La película del Al Gore, «una verdad incómoda», se ha convertido, sin duda, en uno de los títulos más populares del documental en muy poco tiempo. No cuestionaré aquí las posibles inexatitudes científicas o la dudosa coherencia del exvicepresidente. Mi tarea será desgranar lo que de cinematográfico tiene este producto hecho y pensado para el mercado norteamericano.
En ese sentido, me parece que hay tres consideraciones a tener presentes;
– El documental es, en realidad, muy poco cinematográfico. De hecho, el gran error de esta película es considerar que una buena conferencia (me refiero al discurso) es necesariamente una buena narración cinematográfica. A pesar de cambiar a menudo el punto de vista, el resultado es pobre, sin apenas referencias nuevas a las que cogerse. De hecho, los creadores del trailer debieron darse cuenta cuando apenas utilizaron imágenes de Gore sobre su púlpito. En ese sentido, marcaría distancias con otro film basado en una conferencia, «Roger and me» (1989) de Michael Moore, donde el concepto cine está mucho más presente. Supongo que Davis Guggenheim, el director, se dio cuenta de que el texto fílmico no funcionaba y, por eso, introdujeron con calzador todos esos capítulos personales. Es cierto que eso genera empatía con el protagonista, en este caso el político. Pero también es verdad que, hasta que no lanza el puente con el resto de la historia, no entiendes muy bien a qué vienen. Y lo grave es que, como espectador, no despierta el interés antes de la respuesta, sino más bien la frutración cuando esta se hace evidente.
– Por otro lado, sucede algo interesante. Después de criticar el sistema de EEUU y de cómo destruye todo lo que toca, parece curioso que no llegara a plantearse si los recursos a los que hechó mano son o no coherentes con su discurso. Para mí, resulta un documental maniqueo, más propio del New Deal o de las películas de acción, que una narración profunda, científica, y con matices.
– Muy ligado a esto último que señalaba, añadiría la importancia que tiene el hecho de que se haya convertido en un referente cultural de un nuevo ecologismo, dotado de «información», de «datos» con los que defender sus posturas. Incluso ha abierto otro debate que daría para muchas entradas de un blog de psicología. El gobierno español ha anunciado que enviará copias a los colegios para que los niños «aprendan» un mensaje en el parecemos estar todos de acuerdo. El documental pretende dar datos para dar criterio a los niños cuando, paradójicamente, eliminará la opinión de los niños y los obligará a caer en el mindstream, en el pensamiento globalizado vacío de contenido, porque nosotros hemos decidido por ellos que esa es la Gran Idea.
La cuestión es, ¿realmente cumple con su objetivo en lo visual? La adaptación del texto conferencial al texto cinematográfico es pésima, por muy a favor que uno esté del mensaje.