La gallina y la relación Catalunya España

Desde que hace 11 días Catalunya celebró su fiesta nacional, tanto en Catalunya como en España se están sucediendo muchas cosas y muy rápido. Surgen dos preguntas, una fácil y otra difícil de contestar: ¿Cómo hemos llegado aquí? Y, ¿Qué va a pasar ahora?

Explicar cómo hemos llegado aquí es bastante fácil. Algunos llevamos tiempo advirtiendo que esto iba a pasar, aunque no esperáramos que iba a ser tan pronto. Hace casi un año dije «Atentos al crecimiento y consolidación del independentismo en Catalunya.»

¿Las causas? Por un lado hay causas culturales. En España no se han entendido nunca que no todo pasaba por la identidad tal y como su gente lo entiende. Catalunya se siente diferente. No mejor, he dicho diferente. Siempre ha sido así. Es cierto que el nacionalismo nace con el romanticismo de finales del s. XIX. Como en todos los países. España incluída. También lo es que, hasta los años 30, nadie habla de independencia en Catalunya. Ni la guerra de sucesión de principios del  s. XVIII ni la mayoría de los hoy héroes nacionales catalanes pretendían una separación de España. Pero sí el respeto por una realidad no idéntica a la del resto del estado.

Desde Catalunya se han cometido inmesidad de errores. Desde un trato poco inteligente y prepotente con lo que conocemos por països catalans hasta la estrechez de miras típicas de aquellos que se emocionan con sus símbolos despreciando los de los demás. Pero no creo que las causas del crecimiento de algo que hace 10 o 15 años era meramente anecdótico (no superior al 15%) las encontremos aquí. Señalaría dos causas:

En primer lugar, el independentismo se ha organizado muchísimo. Ha dejado el «Catalonia is not Spain» y se ha puesto a trabajar. Ha elaborado un discurso creíble. Ha hecho números, ha creado asociaciones y ha impartido conferencias. Desde, ¿sería sostenible una Catalunya independiente? a ¿cómo se negocia una independencia? pasando por ¿Estar en España nos sale a cuenta?

En segundo lugar, España mientras se ha opuesto con prepotencia y desdén. Los unionistas (como les gusta decir a los independentistas ahora) han dado por hecho que es más fácil mantener el statu quo que cambiarlo. Y su discurso no ha avanzado nada. El gran argumento es: Catalunya es España. ¡Ah! Y que en caso de independencia, ya se ocuparían ellos de destrozarnos. Claro, eso cuando le llaman ladrón y eres una de las comunidades que sostienen el sistema no es argumento suficiente. No lo es cuando a tus ciudadanos ven cómo se escapa el 40% de sus impuestos, o el equivalente del 8% de su PIB. Y mucho menos cuando dicen rescatarte con 5 mil millones de euros a sabiendas de que tú estás pagando 16 mil millones cada año. Y la guinda del pastel fue cuando un estatuto refrendado por el pueblo y al que ya se le había «pasado el cepillo», lo tumbó el TC.

El descontento ha ido creciendo con una velocidad increíble. Los independentistas se sabían más que años atrás, en especial desde la manifestación en respuesta a la sentencia del TC. Pero este 11 de septiembre pasó algo diferente. No sólo sintieron estar muy cerca de la mayoría sufiente. Se sintieron vencedores. Tan importante es poder ganar como, antes, sentir que esa victoria es posible. Y aquel día, lo cambió todo.

Para que nadie se lleve a engaños, en la manifestación no sólo se hablaba catalán. También castellano. Los gritos, unánimes, eran por la independencia (aunque conozco personas que fueron y no la quieren, eran minoría). Yo estuve y no escuché ni un sólo insulto a España, cosa que me complace enormemente exceptuando la imbecilidad de «español el que no bote», que tampoco creo que sea un insulto. Al menos, seguro que no tan grave como que te llamen cáncer, o memo.

Los políticos están yendo a remolque. Nadie, excepto 4 ilusos, esperaban que el éxito fuera tan mayúsulo. Así que, empezando por Mas, todos los políticos han tenido que mover sus posiciones. Y la legislatura, que todo hacía prever le quedaban todavía unos meses, se ha roto.

La segunda pregunta es mucho más difícil de contestar: ¿qué pasará ahora? Pues, sinceramente, va todo tan deprisa que no lo sé. Me parece imposible hacer previsiones y me parece muy atrevido decir qué pasará con exactitud. En especial, teniendo en cuenta que las posiciones van en dirección tan opuesta que la cuerda se puede romper por cualquiera de los dos lados.

