¿El final del realismo tímido?

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Cahiers du cinema es siempre una fuente de reflexión muy interesante. Este último número lo han dedicado al estado del cine en España y un artículo, con más preguntas que respuestas, de Àngel Quintana, profesor titular de Historia y Teoría del Cine de la Universitat de Girona, me ha ayudado a comprender el por qué de las cosas de nuestro cine.

Àngel constata que los años 90, triunfó un cierto cine de autor postmoderno en el que lo importante era la mirada personal. Pero era una mirada aséptica no necesariamente ligada a la realidad que nos rodea. Entre ellos destaca autores como Juanma Bajo Ulloa (Airbag, La madre muerta), Julio Medem (Vacas, Los amantes del círculo polar) o Álex de la Iglesia (Acción mutante, El día de la Bestia).

Con la llegada del nuevo milenio, empezó a triunfar una serie de autores que hacían producciones medianas que se contextualizaban en un cierto entorno. Se trata de un cine realista con una cierta conciencia social y partiendo de unas premisas más bien próximas a la izquierda.

Paradójicamente, estos autores no hacen un cine político en sentido estricto. En la mayoría de estos films, el posicionamiento político es muy débil, «tímido». No hay una voluntad de lanzar un discurso en el que se presente unas posiciones como negativas y otras como razonables. Más bien son un retrato social de ciertos ambientes sociales.

Los máximos exponentes de este movimiento son Fernando León de Aranoa (Barrio, Familia, Los lunes al sol, Princesas…), Icíar Bollaín (Flores de otro mundo, Te doy mis ojos…), Achero Mañas (El bola, Noviembre…) o Gracia Querejeta (Héctor, 7 mesas de billar francés…). Aunque León de Aranoa quizás sí tiene una lectura algo más política, personalmente sólo recuerdo un film especialmente posicionado; ¡Hay motivos!, donde bastantes realizadores pedían el voto por la izquierda.

Este tipo de cine es lo que Àngel llama realismo tímido, básicamente producido en Madrid. Aunque no consiguieron acabar con el típico y constante visión de que el cine español está en crisis, estas películas consiguieron atraer al público a las salas ofreciendo producciones de una cierta calidad. El problema es que jamás consiguieron cruzar las fronteras. Ningún país parecía estar interesado en nuestras producciones, si descontamos a Almodovar, Amenabar y, en otro ámbito, Coixet.

Pero en el 2006 se produjeron dos films también de autor esta vez con clara vocación internacional y de alto presupuesto; Alatriste, de Agustín Díaz Yanes, y El laberinto del Fauno, de Guillermo del Toro, claros predecesores en la épica de la actual Ágora, de Amenabar. Es como si el cine patrio decidiera lanzarse a cruzar las fronteras (cosa que Alatriste apenas consiguió) y que, como actitud de mercado, me parece muy acertada.

En paralelo, un cierto cine de vanguardia y muy bajo presupuesto, ha crecido a una gran velocidad, que hace un gran uso del género documental y con base en Barcelona. Cuenta entre sus máximos exponentes autores como Jordà (De nens, 20 años no es nada), Guerín (la ciudad de Silvia), Lacuesta (Los condenados), Recha (Dies d’Agost, Petit indi), Portabella (El silencio antes de Bach), Rosales (La soledad, Tiro en la cabeza) o Albert Serra (El cant dels Ocells).

Curiosamente, este cine minoritario está consiguiendo cruzar las fronteras y triunfar en los festivales internacionales y Àngel Quintana se pregunta si esto implica un cambio de ciclo creativo. Así podría estar abriéndose una brecha que la nueva ley del cine podría acabar por fomentar, entre grandes y pequeñas producciones en las que no parecen tener cabida las producciones típicas del último decenio ¿Estaremos ante el final del realismo tímido? ¿Se abre un nuevo camino a producciones de bajo coste pero más atractivos para mercados (también minoritarios) internacionales? ¿Cuál será el rumbo que tomará nuestro cine?

El artículo (de hecho, toda el número de Octubre) analiza estos posibles cambios, las estructuras productivas, las inversiones de las televisiones y los nuevos modelos creativos. Yo no tengo claro que esté acabando este tipo de cine. De hecho, películas producidas en Barcelona en ese entorno no tan documental, ha hecho dos films como Lo mejor de mi (Roser Aguilar) o Tres dies amb la família (Mar Coll) que podrían tener puentes con el realismo tímido.

En todo caso, es eviente el crecimiento espectacular que ha tenido el documental y parece una evidencia que todo ello acabará por influenciar con fuerza el resto de la producción. Es bueno que nuestro cine triunfe fuera de nuestro país aunque sea en ámbitos minoritarios, y acabará por darnos réditos desde diversos puntos de vista (no sólo económicos). Quizás estemos encontrando nuestro camino.

