Llegas un día a casa, con ganas de salir y le planteas a tu pareja ir al cine. ¿Por qué no ir a ver 2012? Parece que debe ser entretenida. 150 minutos de explosiones y ciudades destruídas. Coges a tu hijo de 10 años y, cuando llegas a la sala, te encuentras con que hay un cartel en el cine; «Esta película no está recomendada a menores de 13 años». Vaya, ¿y ahora qué hacemos?
¿Te has preguntado alguna vez quién hace esas calificaciones? ¿Quién decide si una película es o no apta? Pues se trata de un grupo de 6 personas que ejercen de tribunal. No son expertos en cine sino gente «que representan al espectador medio». Así, es un tribunal de «gente normal» que se renueva cada 2 años.
A esos «espectadores medios» les dan una lista diciéndoles que las pelis se pueden calificar de 4 maneras (apta para los públicos, no recomendada a menores de 13 años, no recomendada a menores de 17 y X, en las que se incluye pornografía y apología de la violencia). Y entonces vienen 6 tipos y ellos solitos en base a unos criterios muy subjetivos, deciden qué calificación debe recibir un film a modo de orientación, menos en el caso del X, que exige proyectarla en cines muy concretos. De hecho, sólo hay 8 en toda España.
Todo esto viene al follón que se ha liado con la sexta entrega de Saw. Resulta que después de que nos hayamos tragado los 5 primeros episodios de esta saga, los miembros del consejo de calificación de la ICAA (Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales) se reunió para decidir qué calificación darle. Uno no fue. Debió de dolerle la tripa antes de salir de casa. De los 5 que fueron a verla, una debía ser una ama de casa acostumbrada a cine de barrio y le escandalizó los litros de sangre por centímetro de celuloide. Otro pensó que sus hijos, después de ver el film, podían acabar cogiendo una catana y diseccionarle a él y su mujer en pedacitos. El último, debió ser un defensor de la moral al que le parecía perverso.
Sea como fuere, 3 de los 5 miembros decidieron calificarla X. Y así es como el criterio de 3 personas «representativas» del país han decidido la práctica censura no de la primera, ni de la segunda, ni de la tercera entrega. No. Ha sido la sexta. Hemos necesitado 6 películas para ver la apología de la violencia en el film.
Así, podríamos pensar que de las 300 copias que hizo la distribuidora, 292 se quedarán en las estanterías de algún almacen. ¡Se equivocan! Porque las salas X ya funcionan con DVD, así que probablemente todas las copias se quedarán para criar polvo.
Está muy bien que nosotros, que contínuamente nos sentimos justificados para acusar de mojigatos a los americanos porque censuran escenas de films. Y entonces les explicamos cómo han de hacer las cosas para ser contemporáneos. En realidad, no lo hacemos sólo con el cine, sino que les explicamos qué modelo sanitario deberían tener o qué relación establecer entre religión y educación, etc. etc.
No es la primera vez que hacemos un ridículo espantoso de este tipo. Recuerdo que no hace mucho prohibimos una película que se llamaba «Fóllame» (ese es el título que le dimos nosotros, la original se llamaba bésame), que es cierto había mucho sexo explícito pero que hubiera tenido una carrera comercial de pena porque era mala de narices y, en cambio, fue mucha gente a verla.
¿De verdad hace falta alguien que califique las películas? ¿Los que fueron a ver la máscara no sabían que era una comedia? ¿Quién acaba en la Huérfana esperando una película de amor? ¿Cuánta gente de más de 20 años fue a ver Mentiras y gordas? Insisto como he dicho otras veces, la gente no es tonta. No necesita que nadie le diga qué han hecho pensando en él y qué no.
En vez de ser tan prepotentes e ir dando lecciones por el mundo, quizás podríamos fijarnos en nosotros porque puede que descubramos que ni somos tan modernos ni tan abiertos como creíamos.
Por cierto, si a alguien le hace ilusión ver la calificación de las pelis que ahora hay en carterelera, puede verlas aquí.