Corrientes de fondo

Pedro Sánchez

En las tertulias de bar, a las que soy un adicto, es bastante común la pregunta: «¿Tú crees que el 27S habrá independencia?». Hay respuestas de todo tipo. Desde el que sólo recurre al que la ley lo impide, al que cree que la voluntad lo es todo, pasando por los que defienden que la cuestión es bastante más compleja.

Honestamente, no tengo ni idea de qué pasará después del 27S. Aunque Podemos modifica bastante las condiciones de la contienda, considero plausible una victoria en diputados soberanistas y un empate técnico en votos. Probablemente, con algunos votos más a favor de las fuerzas unionistas. Eso nos lleva a un escenario difícil. Pero se dé el que se dé, suelo terminar la frase añadiendo que la independencia es inevitable a largo plazo.

Muchos españoles estarían de acuerdo conmigo en que estamos viviendo una segunda transición. Con voluntad de ser preciso, creo que estamos cerrándola. Aunque no considero que estemos en sus últimos compases, sí interpreto que empieza a sonar la coda final.

No cabe duda que la crisis está catalizando este proceso. Quizás, sin ella, todo esto hubiera llegado mucho más tarde. Pero su corriente transformadora es anterior a la crisis. Abro un pequeño paréntesis. No deja de ser sorprendente cómo se ha utilizado la crisis para legitimar las opciones de cambio político en España y, a la vez, para deslegitimar el proceso soberanista catalán. Cierro paréntesis.

Los vectores de cambio son, básicamente, tres. Se está exigiendo un cambio político. No creo que sea exactamente hacia la izquierda, como percibo es el sentir popular. No cabe duda que Colau y Carmena han logrado un gran éxito. Pero no hay que perder de vista que representan un 25 y un 32% de los votantes respectivamente en dos grandes ciudades. En mi opinión, lo esencial es que las marcas de siempre, o se transforman o serán sustituidas. Seguirá habiendo una España que exige políticas sociales y otra que apuesta por el conservadurismo. No rompemos, por tanto, con las políticas de derechas sino con la estirpe o la «casta», como les gusta decir a algunos, que ha heredado el gobierno tras la caída del régimen. Es decir, vector número 1: queremos romper con el caciquismo franquista.

El segundo vector, quizás menos obvio en España. Franco hizo que los españoles se avergonzaran de sus símbolos. Tras la dictadura, se han escondido. Aunque los usaban y ha molestado cualquier gesto de no adhesión más o menos duro o explícito, el hecho cierto es que han preferido cohesionar a través de otros símbolos.

Pero esa vergüenza ha ido menguando. Poco a poco, la izquierda le ha perdido el miedo. Lo alimentan tres cuestiones; las políticas de Aznar, creo que es su gran victoria y herencia. Los éxitos deportivos de la última década con cánticos desacomplejados como «yo soy español». Por último, el proceso independentista catalán. Esta suma de cuestiones es lo que explica, por ejemplo, el slogan que usará el PSOE de cara a las generales; «Más España» o también que Pablo Iglesias sea el político que más utiliza el concepto patria.

Quiero hacer notar es que estos valores ya estaban ahí. Subyacían. No es cierto que los únicos nacionalistas en España fueran los franquistas. También hubo exposiciones duras en contra del catalanismo por parte de Azaña.

Yo nunca he sido españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas me indigno. Y si esas gentes van a descuartizar a España prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos nosotros, o nuestros hijos o quien fuere. Pero esos hombres son inaguantables. Acabarían por dar la razón a Franco.

Dejo de lado que este comentario certifica que, en parte, la guerra española era una guerra contra Catalunya. Si no era suficiente,  a posteriori, Negrín hizo comentarios en la misma línea cuando era presidente de la república en plena guerra civil.

No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza.

Es decir, sólo reflota lo que ya existía. Nada nuevo ni exclusivo de la derecha. Muy anterior a la propia guerra civil. Por tanto, segundo vector: recuperación del orgullo nacional español.

El tercero, obviamente, es el proceso catalán. El catalanismo se siente, en general, maltratado. Como decía Germà Bel en una cena a la que asistí, el Estatut del 2003 nació con voluntad de articular una España federal y acabó convertido en un muro de contención para no perder competencias. Las tensiones con el ya exministro Wert demuestran que no fue útil ni siquiera para eso. La sentencia del TC fue, para muchos, una ruptura emocional con España muy difícil de reconstruir.

Lo que provoca a ojos catalanistas esta tensión, es la percepción de que los españoles viven como una agresión una fórmula que no sea la del estado centralizado. Bajo esta premisa, el desacomplejamiento identitario de la izquierda española, la emergencia de Ciudadanos, que nace para luchar contra el nacionalismo catalán, y el persistente uso de los símbolos patrios por parte del PP, no hacen más que alimentar dicha percepción.

A eso cabe sumar que, a pesar de lo que publican los medios, el peso de las fuerzas soberanistas elección tras elección, se mantiene. En las elecciones municipales, las fuerzas soberanistas vuelven a sumar un 45%. Sumando todo el voto Colau al unionismo, están sobre un 44%. Es decir, el ánimo ha decaído, pero en 5 años, el soberanismo mantiene el pulso. Esto difícilmente es un soufflé.