Las películas de Octubre

Este mes de Octubre ha venido marcado, como estaba previsto, por los musicales y Battlestar Galactica. Más allá de la serie, que estoy a punto de acabar (he visto unos 30 capítulos este mes) y que cada vez me interesa más conforme se acerca el final (me quedan unos 5), este mes he visto 16 películas. No está mal… Son más de 50 horas de ficción. Tuvo mucho que ver la gripe, que no tuvo piedad, y que me convirtió en una especie de un lamentable resto humanoide sobre la cama.

Al grano; la recomendación, sin duda, para la película que ganó en el Festival de Sitges; Moon, de Duncan Jones. Creo que es una de las propuestas más inteligentes que hay en las pantallas ahora mismo. Cuenta la historia de un minero que lleva trabajando casi 3 años en soledad en la luna y empieza a sufrir algunas alucinaciones que le revelarán una terrible verdad. Como digo en la crítica, tiene algunos errores de guión, pero en general, te absorbe. Tiene un gran sentido del ritmo y de la estética.

No hubiera sido justo ponerla como la recomendación al lado de Moon, pero creo que los fans de Woody Allen tienen que ir a ver Si la cosa funciona. Me parece que, en cierto modo, recupera al Allen más divertido. Yo creo que esta vez se desmelena con un alter ego no interpretado por él, que le permite dotarlo de un perfil más corrosivo.

El gallifante del peñazo, sintiéndolo mucho, no tengo más remedio que entregárselo a rec 2. Balagueró suele darme una de cal y otra de arena. En algunas ocasiones me ha hecho disfrutar mucho y en otras, no tanto… REC era una historia con un final un pelo tramposo, pero muy divertida. Y es cierto que, en algún momento, te levantaba de la butaca. Rec 2 parece cogida con pinzas. Ya el arranque lleva a un esperpento tal, que te desenganchas.

Pero de producción nacional a producción nacional y esta vez para dar una buena noticia. La sorpresa me la llevé con Hollywood contra Franco. No tanto porque esperara antes de verla que no iba a gustarme sino porque, cuando la descubrí me llamó la atención su temática y, además, creo que me ha dado un nuevo punto de vista sobre la guerra civil española muy a tener en cuenta para capturar las esencias de nuestro presente.  Y detalles como que Franco consiguió censurar una película allí de la Columbia. ¿Os lo imagináis? ¡Influyendo en los Estates!

El clásico, como no podía ser de otra manera en la época que estoy pasando, es para un musical. En este caso para Melodías de Broadway 1955, con Fred Astaire y Cyd Charisse. Dirigida por el gran Minelli, cuenta la historia de una ex estrella de Broadway que vuelve a los teatros con una versión moderna de Fausto (es el personaje histórico-mitológico del medievo que vendió su alma al diablo a cambio de sabiduría). Tiene gracia la traducción que han hecho del título porque en inglés, ni se llamó melodías de Broadway, sino The band wagon (La banda del vagón), ni se estrenó en 1955 sino en 1953 (imagino, aunque no lo sé, que en España sí).

Y acabo con la película que más me ha gustado de las que hemos hecho en el XISC. Sin duda, La clase es casi imprescindible. Es un retrato de un curso escolar de un colegio de un suburbio de París. Está basado en una novela escrita por el mismo tipo que la protagoniza, y los alumnos son reales de esa zona de París. La película tiene mucho de documental y, en este caso es especialmente crítico lo que comentaba el otro día de la versión original. La espontaniedad de los alumnos desaparece al doblarlos.

Me pregunto qué me espera el mes de Noviembre. Por de pronto, tengo una buena lista para acabar los posts de musicales (que ya se acercan a su final) y un montón de estrenos para los que ¡no tengo suficiente tiempo! Por supuesto, si queréis, podéis lanzarme propuestas, que estoy seguro que hay muchos títulos que no tengo controlados y merecen la pena.

El valor de la versión original

Hoy se ha presentado la nueva ley del cine en Catalunya. Habría muchos aspectos a discutir sobre la ley pero hay un tema que destaca por su carácter noticiable; a partir de ahora, todas las películas con más de 15 copias deberán tener la mitad de sus copias en catalán.

Así que unos defenderán que esto es un ataque a la libertad de elección de las empresas y las personas. Pero lo que de verdad sucederá es que, con cinismo, no reconocerán que defienden eso porque sus «derechos» están ya cubiertos. Los otros defenderán los derechos inalienables del catalanoparlante sin reconocer que forzar las cosas suele ser una mala opción.

