Cineforum Invictus; El deporte y la política

No hace mucho colgué la crítica del nuevo film de Clint Eastwood, que retrata cómo Nelson Mandela, tras ganar las elecciones en un país absolutamente dividido, utiliza el rugby como elemento integrador.

La película está muy bien ejecutada. Como digo en la crítica, me parece que es la «típica» de deportes en el sentido que Eastwood hace un cine muy clásico. Pero, a la vez, es «diferente», dualidad contradictoria que suele darse en sus historias.

La película me hizo pensar en un debate que algunas veces he tenido con gente. Yo no conocía este aspecto del gobierno del mítico estadista africano, y es obvio que es una clara utilización del deporte con fines políticos. En cambio, la gente tiende a decir que deberían mantenerse siempre separadas.

Muchos sabéis (y si no os lo digo) que soy un enfermo de Barça y fue por allá finales de los 60’s el president Narcís de Carreras se atrevió a calificar al Barça de «más que un club». Unos 5 años más tarde Agustí Montal lo popularizó utilizándolo como eslogan electoral de unas elecciones que, por cierto, ganó.

Esa frase tenía connotaciones políticas. Trataba de expresar que cuando el culé cantaba un gol, no era sólo eso lo que estaba celebrando, sino que era una forma de expresar el descontento con el régimen establecido y la idenficación con cierta forma de entender Catalunya.

Muchos culers seguimos considerando vigente esa identificación entre la catalanidad y el club. Pero a muchos les molesta porque consideran que no es legítimo por lo que comentaba de la separación de estos dos conceptos.

En cambio, Mandela no tuvo ningún reparo en hacer un uso político de una selección de rugby, que había sido símbolo de la opresión del apartheid. ¿También era ilegítimo que hiciera ese uso? Para mi, añade un elemento muy interesante al debate. No he tenido la oportunidad de compartirlo con nadie, así que no sé qué me contestaría alguien que criticara este aspecto del barcelonismo del que he hablado.

En mi opinión, Mandela hizo muy bien. La realidad es que la unidad entre deporte y política ha sido, es y seguirá siendo total. No en vano, la mayoría de los eventos deportivos más importantes se hacen bajo enseñas estrictamente políticas; las olimpiadas, el mundial de fútbol o la copa Davis… La gente es fiel a Nadal, Alonso, Héctor Barberá… La identificación sólo llega por un aspecto puramente político; prodecemos de la misma entelequia política.

Que la selección española gane la eurocopa no es un hecho políticamente neutro. Que los jugadores de baloncesto ganen un europeo y canten; «yo soy español» tampoco. Que los adjetivos que se utilizan para definir la selección (o las virtudes de un equipo) sean del tipo; casta, raza… tiene una carga ideológica evidente para quien quiera verla. Es así y lo que no veo por qué debería ser malo.

Mucho más sutil es la identificación entre otros clubes y sus territorios o la propia nación española. De todas maneras, debería ser significativo que en el Bernabeu y otros estadios hayan banderas españolas. También en ello hay una connotación política, esta no reconocida.seleccion española

La pregunta del millón es; ¿por qué en un caso se habla de uso político de un club y en el otro se ve como algo «normal»? Jordi Pujol me recordó en sus memorias un concepto que había olvidado; el nacionalismo banal, que es la forma de nacionalismo tan socialmente aceptada que no se percibe como tal.

Así, la aceptación como algo normal que cuando uno sigue el mundial se identifica con la selección de su país y no otra, o las simpatías por Alonso en vez de por otro piloto de la parrilla de otro país son dos expresiones naturales de esa forma banal de identificación. Y no sólo no es malo sino que despierta cierto sentido de identidad empático y positivo.

Os prometo que este post no nace con el objeto de que nadie se sienta molesto porque no estoy criticando nada. Al contrario, a mi me parece bien. Pero he de reconocer que me llama la atención poderosamente (y me molesta) la geometría variable de nuestra percepción de lo asumible de unos principios en función de la proximidad o lejanía de los nuestros.