España tiene derecho a recuperar la normalidad de sus símbolos y a hacer un cambio político profundo. Más cuando responden a corrientes de fondo. Ahora bien, se me hace difícil imaginar una Catalunya acomodada en esa realidad. Ni veo a España dispuesta a cambiar su ruta ni a Catalunya renunciando a su identidad. Si no hay cambios, el desencuentro se producirá. Tarde o temprano.

El relato de la derrota

cataluña

Me he resistido mucho a escribir un post en la línea del que ahora leeréis. Lo hago a regañadientes, pero encuentro que es imprescindible una mirada serena sobre la situación en que se encuentra el secesionismo a menos de 100 días de las elecciones. Las redes sociales y la calle vive en un permanente estado de histerismo que no augura nada de bueno para el catalanismo de cara al 27S. Creo que los datos se tienen que mirar con serenidad, o nos haremos daño.

Muchos decían que si no queríamos perder la iniciativa política, las elecciones tenían que ser antes de las municipales. Ahora sabemos que tenían razón. Es posible que hayamos dejado pasar una oportunidad histórica de ganar. Quizás sí. Ahora, quien surfea la ola, es Podemos. Ya no tenemos el control que teníamos sobre el tempo político, y ésta era una de las pocas herramientas que teníamos a nuestro alcance ante las armas que tiene un Estado poderoso. En todo caso, ya está hecho. Hay que mirar hacia adelante.

El catalanismo no ha sabido encontrar una fórmula ilusionante de cara a las elecciones que vienen. Defendí la lista unitaria, y a pesar de que no digo que ésta tuviera que ser la fórmula definitiva, sí que es cierto que hemos perdido atractivo. Lo cierto es que hasta el 9N nuestra gran fortaleza era la percepción de unidad del catalanismo, y hoy esta unidad no existe. Bajo ninguna fórmula. La gente se acusa sistemáticamente de ser los culpables de la división. No hablo sólo de los políticos, sino de la gente de base. Difícil sumar adhesiones cuando, entre nosotros, tenemos esta guerra fratricida.

No es serio acusar a otros de hacer bien las cosas. Los críticos con que ICV pacte con Podemos no están más que demostrando su impotencia. La izquierda españolista, por acto u omisión, se está organizando bien. No tienen ninguna obligación de apoyar nuestras propuestas. Si las fuerzas de izquierdas españolistas son más atractivas que las catalanistas para los catalanes, algo pasa. Lo que hace falta no es cambiar ni ICV ni Podemos, sino abrir una reflexión en ERC y en la CUP.

No todo es dramático. Quizás haya que mirar los datos otra vez. El 9N decíamos que hacían falta unos 300 mil votos más a favor de la independencia. Ahora, cuando escucho a los tertulianos que han matado el proceso infinitas veces decir que el independentismo se deshincha, no puedo más que reír. El voto claramente catalanista se mantiene sobre el 45%, al cual se tendría que sumar voto de otras fuerzas, como ICV, que aglutinan voto a las dos bandas del eje nacional. Así ha sido en las elecciones municipales, aunque no se puedan extrapolar directamente sobre las catalanas. Y así es en la encuesta de El Periódico publicada esta semana pasada.

A pesar de que toda la encuesta busca deslegitimar el tono plebiscitario de las elecciones con preguntas tramposas, el hecho cierto es que la encuesta es creíble. Pero insisto, el voto catalanista se mantiene sobre el 45%. Con un añadido. Este voto es, cada vez, más claramente independentista. Los partidos han ido clarificando sus posiciones. No perder voto es una buena señal.

Por lo tanto, no hay que ponerse tan nervioso. Lo que hace falta es trabajar estos 3 meses para convencer a los que el 9N votaron SíNo. El gran drama no es que la gente haya perdido las ganas de tirar adelante el proceso, sino que después de medio año, estamos donde estábamos.

Tampoco tenemos que olvidar el contexto en que se celebrarán las elecciones. Llegaremos con toda la inercia post 11S. Será una inercia de victoria. Si conseguimos que los partidos catalanistas no se saquen los ojos en plena campaña electoral, si hacemos el que hacíamos, si defendemos el derecho de la gente a dudar, si defendemos el derecho de la gente a opinar diferente y seguimos insistiendo, tenemos mucho ganado. Si no, podemos abandonar ahora mismo.

Si el catalanismo quiere tener opciones de victoria, tiene que abandonar este histerismo propio de quien teme que las cosas pueden no irle bien. Sin quererlo, estamos alimentando el relato de la derrota cuando, objetivamente, no estamos mal. La propuesta tiene que mantener la ilusión que tenía. O dejaremos pasar una oportunidad que nadie nos garantiza que se vuelva a producir en el tiempo, digamos, de una legislatura.

El zugzwang de Duran i Lleida

duran

Quedan 4 meses para las elecciones más trascendentes de Cataluña. Es cierto que el catalanismo no llega en su mejor momento. A pesar de que los resultados de las elecciones municipales dan un claro crecimiento de las fuerzas soberanistas, las relaciones entre ellos no han acabado de mejorar.

Por este camino, nada fácil, una de las estaciones es el referéndum interno de Unió. Todos sabíamos que Duran y su gente harían el posible para no dar un apoyo explícito a la independencia. Y han formulado una pregunta que sólo gusta a aquellos que quieren complicar las cosas. Con una calle harta de estos tacticismos políticos, nos encontraremos con aquello de siempre; Efectivamente, pasado el referéndum, y sea cual sea la respuesta, no sabremos qué opina de verdad la gente a Unió.