Mientras, un pequeño gurpúsculo de irreductibles (y que yo creo que va al alza) defendemos las bondades de la versión original. Y los motivos son muchos;

Educativos; Como la mayoría de films que llegan de fuera son en inglés, acostumbras el oído a la fonética inglesa y aprendes vocabulario. Si algún día soy padre, quizás optaré por contarle de viva voz o dejarle que lea la Cenicienta o la Ventafocs. Pero, si ha de contárselo Disney, creo que preferiré que vea Cinderella.

Culturales; Un idioma aporta una forma de ver el mundo y de entender las cosas. Lo dicen todos los lingüistas y, los que tenemos la suerte de tener dos idiomas maternos, deberíamos saberlo mejor que nadie. Ver cine en versión original, ya sea chino, francés, alemán o ruso, no te permite profundizar tanto como para captar la esencia de esa visión cultural. Pero su fonética sí que transmite cosas. Tener los poros abiertos para ser capaz de leerlas es enriquecedor.

El cine en castellano/catalán como elemento diferenciador; Yo sostengo la tesis de que la permanente crisis del cine español es porque no tenemos escuela. Aunque aquí no me voy a poner a explicarlo con detalle, en esencia se resume en que, para la gente, la única diferencia entre el cine español y el americano es que es más cutre. Aspiramos a contar las cosas como ellos lo hacen sin sus presupuestos. Marcar diferencias con el idioma podría ayudarnos a encontrar nuestro espacio.

Integridad de la obra; Una película es algo que lleva mucho trabajo. Los guionistas pasan horas pensando si tal frase transmite mejor o peor los matices que buscan para cierta secuencia. Y ese matiz acaba afectando a cómo el actor modula su voz. Cuando llega alguien detrás que reescribe ese guión, por muy concienzudo y brillante que sea en su trabajo, acabará por deformar necesariamente el trabajo que antes se hizo.

El sonido enlatado; Yo lo llamo así. Cuando veo una película doblada tengo la sensación de que la grabación se produce en una habitación aseptica, con un eco absolutamente irreal. Desconozco hasta qué punto las películas que nos llegan utilizan el sonido directo tomado del rodaje, pero a los que no veis las películas en VO, os recomiendo que hagáis una prueba. Coged un DVD, escuchad 1 minuto en VO y luego volved a verlo doblado. Fijáos cómo cambia el sonido. Suena como a lata. ¡A mi me saca de la historia!

Mutilación del trabajo del actor; Para mí es el elemento más importante. Fijáos en un detalle. El cine suele trabajar a distancias muy cortas del actor. No es como el teatro donde estos disponen de sus manos, brazos, piernas… En cine solemos tener sólo la cara. La cara y la modulación de la voz. ¡Pero con el doblaje machacamos la voz! Por lo que estamos destruyendo el 50% del trabajo de los actores. Sé que mucha gente se queja de que, con los subtítulos, se pierden las imágenes. Pero esto es parcialmente verdad. No niego que gastas un tiempo en leer. Ahora bien, cuando has visto muchas, aprendes a leer por encima los subtítulos para perder menos tiempo. Y, además, todo lo que pierdes de imagen lo ganas en la voz. Ver una película subtitulada te permite ver imágenes. Una versión doblada no te permite escuchar nada del audio.

Como en todo, es cierto que requiere un cierto esfuerzo inicial. Pero os aseguro que, con el tiempo, lo agradeceréis. Y vuestro bolsillo también se ahorrará algunas clases de idiomas.

P.D.: Como nadie va a hablar de esto porque a nadie le va a interesar, sabed que la nueva ley del cine en Catalunya también hace una apuesta por el cine en VO subtitulado. ¡Gran noticia que espero se traduzca en realidades! Claro que la consellería de educación hace un tiempo propuso poner las películas de TV3 en versión original con el dual en catalán y se armó la de San Quintín. Pero, si lo hacen bien, a medio plazo, la sociedad lo agradecerá.

El cine bastardo

Parece ser que en Madrid, La casa encendida, ha programado un festival para cortometrajes que han dedicido, por el motivo que sea, hacer uso de tecnologías de baja calidad. Por lo visto, veo en el blog de yerblues que el cortometraje Microfísica participa en el concurso.

Como concepto me parece más que interesante. Yo soy de los que está convencido que las nuevas tecnologías entendidas como las herramientas para registrar historias audiovisuales y los portales de vídeos generados por los usuarios, han (y están) modificando la forma de expresar dichas historias. Estamos rehaciendo el discurso.

Sobre este mismo eje, también encontramos movil film fest, en el que podemos encontrar algunas creaciones de mucho talento y que tienden a atraer a gente que no tiene por qué dedicarse a esto, lo que enriquece el caldo en el que se cuece la innovación de la narrativa audiovisual.

