Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

¿Quién quiere evitarlo?

(NOTA: Si has aterrizado aquí buscando en un buscador, que sepas que este post es parte de una colección de artículos para aprender a escribir, que puedes encontrar aquí)

Llegamos a otro de los elementos a veces olvidados en el proceso de desarrollo del argumento; la búsqueda del antagonista.

Es algo que me ha pasado muchas veces. Me gustan mucho las películas en las que el protagonista tiene un fuerte conflicto interno y tengo tendencia a contestar a esta pregunta diciendo; “sus miedos a no sé qué” o algo parecido. Lo asumo, es un error…

Vamos a poner un ejemplo. Convirtamos la historia de Lucas en una tv movie de media tarde cutre. Lucas quiere enamorar a Marta porque de niño fue su amor platónico. El problema es que él está casado. Así que lo que se lo impide es el miedo a decirle a su mujer que quiere dejarlo.

Podríamos llevarlo más allá y hacer que el problema sea aún más per- sonal. Lucas podría tener miedo a empezar una nueva historia de amor porque, hasta ahora, ha tenido muchos problemas. Son dos buenas ideas. De hecho, la segunda me gusta más que la primera.

El problema es que el cine es muy visual. Y si el protagonista tiene un conflicto interno fuerte, no lo vamos a “ver”. Te estás preparando una trampa para el futuro.

¿Cómo podremos ver ese “miedo a…”? Reflejado en otros personajes. En el caso de Lucas, el conflicto se reflejará en su relación con su mujer. Así que, aprovéchate de ese personaje para convertirlo en el antagonista.

Cuidado. No estoy diciendo que conviertas a la mujer en Depredator. No. Se trata de que sea ella “represente” el conflicto interno que tanto te interesa. Dicho con otras palabras; si hablas de conflictos internos del protagonista, asegúrate de ponerle un nombre al antagonista.

Por último, no olvides que el protagonista debe tener problemas para enfrentarse al antagonista porque ha de ser mucho más fuerte que él. La mujer de Lucas ha de ser un auténtico obstáculo para emprender una nue- va relación. Puede que sea la suma de las presiones de la mujer, más la de unos padres que no asumirían un divorcio… Lo que sea. Pero el reto ha de ser enorme para el protagonista. Si no, la historia te quedará muy floja.

Eso nos lleva a la reflexión de que el antagonista debe ser muy interesan- te y fuerte como personaje. Entraremos en más detalle cuando hablemos de los personajes, pero es algo que debe tener en cuenta. Si notas que no se cumple este requisito, cambia la respuesta a esta pregunta.

Ese error, el corredor de fondo Felipe, ¿qué impedimento podría encontrar? ¿Serviría que sufre de obesidad? Bueno, eso sería insuficiente por- que sigue siendo un conflicto interno. Sería más interesante que su madre no entendiera su obsesión por correr como una locura por adelgazar. Eso le lleva a presionarlo y a servirle más comida de la cuenta, algo que a él le hace caer en la tentación. Así, podríamos decir; “Su madre, que cree que su hijo se ha obsesionado por hacer régimen”.

En el caso de Sandra podría ser que el colegio de su barrio tiene un alto grado de fracasos escolares e intenta llevar a su hijo a otra ciudad y eso la obliga a acostumbrarse a nuevos vecinos, buscar un nuevo trabajo… Pero eso sigue siendo un enemigo de difícil concreción. ¿En quién personificamos el antagonista? ¿En una nueva vecina? ¿En la tutora? ¿O quizás en el trabajo? Dejo que tu mirada de autor escoja la respuesta.

¿Te atreves a seguir? Sigue descubriendo cómo definir el segundo acto.