Según El Economista, la jugada de Duran es: si gano, CDC tendrá que hacer camino solo y yo me sacaré de encima la losa de defender el proceso. Si pierdo, tendremos que reformular la pregunta y, con el poco tiempo que queda hasta las elecciones, Mas tendrá un buen lío.

Yo, en cambio, encuentro que es un zugzwang para Duran. Un zugzwang es una jugada del ajedrez donde el jugador que tiene que mover, haga el que haga, quedará en peor posición que la que actualmente tiene. Este es, por mí, el jardín en que se ha metido Duran sin ayuda de nadie.

Con una pregunta clara, Duran habría podido ganar, lo que lo hubiera legitimado para salir adelante la separación con CDC. ¿Y si pierde? Hubiera podido dimitir y arreglado. Está claro que ciertos sectores hubieran hecho cierta leña. Muy bien. Pero habría podido jugar a ser un ex político con cierto carisma. No olvidamos que durante años, Duran ha sido muy valorado por la ciudadanía.

Analicemos qué le puede pasar al presidente de Unió después de esta pregunta.

Si gana su opción, CDC tendrá que romper con Unió. ¿Qué le suma a estas alturas Unió a Mas? Sinceramente, creo que poco. De hecho, no olvidemos que Mas está haciendo lo posible por usar su marca personal por encima de las siglas, ya muy desgastadas. Por lo tanto, todo nos trae a la ruptura. Si la ruptura se hace efectiva, ¿Qué resultados hay que esperar en Cataluña de un partido en contra del aborto, contra los derechos de los homosexuales, los de un hombre que encarna la definición de la casta y de la derecha más conservadora? ¿Tiene espacio político? Yo lo dudo. Los resultados serán tan malos, que en Duran difícilmente podrá evitar una dimisión bastante más dolorosa que si la hace ahora.

Si no gana su opción, puede alargar el debate. Ante esto, ¿CDC sacará de su programa el proceso? A 4 meses de las elecciones es un suicidio y me parece muy poco probable que se produzca. O Duran acepta lo que propone CDC, o las tensiones a Unión, si los independentistas se sienten ganadores, serán tremendas. Quizás se le rompe el partido por dentro. Y volveremos a la situación inicial. ¿Dejar CDC? Suicidio. ¿Continuar a CDC? Han ganado Castellà y los suyos. Y dimisión (mediante una derrota doble: a la pregunta y al intento de hacer trampa).

Los que seguro que están más contentos son los del PSC. Si Duran se se acaba presentando solo, se ahorrarán el titular de ser los grandes derrotados porque esto se lo comerá el (que era el) partido de Carrasco i Formiguera.

Pibernat y el estructuralismo de Lévi-Strauss

Tras el escándalo que provocó con sus twitts acusando a gente que opinaba diferente a ella de catalufos derechones, Pibernat ha publicado un artículo en El Periódico donde se reafirma y justifica los calificativos que usó.

En primer lugar, quiero dejar claro que no me impresionan nada sus referencias a Claude Lévi-Strauss, ni sus referencias entre la genética y el estructuralismo del antropólogo franco-belga. Me encanta la gente inteligente capaz de mezclar áreas de conocimiento, que unen puntos donde otros no los ven. Los que, discutiendo sobre banalidades son capaces de elevarse hasta el terreno de las ideas para, a continuación, volver a bajar con toda la naturalidad.

Pero eso no es lo que hace Pibernat. Ella simplemente se eleva insinuando que sus detractores no saben ni la mitad que ella como simple estratagema para no entrar en la cuestión. Y la cuestión no eran las definiciones de racismo, ni su sentido intrínseco. No. La cuestión esencial es que ella usó una terminología despectiva para referirse a un colectivo.

Sinceramente, me es indiferente si lo quiere llamar racismo, xenofobia, catalanofobia o como mejor le parezca. El término es despectivo con un colectivo, que es lo que une a todos esos términos. Como el amigo Marhuenda, su excusa es que es catalana. ¡Cómo una catalana va a ser xenófoba con los catalanes! ¿Es que no entienden ustedes el concepto xenofobia? ¡Es un oxímoron!

Me pregunto qué piensa una mujer progresista y comunista como ella cuando escucha a mujeres que defienden que hay cosas reservadas para hombres, como decir palabrotas. O las que aceptan que la vida sexual masculina permite unas licencias que en una mujer son inaceptables. Por no hablar de la forma de vestir o la actitud sexual. El hecho de que las exprese una mujer, ¿hace que no sea machista?

Tanto la mujer que defiende argumentos machistas como el catalán que insulta a los catalanes por su condición como catalanes no cuestiona que sus afirmaciones sean, efectivamente, degradantes. Lo que cuestionan, quizás es su inteligencia. Su inteligencia y ciertas relaciones de poder invisibles. Como buena antropóloga que es, seguro que sabe de qué estoy hablando.

De hecho, ella se refiere a unas declaraciones de un candidato de la CUP en las que parece afirmar que el nacionalismo castellano (la base de lo que comúnmente llamamos españolismo) ha practicado cierto asimilacionismo. No defenderé las declaraciones de alguien a quien no he escuchado. No sé si el tono era correcto o si decía exactamente esto que estoy diciendo yo. Desde mi punto de vista es incontrovertible que los países con vocación conquistadora, como lo fueron Castilla, Inglaterra o Francia, han practicado el asimilacionismo, y que eso ha tenido consecuencias hasta nuestros días. Puedo entender que alguien piense diferente. Me gustaría saber qué opina ella de esto como antropóloga.