Lost e internet

Hoy arranca la sexta y última temporada de Lost, recupero una entrevista que hicieron a Damon Lindelof, uno de los 3 creadores de la serie. El periodista le pregunta por la influencia que internet ha tenido en la serie. Él dice que es imposible cuantificar el efecto multiplicador que puede haber tenido la red sobre el éxito de la obra. Lo que sí que, para él, es obvio (y yo también lo creo) es que la posibilidad de, tal como se acaba el episodio, compartir tus impresiones ha cambiado las reglas del juego.

A parte de la parte que más me preocupa, que es la relación con internet, me llama la atención que la gente que es capaz de crear estos éxitos tan rotundos no acaben de saber muy bien qué hace diferente al producto con el que han explotado. Lo demuestran casos como el de Flash Forward que, buscando repetir modelo, ha provocado una desorientación muy seria en los guionistas.

Si queréis, podéis recuperar la entrevista entera en El Pais aquí.

Mi propia teoría de Lost

Como muchos sabéis, soy un viciado de Lost, serie que empieza su última temporada mañana. Me costó mucho decidirme a verla pero las circunstancias facilitaron que la engullera en muy poco tiempo hasta la 4ª temporada. La quinta ya la vi tal y como iban estrenándose los episodios. Y espero con gran ansiedad la nueva temporada.

No he podido evitar, imagino que como todos los fieles, intentar descubrir cómo acabará la serie. Tengo una propuesta y me apetece compartirla. No tengo ni idea de si irá por ahí o no. Pero sí que os advierto a los que no os gusta leer teorías que no sigáis (y ya no digamos aquellos que NO hayáis llegado al final de la 5ª). No tengo ni idea de si hay publicadas o no teorías similares a la mía porque yo soy de los que se niega a leerlas.

El final de la 5ª temporada supuso un quiebro con el último episodio con la aparición de Jacob. Parece obvio que la historia tiene que tomar un giro. Al menos, los intereses de la gente han cambiado. Preguntémonos por qué.

Hasta ahora nos preocupaba; ¿cómo pueden pasar las cosas que pasan en la isla? Lo que sucede es que, en el momento en el que aceptamos que hay una especie de seres divinos o semidivinos que controlan la isla, esa pregunta deja de tener importancia. Por eso los espectadores (al menos la gente que yo conozco) ahora está mucho más preocupada por el desenlace de los protagonistas; ¿deberán sacrificarse? ¿Volverán al punto donde estaban sin conocerse y como si no hubiera pasado nada?

Demos un paso atrás y hagámonos dos preguntas clave; ¿Qué sabemos? y ¿De qué ha ido la serie de verdad?

Sabemos que la isla la controlan dos personajes antagónicos donde, al menos uno de ellos, se ha corporizado, al menos una vez, en un muerto. Sabemos por el trailer que todo ha sido una especie de partida de ajedrez, donde los protagonistas han sido sólo piezas. Queda reforzado por dos elementos; uno obvio, el trailer de la sexta temporada. El otro mucho más sutil y que demuestra que el desenlace está claro desde  el día uno; la partida de Mahon (¿se llama así?) que John juega con Walt. ¿Es casual que Jacob y «el otro» vistan uno de negro y el otro de blanco? ¿Y que John sea blanco y juegue, precisamente, con el niño negro? Lo dudo.

¿Y sobre qué ha ido de verdad? Hagamos un esfuerzo por olvidarnos de las aventuritas, de los enfrentamiento entre «indígenas» y «los otros», bombas atómicas, piratas… En mi opinión, si desnudas Lost, lo que queda es; razón vs. fe. Diría más; el perpetuo enfrentamiento entre Jack (razón) y John (fe). No sólo eso, el primer episodio de la segunda temporada, a modo de anuncio de la temática real de ese ciclo de episodios, se titula hombre de ciencia, hombre de fe.

