Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

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SI LA COSA FUNCIONA

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La nueva película de Woody Allen, Si la cosa funciona, narra la historia de un brillante físico, culto, progresista, neoyorquino y sociópata que ve en el resto del mundo un montón de paletos. Por azar, y después de tratar de suicidarse tras una crisis de pánico frente a la muerte, acoje a una joven que es la antítesis de él; alegre, sureña, no muy inteligente e impresionable.

Allen vuelve a girar en torno a los temas que le llaman la atención; religión, arte, el sentido de la vida, hipocondria, relaciones personales con los elementos en contra, desengaño… Pero en este caso también incluye elementos que sólo han aparecido puntualmente en su filmografía; la relación entre la América cosmopolita y la profunda.

Si la cosa funciona es un film ligero, sin más intención que hacer pasar un buen rato a quien pague la entrada. En este caso, las secuencias cómicas se suceden una tras otra sin dejarte parar de reir haciendo uso, eso sí, de los habituales recursos que te obligan a “estar puesto” en algunos temas para entenderlas.

Los personajes son los típicos arquetipos cómicos que hacen gracia por lo previsibles que son. Partiendo de este aspecto, es ineludible en un film de Woody Allen que los actores tengan un alto nivel interpretativo. Me sería difícil quedarme con uno de ellos en concreto porque están bastante bien todos.

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Larry David, que interpreta a Boris Yellnikoff, el protagonista, está muy creíble en una especie de alter ego del director algo más corrosivo.  Evan Rachel Wood interpreta a la chica, Melodie. Empezó de niña, llegando a participar en alguna película de éxito como Prácticamente magia y dándose a conocer en Thirteen. Pero este último año ha estrenado dos películas que sobresalen; El luchador y la que estamos comentando.

El resto de actores también están muy bien, y me gustaría destacar el papel de la impresionante Patricia Clarkson, madre de Melodie, que ya hemos podido ver en otras películas como Vicky Cristina Barcelona, del mismo Allen, o Elegy de Coixet. La divertida evolución de su personaje la interpreta con muy buena nota.

Son constantes los elementos metacinematográficos; largas charlas directamente ya no a cámara sino al espectador, que rompen definitivamente la 4ª pared y claras referencias a films como algunos de los musicales de los inicios del sonoro. Fred Astaire y Ginger Rogers hacen una aparición fuera de campo, y me pareció reconocer que el tema inicial del film es de El cantor de jazz, con la voz de Al Johnson, aunque no lo tengo confirmado. También hay guiños a cine de los años 40, en concreto, hay una muy evidente que toma en su origen a la película de Capra, ¡Qué bello es vivir!

En definitiva, Woody Allen vuelve a entretenernos con otra de sus pequeñas obras cómicas que, a pesar de no estar entre lo mejor de su catálogo personal, sobrepasa la mediocridad media de las carteleras.

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LA COMEDIA DE LA VIDA

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Para desgracia nuestra, es difícil encontrar buenas comedias en el cine. Por regla general, las comedias tienden a ser de chiste fácil sin ningún tipo de acompañamiento que dé algo de profundidad a la historia. Tienden a la banalización de la comedia que trajo el subgénero ZAZ, del que algún día hablaré, que son las comedias tipo Aterriza como puedas (1980) y que toma su nombre del trío de cómicos que crearon el concepto (los hermanos Zucker y Jim Abrahams).

la comedia de la vidaEso no impide la aparición y el, casi sin querer, encuentro con una preciosa pieza como la comedia de la vida. Se trata de un conjunto de unos 20 relatos, que se entremezclan sólo con timidez, y que tratan de retratar la condición humana en un tono sarcástico y, a ratos, hasta ácido. Sin un hilo narrativo y rompiendo con los tres actos clásicos de toda obra (inicio, trama y desenlace), su creador Roy Andersson, nos retrata como seres humanos. Con nuestras bajezas, con nuestras incomprensiones, nuestras dificultades y miedos. Con nuestras virtudes y, sobre todo, con nuestros sueños.

