Alberto Lacasa

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Política

Lectura post 9N

Consulta cues

Después de una jornada como la de ayer, las lecturas sobre los resultados son inevitables. La jornada fue tan parecida a una jornada electoral que, al final, todo el mundo ha ganado. Pero miremos los datos con algo de tranquilidad.

2.305.290 personas votaron. El 80,72% votaron por el Sí-Sí (algo más de 1’8 millones de votos), un 10% votaron por el Sí-No (algo más de 225 mil votos) y un 1% por el Sí-En blanco (unos 20 mil). Es decir, más de 2 millones de votos por un cambio del statu quo.

Estos datos no son comparables directamente con unos resultados electorales normales porque no votó el censo electoral. Tenía derecho a voto más gente; mayores de 16 años e inmigrantes. Los más jóvenes posiblemente se movilizan más de lo normal. Los inmigrantes, menos de lo normal. Eso hace imposible hacer transposiciones directas entre la consulta y un referendum “normal”.

En todo caso, sí que son datos significativos. En las elecciones del 2012 a la Generalitat, votaron fuerzas catalanistas 1,75 millones de personas. Aunque algunos partidos se habían significado por un Sí-Sí, no estaba claro del todo que sus votantes estuvieran al 100% por la independencia. Los resultados de ayer vienen a alimentar la idea de que, poco a poco, se confirman como partidarios claros de la independencia. En mi opinión, eso hace que los datos sean muy buenos para el soberanismo. Entre otras cosas porque, con resultados peores, han ganado las elecciones al Parlament.

El error de lectura que hace el españolismo es caer en la falacia de “todos los que no han votado no están por la independencia” o, más aún, “quieren seguir en España”. Catalunya tiene un abstencionismo estructural del 25%. Es decir, que la partida no se juega sobre los 5’4 millones que pueden votar sino sobre 4 millones. Es decir, que en el mejor de los casos, el españolismo no tiene tanto margen como pretende.

Además, dan por hecho que los del Sí-No, llegado el caso, votarán en contra. Ahora están en medio pero, llegará un momento en el que deberán optar. Hagan o no las instituciones españolas una oferta, el Sí-No acabará sin contenido. Que nadie piense que se sumarán a una u otra opción sin más.

Ni siquiera puede deducirse que los que no votaron están por el no. En primer lugar, todavía queda gente por votar. En las mesas en las que yo estaba, echamos a unos cuantos para atrás por tener el DNI caducado. Y tampoco se pueden descontar algunos votos de libertarios independentistas, que optaron por un No-Sí, que convertía su voto en “otros” (el equivalente al voto nulo). También fueron un puñado.

Además, me parece mucho deducir que absolutamente todos los que se quedaron en casa no quieren la independencia. La Iglesia lo tenía claro: “los caminos del Señor son inescrutables”.

Obviamente cualquiera de estos grupos que he comentado son los menos. Y esto no sería relevante si la cosa no estuviera tan ajustada. Pero es que lo está.

El independentismo puede caer en la misma trampa. Esto no lo tienen hecho. Los datos no dan un Sí-Sí definitivo y sin dudas. Suponiendo que pudiéramos contar los 1,8 millones de votos como si fuera del censo electoral, serían suficientes si la participación no supera el 67% (más alta que la mayoría de participaciones para las elecciones catalanas). Pero para ganar con seguridad, le hacen falta 2,1 millones de votos (75% del censo electoral).

Fundamental es tener en cuenta que no hubo debate sobre las opciones porque ha sido imposible. Hasta 3 días antes no sabíamos si podríamos votar o no. En caso de que hubiera debate electoral, estos resultados se verían alterados con toda seguridad.

Todavía hay partido. A las partes les va a tocar moverse con celeridad. En mi opinión, el independentismo lleva la ventaja de la iniciativa. Si el españolismo no abandona la actitud defensiva, esto va a ser imparable.

Política

Legitimando el no el 9N

Papeleta

Si eres una de las personas que creen que lo mejor para Cataluña es que cambiamos la relación con España pero siempre dentro de sus fronteras o, incluso, si piensas que la relación entre Cataluña y España tiene que continuar siendo la misma que hasta ahora, te invito a votar el domingo. Sé que, entre todos, no te lo estamos poniendo fácil. Pero, por favor, dame confianza y lee hasta el final.

