Gracias al blog de Araque, aterricé en la noticia publicada por el país digital donde se anuncia que Toni Cruz y Josep Maria Mainat han dimitido de sus cargos en Endemol. La noticia es más importante de lo que parece, porque esta pareja, sumada a Miquel Àngel Pascual, han parido algunos de los programas más creativos de la televisión.
Haciendo un poco de memoria, empezaron a finales de los 60 en Canet de Mar con ganas de hacer un grupo pop, según explicó Toni en un documental que pasaron en TV3. Pronto, se convirtieron en uno de los grupos que más vendían en Catalunya y algunas de sus canciones y discos se convirtieron en memorables. Combinaban canciones de puro cachondeo, como «la patata«, con otras de carácter satírico como «el primer cop» (en castellano «mi primera vez», sobre la pérdida de virginidad democrática de las primeras elecciones) o «com el far west no hi ha res«.
En alguna ocasión tuvieron problemas con la censura, como cuando en uno de sus discos incluyeron «el general Pum-pum», que es una canción catalana infantil de toda la vida, pero las autoridades franquistas pensaron que se referían al «fresco general proviniente del noroeste» que «reinaba en España» en aquella época (según definición de la genial «la codorniz» ;-)).
Llegada la democracia, su tono se volvió más superficial y consiguieron grandes éxitos en la televisión como «no pasa res» o el «tariro tariro» para en 1987 abandonar su actividad como músicos y cómicos. Entonces fundaron «Gestmusic», que asociada a Endemol, se ha convertido en una de las más grandes, si no la más grande, productora en España. Entre sus éxitos cuenta OT, Fama, Crónicas Marcianas, Gran Hermano o, actualmente, ¡Mira quién baila! No está mal, ¿no?
Después de un susto de salud, Miquel Àngel dejó la productora, pero Mainat y Cruz continuaron hasta ahora. Por lo que publica el país, el abandono se produce después de desaveniencias con la dirección de Tele 5, que es la propietaria de Mediaset y que, a su vez, controla Endemol. No sé si tiene que ver, pero ultimamente Gestmusic ha reducido muchísimo el número de programas en cartera. Han llegado a producir una quincena de programas y ahora sólo hacen 2 relevantes (¡MQB! y OT), además de 2 de llamadas de estos que tanto han proliferado en las madrugadas.
No sé si esto supone su retirada definitiva, pero desde luego sería una gran pérdida. Nadie es imprescindible, de eso no hay duda, pero es una pena que esto se produzca por desaveniencias. Espero que, de una manera o de otra, sigan provocándonos con sus creaciones.
El varón del bidet en castellano;
El varó del bidet en català;
ACTUALIZACIÓN: Escuchando RAC1 esta tarde, por ahora los exmiembros de la Trinca aún no tienen aceptada la dimisión. Y, por lo visto, el conflicto ha venido por el nuevo programa que están preparando con Sardà. No han dado más detalles.
Para entender twin peaks, como con casi todas las series o películas, es importante entender el contexto en el que se produce. Y, en este caso, los dos motivos más importantes a tener en cuenta son; las series de la época y el propio autor.
En aquel momento, triunfaban dos series que también han sido capaces de quedarse en el imaginario incluso de aquellos que no las vimos apenas; «Santa Bárbara» y «Dallas». Eran dos culebrones que presentaban a unos personajes que, no sólo se vanagloriaban de ser malos sino que, incluso, resultaban glamurosos. Vivían envueltos en riqueza, en el american dream al que aspiramos casi sin darnos cuenta.