¿Y ahora qué tenemos? Resulta que nos encontramos con dos divinidades enfrentadas, como John y Jack. Es más, una de ellas se ha corporeizado en John. Esa corporeización ha «matado» a Jacob (que en el último episodio nos han presentado un poco como el causante del mal). Y aquí viene, para mi, el siguiente paso lógico; si John y Jack han simbolizado el enfrentamiento, John es ahora «la otra» divinidad (no sé cómo se llama) y Jacob ha perdido su cuerpo… Jack «asumirá» el papel de Jacob y se enfrentará definitivamente a John.

Lo que sucede es que Jacob ha sido presentado como el malo y eso es incompatible con otorgarle ese rol a Jack. Intuyo que este no es más que otro truco de la serie y que acabarán girándolo. De hecho, no olvidemos que el padre (resucitado) y la hermana de Jack corren por la isla. Parece muy probable que jueguen un papel clave en este cambio.

¿Y qué suerte correrán los protagonistas? Si me lo preguntáis como espectador mi respuesta es «no tengo ni idea» y me muero por saber si Jack y Kate acabarán juntos (lo mismo siento por el resto de tramas). Me inclino por pensar que acabarán juntos. Veo difícil de justificar (aunque no imposible) la idea esa que me han comentado que puedan volver al punto donde se conocieron de forma forzada y vivan sus vidas como si no se conocieran. Yo me inclino por pensar que saldrán con alguna cantilena que habrán insinuado pero no expresado claramente con el fin de sorprendernos.

Pero si la pregunta de cómo acabarán los protagonistas me la hacéis como guionista; es irrelevante. Cualquier final es válido. Y nadie va a acabar insatisfecho en función del final de los personajes si lo importante (lo que yo propongo como enfrentamiento entre Jack y Locke, pero que pudiera ser otra cosa) está bien planteado. Lo único que veo obligado (y reconozco que no tiene por qué ser así) es que ha de acabar bien.

¿Qué significa acabar bien? Bueno, que acaben felices, que hayan aprendido algo de este proceso aunque no recuerden nada. Puede ser simplemente que, aun no conociéndose, Jack y Kate se giren como si la cara les sonara y eso les permitiera reconstruir sus destrozadas vidas. La ficción tiene estas cosas…

Soluciones hay mil; desde planteamientos algo trasnochados tipo Matrix (todo el mundo es una mentira de estas dos divinidades o de sus «padres»), un sueño premonitorio en pleno vuelo que cierre la serie de forma circular, o que bajen un montón de Dioses al más puro estilo Jasón y los Argonautas (¿os acordáis de aquellos dioses moviendo a los humanos en un tablero como si fueran piezas de un juego?)…

De todas formas, los guionistas tienen delante un riesgo elevadísimo de caer en un Deus ex machina, del que ya he dicho muchas veces que hay que huir como de la peste. Tratándose de Lost y de lo pesados que están/estamos los fieles, mucho más. Ya lo he explicado alguna vez, pero por si acaso habéis aterrizado aquí por primera vez, un Deus ex machina es una solución sin causa, como si bajara Dios y nos sacara del embrollo. En ficción, todo ha de tener su causa. Nada de tomar atajos narrativos. Y cuando tienes tan a mano seres divinos, como reza el título, La tentación vive arriba y es muy fuerte.

Ya veremos con qué nos sorprenden sus creadores. No sé donde escuché/leí/me dijeron que, cuando J.J. Abrams reunió a los guionistas el primer día les dijo; «Esta es la historia de unos tipos que se pierden en una isla en la que pasan cosas raras y al final lo que pasa es…». Así que, a juzgar por la imaginación del personaje, la cosa promete. 17 capítulos y la respuesta.

P.D.: Buscando imágenes de Jack y John me he encontrado que una de las teorías más aceptadas van en la dirección que yo indico. Lo que no he visto es que lo hayan hecho desde un punto de vista sobre todo de guión (como es mi caso). Puede que estemos llegando todos a conclusiones similares por caminos diferentes.

Invictus

invictusValoración: 7/10

Argumento. El presidente de Sudáfrica Mandela quiere utilizar el rugby para unificar a un país al borde de la guerra civil.

