Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

La premisa

(NOTA: Si has aterrizado aquí buscando en google, te recomiendo que antes leas la introducción al capítulo que encontrarás aquí)

Tu primer ejercicio será contar tu historia en menos de 20 segundos. Como el amigo 2. La mayoría llaman a esta frase premisa. Su importancia, me parece que ha quedado claro con los ejemplos anteriores. Aun así, te daré algunos elementos clave.

Es muy importante que tu historia vaya a algún sitio, con una especie de leitmotif. Una guía que garantice que la gente comprenda qué estás tratando de contarles. Una película donde se pegan muchos tiros a zombies puede ser muy divertida. Pero si tú, como guionista no vas más allá la gente sólo habrá visto tiros. Eso sí, no les preguntes qué los provocaba, porque no sabrán explicarlo. Y eso acaba siendo aburrido.

En la primera historia sólo sé que el tipo mata a su mujer y luego a un montón de zombies. En cambio, en la segunda, gracias a la premisa, tengo a un protagonista con una motivación. Ésta condiciona todas las decisiones que tome en su camino.

El mismo hecho de haber optado por contar la historia de alguien que decide aislarse para proteger a los demás, acabará por condicionar todo lo que le suceda en la película.

Otro elemento importante es ¿qué información relevante me aclara el

primer argumento? ¿Y el segundo? Del primero sólo sé que hay muchos disparos. En cambio, el segundo nos da información de las tres partes más importantes de una historia; inicio, trama y desenlace. Hablaremos en detalle en el siguiente capítulo.

Sabemos que la historia arranca presentando a un excombatiente torturado. También la trama; abandonará a su gente para no hacerles sufrir. Y, por fin, un desenlace; descubrirá que lejos les provoca aún más dolor.

OK. Quizás aceptas que la primera historia es caótica. Pero la segunda te parece demasiado abierta. ¡Bien! Me gusta la gente respondona. Vamos a analizarlo.

Uno de los grandes problemas a la hora de poner en orden la cocción de ideas es la montaña de condimentos maravillosos que hemos acumulado para nuestra historia. No te voy a pedir que renuncies a ellos. Luego te explico cómo los recuperaremos. Pero, al principio nos van a estorbar.

Es probable que tu primer amigo haya quedado fascinado con la imagen mental que se ha recreado de la fastuosa colección de rifles, o de la secuencia en la que asesina a su mujer y al amante. Pero ello le ha hecho perder el sentido de la historia.

Pero, ¿Y el segundo? ¿Traumatizado por qué? ¿O por quién? ¿Desde cuándo? ¿Cuáles son las causas? ¿Quién es su gente? ¿A quién genera dolor? Y, ¿qué le hace descubrir que sienten más dolor apartados de él?

Tienes razón. Las opciones son múltiples. La historia puede ser la de un excombatiente que ha perdido un miembro en la batalla y esa minusvalía es la que le hace sufrir. ¿Y si el protagonista vio a sus compañeros hacer cosas innombrables y ahora se ha vuelto antisocial? Quizás era artificie- ro, un oficial sin escrúpulos, mató a un niño a sangre fría o tomó tanta droga que perdió el sentido lógico de las cosas. Ahora le arrastra la carga de la culpabilidad.

¿Y su gente? Podríamos hablar de unos padres preocupados por el futuro laboral de su hijo, o sólo de su salud mental. También podría ser una es- posa que, con su vuelta, tuvo que dejar a un amante. Sólo para recuperar a un personaje torturado, sólo una sombra de lo que fue.

Cualquiera de estas ideas puede ser buena. Pero no es el momento de tenerlas en cuenta. Piensa que son como las sirenas de Ulises. En su erotismo, nos despistan y nos hacen perder de vista lo más importante; ¿qué contamos?

Entiendo que pueda preocuparte que, si limitas tanto la explicación de la historia, sea difícil hacer una historia original. Diferente a la que haríamos el resto de los guionistas.

Piénsalo con tranquilidad. ¿Tú crees que si yo cojo tu premisa escribiría el mismo guion que tú?

La gracia es que nos garantiza que no perdemos el foco de la historia. La recuperación física de un herido de guerra puede ser muy interesante. Sin nuestra premisa, podríamos intentar explicar la recuperación médica con muchos detalles y, a la vez, la relación con su “gente”. Eso podría provocar que no contemos nada con profundidad y, por lo tanto, nada en concreto. La historia acaba siendo aburrida para los espectadores porque parece que no va a ninguna parte.

Por otro, el hecho de que tú y yo obtengamos resultados distintos no es algo negativo. Al revés. Quiere decir que le ponemos nuestro punto de vista. Es decir, la mirada del autor. Y evita que esa mirada sea errática. Nos permite ponerle un vestido a medida. El que nosotros queramos y sin miedo a perdernos con los flecos porque siempre podremos recurrir a nuestra premisa.

Volvamos a las ideas que hemos tenido en el metro y que no caben en la premisa. ¿Las desechamos? ¡Ni en broma! Nosotros, los guionistas, no cocemos. Enriquecemos. Y esas ideas maravillosas las has de guardar para cuando llegue su momento. Una pequeña libreta que siempre lleves encima es una buena solución. Fácil, ¿no?

¿Te he convencido de que vale la pena tener una premisa breve? Espero que sí. Si no, la práctica se ocupará de darme la razón.

¿Te atreves a seguir? Sigue aprendiendo cómo redactar la premisa.