Historia de los musicales (2): Primeros años

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Como vimos, el cine sonoro y el género musical nacen en la misma película. Y fue un éxito impresionante.

Ese arranque provocó que las majors se obsesionaran con hacer musicales. Parecía que aquello era lo que el público quería y estaban dispuestos a dárselo. Y sucedió lo inevitable; los excesos. En 1930 se produjeron 78 musicales. Sólo un año después, se pasó a 11 y, al siguiente, 10. Así que poco a poco se estabilizó.

Uno de ellos tiene el mérito de haber sido la primera película protagonizada por afroamericanos; Aleluya (1929), de King Vidor, el mismo director que luego se encargaría de Guerra y paz. Trata acerca de la vida de un agricultor del algodón que se enamora de la mujer equivocada, un argumento que ha dado mucho juego a lo largo de toda la historia del cine.

Pero si hay un hilo común a la década de los 30 es la archiconocida pareja Fred Astaire y Ginger Rogers. Ellos dominaron a lo largo de 9 películas (y otra que llegaría una década después) los años de la gran depresión.

Fred Astaire venía de triunfar en el teatro a los dos lados del charco haciendo pareja de baile con su hermana. Cuando esta se casó, dejó la profesión. A inicios de la década, fue contratado por la RKO y empezó su andadura en el cine con Volando hacia Río (1933), una comedia de enredos amorosos, donde ya coincidió con Ginger.

Ginger Rogers, por su lado, había conseguido ganar un concurso para jóvenes talentos, pero había hecho poca cosa antes de conseguir el papel un papel para una obra maestra; La calle 42 (1933) de Lloyd Bacon. Se trata de una comedia donde una exfigura de la dirección teatral se ve obligado a volver a los teatros a causa de la Gran Depresión.

En la secuencia final, después de uno de los mejores discursos de la historia de cine, Ruby Keeler, protagonista del film, se ve obligada a salir por sorpresa e interpretar el tema principal del film. Personalmente, me encanta el solo de claqué y las escaleras que visualmente se convierten en un edificio.

En realidad, los expertos dicen que Ginger Rogers no era una gran bailarina pero que la pareja que hacía con Fred era inigualable. Según la wikipedia, Katharine Hepburn dijo que: «Ella da la sensualidad, él, la clase». No podría haber atinado más.

A la pareja habría que sumar una figura fundamental en la vida, en especial, de Fred; Hermes Pan, que le ayudaría a hacer las coreografías, y un director que les acompañaría en buena parte de los títulos que rodaron juntos; Mark Sandrich.

La gran aportación del bailarín fue que estableció una serie de convenciones en el género que le acompañarán por muchos años incluso cuando él se apartó de la industria. En esencia, su preocupación era que se pudiera ver todo el baile, así que exigió que los bailes se vieran en plano general y con la cámara lo más estática posible. Y, por otro lado, se pelearía siempre para que los bailes y las canciones entraran suavemente en la narración. Fred se obcecó en que, en todas sus películas, hubiera un baile en solitario suyo, uno en pareja cómico y otro romántico, claves que se convirtieron en convenciones del género.

Muestras de ello las hay en todas sus películas. Personalmente tengo una especial debilidad por Sombrero de copa (1935). La película está llena de momentos espectaculares, como la balada romántica Cheek to cheek. Pero si he de quedarme con una escena, hay una casi al principio del film que es mi preferida. Fred Astaire, con su baile, despierta a Ginger de la cama, que tiene la habitación de justo debajo en el hotel donde se alojan. Él se enamora de ella nada más verla y trata de convencerla de que no puede dejar de bailar. Y, cuando ella se vuelve a la habitación, realiza el famoso baile. Sensacional.

Otra secuencia muy conocida juntos es el Smoke gets in your eyes de Roberta (1935) de William A. Seiter. En este caso los cambios de ritmo son espectaculares. De una sutileza y sensibilidad envidiables.

Aunque el centro de atención de los años 30 fuera esta expléndida pareja, no fueron los únicos que aportaron al género musical. Cineastas como Busby Berkeley (director y coreógrafo), Lloyd Bacon (director), Ruby Keeler (actriz), Anita Page (actriz), entre muchos otros e incluso directores que no asociamos al musical como Ernst Lubitsch, o los hermanos Marx con su Sopa de ganso, han contribuído a hacer más grande este género en sus inicios.

Una de las películas más destacadas de la época y reversionada en diferentes épocas es Ha nacido una estrella (1937), de William A. Wellman y protagonizada por Fredric March y Janet Gaynor. El argumento es uno de los mejor trabajados de toda la historia. Retrata la relación de una pareja donde ella se está convirtiendo en una gaynor_janetestrella mientras él está en plena caída.  Tengo especial debilidad por Janet Gaynor, con la que Wellman trabajó en más ocasiones, por dos motivos; es una de las pocas actrices que no tuvo problemas en el tránsito del mudo al sonoro y porque protagonizó una de esas películas que me han marcado en la vida; Amanecer (1927), de Murnau.

También sería injusto olvidar otro de esos títulos que han marcado la historia, Show boat (1936), de James Whale, donde Irene Dunne interpreta a la hija del capitán de un barco espectáculo que se lanza a liderar el espectáculo a pesar de que su madre no está de acuerdo.

A finales de la década, el género se abre a una nueva franja de edad; los niños. Disney empieza a producir películas donde la música es un elemento fundamental. Su primer largometraje Blancanieves y los 7 enanitos (1937) es la primera de una buena colección de títulos de gran importancia histórica; Pinocho (1940), Dumbo (1941) y, como no, Fantasia (1940).

Pero hay una película que yo diría que es, por lo menos, tan importante en la introducción del género entre los más pequeños; El mago de Oz (1939) de Victor Fleming. Con un presupuesto cortísimo, el film nos explica las aventuras de Dorothy Gale, en el reino de Oz. Judy Garland, que interpreta a la Dorothy, venía de hacer un papel en la Melodías de Broadway de 1938, y maravillar al mundo por su increíble voz siendo sólo una niña.

La película es una pequeña gran joya cargada de enormes canciones y números inolvidables. Y si uno de ellos ha perdurado en la memoria es el famoso Somewhere over the rainbow. Apenas ha empezado la película, la pobre Dorothy, que es huérfana, sueña con un lugar mejor en «algún lugar sobre del arcoiris», y nos roba el corazón.

Aunque Fred Astaire y Ginger Rogers seguirán haciendo cine por separado a lo largo de los 40 (sólo harán una película juntos), su éxito no volvió a ser el mismo. A cambio, hacen entrada de nuevos artistas, en especial Gene Kelly, que, con sus aportaciones, harán que el género evolucione a algo más rico y ecléctico.