Los que viváis en Madrid o alrededores, ya nos informaréis 😉

Historia de los musicales (5): Llega el pop

Grease

La historia de los musicales empieza a la vez que nace el cine sonoro y toma el modelo del teatro de la época. Y, después de varias décadas de un éxito enorme, el público se fue apartando del género. Por lo menos, tal como lo habían entendido hasta entonces. Pero estos cambios no se producen de forma repentina.

El público que disfrutaba con los bailes de Astaire y Kelly, se fue haciendo mayor. Pero una nueva generación estaba mucho más interesada en otro tipo de musicales que ya anunciaba su nacimiento a principios de los 50, en pleno apogeo del clásico musical (recordemos que de aquella época son algunas de las mejores obras de la historia).

Se trataba de coger a estrellas de la música y ponerlas delante de la cámara. No era tan importante la capacidad interpretación del protagonista o protagonistas como la popularidad de estos. La factura tendía a ser más bien tosca y de escasa calidad pero de un éxito abrumador. En definitiva, es la semilla de lo que hoy muchas veces nos vemos obligados a sufrir on artistillas de medio pelo.

Hay 2 representantes fundamentales de esta incursión del pop en el musical. El primero de ellos fue el gran Elvis Presley que, aprovechando el tirón de James Dean y su Rebelde sin causa, protagonizó algunos films en los que hacía justo ese papel, eso sí, cantando como los ángeles.

Empezó en los 50’s con algunas de las más conoidas; Love me tender (1956) o El rock de la cárcel (1957) son dos ejemplos. Pero la época fuerte fue la década de los 60’s, donde Elvis participó en 27 películas.

El testigo lo tomaron el primer grupo capaz de mover masas con una fuerza inaudita y, aunque me encantan, siento decir que para mi gusto uno de los más sobrevalorados de toda la historia de la música; The Beatles. Más allá de gustos personales, el hecho cierto es que la banda que reconocía ni siquiera se escuchaba en los conciertos cuando tocaba de los gritos de las fans (no he podido evitarlo ;P). Participaron en algunas de las películas más conocidas de la historia del pop. Entre ellas, Help! (1965) o, la archiconocida, Qué noche la de aquel día (1964).
Yo no las había visto y me ha costado mucho acabarlas. Pero he de reconocer que el principio de Qué noche la de aquel día es fantástico.

Más allá de su calidad intrínseca, el hecho cierto es que su influencia ha sido fundamental para explicar cómo otras bandas de la época siguieron sus pasos y, sobre todo, la fuerte influencia que ejercieron sobre el resto de films a partir de los años 70’s.

No hay duda de que películas, como por ejemplo, Hair (1979) de Milos Forman, asumen los aires populares (y a ratos populista) de las películas basadas en grandes estrellas de la música. Yo reconozco tener auténtica adoración por este film y, sobre todo, por ese final contestatario y emocionante.
Me quedo con las ganas de ponerlo, pero a cambio pongo el arranque, que también es fantástico.

Creo que es innegable la influencia que ejercieron también sobre films que son estandartes de la cultura pop moderna; Fiebre del sábado noche (1977), de John Badham, y Grease (1978), de Randal Kleiser. Y también sobre una maravillosa rareza; The rocky horror picture show (1975) de Jim Sharman.

Es difícil explicar la experiencia que supone ver en directo esta película. Es una revisión del mito de Frankenstein pero desde una visión travestida. Una joven pareja enamorada a punto de casarse, acaba rodeada de un montón de iconos gays de una gran extravagancia. Si la veis en una sala de cine, veréis que el público llega disfrazado, con bolsas de confeti, pistolas de agua, diarios… Y, si con eso no tenéis suficiente para sorprenderos, veréis que el público, literalmente, participa del film; habla, grita, baila. Es una experiencia inexplicable que, si queréis, podéis ver por lo menos en Barcelona y, me consta, en Madrid. Os dejo con una brevísima secuencia.

En esta línea, incluiría un film que forma parte del imaginario colectivo de toda mi generación; Laberinto (1986) de Jim Henson, con David Bowie y una jovencísima Jennifer Conelly. Raptan a un niño por culpa de su hermana, que se verá obligada a cruzar un laberinto para dar con él.

Y, por último, otra gran obra maestra de los musicales de vanguardia con todo un disco de Pink Floyd; The wall (1982) de Alan Parker. Es un film casi incomprensible, que retrata de forma muy subjetiva, la historia de un tipo que no es capaz de escapar de los tentáculos de su madre.

Pero si en algo calaron de verdad aquellos primeros films de grandes bandas es su voluntad de transportar la música más allá de los Long Play. Las bandas dejarían de estar interesadas en hacer narrativa y, en cambio, convencieron a grandes directores de cine para que convirtieran algunos de sus conciertos en películas documentales.

