Una de las cosas que más me interesan en comunicación es cómo se emite la propaganda. Evitaré la cita a Goebbels que todo el mundo hace en estos casos, pero hay que reconocer que tenía más razón que un santo (a pesar de ser todo lo contrario). Las mentiras repetidas acaban calando como verdades.
Lo que me interesa tanto como me asusta es que, cuando una de esas «verdades» interesadas cala se torna irrefutable casi con más fuerza que si fuera real. Forma parte del imaginario y se convierte en un elemento obvio, indiscultible. Y se defiende con vehemencia porque sigue sin ser «razonable».
Detecto, al menos en mi entorno próximo, dos situaciones en las que la propaganda se emite: cuando en el mismo ámbito compiten dos discursos propagandísticos y cuando uno de ellos impera sin posibilidad de respuesta porque compite contra un frente lejano al lugar donde se emite.
Podría hablar de la muerte de Bin Laden (que puede ser una ejecución o un asesinato). Pero prefiero hacerlo de fútbol, que ha significado estos días una gran metáfora de lo que estoy explicando. La prensa de(l) Madrid (y por ende la de toda España) lleva años repitiendo la cantinela de la competición adulterada. Villaratos y similares. Yo creo que hay argumentos más que contundentes que demuestran que es falso (si no es que sucede todo lo contrario). Sólo hay que mirar cuántos penaltis han pitado a cada uno.
En todo caso, nadie hace unos años se hubiera creído semejante estupidez. Pero alguien decidió repetirlo, y repetirlo, y repetirlo… Y ahí está la «verdad», con mucha gente convencida. Roncero no sólo está convencido de que el Barça es el bueno de la película ahora sino que esto ya pasa desde hace décadas.
Y eso es lo que permite ver la anulación de un gol legal (que era gol) pero, a la vez, olvidar las expulsiones que el Madrid debería haber padecido. Ir al límite del reglamento es legítimo pero tiene sus riesgos…
En todo caso, cuando un poder tiene un contrapoder uno puede enfrentar posturas. No es fácil, pero hay una posibilidad. Pero eso no pasa en España con el fútbol. A modo de ejemplo está la retrasmisión de ayer de TVE (no sólo en la teoría sino a la práctica, inevitablemente «la de todos»).
Y esto, desde luego, puede llevarse a muchos ámbitos limítrofes pero no propiamente futbolísticos (eso que tan poco les gusta reconocer). Mostrando las imágenes de cuatro imbéciles liándola en Canaletes, decir cosas como «Eso en Cibeles no pasa…» o «¿dónde está la policía autonómica?» (las propias imágenes demuestran dónde estaba, pero alguien que fuera a dormir un poco pronto…) pisa un terreno que alimenta otra de esas grandes verdades consolidadas a fuerza de repetirlas.
Un aparte merece el tono en el que se hacen las cosas. Que 4 imbéciles tiren cosas a los periodistas evidencian una cosa: hay 4 imbéciles en la celebración. Ahora bien, sí que es verdad que con discursos y con talantes alimentas que en vez de 4 sean 5. Suena a increíble que pueda haber alguien que compare el tono de Guardiola con el de Mourinho. Y también lo diré: el tono de ciertos programas también alimenta los ánimos. No son culpables, pero tienen cierto grado de responsabilidad.
pd: Dicho esto, como culer me preocupa sinceramente que un tipo como Roncero pueda convertirse en el líder espiritual de cierto madridismo (me parece peligroso). Aunque, en cuanto a competición, ya me está bien. Mientras el Madrid siga creyendo todo este discurso de los árbitros y el Villarato, los estamentos estarán presionados en nuestra contra, pero el Madrid no solucionará sus verdaderos problemas.