Siempre digo que David Lynch, junto con Tarantino, son las dos mayores recicladoras de mierda. Y me explico. Sus influencias tienden a ser subproductos de serie b, la mayoría aborrecibles desde el minuto 1. Y, en cambio, consiguen convertirlo en algo interesante y atractivo. Al menos para mí 😉
En este caso, Lynch juega a la contraposición. Toma la idea de poner a la serie el nombre de una ciudad, pero la convierte en una antiutopía, en un lugar siniestro. Donde había viñedos, coloca chimeneas humeantes. Donde había ricos, coloca a estridentes personajes. Donde había luz, aparecen tinieblas. Donde había música «triunfal», escuchamos música inquietante. Como muestra, os paso las caretas de las 3 series para que comparéis;
Por otro lado, hay un aspecto muy interesante en la segunda temporada. Los que no la hayáis visto, ojo porque voy a contar cosas. Y vaya por delante que no he acabado de ver la serie, así que cuidado con lo que me ponéis 😛
Si os fijáis, en la segunda temporada, el asesinato de Laura Palmer actúa como un selluelo para luego entrar en el tema que de verdad parece interesarle a Lynch; los ovnis o espíritus o lo que demonios sea. En el capítulo 7 descubrimos al asesino y en el 8 muere, por cierto, en uno de los momentos más increíbles. Pero ojo, porque durante esos primeros capítulos plantea las bases de lo que viene detrás. Este concepto, el de hacer seguir al espectador un elemento de escasa relevancia, lo «inventó» uno de los más grandes genios; Alfred Hitchcock. Es lo que llamó Mcguffin. Hay una película de Hitchcock donde lo utiliza de una forma similar a esta, descubriendo al espectador que la importancia está en otro lugar a media película; «psicosis». Cuando empieza la historia, pensamos que nos cuenta cómo una joven escapa de la policía después de robar una maleta llena de dinero (este es el mcguffin). A media película la matan y descubrimos que lo realmente imporante es el hostal y sus «inquilinos»!!!
Por otro lado, uno de los momentos sobresalientes, como me dijo David, es el momento en el que se conoce al asesino. Allí se produce un juego muy interesante, mostrando indistintamente al «espíritu» que controla la voluntad del padre de Laura, y al padre mismo. ¿Os recuerda a una película? Si! Al final de «psicosis»!! Curioso puente, ¿no os parece?
Junto con este momento de cambio (alrededor del 8), que también se produce de alguna manera en la primera temporada en el capítulo 3 y el entierro de Laura, no sólo hay un cambio en el tema central de la serie, sino en casi todas las tramas, que pasan de mal a peor. Y llama la atención porque en muchas de ellas se produce aquello que los personajes deseaban. Y acaba por convertirse en una pesadilla. El caso paradigmático es el del dueño de la gasolinera, casado con una maniacodepresiva, y enamorado de la camarera de la cafetería. Como espectador, llegas a pensar que, a poco que su mujer fuera algo positiva, él lo llevaría mejor. Y, efectivamente, el cambio se produce. Y se convierte en una adolescente fogosa que es mucho peor que la anterior.
El planteamiento me encanta, aunque he de decir que los últimos capítulos que he visto, tras la solución del caso, no me parecen tan buenos (voy por el 15). Ya os contaré qué me parece lo que queda y la película. Eso sí, «fire walk with me» por siempre más.
Cuando estrenaron Twin Peaks, yo tenía 11 años y, la verdad, me atraía muy poco. Con el tiempo conocí a David Lynch, que creó la historia y, durante mucho tiempo me dije que tenía que recuperarla. Por fin lo he hecho y ha sido una de las experiencias más brutales que he tenido.
Quiero dedicarle un par de posts, el primero sobre el estilo de la serie y el segundo de las influencias.
Yo creo que David Lynch tiene 3 etapas muy diferentes. Al principio, sus películas eran muy oscuras y difíciles de ver, en el sentido de que resultaban casi dolorosas, como los cortos «six heads getting sick», «grandmother» o la película «cabeza borradora». Poco a poco, sus historias se fueron aclarando y haciéndose más «normales»; es la época de «corazón salvaje» o «terciopelo azul». La última, de unos años para acá, está volviéndose otra vez muy oscuro y con tramas muy difíciles de desentrañar, como en «mulholland drive» o «inland empire».