Que nadie se equivoque. No se trata de esos conciertos grabados insípidos que hacen las bandas de hoy. Estoy hablando de documentales historia viva de la música, donde entramos en la realidad de los más grandes de la música rock. Donde profundizamos en una vida muchas veces atractiva y oscura que los encandila a la vez que los destruye.
Seguramente la más importante de todas es Woodstock (1970), de Michael Wadleigh, sobre el famoso concierto en contra de la guerra de Vietnam. Cerca de medio millón de personas disfrutaron en directo de este concierto, en el que participaron músicos y grupos como Santana, Janis Joplin, The Who o Joe Cocker. En ese momento, eran músicos que creían en aquello de «Haz el amor y no la guerra». Eran los idealistas del movimiento modernista.
Si hay un tema conocido de aquel concierto es la versión que Jimmy Hendrix hizo del himno nacional americano tratando de retratar todo el desgarro, dolor y desprecio que la guerra de Vietman estaba provocando entre la juventud de la época.

https://www.youtube.com/watch?v=ezI1uya213I

Cerca del final de los 70’s el sueño estaba casi muerto. Algunos de los grandes de la música habían muerto arrastrados por las drogas (Hendrix, Bob Marley…) y eso provocó la disolución de bandas tan grandes como The Band, ahora injustamente casi olvidada. Martin Scorsese dirigió una auténtica obra maestra llamada; El último vals (1978). Es una mezcla entre la grabación del último gran concierto de la banda (en el que participaron gente como Neil Young o Bob Dylan entre muchos otros) y documental explicando los por qués de ese final.
La grabación estaba perfectamente planificada pero el azar quiso que, mientras actuaba Muddy Waters sólo funcionara una cámara. Y, para mi, es también el más vibrante de todo el metraje.

Cuando el sueño estaba ya definitivamente roto, las bandas se dedicaron a transgredir todas las reglas escritas y no escritas. Y prueba de ello es el concierto retratado por Jonathan Demme de los Talking heads Stop Making Sense (1984).

En realidad la cultura popular y los musicales ya no han dejado de darse la mano, como demuestra por ejemplo la interesante Moulin Rouge (2001) de Baz Luhrmann. Pero las fronteras se harán cada vez más pequeñas, dando lugar a un nuevo estilo y ocupando, casi absolutamente en nuestros días, al musical en sentido clásico.

MOON

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La ganadora de este 2009 en Sitges se llama Moon. La trama gira en torno a un mundo que ha tomado conciencia de los serios problemas medioambientales que lo acucian, y una empresa energética monta una base lunar para conseguir allí combustible para sus centrales nucleares terráqueas. Para garantizar el mantenimiento envían, cada 3 años, a un técnico que vigila el buen estado de las cosechadoras de Helio 3, el combustible. A falta de que en 3 semanas Sam, el relevo actual, sea sustituído, empieza a tener alucinaciones que condicionarán su futuro.

El director Duncan Jones, hijo del cantante David Bowie, ha hecho un buen trabajo en su primer largometraje. Con pocos recursos, y prácticamente con un solo actor, ha conseguido hacer una historia interesante, que te atrapa desde el minuto uno.

Creo que el film tiene algunas deficiencias, en mi opinión menores, y más que aceptables en una ópera prima. Además, creo que hay una lista de elementos que la hacen más que interesante;

Por un lado, es capaz de mezclar los conflictos que ahora nos importan y que, por poco analizados (medio ambiente, exploración lunar, y otros que aquí prefiero ni señalar para no destapar sorpresas) tienen un riesgo potencial enorme. Pero no lo hace con la grandilocuencia y superficialidad de películas como El día de mañana o Armaggeddon, sino planteando una situación cotidiana, realista. Y es, precisamente este elemento, el más terrorífico de todos.

Moon utiliza, con una cierta inteligencia, elementos de grandes clásicos no sólo como inspiración sino como elementos integrados en la narración. El más evidente es el robot que charla continuamente con Sam. No hay duda de que se aprovecha de la figura de HAL 9000, el robot de 2001: una odisea en el espacio. Así, no hace falta que Duncan pierda tiempo mostrando a la máquina como potencialmente peligrosa y rival, sino que lo pone el propio espectador.

Por otro lado, me interesa mucho la sencillez visual del film. Ninguno de nosotros hemos estado en una base lunar y son poquísimos los que la han pisado o estado en un satélite artificial, por lo que difícilmente podemos saber de primera mano cómo sería una instalación de estas características. Lo que sí que tenemos es una idea mítica. En algunos casos, los directores desde el punto de vista de la realización y los directores de arte, buscan un referente barroco, sobrecargado. Muy válido para películas de acción o de un futurismo apocalíptico, pero poco apropiadas si buscas realismo.

Y algo aún más sugerente pero, a la vez, sutil. El trato que hace de la narración es el propio que supone al espectador como alguien inteligente. No explica cosas que son obvias pero que el cine de masas tiende a recalcar de forma innecesaria.