De traca que la excusa de todo sea que se refiere a una derechona y que, si alguno de izquierdas se siente ofendido es porque el pobrecito está manipulado (ella no, obviamente, es una persona con criterio). El hecho de que ella misma concrete que se refiere a catalanufos derechones demuestra que el concepto catalanufo no incluye en ningún momento la orientación ideológica en lo social y económico de la persona. Y este argumento sólo sería válido si derechona fuera un concepto respetuoso. Que tampoco lo es.

Lo que no me sorprende nada es que acabe diciendo que es comunista, como queriendo decir que ella sí que es internacionalista. No como los nacionalistas, que son de pueblo. Ella debe ser muy cosmopolita, pero aún no se ha dado cuenta que las sociedades modernas se organizan en torno a estados. Renunciar a un estado catalán no implica internacionalismo, sino la aceptación implícita del estado español tal como hoy se configura. Respetable. Pero bastante alejado del internacionalismo que dice defender.

El momento del para qué

Los para qué

Dos años discutiendo sobre el 9N. Dos años durante los cuales unos han exigido ser escuchados y los otros les han negado el derecho. Dos años donde el estratagema, el regate en corto, las evasivas y las amenazas han copado todo el debate. Tanto hemos puesto el foco en qué pasó el fin de semana pasado que ahora nos preguntamos: «¿y ahora qué?».

Todo el mundo coincide en que en Mas ha salido reforzado de esta partida. Donde no hay tanta unanimidad es en qué dicen los datos del 9N. Sinceramente, creo que los resultados son buenos por el soberanismo, pero no tanto como para pensar que ya han ganado la partida.

También está claro que ahora vienen las elecciones. Ya dije que, desde mi punto de vista, tanto CDC cómo ERC tienen unos incentivos enormes a llegar a un acuerdo. Desde mi punto de vista, la mejor opción es una candidatura única. Las bajas expectativas electorales de CDC (quizás ahora mejoradas por el éxito del 9N) por un lado, y el riesgo que CDC abandone el discurso secesionista después de las elecciones por el otro, hacen que si no hay candidatura única, el riesgo sea más alto.

Es cierto que la relación entre Mas y Junqueras está muy tocada y las relaciones personales son muy importantes. También lo es que Junqueras puede tener miedo al hecho que se publique alguna información respecto a CDC en plena campaña. Pero esta candidatura, con nombres de la sociedad catalana, no creo que sufriera tanto como si CDC fuera suela. Y, además, la prensa de Madrid está abusando tanto de mentir, que están perdiendo fuerza y credibilidad en Cataluña.

Las condiciones que se ponen mutuamente no me parecen insalvables. Mas quiere encabezar la candidatura. Cierto que su partido está en horas bajas, pero él no. Y Junqueras quiere la DUI en el Parlamento inmediatamente después de las elecciones. Ahora que ha matizado que esto «sólo» implica actuar como un estado, encuentro que es asumible por CDC (ir construyendo las estructuras, lo cual implica una rotura más progresiva).

Si llegan a un acuerdo (con o sin candidatura única) y, como parece, los resultados acompañan, en teoría este gobierno haría la DUI y abriría una negociación para repartirse los activos y pasivos con España. Es previsible que Madrid ni siquiera reconozca esta negociación. Y todo seguirá «igual» pero será «diferente». Tal como ahora, que la celebración del 9N ha roto algo. Además, el PP teme el giro del debate político hacia el regeneracionismo. Preferirán que el debate esté centrado en Cataluña. Alta tensión.

Si son inteligentes, durante unos meses descubriremos que la hacienda catalana está lista y nos pedirán que paguemos los impuestos en Cataluña, empezarán a asumirse competencias hoy del Estado sin preguntar y se tendría que convocar un referéndum. Esta vez sin necesidad de pedir permiso en Madrid.

Cómo acabará esto no lo sé. Me parece imprevisible. Tengo la sensación que muchos independentistas creen que con los ataques que recibiremos del PP será suficiente para seguir con el crecimiento que tiene el soberanismo. Sinceramente, me parece que esta vía ya está agotada.

Nos han llamado insolidarios, egoístas, ladrones, nazis, pro etarras, filo terroristas, manipuladores, asesinos… Quien no se haya convencido ya con estos argumentos, no lo convenceremos. En mi opinión, el sobiranismo ahora se tiene que acercar donde más cuesta que llegue su mensaje. Aquí Súmate y otras entidades cercanas al cinturón rojo de Barcelona tienen un importante papel.

Por eso creo que, ahora sí, es el momento de dejar de debatir del el proceso y hacerlo sobre por qué queremos que esto pase. ¿Qué modelo de estado queremos? Suecia, Dinamarca, Massachusetts, Venezuela… Hablo de modelos de país, de cuál queremos que sea nuestra fórmula para conseguir que la gente tenga una vida mejor. Estos argumentos poco románticos son los que nos pueden ayudar a convencer a mucha de esta gente.

El famoso #tenimpressa creo que no ayuda a sus objetivos. Esto se tendrá que cocer a fuego lento. Costará que toda esta gente haga una rotura sentimental con aquello con el que siempre se han sentido identificados.

Dicho esto, si el unionismo se mantiene en la lectura de que sólo votó una parte pequeña de la sociedad catalana, se estarán haciendo trampas al solitario como hace 6 años que se hacen. Esto los continúa poniendo en una posición de extrema debilidad. Y puede facilitar aquello que era casi imposible; la independencia.