Roy Andersson no ha hecho demasiadas películas. Apenas 4 en casi 40 años. Y he de reconocer que es la única que he visto, pero intuyo que decida mucho esfuerzo a cada una de sus piezas. Cada detalle, cada pincelada, cada minuto esta cuidado con esmero. La cámara no se mueve si no es estrictamente necesario (hay muy pocos planos y sólo conté 9 movimientos de cámara, la mayoría de ellos casi imperceptibles), lo cual demuestra el esfuerzo de síntesis y la economía de recursos puestos en la pieza.

La comedia de la vida es como uno de esos buenos cocteles. Medido, no de grandes dosis sino de pequeñas que dan matices de sabor a cada trago. La mezcla se compone de un puñado de slapstick al más puro estilo Buster Keaton, sazonado de algunos momentos que recuerdan a los Monty Python. Sobre la mezcla, vierte unas gotas de Luis Buñuel y su profundidad onírica para acabar agitándolo al suave ritmo del cine de Ingram Bergman (Dios Padre, como algunos saben que le llamo).

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Cada uno de los planos del film es un cuadro de cuidada composición. Los espacios acaban convirtiéndose en un personaje más de la historia, como la marquesina del bus o la trompa. Además, estos espacios, en función del encuadre, se convierten en un lugar distinto. El ejemplo más claro es el bar, que aparece 3 veces y en cada uno de ellos aporta un significado distinto a la situación. La vimos en el XISC, el cineclub del que os he hablado algunas veces, y en el debate posterior a la película discutíamos sobre el color. Es cierto que los colores son muy apagados y discutíamos la conveniencia de esta decisión sin llegar a una conclusión clara.

No deja de sorprender los momentos de auténtico virtusismo más propio de Hollywood que de una obra de autor europeo alejada de los circuitos comerciales. Me parece deliciosa la escena de la casa de los recién casados y lo bien que utiliza los efectos especiales sin parezcan FX, integrados en la historia, completamente justificados.

Disfrutar de uno de los títulos más brillantes, inteligentes y divertidos que he tenido la oportunidad de ver me abre la puerta a conocer el resto de films de Roy Andersson.

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REBOBINE POR FAVOR

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¿Cómo sería el cine si en vez de estar en manos del asustadizo capital lo estuviera en las de gente con talento? Esa parece ser la cuestión central de Rebobine, por favor (be kind, rewind), una comedia alocada donde se revisa gran parte de la filmografía que forma parte del imaginario generacional que se crió en los 80’s.

Elroy Fletcher, interpretado por Danny Glover, tiene un videoclub de VHS que se cae en la época del DVD. Su negocio va de mal en peor y la cosa se complica cuando en 60 días tirarán abajo el edificio donde tiene su negocio si no consigue una suma muy importante de dinero. Este realiza un viaje para investigar cómo salvarlo mientras Mike (Mos Def) y Jerry Gerber (Jack Black) se quedan a cargo de la empresa. Por accidente, estos borran todas las cintas y se verán obligados a reconstruir ellos mismos las películas.

La ha dirigido Michel Gondry, que se enmarca en una generación que está reformulando el cine moderno. La industria, en una clara crisis de ideas que se traduce en económica, tiene en directores y guionistas como Charlie Kaufman, Spike Jonze, Christopher Nolan o el propio Gondry el punto de partida para crear una nueva industria que sorprenda a los espectadores.

rebobineRebobine por favor, como el resto de títulos del director, esconde tras su tono de comedia, una profunda reflexión sobre el artefacto. Ya desde el principio, como demostró en olvídate de mi, es un artesano que prescinde de los efectos digitales en caso de no ser imprescindibles. Es un retorno a los orígenes, a Méliès, a aquellos grandes artistas que usaban más su ingenio que cantidades ingentes de dinero.