Si no la has visto, te recomiendo dos cosas; ve a verla al cine (no es lo mismo ver una película en casa) y no sigas leyendo ni esta ni ninguna sinopsis porque te garantizo que te explicarán más de lo necesario.

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El film empieza retratando la realidad diaria de nuestro personaje. Lo que me interesa es cómo combina elementos muy relevantes para la historia con elementos de una cierta banalidad pero que ayudan a dar profundidad al personaje. En una película (¿seguro que ya la has visto?) en la que el protagonista lo es por, 3 o 4 veces, es un elemento clave. ¿Por qué?

Hay una pregunta que se hacen los científicos y que el film responde en orden a los cánones establecidos por la ciencia con gran diligencia; la identidad genética no implica actuar delante de las mismas circunstancias de la misma forma.

De todas maneras, en esos primeros minutos, la película muestra los grandes conflictos del personaje; la mujer que parece querer dejarle y sus ganas de volver a la Tierra.

Y entonces llegan las alucionaciones. Creo que es, junto con el asunto de su mujer, el punto más débil del film. Y me explico. Sam es un clon, con ganas de volver a la Tierra para ver a su mujer y su hija. Intuímos que, cuando se acercan los días del regreso, los clones enferman. Y les enseñan unos vídeos conforme la mujer ya no quiere estar con él. Pero la pregunta es, ¿por qué? O, de forma más adecuada, ¿para qué?

Se supone que todo esto se enmarca en el proyecto de una empresa con unos motivos (ocultos) para, en vez de enviar humanos, mantener las instalaciones con clones «desechables». Podríamos llegar a la conclusión de que esos clones no son capaces de sobrevivir más tiempo. Dicho esto, ¿qué necesidad hay de querer hacerles creer que su mujer quiere abandonarlos? La justificación podría estar darle prisas por volver, haciendo inevitable que sean destruídos. Lo que sucede es que él está profundamente enamorado y, además, se muere por ver a su hija. No entiendo la necesidad de hacer creer lo que no es al clon.moon

También en los primeros minutos de Moon nos presentan a Gerty, el robot que recuerda al famoso HAL 9000 de 2001: Una odisea en el espacio. Nada más ver ese objetivo que tanto recuerda al «ojo rojo» del mítico robot acompañado del inquietante emoticono, nos asaltan las dudas respecto a su honorabilidad. Si a eso añadimos la secuencia en la que parece estar con los «malos», ni siquiera cuando se acerca el final de la trama, es fácil confiar en él.

El último elemento que quiero destacar es la relación que se establece entre el robot y los clones. En teoría el robot está programado y el clon tiene un cierto margen de libre albedrío. Pero, qué diferencia real hay entre uno y otro. La película abre una reflexión y yo creo que concluye que las diferencias son mínimas. Es cierto que es el humano el que acaba por marcharse de la luna pero cuidado. Gerty está programado para ayudar en todo lo posible a los sucesivos Sam. Pero, a la vez, recibe órdenes directas de la dirección. En caso de conflicto decide ayudar a Sam, lo cual también abre una puerta a un cierto margen de libre albedrío. Por tanto, las diferencias entre unos y otros no es tan grande como pudiera parecer.

Hay muchos más detalles pero, desde mi punto de vista, estos son los más destacados. Junto con Star Trek, es el título de ciencia ficción que más me ha gustado de este año, muy por encima de Distrito 9.

Movie record

Cuando iba de pequeño al cine, era una experiencia mucho más ritualizada que ahora; cola para comprar las entradas, palomitas, buscar el mejor sitio que quedaba libre, aguantar sin comer palomitas hasta que se apagaban las luces, trailers y, cuando salía el logo de la major, la excitación de que empezaba la película.
Y una de las cosas que más me gustaban era el jingle de movie record. Me emocionaba.

Buscando por youtube me he encontrado esta recopilación de jingles a lo largo de la historia, que me ha traído grandes recuerdos. ¿Dónde están las palomitas?

SI LA COSA FUNCIONA

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La nueva película de Woody Allen, Si la cosa funciona, narra la historia de un brillante físico, culto, progresista, neoyorquino y sociópata que ve en el resto del mundo un montón de paletos. Por azar, y después de tratar de suicidarse tras una crisis de pánico frente a la muerte, acoje a una joven que es la antítesis de él; alegre, sureña, no muy inteligente e impresionable.

Allen vuelve a girar en torno a los temas que le llaman la atención; religión, arte, el sentido de la vida, hipocondria, relaciones personales con los elementos en contra, desengaño… Pero en este caso también incluye elementos que sólo han aparecido puntualmente en su filmografía; la relación entre la América cosmopolita y la profunda.