No te engañaré. Yo quiero la independencia. Estoy tan implicado que me he hecho voluntario del 9N. No soy independentista. Lo estoy. Creo honestamente que no tengo alternativa. Sé lo que estás pensando. Llevan y llevamos días repitiéndolo; Si vas a votar el domingo, estás legitimando mi opción. Pero yo no lo creo.

Este domingo haremos una consulta. Una consulta que no quiere nadie. Tú, porque crees que esto es una fiesta que se han montado sólo una parte de los afectados. Y nosotros porque se nos queda corta. Pero, en realidad, estamos muy unidos. Querríamos una como la que tú querrías. Una de verdad, legal. Negociada y acordada con Madrid. ¿Quién puede creer que un independentista prefiere un sucedáneo a una de verdad?

La estrategia de Madrid nos ha traído a que muchos de los que, como tú, quieren la unidad, piensen que no ha habido debate. Han escondido medios todos los libros y todos los artículos sobre el tema. Toda la documentación. Incluso, han querido esconder las pocas respuestas que se han hecho a sus argumentos. Pocas porque los argumentos del unionismo han sido escasos. No han querido entrar en el debate y, cuando lo han hecho, han ofrecido datos tan exagerados que se desacreditaban ellos solos.

Esta misma estrategia es la que ha provocado que, incluso el día antes de la votación, no estemos debatiendo por el sí y por el no. Los que han impulsado la votación desde las instituciones y los que lo hemos hecho desde la calle, hemos malgastado el tiempo (ya lo admito) justificando que tenemos derecho. No hemos podido o no hemos sabido hacerlo mejor. Por la parte que me toca, te pido perdón.

El hecho que se impugnara la consulta que convocó la Generalitat en septiembre ha causado que todos dejáramos de poner el foco en el resultado. Como esto ya no tiene garantías, ahora ya no cuenta si el “sí/sí” sacará más votos que el “sí/no” y el “no”. Ahora todo el mundo da por hecho que ganará el “sí/sí” porque gente como tú, que cree en un referéndum, no nos acompañará poniendo las papeletas.

Pero quiero decirte una cosa. A ti. Yo el domingo haré algo más que votar. Votaré “sí/sí”. Porque el que legitimará mi opción política no es que participe mucha gente sino que mucha gente vote por la independencia. Es evidente que, si el voto unionista superara al independentista, por muy de broma que sea la consulta, la independencia no estaría más cerca. Más bien al contrario.

De hecho, pienso honestamente que, el hecho de votar por el “sí/no” o por el “no” no legitima la independencia sino el derecho a la autodeterminación. Sí, este derecho que has reivindicado toda tu vida y en el que crees honestamente. Necesitamos que la sociedad española, la  de los españoles de buena fe, que son muchos, entiendan que, en esto de votar, estamos juntos.

Yo voté a la consulta alternativa que se hizo en las europeas. Te aseguro que mi voto estaba lejos del que los gustaba a los organizadores. Pero lo hice porque me estaban dando voz con la única herramienta que tenían a su alcance; unas cajas de cartón, unos bolis, unos papeles y el valor que pusieron ante la prohibición de la administración.

Tu voto lo necesito no como independentista. No me servirá para lo que quiero hacer. Lo necesito como demócrata. Aunque esto sólo sea un acto simbólico. Como hemos hecho muchos otros, tú y yo. Cómo cuando nos paseamos por las asambleas del 15M. Cuando fuimos a manifestaciones en contra de la guerra, en contra de ETA, en contra de la violencia. Ahora está en juego nuestro derecho a decir la nuestra. Mucho más básico que la independencia o la unión.

Discúlpanos que no te podamos dar las garantías que mereces. Te ofrecemos todo aquello que tenemos en nuestra mano. Los papeles, las urnas y el espacio. No puedo darte nada más porque no está a mi alcance. Ojalá…

Si al final decides acompañarnos, has de saber que te estaré muy agradecido. Como demócrata. No veré qué votas. Pero sepas que, cuando estemos haciendo el recuento, agradeceré cada voto en contra. Espero que el tuyo sea uno de ellos. Quiero que sepas que mi futuro, sea qué sea, lo quiero construir contigo.

Por eso te pido, por favor, acompáñame.