Varios son los aspectos en los que la reflexión se hace presente; la elección de los títulos que recrea (los cazafantasmas, 2001: una odisea en el espacio, King Kong…) son, en su mayoría, películas de muchos efectos especiales. Cuando habla del pasado, lo recrea con una imagen propia de los primeros años de esta invención, casi anteriores a la creación del cine tal y como hoy lo entendemos. Y, por supuesto, también en la intervención de la cámara como elemento activo de la narración, como cuando la imagen se imanta, vía por la cual el director nos señala que todo es falso, todo es mentira, que todo es un artificio.

En el fondo lo que hay es un cuestionamiento del modelo; ¿de verdad es necesaria la intervención tan salvaje de la industria digital? El hecho cierto es que cada vez que el cine ha dispuesto de una nueva herramienta (ya sea el sonoro, el color o los efectos digitales), la industria ha hecho un uso y abuso que ha acabado por ser contraproducente y que, finalmente, le ha llevado a una crisis. Gondry nos reclama un cine más directo, más sincero. Más donde el director haga uso de su ingenio para desarrollar su historia sin caer en el recurso fácil.rebobine

Una de las reflexiones más importantes de la película se produce cuando el personaje de Glover está en una de esas dvdtecas convertidas en horrortecas modernas llenas de dvd’s infumables, con escasa variedad y una repetición abusiva de los mismos títulos.

Es clave la elección de los actores, que son, como los títulos de la dvdteca, constantes repetidas en las comedias comerciales. Sobre todo el protagonista, Jack Black, que lo recicla en uno de sus papeles más interesantes en una parodia de si mismo.

Todo este replanteamiento del sistema de producción moderno va acompañado de una crisis también en las estructuras clásicas del cine. El genio Godard ya dijo que “una historia debía tener un principio, un trama y un desenlace, pero no necesariamente en ese orden”. Y esa es parte de la esencia de Gondry. El director francés disfruta destripando la historia, poniéndola patas arriba y sorprendiendo más en el cómo  que en en el qué. Sin ir más lejos, es justo lo que los personajes hacen cuando deciden cómo ordenar los elementos de la película que rodarán con todo el barrio.

Desde mi punto de vista, el film sólo tiene un punto débil, que es el final. Lacrimógeno y facilón, desentona con el resto, que sí te transporta a tus años mozos en una de las películas más interesantes del último año.

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VICKY, CRISTINA, BARCELONA

Se ha hablado mucho del último estreno de Woody Allen y de la película que tanto estábamos esperando porque iba a rodarse en Barcelona. Y ya sé que ahora no es actualidad, pero precisamente por eso la mirada que puedo hacer sobre ella es algo más distante. Y, por tanto, algo más objetiva.

Recuerdo que cuando estuvo aquí Woody Allen rodando nos comportamos como unos auténticos cretinos. Cada día era portada por alguna tontería que nada tenía que ver con el cine. Ya dije en su día que me parecía que Barcelona no se había comportado como una ciudad cosmopolita, sino más bien al revés. Por ese motivo, Jaume Roures, productor del film y presidente de mediapro, ha dicho varias veces que no quería volver a rodar aquí con el director neoyorquino, a pesar de firmar con él 3 películas más. Le entiendo, pero es una lástima. Conste que el director no sólo no ha expresado su negativa, sino que no lo descarta.

Dicho esto, ayer vi su película. Sin la presión de la actualidad diciéndome cómo debía interpretar la historia, el guion, o las “postales” tomadas de Barcelona. Varias consideraciones;

1º/ La película no me parece, ni de largo, uno de las peores del director. Woody Allen, y la gente que me conoce sabe que lo admiro mucho, ha hecho historias mucho peores que esta. Para mi estaría en un punto medio (algo así como un 5) si lo comparamos con su filmografía. Si la comparación es con los estrenos habituales de nuestra cartelera, esta muy (pero que muy) por encima de la media. El peor Allen sobresale. Así de claro.