Si la cosa funciona es un film ligero, sin más intención que hacer pasar un buen rato a quien pague la entrada. En este caso, las secuencias cómicas se suceden una tras otra sin dejarte parar de reir haciendo uso, eso sí, de los habituales recursos que te obligan a «estar puesto» en algunos temas para entenderlas.

Los personajes son los típicos arquetipos cómicos que hacen gracia por lo previsibles que son. Partiendo de este aspecto, es ineludible en un film de Woody Allen que los actores tengan un alto nivel interpretativo. Me sería difícil quedarme con uno de ellos en concreto porque están bastante bien todos.

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Larry David, que interpreta a Boris Yellnikoff, el protagonista, está muy creíble en una especie de alter ego del director algo más corrosivo.  Evan Rachel Wood interpreta a la chica, Melodie. Empezó de niña, llegando a participar en alguna película de éxito como Prácticamente magia y dándose a conocer en Thirteen. Pero este último año ha estrenado dos películas que sobresalen; El luchador y la que estamos comentando.

El resto de actores también están muy bien, y me gustaría destacar el papel de la impresionante Patricia Clarkson, madre de Melodie, que ya hemos podido ver en otras películas como Vicky Cristina Barcelona, del mismo Allen, o Elegy de Coixet. La divertida evolución de su personaje la interpreta con muy buena nota.

Son constantes los elementos metacinematográficos; largas charlas directamente ya no a cámara sino al espectador, que rompen definitivamente la 4ª pared y claras referencias a films como algunos de los musicales de los inicios del sonoro. Fred Astaire y Ginger Rogers hacen una aparición fuera de campo, y me pareció reconocer que el tema inicial del film es de El cantor de jazz, con la voz de Al Johnson, aunque no lo tengo confirmado. También hay guiños a cine de los años 40, en concreto, hay una muy evidente que toma en su origen a la película de Capra, ¡Qué bello es vivir!

En definitiva, Woody Allen vuelve a entretenernos con otra de sus pequeñas obras cómicas que, a pesar de no estar entre lo mejor de su catálogo personal, sobrepasa la mediocridad media de las carteleras.

Historia de los musicales (4): La crisis

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Después de que durante 40 años, y desde su origen, el cine musical fue, junto con el western y el cine negro, una de las fórmulas de expresión más atractivas para el gran público. Los primeros años, liderados por la pareja Fred Astaire y Ginger Rogers, y la maduración (representada sobre todo por Gene Kelly) acabaron por desgastar a un público que buscaba cosas nuevas.

A pesar de ello, Hollywood produjo algunas de las mayores obras maestras de la historia de los musicales. El género siguió evolucionando tomando algunos de los rasgos más distintivos de la década de los 50 y abandonando los usos más antiguos.

Los bailes continúan perdiendo fuerza abandonando casi por completo el claqué. Cada vez los bailes serán menos baile y más una coreografía narrativa, es decir, menos abstracta y más diseñada para contar cosas. En contraposición a lo que había sucedido hasta ahora, los nuevos actores y actrices serán más  grandes voces que interpretes, como en el caso de Barbra Streisand.

Ya a mediados de los 50, las películas empezaron a ganar en duración. Entre los grandes films podríamos decir que la tradición la empieza Ellos y ellas (1955) de Joseph L. Mankiewicz, con más de 140 minutos. Sólo un año después, se estrena El rey y yo (1956) de Walter Lang en 2 actos y 133 minutos.

La estructura tiende a separarse en dos actos ya sea con intermedio o sin él. Hasta el final del primer acto se cuenta una historia, casi cerrada. A partir de ahí, el conflicto evoluciona en una nueva dirección.

Uno de los grandes títulos (puede que el más grande) de la década fue West Side Story (1961) de Jerome Robbins y Robert Wise. Es una clara excepción a lo que decía de los bailes (en esta predominan) y de las voces. De hecho, a la protagonista Natalie Wood hubo que doblarle la voz.

La verdadera alma de la película fue Jerome Robbins, un coreógrafo tan duro como perfeccionista hasta el punto que lo despidieron porque atrasó mucho el rodaje.
Muchos de sus números son archiconocidos, como Tonight o Maria. Quizás no tan conocido es el número con el que arranca la película y que describe la relación entre los personajes y entre las bandas a la perfección.

Pero si tengo debilidad por un número es America. Su fuerza, la ironía (que después se cerrará en una de las más duras secuencias del final), el drama de la emigración, y el conflicto de la integración y la xenofobia. Sin duda, una gran síntesis.

El 64 fue un año increíble en el que llegaron 2 de los mejores musicales de la historia; Mary Poppins, de Robert Stevenson, y My fair lady, de George Cukor.

