Diálogo «EL GRADUADO»

BENJAMIN

¡Oh, Dios mío! ¡Oh, no! ¡Señora Robinson, no!

SRA. ROBINSON

¿Qué pasa?

BENJAMIN

Es que… Esto no me lo esperaba…

SRA. ROBINSON

¿El qué?

BENJAMIN

No creerá usted que voy a hacer una cosa así.

SRA. ROBINSON

¿Cómo qué?

BENJAMIN

¿Qué cree?

SRA. ROBINSON

No sé…

BENJAMIN

Señora Robinson, estamos en su casa, me pone una bebida en la mano, pone música, me cuenta cosas sobre su vida, y ahora va y me dice que su marido estará varias horas fuera de casa…

SRA. ROBINSON

¿Y?

BENJAMIN

Señora Robinson, no estará intentando seducirme, ¿verdad?

SI LA COSA FUNCIONA

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La nueva película de Woody Allen, Si la cosa funciona, narra la historia de un brillante físico, culto, progresista, neoyorquino y sociópata que ve en el resto del mundo un montón de paletos. Por azar, y después de tratar de suicidarse tras una crisis de pánico frente a la muerte, acoje a una joven que es la antítesis de él; alegre, sureña, no muy inteligente e impresionable.

Allen vuelve a girar en torno a los temas que le llaman la atención; religión, arte, el sentido de la vida, hipocondria, relaciones personales con los elementos en contra, desengaño… Pero en este caso también incluye elementos que sólo han aparecido puntualmente en su filmografía; la relación entre la América cosmopolita y la profunda.

Si la cosa funciona es un film ligero, sin más intención que hacer pasar un buen rato a quien pague la entrada. En este caso, las secuencias cómicas se suceden una tras otra sin dejarte parar de reir haciendo uso, eso sí, de los habituales recursos que te obligan a «estar puesto» en algunos temas para entenderlas.

Los personajes son los típicos arquetipos cómicos que hacen gracia por lo previsibles que son. Partiendo de este aspecto, es ineludible en un film de Woody Allen que los actores tengan un alto nivel interpretativo. Me sería difícil quedarme con uno de ellos en concreto porque están bastante bien todos.

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Larry David, que interpreta a Boris Yellnikoff, el protagonista, está muy creíble en una especie de alter ego del director algo más corrosivo.  Evan Rachel Wood interpreta a la chica, Melodie. Empezó de niña, llegando a participar en alguna película de éxito como Prácticamente magia y dándose a conocer en Thirteen. Pero este último año ha estrenado dos películas que sobresalen; El luchador y la que estamos comentando.

El resto de actores también están muy bien, y me gustaría destacar el papel de la impresionante Patricia Clarkson, madre de Melodie, que ya hemos podido ver en otras películas como Vicky Cristina Barcelona, del mismo Allen, o Elegy de Coixet. La divertida evolución de su personaje la interpreta con muy buena nota.

Son constantes los elementos metacinematográficos; largas charlas directamente ya no a cámara sino al espectador, que rompen definitivamente la 4ª pared y claras referencias a films como algunos de los musicales de los inicios del sonoro. Fred Astaire y Ginger Rogers hacen una aparición fuera de campo, y me pareció reconocer que el tema inicial del film es de El cantor de jazz, con la voz de Al Johnson, aunque no lo tengo confirmado. También hay guiños a cine de los años 40, en concreto, hay una muy evidente que toma en su origen a la película de Capra, ¡Qué bello es vivir!

En definitiva, Woody Allen vuelve a entretenernos con otra de sus pequeñas obras cómicas que, a pesar de no estar entre lo mejor de su catálogo personal, sobrepasa la mediocridad media de las carteleras.

SLUMDOG MILLIONAIRE

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Hollywood hace muchos años que conoce la fórmula del éxito. Ya en los años 20 descubrió que en un sistema basado en el Star System y en generar ciertas convenciones de género, el éxito era mucho más fácil de obtener. ¿Para qué, entonces, asumir riesgos? En realidad, ya había quien asumía esos riesgos y quien le descubría nuevas vías para contar historias que luego, la industria ha ido adoptando como propias. Y ahí surge una pregunta difícil de contestar ¿Qué es lo que hace que una película con, a priori pocas posibilidades de tener éxito, triunfe como lo ha hecho Slumdog Millionaire?