Breve crítica. Es una de las mejores películas de deportes que he visto nunca. Creo que Morgan Freeman está sobresaliente interpretando a Nelson Mandela. El ritmo es muy adecuado. La «masa» está muy bien filmada. Si quieres, puedes leer la crítica completa aquí.

Género. Drama.

Director. Clint Eastwood.

Guión. Anthony Peckham.

Actores/Actrices. Morgan Freeman, Matt Damon, Tony Kgoroge, Julian Lewis Jones, Adjoa Andoh, Patrick Mofokeng, Matt Stern, Leleti Khumalo.

Título original. Invictus.

Año de estreno. 2010.

País. USA.

Carmen Jones

Valoración: 6,5/10

Argumento. Un soldado a punto de casarse cae prendado por el atractivo de Carmen Jones.

Breve crítica. El inicio es un desparrame increíble de sensualidad, pero tengo la sensación que es una de las Carmen más suaves que he visto. El personaje está demasiado edulcorado. Me da la sensación que han conseguido integrar muy bien la ópera.

Género. Musical.

Director. Otto Preminger.

Guión. Harry Kleiner.

Actores/Actrices. Harry Belafonte, Dorothy Dandridge.

Título original. Carmen Jones.

Año de estreno. 1954.

País. USA.

Invictus

La nueva película de Clint Eastwood está ambientada en el primer año de gobierno de Nelson Mandela. El presidente de Sudáfrica, en su afán por unir a un pueblo al borde de la guerra civil, utiliza el mundial de rugby que se ha de jugar en su país. Arriesgada empresa si se tiene en cuenta que este deporte era un símbolo de la opresión blanca en el apartheid.

Si por algo se ha significado Eastwood a lo largo de estos últimos años en los que se ha dedicado a dirigir sus films es por ser uno de esos clásicos que te garantizan un nivel altísimo. Invictus no es una excepción. Sin dejar de ser la típica película de deportes, tiene algo que la hace diferente.

Por un lado destacaría que el diseño de producción es impecable. Cada plano, cada frase del guión, cada detalle en el arte tiene una justificación. No sobra nada, no falta nada. Todo en su justa medida.

Las películas de deportes suelen recordarme en mayor o menor medida al cine de masas de los años 20 y 30, cuando el cine soviético (por definición sin protagonistas individuales) y el nazi (sobre todo en los siempre recurridos documentales de Leni Riefenstahl).

Aquellos dos cines, que se separaban en muchas cosas, se unían en el protagonismo que asume la masa como colectivo capaz de cambiar cosas. Eso sí, se separaba en que uno exaltaba únicamente la masa como elemento revolucionario y el otro la utilizaba para exaltar a un líder.

El cine de deportes tiende, por definición, ha estar más cerca del facismo por aquello de que unos héroes en el terreno de juego hacen vibrar a la masa. En este caso, lo que sucede es más llamativo porque la película se sitúa con total equidistancia a estos dos modelos cinematográficos.

Es cierto que el equipo (liderado por el capitán interpretado por Matt Damon y el único negro que viste la camiseta verde y oro) y Nelson Mandela (interpretado por el gran Morgan Freeman), son los protagonistas del film y los que enaltece el film.

Pero también lo es que lo realmente relevante del film es como un pueblo, al que sólo le faltaba el fusil para enfrentarse definitivamente, acaba reconciliándose. Ningún valor hubiera tenido los riesgos que (al menos en el film) asume Mandela y el triunfo de la selección nacional de rugby, si no se hubiera conseguido que negros y blancos se dieran de la mano en la búsqueda de un objetivo común; la victoria en el mundial.

Ese es, sin duda, el elemento diferencial de la película. A todo ello le acompaña unas interpretaciones de alto nivel. Matt Damon está más que correcto en su representación de François Piennar. Aunque personalmente es un actor que me ha costado mucho que me gustara, he de reconocer que cada vez lo hae mejor.