Creo que se ha acabado la época del discurso basado en la táctica, en el que las partes tendrán que tomar verdaderos discursos constructivos. Los unos para convencer a aquellos sentimentalmente muy unidos en España. Los otros tendrán que abandonar los discursos apocalípticos y buscar entre su oferta, qué puede interesar a los que, en los últimos años, han desconectado de su proyecto. Es la hora de los para qué.

Lectura post 9N

Consulta cues

Después de una jornada como la de ayer, las lecturas sobre los resultados son inevitables. La jornada fue tan parecida a una jornada electoral que, al final, todo el mundo ha ganado. Pero miremos los datos con algo de tranquilidad.

2.305.290 personas votaron. El 80,72% votaron por el Sí-Sí (algo más de 1’8 millones de votos), un 10% votaron por el Sí-No (algo más de 225 mil votos) y un 1% por el Sí-En blanco (unos 20 mil). Es decir, más de 2 millones de votos por un cambio del statu quo.

Estos datos no son comparables directamente con unos resultados electorales normales porque no votó el censo electoral. Tenía derecho a voto más gente; mayores de 16 años e inmigrantes. Los más jóvenes posiblemente se movilizan más de lo normal. Los inmigrantes, menos de lo normal. Eso hace imposible hacer transposiciones directas entre la consulta y un referendum «normal».

En todo caso, sí que son datos significativos. En las elecciones del 2012 a la Generalitat, votaron fuerzas catalanistas 1,75 millones de personas. Aunque algunos partidos se habían significado por un Sí-Sí, no estaba claro del todo que sus votantes estuvieran al 100% por la independencia. Los resultados de ayer vienen a alimentar la idea de que, poco a poco, se confirman como partidarios claros de la independencia. En mi opinión, eso hace que los datos sean muy buenos para el soberanismo. Entre otras cosas porque, con resultados peores, han ganado las elecciones al Parlament.

El error de lectura que hace el españolismo es caer en la falacia de «todos los que no han votado no están por la independencia» o, más aún, «quieren seguir en España». Catalunya tiene un abstencionismo estructural del 25%. Es decir, que la partida no se juega sobre los 5’4 millones que pueden votar sino sobre 4 millones. Es decir, que en el mejor de los casos, el españolismo no tiene tanto margen como pretende.

Además, dan por hecho que los del Sí-No, llegado el caso, votarán en contra. Ahora están en medio pero, llegará un momento en el que deberán optar. Hagan o no las instituciones españolas una oferta, el Sí-No acabará sin contenido. Que nadie piense que se sumarán a una u otra opción sin más.

Ni siquiera puede deducirse que los que no votaron están por el no. En primer lugar, todavía queda gente por votar. En las mesas en las que yo estaba, echamos a unos cuantos para atrás por tener el DNI caducado. Y tampoco se pueden descontar algunos votos de libertarios independentistas, que optaron por un No-Sí, que convertía su voto en «otros» (el equivalente al voto nulo). También fueron un puñado.

Además, me parece mucho deducir que absolutamente todos los que se quedaron en casa no quieren la independencia. La Iglesia lo tenía claro: «los caminos del Señor son inescrutables».

Obviamente cualquiera de estos grupos que he comentado son los menos. Y esto no sería relevante si la cosa no estuviera tan ajustada. Pero es que lo está.

El independentismo puede caer en la misma trampa. Esto no lo tienen hecho. Los datos no dan un Sí-Sí definitivo y sin dudas. Suponiendo que pudiéramos contar los 1,8 millones de votos como si fuera del censo electoral, serían suficientes si la participación no supera el 67% (más alta que la mayoría de participaciones para las elecciones catalanas). Pero para ganar con seguridad, le hacen falta 2,1 millones de votos (75% del censo electoral).

Fundamental es tener en cuenta que no hubo debate sobre las opciones porque ha sido imposible. Hasta 3 días antes no sabíamos si podríamos votar o no. En caso de que hubiera debate electoral, estos resultados se verían alterados con toda seguridad.

Todavía hay partido. A las partes les va a tocar moverse con celeridad. En mi opinión, el independentismo lleva la ventaja de la iniciativa. Si el españolismo no abandona la actitud defensiva, esto va a ser imparable.

Legitimando el no el 9N

Papeleta

Si eres una de las personas que creen que lo mejor para Cataluña es que cambiamos la relación con España pero siempre dentro de sus fronteras o, incluso, si piensas que la relación entre Cataluña y España tiene que continuar siendo la misma que hasta ahora, te invito a votar el domingo. Sé que, entre todos, no te lo estamos poniendo fácil. Pero, por favor, dame confianza y lee hasta el final.

No te engañaré. Yo quiero la independencia. Estoy tan implicado que me he hecho voluntario del 9N. No soy independentista. Lo estoy. Creo honestamente que no tengo alternativa. Sé lo que estás pensando. Llevan y llevamos días repitiéndolo; Si vas a votar el domingo, estás legitimando mi opción. Pero yo no lo creo.

Este domingo haremos una consulta. Una consulta que no quiere nadie. Tú, porque crees que esto es una fiesta que se han montado sólo una parte de los afectados. Y nosotros porque se nos queda corta. Pero, en realidad, estamos muy unidos. Querríamos una como la que tú querrías. Una de verdad, legal. Negociada y acordada con Madrid. ¿Quién puede creer que un independentista prefiere un sucedáneo a una de verdad?