La película nos explica la historia de Jamal, un analfabeto que participa con éxito en el conocido programa de televisión ¿Quieres ser millonario? Utilizando como gancho las preguntas, descubrimos el pasado de Jamal, en el que siempre están presentes su hermano y una preciosa niña.

Como los que seguís el blog sabéis, suelo contar cosas del desarrollo de la película, así que no recomiendo seguir a aquellos que no quieran conocer nada del argumento más allá de la tag line.

La película establece una interesante, pero yo creo que ya explorada, relación con el tiempo a 3 niveles; un falso presente, el concurso, un pasado, y un presente real, la detención policial. A priori, permite unos primeros 5 minutos sobervios, donde saltamos entre los 3 niveles temporales continuamente, convirtiendo el montaje en uno de los más dinámicos e interesantes que recuerdo. No puedo negar que es un gran gancho inicial. El problema es que, superados esos minutos iniciales, la tensión dramática desaparece en esa articulación temporal. A partir del momento en el que Jamal está dispuesto a colaborar con la policía (minuto 5 aprox), la dinámica del film acaba por convertirse en pregunta del concurso, respuesta en el pasado, y así continuamente. En ese momento, yo como espectador quedo desamparado. Porque presupongo que Jamal ha ganado el concurso, así que no padezco por si sabrá o no la respuesta, como en la escena del lavabo, donde el presentador intenta una treta para hacerle errar que fracasa.

slumdog-millionaireLa historia no recupera la tensión hasta que el espectador transfiere su interés por el concurso a la recuperación de esa niña de la que se enamoró. Pero en ese momento han pasado los 45 minutos. Así que, en el fondo, siento que me han robado más de media hora de mi tiempo para nada. Si ese iba a ser el motor de la historia, ¿por qué no establecerlo desde el principio? ¿Por qué hacernos esperar tanto?

En mi opinión, David Boyle, el director, lo que buscaba era que nuestro interés se centrara en cómo podía ser que supiera las preguntas. Pero en ello no hay tensión. Como máximo una pequeña curiosidad que, en muchos casos, quedaba satisfecha mucho antes de que la resolución se entregue.

Uno de los aspectos que, teóricamente, más alejaba al espectador medio del film era sus supuestas influencias bollywoodienses que, como sabéis, es el cine producido en la India. Digo teóricamente porque no son pocas las películas que han llegado últimamente influenciadas por ese cine. No se puede negar que el espectador empieza a estar acostumbrado a esa sensibilidad, a esos colores y a esa música. De hecho, es todo pretendido, ya que el director es muy europeo en su estilo, así que, en realidad, no dista tanto de sus películas anteriores, como transpotting, la playa, o 28 días después.

En realidad, el cine de Bollywood se caracteriza por ser algo parecido a lo que aquí llamaríamos variedades en teatro; casi 3 horas sazonadas con música, bailes, amor, acción, épica… Cada una de ellas tienen una especie de voluntad de completitud, de tener todos los ingredientes para interesar el máximo de espectadores. El concepto género que tenemos aquí no es muy exportable porque allí todas las películas tienen elementos de todos los géneros (incluído el musical).

Incluso la canción y baile en los títulos de crédito finales que, por cierto, son lo mejor de la película, resultan fáciles de asimilar por la sensibilidad occidental. Ya imagino que nadie que haya visto la película se los habrá perdido, por lo pegadizos que son. Pero, a pesar de ello, vale la pena remarcarlos.

