Esta semana publiqué un post donde comentaba que el primer presidente negro de los estados unidos lo dio la ficción. Y, así, convertimos a la ficción en inspiración de la realidad. He aquí un ejemplo mucho más llamativo.
En la película de Michel Gondry, con guión de Charile Kaufman, «Olvídate de mi» (de la que hice una crítica y que en inglés tiene un título muy elegante; «eternal sunshine of the spotless mind»), Jim Carrey decide borrar de su memoria a su novia Kate Winslet una vez que ella deja la relación.
Como decía, el argumento debió inspirar a algunos científicos, porque leo en microsiervos que un grupo de científicos han coseguido borrar elementos dolorosos de la memoria de una rata. Por lo visto, el principio del experimento consiste en borrarlos en el momento en que la rata trata de evocarlos.
Hay otros casos que también llaman poderosamente la atención. Durante años las novelas y películas («la mosca«, por ejemplo) han planteado el teletransporte para salpimientar sus argumentos. Hace ya un tiempo que equipos de científicos han conseguido hacerlo con grupos de miles de partículas. Y eso no es lo más terrible. Porque el principio (relativista) en el que se basa esta tecnología, no hace otra cosa que partir todas las moléculas y luego, en el lugar de destino, volverlas a juntar. No sé si eso funcionaría o no, pero yo ni de coña me dejo partir en millones de trocitos. ¿Y si luego no aparece un cacho? ¿Qué sucede si, en esa época, en pos de la movilidad las empresas obligan a que lo hagamos a diario para ir a la oficina?
En otro de sus guiones, Kauffman explora la posibilidad de entrar en la mente de un ser humano («Cómo ser John Malkovich»). Y da una respuesta muy elegante de recursividad cuando una persona entra en su propia mente. Esperemos que ningún científico loco haya visto la película…
Si finalmente acabamos en el mundo de «olvídate de mi», tendremos que ir con cuidado para que no nos pase como a Arnold Schwarzenegger en «desafío total» y acabemos como él tras el proceso de pérdida de memoria.