En el 2000, me hablaron de una película que me impactó. Se llamaba Deseando amar, aunque yo creo que es más conocido el título en inglés; in the mood for love. Así conocí al director de Hong Kong Wong Kar-Wai, al que luego me he filedizado y he visto casi todas las películas que ha estrenado desde entonces; eros, 2046, y ahora my blueberry nights.
Lo más fascinante de Wong Kar-Wai es su capacidad de crear admósferas que acorralan a sus personajes, cargadas de barroquismo hasta puntos muy extremos. No son pocos los que le critican por ello. Los planos tienden a romper con las reglas establecidas por la ortodoxia. Si debieran respetar que, allá donde va la mirada del personaje haya un “aire”, él por sistema lo coloca en el lado contrario, aumentando así la tensión que nos transmite la escena. Los continuos travellings laterales y circulares, con objetos que se interponen entre el personaje y nosotros, son constantes y de una belleza difíciles de ver en la gran pantalla. Y eso mismo sucede con el montaje del film diseñado, con sus no convencionalismos, para aumentar más, si cabe, la ansiedad de los personajes y la participación del espectador.
La película es, además del primer desembarco del director en occidente, una historia episódica, una pseudo road movie en la que apenas aparecen los medios de transporte. Prevalecen los interiores, que en muchos casos resultan claustrofóbicos. El personaje interpretado por Norah Jones huye del dolor recorriendo buena parte de los Estados Unidos, encontrándose en ese camino con Jude Law, Rachel Weisz y Natalie Portman.
El único punto débil de la película es, precisamente, cuando abandona los interiores y rueda en unas Vegas que ya forman parte de nuestro imaginario colectivo común. A pesar de la gran interpretación de Portman y del delicioso trabajo de Jones, que por cierto sorprende, ese “episodio” flaquea y no aguanta ninguna comparación con el resto del film. Aún así, no menoscaba el interés general que me despierta el conjunto de la película que, por cierto, tiene un beso que ha presentado candidatura a estar en el top ten de los de toda la historia del cine.
En todo caso, pasa por ser una de las horas y media mejor invertidas en tiempo, por lo que seguiré confiándole parte de mi tiempo a este director de lo interior.
En efecto, la parte de exteriores de las Vegas es un bache en el film. No obstante, lo mejor de este director lo ha filmado siempre en interiores, y si puede ser, con luces y ambientes imposibles, creados todos con su inseparable, hasta ahora, Christopher Doyle, que en este film, triste y misterosamente, no está, dejando su lugar a Darius Khondji, que no hace una mala fotografía de interiores o exteriores noche, pero no me hace olvidar al gran Doyle.
A mí me resultó extraño ver una peli de Wong Kar-Wai fuera de sus ambientes habituales y sin actores orientales (a los que sustituye con sus correspondientes guaperas occidentales), pero la peli se deja querer, vaya argumento de peso el mío, eh?, pero bueno, al menos sigue manteniendo en pie su estilo, no se ha vendido del todo a la estética del fondo y forma USA.
Saludos