Otro de los elementos cohesionadores entre occidente y oriente es el famoso concurso en el mundo entero Quieres ser millonario. Para empezar, su banda sonora, su escenario, y el concepto de programa es fácilmente asimilable por gran parte de la geografía planetaria. Pero a ello añadiría otro elemento. El simple hecho de participar en un concurso de esas características nos lleva a una forma de pensar muy occidental, la del triunfo basado en un personaje humilde que se hace rico gracias a su esfuerzo, pero de forma rápida. Nadie puede negar que esa es la base de gran parte del pensamiento capitalista occidental. De nuestro pensamiento.slumdog-millonaire

En el fondo, creo que no es más que una cuestión de maquillaje el supuesto tono alternativo. No puedo negar, y supongo que algunos se agarrarán a ello, que la película estuvo a punto de no distribuirse por el circuito de salas. Pero eso sólo demuestra que el capital es miedoso. Hay multitud de ejemplos de películas muy comerciales que estuvieron a punto de morir en un armario. Dicho con otras palabras, el hecho de que costara que alguien se atreviera a comprarla no quiere decir que no fuera diseñada para ganar, como al final lo ha hecho (mucho más de lo esperado, también lo reconozco).

No pretendo decir que la película es mala, ni mucho menos. Lo único que trato de decir es que es entretenida, ni más ni menos. No es, desde luego, la mejor película del año ni un título para guardar en nuestra videoteca 5 estrellas.

EXPIACIÓN, MÁS ALLÁ DE LA PASIÓN

Como ya comenté en el post sobre «olvídate de mí», no es fácil encontrar un título clasificable como «comedia o melodrama romántico» interesante. Aún así, este título me parece que también podemos tomarlo como tal.
«Expiación» es la historia de un amor imposible, donde una niña rica y el jardinero de su familia, luchan por un amor difícil. La hermana pequeña de la chica malinterpreta dos escenas de la pareja, llevándola a pensar que, en realidad, su hermana está siendo asediada por él. Una amiga de la pequeña es violada y aprovecha para acusarle sin pruebas, lo que lleva a unas fatales consecuencias.

La película está estructura sobre tres actos, que se corresponden con los del paradigma aristotélico. Cada uno de ellos está planteado de una forma algo distinta, llevando para mi gusto a una cierta falta de continuidad en el punto de vista.
El primer acto lo protagoniza la hermana pequeña. En primer lugar vemos cada una de las escenas que ella malinterpreta, para luego verlas desde el punto de vista de la pareja. El uso que se hace del tiempo cinematográfico me parece muy interesante, aunque un poco antidramático.
La violación marcará un punto de inflexión, que nos lleva a la acusación de él. Además conlleva también una variación en el ritmo de la historia. El primer acto, que dura aproximadamente 45 minutos, transcurre todo el mismo día.
Cuando entramos en el segundo acto, el tiempo corre mucho más rápido, ya que serán semanas, e incluso años, las que podremos ver en aproximadamente 1 hora. A partir de este punto, la narración pasa a ser relativamente objetiva y con un montaje paralelo de la historia de cada uno de ellos dos. La estructura, en este caso, es mucho más clásica, parecida a lo que pudieramos ver en «cold montain».

Es entonces cuando podemos disfrutar del momento más brillante de todo el film. Un plano secuencia, que se alarga alrededor de 5 minutos. Los desplazamientos de la cámara, que fluye con suavidad, acompañan el bailoteo de los personajes. Y lo digo en el sentido más amplio, es decir, no sólo de los seres humanos, sino de los objetos que dan densidad dramática a la historia. El sonido no diegético remueve nuestras sensaciones y parece bailar con el sonido real de la escena sin caer nunca en contradicciones.
El segundo acto acaba de manera algo trágica. Y me encanta la forma sutil en la que saltamos al tercer acto. Aunque no lo sepamos desde un primer momento, la narración vuelve, no sólo a la subjetividad de la hermana pequeña años después, sino que a su imaginación. Como propuesta me parece muy interesante, aunque creo que los cambios de criterio no son positivos para el desarrollo dramático de la historia.
A pesar de este invonveniente, recomiendo este film por todas las cosas nuevas que aporta, porque no se hace nada pesada, lo cual ya es mucho, y por la belleza de ese plano secuencia, que no podéis perderos.

OLVÍDATE DE MI

Cuando trato de convecer a amigos de que «otro mundo es posible» en el género de la comedia romántica, me aseguran el problema es que el modelo inevitable es chico conoce a chica. A mi me cuesta mucho argumentar lo contrario. Pero para ello aparecen genios como Charlie Kauffman, que son capaces de darle la vuelta a esa premisa.