La estrategia de Madrid nos ha traído a que muchos de los que, como tú, quieren la unidad, piensen que no ha habido debate. Han escondido medios todos los libros y todos los artículos sobre el tema. Toda la documentación. Incluso, han querido esconder las pocas respuestas que se han hecho a sus argumentos. Pocas porque los argumentos del unionismo han sido escasos. No han querido entrar en el debate y, cuando lo han hecho, han ofrecido datos tan exagerados que se desacreditaban ellos solos.

Esta misma estrategia es la que ha provocado que, incluso el día antes de la votación, no estemos debatiendo por el sí y por el no. Los que han impulsado la votación desde las instituciones y los que lo hemos hecho desde la calle, hemos malgastado el tiempo (ya lo admito) justificando que tenemos derecho. No hemos podido o no hemos sabido hacerlo mejor. Por la parte que me toca, te pido perdón.

El hecho que se impugnara la consulta que convocó la Generalitat en septiembre ha causado que todos dejáramos de poner el foco en el resultado. Como esto ya no tiene garantías, ahora ya no cuenta si el «sí/sí» sacará más votos que el «sí/no» y el «no». Ahora todo el mundo da por hecho que ganará el «sí/sí» porque gente como tú, que cree en un referéndum, no nos acompañará poniendo las papeletas.

Pero quiero decirte una cosa. A ti. Yo el domingo haré algo más que votar. Votaré «sí/sí». Porque el que legitimará mi opción política no es que participe mucha gente sino que mucha gente vote por la independencia. Es evidente que, si el voto unionista superara al independentista, por muy de broma que sea la consulta, la independencia no estaría más cerca. Más bien al contrario.

De hecho, pienso honestamente que, el hecho de votar por el «sí/no» o por el «no» no legitima la independencia sino el derecho a la autodeterminación. Sí, este derecho que has reivindicado toda tu vida y en el que crees honestamente. Necesitamos que la sociedad española, la  de los españoles de buena fe, que son muchos, entiendan que, en esto de votar, estamos juntos.

Yo voté a la consulta alternativa que se hizo en las europeas. Te aseguro que mi voto estaba lejos del que los gustaba a los organizadores. Pero lo hice porque me estaban dando voz con la única herramienta que tenían a su alcance; unas cajas de cartón, unos bolis, unos papeles y el valor que pusieron ante la prohibición de la administración.

Tu voto lo necesito no como independentista. No me servirá para lo que quiero hacer. Lo necesito como demócrata. Aunque esto sólo sea un acto simbólico. Como hemos hecho muchos otros, tú y yo. Cómo cuando nos paseamos por las asambleas del 15M. Cuando fuimos a manifestaciones en contra de la guerra, en contra de ETA, en contra de la violencia. Ahora está en juego nuestro derecho a decir la nuestra. Mucho más básico que la independencia o la unión.

Discúlpanos que no te podamos dar las garantías que mereces. Te ofrecemos todo aquello que tenemos en nuestra mano. Los papeles, las urnas y el espacio. No puedo darte nada más porque no está a mi alcance. Ojalá…

Si al final decides acompañarnos, has de saber que te estaré muy agradecido. Como demócrata. No veré qué votas. Pero sepas que, cuando estemos haciendo el recuento, agradeceré cada voto en contra. Espero que el tuyo sea uno de ellos. Quiero que sepas que mi futuro, sea qué sea, lo quiero construir contigo.

Por eso te pido, por favor, acompáñame.

Una semana normal

Negociaciones 9N

Las últimas 3 semanas y, especialmente esta, han generado miedos entre los defensores de la independencia de Cataluña. El gran baluarte de la unidad se ha roto.

Reconozco que las semanas pasadas he estado bastante preocupado por este asunto. Lo alimentaban inputs de que las tensiones no eran pura escenificación ni lectura interesada de los medios. Y no sólo se rompió la unidad sino que cada partido salió con un discurso diferente. Cada uno por libre. El lunes no fue un buen día.

Pero, a partir de martes, mi percepción ha ido cambiando hasta ser moderadamente optimista. Llevamos 2 años en los que 6 fuerzas políticas han caminado juntas. Desde la derechista Unió hasta la izquierda de la CUP. Lo hemos reivindicado porque «no es normal». Así que, creo que lo que ha pasado esta semana después de un punto de desacuerdo (admito que importante) es que hemos tenido una semana normal. Una semana donde ha primado un cierto tacticismo inherente a la política. Seríamos peligrosamente ingenuos si pensáramos que estos movimientos políticos no se dan a los partidos, incluso, en estas circunstancias.

Fijémonos en un hecho. Ninguna de las fuerzas que, hasta lunes, iban unidas se ha pronunciado en contra del nuevo 9N, excepto hoy Herrera de Iniciativa (y ya veremos cuál es la reacción de los independentistas del partido si los ataques que están recibiendo no les generan anticuerpos).

Las 3 fuerzas por el Sí-Sí han defendido la jornada participativa, todo y no estar del todo de acuerdo en aspectos de esta. Por lo tanto, se les ha de reconocer que están practicando un tacticismo de baja intensidad. Pensemos en clave de futuro. Y en clave tacticista, si me lo permitís. 

