Hoy hace 200 años que nació uno de los personajes que más han cambiado nuestra percepción de la realidad. Todos conocemos, más o menos, su teoría sobre la evolución de las especies. Y, a pesar de la polémica que aún trae consigo por grupos de ortodoxia religiosa, está comunmente aceptada como la teoría más válida para interpretar la evolución de la vida.
En síntesis, viene a decir que los seres vivos tienen unas “aptitudes” para la supervivencia en un cierto medio, de tal forma que los mejores serán los que sobrevivan y, por tanto, tendrán descendencia. Y, así, esos cambios se transmitirán con fuerza a las siguientes generaciones.
Eso que a ojos de un ciudadano del s.XXI es obvio, hace 200 años no lo era tanto. Por dos motivos; la religión hacía intuir un mundo mucho más estático, y que nada hacía pensar que no fuera justo al revés. Es decir, que el ser evolucionara para ser más “apto” en el medio, cosa que defendió Lamarck.
Puesto con un ejemplo sencillo, en el caso de Darwin, las girafas que tuvieran el cuello demasiado corto para llegar a las copas de los árboles morirían, y sólo tendrían descendencia los válidos. En cambio, para Lamark el conjunto de las girafas irían alargando el cuello para llegar a la altura necesaria.
Lo que hacía poco verosímil la teoría era la falta de soporte. O sea, dónde residía esa información que iba variando.
Por eso, no fue hasta que se aceptó las teorías de Mendel y el descubrimiento del ADN por parte de Watson y Crick unos 100 años después, cuando la fue retomada con verdadera aceptación, a lo que llamaron neodarwinismo.
Yo no puedo evitar admirar a esos personajes que han sido capaces de ver más allá, con independencia de los valores propios de la época. Y es que lo más importante de aceptar a Darwin no es el origen de las especies en si. Más bien es que implica reconocer que el universo no es antropocéntrico y, por tanto, tampoco la creación, de haberse dado. Es ahí donde reside el verdadero valor de su trabajo, superar aquello que muy pocos han podido romper (acabaríamos rápido si listáramos a Newton, Copérnico, Descartes, Kant, Einstein, Darwin y muy pocos más).
A veces me pregunto si tendremos la oportunidad de vivir algo tan histórico para la ciencia como eso. Y estoy hablando de revolución del pensamiento, no de avances tecnológicos. ¿O quizás la estamos viviendo y no somos conscientes? Y es que la gran pregunta es ¿Fueron sus contemporáneos conscientes?
A modo de conclusión, y como prueba de que nunca sabemos suficiente, un par de científicos catalanes han anunciado que publicarán un artículo donde afirman que no somos tan parecidos a los chimpancés como pensábamos. Lo harán en Nature, la revista científica más prestigiosa. Así que 200 años después, la teoría sigue inconclusa, o lo que es lo mismo, aún no alcanzamos a comprenderla en toda su extensión. Una prueba más de su relieve y, claro está, de su enorme calado.