My fair lady es uno de los títulos más divertidos que he tenido ocasión de ver. Cuenta la historia de un lingüista (Rex Harrison) que acoje a una chica de la calle (Audrey Hepburn) para convertirla en una princesa. No hay duda de que el casting es inmejorable, Hepburn resulta adorable, como siempre. Y Harrison está genial como misógeno.
Uno de los números más conocidos es cuando el personaje de Audrey consigue pronunciar bien una frase cacofónica de las que Harrison utiliza para que aprenda a vocalizar; The rain in spain.

Mary Poppins, además de contar una historia infantil maravillosa, nos descubrió a Julie Andrews. Sólo un año después, Julie estrenó una de mis preferidas; Sonrisas y lágrimas (1965), de mismo director de West Side Story, Robert Wise.

Sonrisas y lágrimas no necesita demasiadas presentaciones. Sin duda, su número más conocido es do-re-mi, donde enseña a los niños a cantar.

Probablemente, el último gran título de la década, y que acabó teniendo una secuela, dio a conocer otra de esas grandes voces en una película que yo creo que ha condicionado el resto de su carrera; Barbra Streisand en Funny Girl (1968) de William Wyler.

Barbra interpreta a una cantante a la que el físico no le acompaña. Yo, que no soy un gran amante de la actriz, creo que tiene secuencias maravillosas. Yo tengo especial debilidad por la parte en la que ella se presenta como cantante, bailarina y actriz a un casting con escaso éxito. Por azares, consigue salir delante del público y ocurre esto;

El gran director Carol Reed dirigió, ese mismo año, otro de los musicales que han trascendido a su época; Oliver Twist (1968). Y tampoco podemos olvidarnos de El violinista sobre el tejado (1971) de Norman Jewison. Trata acerca de la relación entre la diáspora judía, y la época de la revolución comunista en Rusia. Entre todos sus temas, hay uno que ha superado a la película en el sentido que mucha gente conoce la canción sin haber oído hablar del film; Si yo fuera rico.

En la década de los 60’s se cerrará una época. El hecho que el público abandonara el gusto por el género tuvo dos importantes consecuencias; las majors dejarían de producirlos hasta convertirse en algo residual, y una corriente muy minoritaria en producciones (que no en taquilla) tomó el discurso artístico de aquí en adelante; el pop.

REC 2

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Después del enorme éxito cosechado por REC, Jaume Balagueró y Paco Plaza decidieron hacer una segunda parte. Después de que un edificio se viera asediado por una especie de zombies, un cuerpo de los Geos decide entrar para acabar con el problema.

Ya REC tenía algunas deficiencias de guión. Recuerdo haber comentado que me pareció que tenía un gran arranque pero que, poco a poco, se diluía. Incluso el clímax es uno de los más tramposos y decadentes que tenido la oportunidad de ver.

En el caso de REC 2, cuando la película arranca ya ves que has tomado una mala (muy mala) decisión pagando los casi 8 euros de la entrada para ver lo que vulgarmente se llama pastelazo.rec-2

El tono visual es bastante parecido al de la primera parte, jugando con que uno de los personajes (en este caso varios) llevan una cámara. Y cuenta todo a través de esa mirada subjetiva pero sin la brillantez que desprendían algunos instantes de la primera. Es verdad que en esta segunda parte han sido capaces de añadir juegos con la cámara que no están mal y acaban por darle un protagonismo interesante. Pero no es suficiente como para mantener el interés del espectador. Además, así como en la primera la justificación queda muy clara, en esta segunda es más bien justa.

Las influencias de los juegos en primera persona de los videojuegos, en este caso, es más evidente. Pero los personajes son menos interesantes. Recuerdo que en la primera parte tenía una reportera y un cámara que ambicionaban tener un reportaje espectacular. En este caso, sólo son unos Geos muy asustados y unos niños que sí dan algo de interés a la trama.

Es verdad que, así como REC va poco a poco abajo, REC 2 parece crecer. A partir del Midpoint (suele ser una secuencia sobre el minuto 50), la historia toma un poco (aunque tampoco mucho) interés.rec2-03

Uno de los elementos más graves del film es que no cierra alguna de las tramas. No estoy hablando de un final abierto pensado para luego lanzar una continuación, sino más bien que no cierra alguna de las tramas más importantes del film.

¿Queda abierta la puerta a una tercera parte de REC? Yo lo dudo. Sobre todo porque la gente no va a salir contenta del cine. Aquellos impactantes trailers de la primera con el público saltando de la butaca son, en esta, imposibles, transformando su trama en una especie de Aliens, el retorno.

Empiezo a acostumbrarme a que Jaume Balagueró me dé una de cal y una de arena. Los sin nombre y frágiles me decepcionaron tanto como me sedujeron REC o Darkness. Así que no es tan mala señal de que se haya embarcado en este subproducto con Paco Plaza porque así el próximo título seguro será más interesante.