2º/ Sobre el retrato de Barcelona, he escuchado que esta ciudad no existe. O sea, resulta que si el director hace una postal maravillosa de Manhattan en la película con ese título, es una fotografía de Oscar. Eso sí, si hace lo mismo en nuestra ciudad, nos parece fatal. Hubiéramos preferido que hubiera enseñado las mierdas de los perros de la Zona Franca. Muy típico, para no perder la sana costumbre a autoflagelarnos. Pues me niego. Barcelona es bonita. Muy bonita. Con sus miserias, es verdad, pero bonita al fin y al cabo. Y diré más. Teniendo en cuenta que las protqagonistas son unas turistas, ¿qué otra ciudad le enseñaríais?  A un amigo que visitara la ciudad ¿Lo llevarías a los bajos fondos para que vea a la gente que más padece? No, lo llevarías a las ramblas y a la sagrada familia. Y si no lo hicieras, tu amigo te lo exigiría.

3º/ Sobre la cuestión nacional; He escuchado alguna voces que casi me hacen reir tanto de un lado como del otro.

Para unos, resulta que la cuestión catalana no sale lo suficiente. ¿¿¿Que no sale lo suficiente??? Una de las protagonistas resulta estar haciendo una tesis sobre identidad catalana. Y se refiere, constantemente a lo catalán como catalán cuando es propio, y a lo español como español cuando es general. No olvidéis que es la película más taquillera de Woody Allen en USA. Y habla de Catalunya muchísimo. Igual hubieran preferido que alguien saliera con la barretina. Pues lo siento, pero eso no hubiera sido identitario sino ridículo.

Pero esto no es todo. Vamos con los otros. A los otros les preocupa que casi todas las copias en Catalunya sean en catalán. Vaya por delante que un país culto y avanzado vería las películas en versión original. Pero dicho esto, es el colmo. Cuando la industria decide distribuir las películas en castellano nos dan discursos con una suficiencia moral insoportable; que si la libertad, que si es lo normal, que si contra la industria no se puede ir, bla, bla, bla… Esta vez, la industria (Roures) decide distribuir la película básicamente en catalán. Y entonces, esos mismos cretinos que iban de abiertos en lo cultural, ahora ponen el grito en el cielo. ¡Y dicen que son presiones de la Generalitat! Eso es que no conocen a Roures. Y que nadie me hable de las subvenciones, porque entonces hablaremos de las que ha recibido “Sangre de mayo” (15 veces superiores y con una historia ultraidentitaria). Además, es lo más lógico cuando tienes un público que habla dos idiomas y en la película también se utilizan dos. De hecho, me pregunto cómo habrán interpretado algunas escenas esos supuestos liberales del tres al cuarto.

4º/ ¡Por fin voy a hablar de la película! Para mi no deja de ser una historia neoyorquina contada en Barcelona. No me acabo de creer a Bardem como esa especie de pintor ultraelitista, aunque tome copas en el “cuatre cantons”, bar típico donde la progresía culta de Barcelona se entretenía a principios del siglo XX. Ese tipo de artista en España es muy progre, justo como el propio Bardem. Dicho con otras palabras. Lo veo como un pintor americano y no como un tipo que nació en Asturias entre montañas.

Las interpretaciones vuelven a ser el punto fuerte. Tanto Bardem como Scarlett están como siempre, a un nivel altísimo. He de decir que me sorprendió gratamente Rebecca Hall, la chica que hace de Vicky. Me encantó el trabajo que ha hecho. Incluso, los secundarios, como Patricia Clarkson, hacen una gran labor para enriquecer la narración.

Mención a parte merece Penélope Cruz, de la que todo el mundo ha destacado su trabajo. Inconmesurable de no ser por las escenas más conocidas de la película; las de amor entre las chicas. Allí patina cuando una mujer apasionada como es su caso, está como incómoda frente a la idea de besar a su compañera de reparto. Es el único pero, porque el resto es genial. Por cierto, es el único personaje que me creo en España. Y para los malpensados, no es por lo loca que está, sino porque su forma de decir las cosas (en castellano) me la creo. O sea, me la imagino por la calle, vamos.