Pues bien, Twin Peaks se enmarca justo en la segunda época, en la menos atrevida y más comprensible para el gran público. Los personajes, aunque histriónicos, resultan por lo menos plausibles. A mi me encanta el personaje del agente especial Cooper (Kyle MacLachlan), el protagonista, que navega entre lo genial en sus deducciones y lo absurdo de sus observaciones en lo que no tiene que ver con la investigación (el cariño que, de repente, coge a los árboles, la equivocada percepción que tiene al principio respecto a la gente del pueblo, la intervención de los sueños en sus decisiones…). Hay otro personaje muy importante, Diane, que sólo aparece de forma indirecta citada en las cintas que Cooper va grabando a lo largo de la serie (he de decir que estoy en la segunda temporada y quizás aparece después).
Además, hay montones de elementos lynchianos; la habitación onírica de color rojo con el enano, la mujer que acuna entre sus brazos a un tronco, la adolescente sexualmente precoz con tintes vougeristas,…
En general, Lynch siempre cuida mucho la música, y la serie no es una excepción. Simplificando, van apareciendo 3 temas constantemente que refuerzan las situaciones; una de tono cómico, otra de tono emocional (ya sea triste, ya sea porque resuelve una situación amorosa…) y otra de tono angustioso. Aprovecha a la perfección las posibilidades que le da este recurso narrativo para marcar mejor el ritmo de la historia.
En la primera temporada creo que hay una escena que es la clave. En los primeros 3 capítulos, percibimos un pueblo donde parece que no pasa nada, donde la muerte de una adolescente es un hecho aislado en una especie de remanso de paz. Así se encarga de recondárnoslo Cooper constantemente (llega a plantearse comprarse una casa). Pero en el entierro de Laura Palmer todo se destapa, todo el dolor supura, y las heridas mal cerradas vierten más dolor del que nadie pudiera imaginar.
Quería aprovechar para analizar una de las escenas, el momento en el que los padres de Laura descubren que ella ha muerto. Os la pongo;
Vaya por delante una aclaración que puede resultar obvia, pero no lo es tanto. El cine (y la ficción en tv) es, sobre todo, imagen. Lo que quiere decir que, salvo honrosas excepciones, los diálogos que lo dicen todo, aburren. Un buen guion no es, como mucha gente piensa, unos grandes diálogos (que también) sino aquel que se entiende prescindiendo de ellos. Y en este caso se aprecia donde la conversación es casi irrelevante.
La madre busca a Laura y esta, lógicamente no aparece. El padre está a punto de cerrar un negocio bastante importante. Y la madre llama. El padre está feliz, las cosas le van bien. Sarah, la madre, pregunta; «está laura contigo?». Nosotros ya sabemos que ha muerto. Y cuando, a la vez que se dice esa frase, vemos llegar el coche de policía por la ventana somos conscientes de cómo va a acabar todo. Por cierto, es una gran fórmula para hacer participar al espectador, que piensa «ui, ui, uiiii…».
De fondo, un sonido grave pero constante, mantiene la tensión a flor de piel. El padre intenta tranquilizar a la madre; seguro que está con Bobby. Pero nosotros estamos viendo cómo el policía se acerca con malas noticias.
Y el policía entra. Nosotros no lo vemos, pero lo sabemos porque hemos escuchado la puerta y, además, el padre mira en esa dirección. Mientras le dice a su mujer; «take it easy» (tranquilizate). Lynch alarga la secuencia mostrando un plano del policía preguntando por el padre. A priori es innecesario. Nosotros ya sabemos qué anda buscando. Pero de esa forma genera alarga nuestro sufrimiento como espectadores. Y vuelva a ver al padre. Sólo con la frase; «sheriff thruman» entendemos que el padre ha entendido. Casi se le ha escapado. Y su mujer, al otro lado, lo escucha. Y los nervios empiezan a apoderarse de ella. Se genera una tensión magistral con muy pocos detalles.