¿Se puede permitir CDC seguir sola adelante con la legislatura (ahora que la ruptura con UDC está casi hecha)? ¿Cómo? ¿Pactando con el PSC? El coste político sería enorme. CDC aguanta porque Mas, que ha ido cumpliendo sus promesas, es creíble. Pero si ahora transmite que se pasa al peixalcovisme, compartirá futuro con el partido de Iceta.

ERC no ve clara la lista unitaria. Pero, si de verdad quiere la independencia, ¿se puede permitir una victoria en minoría simple? ¿Qué pasará en CDC si Mas, como es lógico, se ve obligado a dimitir después de una derrota electoral? ¿Sabemos qué pasaría adentro del partido? ¿Quién lo liderará? ¿Estará abierto a pactar con ERC? ¿Asumirá ERC tanta incertidumbre?

Esta semana normal (y quizás algunas que vendrán) los partidos las aprovecharán para fijar sus posiciones iniciales de negociación. Obviamente, hay el riesgo que acaben por no entenderse. Eso sí, cualquiera que haya llevado una negociación seria sabe que para obtener un buen acuerdo, ha de haber momentos en los cuales parece que todo se puede romper. Estamos en un momento de estos.

Mirad con optimismo pero realismo los hechos: el nueve 9N movilizará muchísima gente, esta negociación nos debería dar suficiente tiempo para terminar la hacienda propia (sin la cual una DUI es un tiro al pie), la candidatura única está siendo apoyada por la sociedad civil, cerca de las elecciones se escenificarán rupturas en los partidos que no quieren la DUI para pasar junto a la candidatura unitaria (del PSC, de Unió, y de ICV), y la CUP hará de receptáculo por toda aquella gente de izquierdas que, queriendo la independencia, se sienta incómoda votando una candidatura que tenga detrás a Convergència.

Que los hechos del día a día no nos hagan perder la perspectiva. Esta situación casi se tenía que dar en algún momento previo a unas elecciones. Tomémonos con calma todo esto. Y no pidamos a los partidos que actúen contra natura.

¿El curso de la verdad?

President Mas

Ahora sí. Ya empieza el curso político tras el cual todo habrá cambiado. Cuando digo todo, quiero decir todo. Algunos, después de las elecciones catalanas de 2012 creímos que no habría consulta porque no veíamos operatividad política en el Parlamento. Nos equivocamos y hoy podemos afirmar que difícilmente los catalanes no habremos expresado en los 12 próximos meses lo que queremos para nuestro futuro.

La incertidumbre en los detalles es tan grande que se hace difícil visualizar exactamente lo que pasará. En cambio, estoy convencido de que en lo esencial es difícil equivocarse. E incluso, me atrevo a decir que acabaremos con calendario definido a lo largo del trimestre que viene.

Los primeros meses serán de una tensión brutal. 11 de septiembre, que será un éxito a pesar del punto de angustia que ahora hay por el ritmo de inscripciones. Esta semana se disparará. Pregunta fácil a los amigos: ¿Tú volverás? Ninguno me ha dicho que se quedará en casa.

Hacia el 20 aprobaremos la ley de consultas y, si un recurso aún más rápido no lo impide, la convocatoria de cara al 9N. El gobierno español podría no recurrir o facilitar que el TC no bloquee la consulta. La nariz me dice que ahora en Madrid se sienten fuertes por culpa de su enésimo error de cálculo.

De acuerdo. Han tumbado uno de los símbolos del catalanismo. Algunos estamos muy decepcionados. Dan por hecho que los catalanistas ahora hemos perdido el gran argumento «España nos roba» y la percepción de que los catalanes somos moralmente superiores a los españoles.

Este es un discurso que funciona en el resto de España. No en Cataluña. Los catalanes distinguimos entre lo que roban los políticos y lo que supone un trato económico injusto. Respecto a las cuestiones éticas, el discurso catalanista no es supremacista. ¡Pero si quien no se dice Pérez se llama López! Hace muchos años que en Cataluña tenemos el caso Palau, y el caso Treball (ahora le llaman Pallerols para tapar las vergüenzas de Unió), y el caso Mercurio y una larga lista. Queremos que el nuevo estado sea más limpio, sí. Pero no porque somos mejores sino porque queremos cambiar unas leyes que, eso sí, dentro de España no tenemos poder para cambiar.

Si niegan, como pienso, la posibilidad de hacer la consulta, estoy seguro que las movilizaciones serán brutales. Ante gobernación civil y frente al Palau de la Generalitat. Como habrá nervios, deberemos ser especialmente cuidadosos. Estoy convencido de que será así.

Ante este escenario no creo que el gobierno de España mueva ficha. El catalán tendrá tres opciones: convocar igualmente el referéndum, convocar elecciones a corto plazo o intentar alargar la legislatura al máximo.

Convocar el referéndum tiene un problema grave. Supone saltarse la ley española. Este es un recurso que la Generalitat no podrá utilizar demasiadas veces. De hecho, algunos expertos dicen que sólo podremos hacer una insumisión. Artur Mas es inteligente y no creo que lo haga esta vez.

La segunda opción que tiene CiU es ir hasta el 2016 para intentar recuperar sus expectativas electorales. Pero la calle se sentirá traicionada y la situación se volverá inestable. No creo ni siquiera que puedan alargar hasta las elecciones municipales en mayo de 2015.

Estas nuevas elecciones tendrán un carácter plebiscitario. En Madrid, y los partidos unionistas catalanes, están obsesionados con la única herramienta que tienen; la ley. Creen que, repitiendo que unas elecciones nunca son plebiscitarias evitarán que la gente vote en función del futuro político de Cataluña.