Con una lista de títulos brillantísima («Human Nature» o «el ladrón de horquídeas» entre otras), el guionista es capaz de ofrecer un nuevo punto de partida; «¿Y si chico quiere desconocer a chica?». Decía Hitchcock que era mejor partir de un tópico que acabar en él. Charlie es capaz de hacer lo que pocos; abandonar el cliché y no acercarse ni un ápice.

Sólo la estructura de «Olvídate de mi» tiene una belleza intrínseca brutal. Adoro esas películas que no te cansas de verlas porque cada vez descubres elementos nuevos. Además, plantea retos muy atractivos. La pregunta principal, una vez uno descubre que vamos a deconstruir una relación es, cómo va a convertir en clímax lo que, para la mayoría es la primera escena del film. Y responde a ella con una diligencia envidiable.

Quisiera dejarme perder entre los entresijos de cada una de las escenas que desarrollan el metraje. Podría atravesar la secuencia en la que el protagonista se convierte en un niño y en la soberbia, repito SOBERBIA, interpretación de Jim Carrey. Podría dejarme enamorar por los primeros compases, en los que cada movimiento de Kate Winslet me seduce. También podría dejarme llevar por el retrato que hace de los dos personajes principales, sin olvidarme de los secundarios; Mark Ruffalo, Elijah Wood, Kirsten Dunst, Tom Wilkinson… Pero no acabaría nunca…

La clave de la película está en cómo el relato va deslizándose, poco a poco, por nuestro paladar.

Los primeros planos del film nos dan la idea de una película romántica algo diferente. La conversación que tienen en el tren me parece deliciosa. Se toma su tiempo, y retrata con profundidad a los dos personajes.

En él dibuja a un introvertido, triste y aburrido que simpre trata de resultar «nice». En cambio, ella se considera a si misma mágica, divertida e intuitiva, cuando no es más que una superficial que reposa toda su «profundidad» en el color de su pelo.

Pronto descubrimos que, en realidad, se trata de una narración invertida. Es fácil identificarse con el proceso de borrado de él. ¿Quién, en un arrebato, no hubiera borrado todo lo que recuerda de alguien que le ha hecho mucho daño? ¿Y quién no se arrepentiría cuando, iniciado el proceso, empezara a borrar los buenos momentos?

Desde el punto del vista del guión, la utilización de los hechos es genial. Las primeras secuencias son aquellas escenas que, poco a poco, han degradado a la pareja. A Kauffman le son muy útiles para vehicular la «desgracia inmerecida» que debe sufrir el protagonista. La pregunta es; ¿cómo vehicular la acción cuando llegamos a los buenos momentos que, cinematográficamente hablando, no tienen ningún interés por carecer del conflicto? El guión plantea un reto interesante. El protagonista intenta escapar literalmente del recuerdo para que este no sea borrado. De nuevo, así, tenemos un motivo en el que agarrarnos a la trama. Es un claro midpoint que nos reengancha a la trama cuando esta podría perder fuerza.

Todo ello nos lleva a un climax brutal, donde el primer encuentro es intensísimo. ¡Y es justo como lo vivimos en la realidad! Para entonces, hemos olvidado todos los problemas que Clementine nos creó al principio. Es el personaje maravilloso que nos tiene cautivados con sus reflejos en el pelo incluídos. Para darle aún más fuerza, Charlie se permite el lujo de que este sea el único recuerdo que realmente consigue modificar.

El desenlace de la película, con las reglas del juego claras, es sencillo y brillante. De nuevo, vuelve a lanzarnos una pregunta y plantea una cuestión que está (o debería estar) presente en el arranque de cada nueva relación. Cada vez que nos lanzamos al vacío con alguien no es más que un deja vu, una situación que ya hemos vivido otras veces y que siempre ha acabado en fracaso. Hay algo que nos dice, «¿por qué esta vez no iba a ser un fracaso?». Son sus cintas de casette, la crónica de una muerte anunciada. Pero, en cambio, nosotros queremos aventurarnos y explorar lo que, en realidad, ya conocemos.

Quizás la realidad, esta vez, no nos ponga en su sitio. O sí.