Y todo empieza a tomar cuerpo; la madre empieza a decir «oh, dios mio», el padre deja el teléfono poco a poco, y el sheriff se quita el sombrero, signo inequívoco de que va a dar una mala noticia. Mientras la madre se pone histérica, vemos que el padre se prepara para el golpe con el simple movimiento de ponerse de pie. Y la conversación de a continuación es una obra maestra;
El sheriff pone su mano en el hombro del padre rompiendo la distancia y el padre dice antes de que le pueda decir nada; «es sobre laura». Casi una afirmación. «eso me temo». ¡Aquí nadie ha dicho «laura ha muerto» y hay una tensión increíble! La música se transforma en la melodía de «dolor». Y todo se derrumba. El padre suelta el teléfono y, al otro lado, su mujer escucha el golpe. Es su forma de decirle (sin palabras) que su hija ha muerto. Comprendemos que la madre lo ha entendido cuando dice; «mi pequeña». Y chilla.
Para acabar de dar la última puntilla, aparece el socio del padre semienfadado porque no ha traído los contratos. Es un truco de guión para acentuar el dolor. Pero entiende que algo pasa y, mientras la música sube de volumen, el padre dice ahora sí, por fin; «mi hija ha muerto».
Para cerrar la escena, vuelve la música de intriga, mientras vemos el teléfono descolgado y escuchamos el último grito desgarrador de la madre. Ese teléfono, suelto, casi olvidado, dice mucho más que mostrar directamente a la madre destrozada. Da profundidad a la narración, realza el siguiente plano y es una metáfora mucho más interesante.
Me parece de una delicadeza increíble. Dos minutos que son una auténtica joya de la historia de la televisión.
Me entero por chicadelatele que Sofres va a aumentar el parque de audímetros para mejorar las estimaciones de audiencias de la televisión. Hace muchos años que el cálculo de audiencias, no sólo en la televisión sino en general, está sujeto a mucha polémica.
Son muchos los que dicen que estos estudios no tienen validez porque algo más de 3800 muestras no pueden ser representativas. Que las mediciones son mejorables no hay duda, pero de ahí a que no tengan validez… Vamos a analizarlo por partes.
En primer lugar, la distribución de aparatos no se hace por puro azar, que en este caso podría llevarnos a un sesgo (por ejemplo colocando «demasiados» aparatos en una zona geográfica o estrato social concreto). Para entendernos, el clásico ejemplo de la moneda al aire. Si lanzasemos una moneda 100 veces al aire, es probable que unas 50 sean cara. Pero si lanzo muy pocas, no tengo ninguna garantía de no acabar con un 80% de caras.
¿Sabéis quién acierta primero el número de escaños en las elecciones catalanas? CiU. ¿Sabéis por qué? Porque nada más iniciarse el recuento de papeletas, ellos cogen SÓLO la primera papeleta de SÓLO 100 colegios electorales. Y la clavan diputado arriba diputado abajo. ¿Por qué? Pues porque han escogido una muestra muy pequeña pero muy representativa. Esto que digo podéis comprobarlo en las próximas elecciones, si queréis.
Por lo tanto, el reparto de aparatos evita el sesgo. Una vez repartido, estos 3000 y pico aparatos los tienen familias de 3 personas de media, así que son alrededor de 10 mil personas las estudiadas. Una muestra de este tipo para un país como España conlleva un margen de error del 1%. No creo que a nadie le parezca una cifra excesiva. Hay que tener en cuenta que, hasta hace 4 días, las comunidades que tenían más canales, tenían 6 TV’s en abierto, lo que hace que la media de audiencias tenía que girar en torno a 15%. Un 1% no es representativo.