En el fondo no es más que una historia basada en la típica estructura de la comedia de enredo. Entretenida y coherente en su narración. Cuando pago una entrada de cine, me conformo con que se cumplan estas dos premisas.

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EXPIACIÓN, MÁS ALLÁ DE LA PASIÓN

Como ya comenté en el post sobre “olvídate de mí”, no es fácil encontrar un título clasificable como “comedia o melodrama romántico” interesante. Aún así, este título me parece que también podemos tomarlo como tal.
“Expiación” es la historia de un amor imposible, donde una niña rica y el jardinero de su familia, luchan por un amor difícil. La hermana pequeña de la chica malinterpreta dos escenas de la pareja, llevándola a pensar que, en realidad, su hermana está siendo asediada por él. Una amiga de la pequeña es violada y aprovecha para acusarle sin pruebas, lo que lleva a unas fatales consecuencias.

La película está estructura sobre tres actos, que se corresponden con los del paradigma aristotélico. Cada uno de ellos está planteado de una forma algo distinta, llevando para mi gusto a una cierta falta de continuidad en el punto de vista.
El primer acto lo protagoniza la hermana pequeña. En primer lugar vemos cada una de las escenas que ella malinterpreta, para luego verlas desde el punto de vista de la pareja. El uso que se hace del tiempo cinematográfico me parece muy interesante, aunque un poco antidramático.
La violación marcará un punto de inflexión, que nos lleva a la acusación de él. Además conlleva también una variación en el ritmo de la historia. El primer acto, que dura aproximadamente 45 minutos, transcurre todo el mismo día.
Cuando entramos en el segundo acto, el tiempo corre mucho más rápido, ya que serán semanas, e incluso años, las que podremos ver en aproximadamente 1 hora. A partir de este punto, la narración pasa a ser relativamente objetiva y con un montaje paralelo de la historia de cada uno de ellos dos. La estructura, en este caso, es mucho más clásica, parecida a lo que pudieramos ver en “cold montain”.

Es entonces cuando podemos disfrutar del momento más brillante de todo el film. Un plano secuencia, que se alarga alrededor de 5 minutos. Los desplazamientos de la cámara, que fluye con suavidad, acompañan el bailoteo de los personajes. Y lo digo en el sentido más amplio, es decir, no sólo de los seres humanos, sino de los objetos que dan densidad dramática a la historia. El sonido no diegético remueve nuestras sensaciones y parece bailar con el sonido real de la escena sin caer nunca en contradicciones.
El segundo acto acaba de manera algo trágica. Y me encanta la forma sutil en la que saltamos al tercer acto. Aunque no lo sepamos desde un primer momento, la narración vuelve, no sólo a la subjetividad de la hermana pequeña años después, sino que a su imaginación. Como propuesta me parece muy interesante, aunque creo que los cambios de criterio no son positivos para el desarrollo dramático de la historia.
A pesar de este invonveniente, recomiendo este film por todas las cosas nuevas que aporta, porque no se hace nada pesada, lo cual ya es mucho, y por la belleza de ese plano secuencia, que no podéis perderos.
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OLVÍDATE DE MI

Cuando trato de convecer a amigos de que “otro mundo es posible” en el género de la comedia romántica, me aseguran el problema es que el modelo inevitable es chico conoce a chica. A mi me cuesta mucho argumentar lo contrario. Pero para ello aparecen genios como Charlie Kauffman, que son capaces de darle la vuelta a esa premisa.

Con una lista de títulos brillantísima (“Human Nature” o “el ladrón de horquídeas” entre otras), el guionista es capaz de ofrecer un nuevo punto de partida; “¿Y si chico quiere desconocer a chica?”. Decía Hitchcock que era mejor partir de un tópico que acabar en él. Charlie es capaz de hacer lo que pocos; abandonar el cliché y no acercarse ni un ápice.