Pero por encima de todos destaca el gran Morgan Freeman. Espectacular el timbre que ha conseguido imitando el del propio Mandela. Por ello, recomiendo mucho verla en versión original. Para los que no estéis acostumbrados, pensad que no hablan demasiado rápido y muchas escenas, al ser de deportes, son de «acción» y se habla poco.

La decisión de convertir en película el libro The human factor de John Carlin entrañaba, al menos, 3 riesgos;

Invictus, con personajes tan conocidos en la vida real exigía un casting muy minucioso para dar con los actores de nivel adecuados. Como ya he justificado, creo que Clint Eastwood dio en el clavo. Quizás tampoco lo tenía difícil teniendo en cuenta las veces que había trabajado ya con Freeman.

Otro riesgo era que un personaje como Mandela es profundamente anticinematográfico. Por lo menos la imagen que tenemos de él es la de una gran persona, dada a los demás, dispuesta a todo por reconciliar a dos familias enfrentadas, que lo convierte en alguien muy plano y poco dado al conflicto.

La solución la encuentra en dar protagonismo a la gente de la calle, al pueblo sudafricano. Pero ello entrañaba una dificultad; ¿cómo puedes hablar de tanta gente a la vez y, simultáneamente, dar un poco de profundidad a la «masa»?

Eastwood lo resuelve con gran destreza. Los agentes de su seguridad personal está compuesto por blancos y negros que irán evolucionando conforme la historia avance. Y para subrayar el hecho de que el cambio no se produce sólo entre las personas próximas al mítico político, añade dos elementos más; una masa que al principio la abuchea y que al final corea su nombre y un simpático niño que rechaza la camiseta antes del mundial y acaba abrazado al equipo en los últimos minutos de la final.

Por último, lo histórico suele ser insulso. Eso suele llevar a que los hechos históricos reales se ficcionizan para hacerlos más «agradables». En cambio, en Invictus, da la sensación que ha querido respetarse las situaciones históricas que se dieron sin apoyarse en cosas que no pasaron.

Por ejemplo, hubiera sido mucho más fácil para escribir el guión que el presidente y el capitán se hubieran visto más veces de las que sale en el film. Hubiera dado más tiempo a construir una relación que, en realidad, se sustenta en la distancia.

Sin embargo, Eastwood ha sido capaz de aprovechar elementos que debieron darse en la realidad para dar relieve a una amistad que va más allá. La visita a la prisión y la posterior reflexión que Damon hace con su novia en la habitación del hotel.

Parece que el director americano refuerza su interés por los conflictos raciales en Invictus después de triunfar con Gran Torino y, de otra manera, en films como Banderas de nuestros padres y Cartas de Iwo Jima. Personalmente creo que esta vez ha reflejado mejor en conflicto que en Gran Torino, en un discurso mucho menos maniqueo.

En lo que nunca falla Clint es en explicar bien aquello que se propone hacer llegar al espectador. Y no cabe ninguna duda de que Invictus no es una excepción. Si no la has visto, no te la pierdas. En mi opinión, una de sus películas más interesantes.

Los abrazos rotos

Valoración: 6/10

Argumento. Harry, un guionista de cine ciego recupera de la memoria la relación que estableció con una bella actriz.

Breve crítica. La película me ha gustado bastante.  Creo que tiene alguno de los momentos más bellos de las últimas películas del director manchego. Una visión sobre los malos tratos muy afin a su mirada.

Género. Drama.

Director. Pedro Almodóvar.

Guión. Pedro Almodóvar.

Actores/Actrices. Penélope Cruz, Lluís Homar, Blanca Portillo, José Luis Gómez, Rubén Ochandiano, Tamar Novas, Ángela Molina, Chus Lampreave, Kiti Manver, Lola Dueñas, Mariola Fuentes, Carmen Machi, Kira Miró, Rossy de Palma, Alejo Sauras, Dani Martín, Carlos Leal, Asier Etxeandía.

Título original. Los abrazos rotos.

Año de estreno. 2009.

País. España.