Nos dejen hacer o no la consulta, el pueblo catalán expresará lo que desea. Esto, con independencia de la decisión que tomemos, lo cambia todo. Para que se materializará en un acto la percepción de que tenemos legitimidad para decidir nuestro futuro. Ya nada volverá a ser igual…

Si este deseo es encontrar un camino separado del resto de España, llegará el momento de desobedecer al ordenamiento jurídico español. Con él, el famoso choque de trenes de consecuencias, este sí, imprevisibles.

El curso político de la verdad.

Això no tocava (en la política)

Jordi Pujol

Pujol nos ha escondido durante 34 años una herencia en negro de su padre. Nadie duda de la relevancia política del personaje y de la convulsión política que puede comportar. ¿Qué consecuencias tendrá en pleno crecimiento del soberanismo en Catalunya?

Yo creo que el catalanismo se haría un flaco favor si pensara que esto es neutro. No señores, esto puede cambiar una parte de la ecuación. Y de una parte importante; aquella parte de indecisos que inclinarán la balanza a un lado o a otro. Para saberlo con seguridad, deberíamos contestar dos preguntas; ¿Qué harán los partidos catalanes a partir de ahora? Y, ¿Qué han hecho nuestros representantes hasta ahora?

Que nadie dude que el ataque a Pujol  es, a la vez, un ataque a una concepción de Catalunya y al «proceso». Sería naif pensar que esto ha salido a la palestra justo ahora por casualidad. En derecho penal existe lo que se conoce como el principio de oportunidad; ¿en qué momento se hace público que se está investigando un hecho?

Por eso Jaume Barberà ha repetido muchas veces que a la independencia se va «net i polit» (limpio y pulido). Porque es evidente que el Estado utilizará todas sus herramientas para destruir nuestros símbolos y ganar la batalla. Si nuestros líderes no van «nets i polits», nos saldrá toda la suciedad.

Por eso, que se trate de un ataque, no puede ser excusa para no hacer lo que se ha de hacer. Si Pujol tenia cosas escondidas, con independencia de si es o no un ataque a las pretensiones de una parte de la sociedad catalana, hemos de actuar con contundencia. Esto responderá a la primera pregunta que me hacía: ¿Qué harán nuestros políticos?

Por lo que parece, CDC ya está poniendo el cortafuegos. Creo que no tenemos alternativa: CDC ha de distanciarse de su figura y debería desaparecer el cargo de presidente honorífico del partido. Y respecto al govern, retirarle los beneficios de los expresidentes, también la consideración de MHP.

Los medios de Madrid aprovecharán todo este escándalo para hacer descarrilar el proceso. Las portadas de estos días demuestran que continúan sin entender (o sin querer explicar) lo que pasa. Insisto: este proceso no lo controlan los políticos. Es la calle. Si los medios de la capital del Estado quieren respuestas, que salgan a la calle…

Dice Eduard Voltas en su libro «Carta a un indeciso» que la independencia no es la solución a todos los problemas. Esta parte del discurso indepedentista, que yo considero mayoritario entre los que quieren la secesión y que está alineado con lo que dicen nuestros líderes políticos, en Madrid no se explica.

Pero de la misma forma que reconocer que la independencia no nos hará vivir en un paraíso nos refuerza, si nuestros políticos son débiles en este caso, el argumentario unionista se reforzará.

Aún queda por contestar la segunda pregunta. Si los negocios de Pujol quedan en esto; una herencia no regularizada, yo creo que la historia será indulgente con él. Al final, es una figura muy poliédrica. Si resulta que los negocios iban más allá, entonces dependerá del volumen. Pero la mácula costará que se vaya, si es que alguna vez lo hace.

Ahora, si los negocios de Pujol salpican toda la estructura de CDC y esto afecta de manera directa o indirecta a la actual cúpula, preparémonos. Porque esto desestabilizará al partido de gobierno. Si no hubiera consulta (escenario más que posible) y todo esto acaba en plebiscitarias, ERC no podrá pactar para presentarse junto con un partido con la imagen de sus líderes manchada por la corrupción. ¿A quién votará la derecha catalanista? ¿Quién ocupará este espacio político y qué posicionamiento tendrá frente a una posible DUI? No lo sabemos.

Francesc Marc Àlvaro escribió un libro en 2003 donde hablaba del clan Pujol y ya apuntaba que algunos hijos tenían negocios opacos. En especial Junior, Jordi Pujol Ferrusola. El famoso hijo de la Camarga. Dentro de la ansiedad que tengo, me tranquiliza que alguien escribiera en aquella época (y no ahora) que Mas puso distancia entre Junior y él.

Si al final del camino, el independentismo no tiene operatividad política, aunque sea mayoritario, la independencia no será viable. Por descontado, un fracaso de este tipo de razones no haría que todo el mundo se borrara del proyecto. Pero oportunidades como la que estamos viviendo no aparecen cada día. Quizás deberemos esperar algunos lustros.

La persecución de los Pujol se ha producido cuando más interesaba a las estructuras del Estado. Nuestra actitud pasada y futura marcará la influencia en el «proceso». Puede reforzarnos si hacemos bien las cosas. O destruirnos y hacer que perdamos muchos años. Decía una campaña de la época del Pujol presidente: «el trabajo mal hecho no tiene futuro, el trabajo bien hecho no tiene fronteras». Ahora más que nunca.