Pero la distribución y la cantidad de aparatos sirve para lo que está diseñado, para analizar las audiencias a nivel de España. Para lo que NO sirve es para analizar si las mujeres entre 20 y 30 años ven tal o cual cosa o si en la ciudad de Barcelona prefieren Tele 5 a Antena 3. ¿Por qué? Porque si quisiéramos extrapolar con los datos que tenemos de los aparatos de Barcelona sí que resultaría una muestra muy pequeña.
Uno de los debates que ha habido últimamente ha sido porque TV3 considera que el sistema de análisis le perjudica. De hecho, con la colocación de nuevos aparatos TV3 ha bajado considerablemente sus niveles de audiencia. Con el objetivo de ser más representativa, SOFRES ha colocado gran parte de los nuevos aparatos en casas de inmigrantes. Si a eso se le añade que nunca ponen aparatos en segundas viviendas, el sesgo para Catalunya es enorme en contra de los «intereses» de TVC. El error, en este caso, está estimado en casi un 5%. Pero repito, el análisis de audiencias es valido sólo para toda España.
El mismo problema lo encontraríamos si quisiéramos saber qué ven los niños o las personas de poder adquisitivo alto. Sería fantástico que eso pudiera hacerse, pero no es el caso.
Con la llegada de la TDT las reglas del juego han vuelto a cambiar porque han aparecido multitud de canales y, muchos de ellos, de ámbito local. He contado que, en la ciudad de Barcelona hay del orden de 40 cadenas. En ese caso, es evidente que la media de la audiencia para todos los canales ha de ser necesariamente 2,5%, con lo que un 1% sí que es un margen de error enorme. Y el error es mayor aún si tenemos en cuenta que las de «toda la vida» tendrán unas medias muy superiores y, por tanto, arrastrarán a las otras a cifras mucho más próximas a ese 1%.
SOFRES dice que llegará a los 4500 aparatos. Eso nos lleva a que el estudio de SOFRES continuará siendo válido pero sólo para las grandes televisiones a nivel estatal. O sea, más o menos, como hasta ahora.
Hay otro ejemplo de conflicto con las mediciones en casos excepcionales como por ejemplo, el futbol, cuando muchos vamos al bar a ver a nuestro equipo y, por tanto, el aparato no registra el consumo de televisión que hacemos. Pero son situaciones muy puntuales.
Para acabar, me gustaría resaltar que, a pesar de las críticas, es mucho más fiable que la mayoría de audienciametrías que hay por ahí para las radios, o la prensa, que se basan en «usted que escuchó ayer?». Está ya muy manido el ejemplo de que si todos los que dicen ver los documentales de la 2 lo hicieran realmente, sería líder de audiencia, pero creo que en este caso es muy descriptivo.
En resumen, no le pidamos al estudio de Sofres lo que no es. ¿Quieres saber cuánta gente vio ayer el último capítulo de «yo soy bea»? Busca en SOFRES. ¿Quieres saber cuántos catalanes miran tv3? Ve con ojo, porque los datos tendrán un error muy alto (he leído no sé dónde que ronda el 5%).
NOTA: Me hubiera gustado contrastar los márgenes de error con SOFRES pero, a pesar de que los solicité hace casi dos semanas no he recibido respuestas. Si alguien tiene datos con garantía plena de lo que digo, por favor, que lo diga.
Hace tres de años (creo), con la fotogramas venía un DVD con cortos. Un par de ellos eran de un grupo de amigos y eran desternillantes.
No sé si aquello era la semilla de lo que luego se convirtió en «Qué vida más triste» o la cosa ya venía de antes. En todo caso, es un videoblog semanal de humor donde nos cuentan las venturas y desventuras de borja, un joven que no encuentra su lugar. No pude evitar seguirles la pista durante un tiempo, aunque luego se la perdí.
Ahora me entero por el twitter de @escapadarural (y no sé dónde lo he leído antes) que iban a aparecer en la sexta.
Yo creo que esa es una buena alternativa para todos los que estamos en esto del webTV mientras no explota el mercado. ¡Felicidades al equipo y mucha suerte!