Sólo la estructura de “Olvídate de mi” tiene una belleza intrínseca brutal. Adoro esas películas que no te cansas de verlas porque cada vez descubres elementos nuevos. Además, plantea retos muy atractivos. La pregunta principal, una vez uno descubre que vamos a deconstruir una relación es, cómo va a convertir en clímax lo que, para la mayoría es la primera escena del film. Y responde a ella con una diligencia envidiable.

Quisiera dejarme perder entre los entresijos de cada una de las escenas que desarrollan el metraje. Podría atravesar la secuencia en la que el protagonista se convierte en un niño y en la soberbia, repito SOBERBIA, interpretación de Jim Carrey. Podría dejarme enamorar por los primeros compases, en los que cada movimiento de Kate Winslet me seduce. También podría dejarme llevar por el retrato que hace de los dos personajes principales, sin olvidarme de los secundarios; Mark Ruffalo, Elijah Wood, Kirsten Dunst, Tom Wilkinson… Pero no acabaría nunca…

La clave de la película está en cómo el relato va deslizándose, poco a poco, por nuestro paladar.

Los primeros planos del film nos dan la idea de una película romántica algo diferente. La conversación que tienen en el tren me parece deliciosa. Se toma su tiempo, y retrata con profundidad a los dos personajes.

En él dibuja a un introvertido, triste y aburrido que simpre trata de resultar “nice”. En cambio, ella se considera a si misma mágica, divertida e intuitiva, cuando no es más que una superficial que reposa toda su “profundidad” en el color de su pelo.

Pronto descubrimos que, en realidad, se trata de una narración invertida. Es fácil identificarse con el proceso de borrado de él. ¿Quién, en un arrebato, no hubiera borrado todo lo que recuerda de alguien que le ha hecho mucho daño? ¿Y quién no se arrepentiría cuando, iniciado el proceso, empezara a borrar los buenos momentos?

Desde el punto del vista del guión, la utilización de los hechos es genial. Las primeras secuencias son aquellas escenas que, poco a poco, han degradado a la pareja. A Kauffman le son muy útiles para vehicular la “desgracia inmerecida” que debe sufrir el protagonista. La pregunta es; ¿cómo vehicular la acción cuando llegamos a los buenos momentos que, cinematográficamente hablando, no tienen ningún interés por carecer del conflicto? El guión plantea un reto interesante. El protagonista intenta escapar literalmente del recuerdo para que este no sea borrado. De nuevo, así, tenemos un motivo en el que agarrarnos a la trama. Es un claro midpoint que nos reengancha a la trama cuando esta podría perder fuerza.

Todo ello nos lleva a un climax brutal, donde el primer encuentro es intensísimo. ¡Y es justo como lo vivimos en la realidad! Para entonces, hemos olvidado todos los problemas que Clementine nos creó al principio. Es el personaje maravilloso que nos tiene cautivados con sus reflejos en el pelo incluídos. Para darle aún más fuerza, Charlie se permite el lujo de que este sea el único recuerdo que realmente consigue modificar.

El desenlace de la película, con las reglas del juego claras, es sencillo y brillante. De nuevo, vuelve a lanzarnos una pregunta y plantea una cuestión que está (o debería estar) presente en el arranque de cada nueva relación. Cada vez que nos lanzamos al vacío con alguien no es más que un deja vu, una situación que ya hemos vivido otras veces y que siempre ha acabado en fracaso. Hay algo que nos dice, “¿por qué esta vez no iba a ser un fracaso?”. Son sus cintas de casette, la crónica de una muerte anunciada. Pero, en cambio, nosotros queremos aventurarnos y explorar lo que, en realidad, ya conocemos.

Quizás la realidad, esta vez, no nos ponga en su sitio. O sí.