A la época que comprende desde los orígenes del género musical hasta finales de los 50, se le conoce como la edad de oro. Ya vimos que los años 30 sirvieron para sentar las bases del género, aupadas, sobre todo, por la famosísima pareja Fred Astaire y Ginger Rogers.
Pero esta pareja se separó y ya sólo hicieron una película juntos más; Vuelve a mi (1949) de Charles Walters. Fred aún hizo una película destacada con la que dicen ha sido su mejor partener bailando; Eleanor Powell en Melodías de Broadway de 1940.
El hecho cierto es que el momento más álgido de sus carreras quedó atrás y se dio paso a nuevos artistas. Entre otras, aquella jovencita Judy Garland siguió creciendo. 5 años después de protagonizar Mago de Oz y de haber protagonizado varias películas con la que sería su gran pareja artísitica, Mickey Rooney, trabajó a las órdenes de uno de los directores que más marcaron la década de los 40 y su vida en Cita en St. Louis (1944) de Vincente Minnelli.
Con Minnelli acabaron casándose y tuvieron una hija a la que llamaron Liza (¿os suena Liza Minelli?). Desde el punto de vista artístico, evolucionó el género con propuestas que lo hicieron aún mayor. Por fin, los musicales ganaban una entidad diferenciada a la del teatro. En el cine, ganaría independencia.
Tanto en las películas de Minelli como en otras obras maestras de la época, las canciones quedarían mucho más integradas con la historia. La cámara, que Astaire quería lo más estática posible, empezará a ser algo más activa, a pesar de que los principios del bailarín y coreógrafo todavía se mantuvieron. Pero dejó de ser necesario que cada canción fuera ligada a un baile, lo que abrió posibilidades a las coreografías. Ahora sería posible un primer plano con el personaje cantando o una coreografía más narrativa, más integrada en la historia.
El claqué pasaría de ser el protagonista a ser residual. Su proceso de casi desaparición dura 20 años. En las películas de los años años 40 todavía jugaría un rol importante, pero conforme pasara el tiempo y se acercara el final de la década de los 50, costaría mucho encontrarlo.
Además, las temáticas también evolucionarían. En el caso de Cita en St. Louis se trataba de un retrato costumbrista de una familia en 4 actos, cada uno de ellos ligado a una estación del año. Es una película brillante, donde destacan el tema principal; Meet me in Saint Louis y la canción de navidad próxima al clímax de la película.
Rodaría un buen puñado de musicales increíbles, de los que destacaría 2; Un americano en París (1951) y The Band Wagon (1953).
En Un americano en París trabajó con la gran estrella de los años 40 y 50; Gene Kelly, otra de esas personas que innovó muchísimo en el género. Hay dos constantes importantes en las películas de Kelly; casi en todas ellas hay niños. Sería banal si no fuera porque en algunos casos, incluso, algunas secuencias parecen pensadas para ellos, como en Levando anclas (1945) de George Sidney, donde su personaje llega a viajar a un mundo de dibujos animados en una clara influencia de las conocidas películas de Disney (y donde, por cierto, también sale Frank Sinatra).
La historia de la película es que Sinatra se enamora de una chica pero no sabe cómo ligársela y le pide ayuda a Kelly. Este acepta pero acaba por enamorarse él también. Llega un punto que Sinatra, frustrado porque no consigue nada, se enamora de otra justo antes de la secuencia que aquí viene. La chica de la que los dos están enamorados está dentro de la cantina.
Otro elemento clave son las escenas que rozan el abstracto o que, directamente, se introducen en él. Uno de los más destacados está en Un americano en París, que dura más de 15 minutos y transportan al espectador a un océano de sensaciones inolvidables.
Una de las inolvidables canciones de este film es i got rhythm. En esta canción enseña a unos cuantos niños franceses algo de inglés a la vez que demuestra que está feliz por su situación.
Pero el momento álgido, no sólo de Gene Kelly sino de toda la historia de los musicales, es en Cantando bajo la lluvia (1952), dirigida por el propio Kelly y Stanley Donen. La película nos cuenta el tránsito del mudo al sonoro en tono cómico, explicando lo que les pasó a muchos actores del cine mudo; que su voz no funcionaba.
Hay muchísimos momentos archiconocidos entre los que destaca el Singin’ in the rain que canta Gene Kelly bajo la lluvia. Pero justo antes hay otra de esas canciones inolvidables que, personalmente, me emociona; Good morning. En la película, acaban de hacer un pase previo para un pequeño grupo de espectadores para ver cómo reaccionan ante su último film. El fracaso es enorme y se marchan a casa desolados. Pero, entonces, encuentran una solución y a la 1 de la mañana en una noche lluviosa se ponen a cantar «Buenos días».
El género tampoco se libró de las fuertes influencias del New Deal, que se enmarcaba en lo económico en la Gran Depresión y en lo ideológico en la 2ª Guerra Mundial. Un claro ejemplo de esto es Yankee Dandy (1942). De discurso eminentemente patriótico, narra la emergencia de un gran magnate de Broadway. Están todos los elementos de la identidad americana; el mestizaje, la posibilidad de triunfar hasta para el más pobre, la identidad con la bandera, el sentido de la libertad… Hay una frase, ya en la conclusión del film en la que el protagonista hablando con el presidente Roosevelt, le dice (tras el preceptivo primer plano); «Yo de usted no me preocuparía por el país, es extraordinario. ¿En qué otro lugar del mundo podría un hombre sencillo como yo hablar con el más importante?». No está mal…
El listado de films es inagotable; Pueden destacarse 7 novias para 7 hermanos (uno de los pocos musicales de tono western) o Brigadoon (protagonizada por Gene Kelly, Van Johnson y Cyd Charisse, y que cuenta la historia de unos exploradores que se encuentran un pueblo mágico). Pero no podemos olvidar El rey y yo (1956), primera versión de la relación entre una inglesa y el rey de Siam. Creo que es un claro ejemplo de cómo las tramas se tornan más complejas. El caso de este título está a caballo entre los 50’s y el nuevo cine musical que llegará en los 60’s con títulos como West Side Story (1961) o Sonrisas y lágrimas (1965).
En paralelo, y a partir de mediados de los 50’s se instaura un nuevo tipo de musicales con El rock de la carcel (1954), con Elvis Presley de protagonista. Aunque lo analizaré en próximos posts y a pesar de que son películas menores, tienen una relevancia capital desde el punto de vista de que serían los primeros films en los que hay una evidente evolución musical y que, de alguna manera, anunciarían el distanciamiento del público respecto al género tan sólo un lustro después.
Con el fin de la década de los 50’s, el público dejará de tener una relación especial con el cine musical que ya nunca recuperará. Es la época del distanciamiento, de la indiferencia. Es la época de la crisis.