Es evidente que hay un pulso entre el gobierno español y el catalán. Es lo que los expertos en teoría de juegos llaman, el juego de la gallina. Dos coches se colocan uno frente al otro. Aceleran y el primero que gire el volante, pierde.

España se niega a mejorar la financiación catalana. Eso deja a Mas sin espacio, que tendrá que convocar elecciones ya. Los partidos se verán obligados a pronunciarse: independencia sí o no. Todo parece indicar que CiU ganará las elecciones. Las encuestas hablan de ERC e IC (Iniciativa es partidaria del derecho a decidir) creciendo mucho. Así que casi seguro los partidos que se pronunciarán por el sí serán mayoría en el parlament.

¿Y entonces qué? ¿Podrá Mas volver a Madrid reclamando de nuevo el pacto fiscal? No lo creo. Tendrá que ir más allá. ¿Declaración unilateral de independencia? ¿Qué haría Rajoy en ese caso? ¿Enviar los tanques como algunos piden? ¿Suspender la autonomía? Serían dos errores fatales para sus intereses. Pero, ¿qué otras opciones tiene? ¿Dejar a Catalunya tomar su propio camino? ¿O quizás, antes de que pase nada de esto, Mas se tirará atrás? Tampoco lo creo.

Sinceramente, yo creo que todo es posible. Los lazos no están rotos del todo, pero España deberá cambiar de actitud con celeridad si quiere evitar la independencia. El argumento de que Catalunya independiente no es viable cuando laminas el país con los impuestos no se sostiene. También creo que la separación puede ser amistosa, sin olvidar que tenemos muchísimas cosas en común: amigos, familia y una historia que hemos y estamos compartiendo. Y que, de una manera u otra, seguiremos compartiendo. Espero que para bien.

«Siboney, en tu boca la miel puso su dulzor» de Quim Monzó

NOTA PREVIA: Este artículo se publicó en La Vanguardia el martes 26 de Octubre de 2010. He sido incapaz de encontrarlo en la web del diario. Estaré encantado de enlazar el original y quitarlo de aquí. ¡Ah! Y a continuación hago una serie de comentarios al respecto.

Siboney, en tu boca la miel puso su dulzor

Todos esos medios de comunicación que una y otra vez ponen el grito en el cielo cuando en Catalunya se multa a las empresas que incumplen la ley de lenguas y no tienen sus rótulos como mínimo en catalán han pasado de puntillas por la noticia de que, el año pasado, la Generalitat de Catalunya multó a 94 empresas por no etiquetar en castellano. Son esos diarios, esas radios y esas cadenas de tele que generan gigantescas bolas de mierda a base de deformar la realidad, voceando que aquí se prohíbe rotular en español y que a quien no habla en catalán nos lo comemos con patatas fritas para desayunar. A la cabeza de ese alud de patrañas, el Partido Popular y su lazarillo, Ciudadanos, que, en esta ocasión, han decidido mirar hacia otro lado y silbar Siboney, que es la mejor melodía para disimular.

Pues sí: el año pasado la Generalitat multó a 94 empresas por no etiquetar en castellano y en esta ocasión la caverna no dice ni mu. Silencio absoluto. Ni una queja, ni un gemido, mucho menos un asomo de rebelión. Nada de «¡Vaya atropello!». Nada de «¡Ustedes no tienen derecho a decirme en qué lengua debo etiquetar mis productos!». Ningún grito de «¡Libertad!». ¿Por qué no repiten ahora aquello tan sobado de «Prohibido prohibir»? Leo en El País, el sábado, que Jordi Anguera, director de la Agència Catalana del Consum, explica diversas cosas respecto a esas multas. Una: «La regulación, en el caso del etiquetaje, es favorable al castellano. Hay cerca de 120 leyes estatales que obligan a etiquetar en español». Ojo al dato: ¡»120 leyes estatales que obligan a etiquetar en español»! Por mucho que aguzo el oído no oigo que nadie se rasgue las vestiduras, ni que aúllen en Intereconomía. Otra cosa que explica Anguera: «Las indicaciones obligatorias del etiquetado deberán figurar, al menos, en castellano, lengua española oficial del Estado». ¿Dónde están ahora las acusaciones de nazis, por seguir la ley? Escasamente críticos con el nazismo –y su versión cheli, el franquismo–, a la mínima llaman nazi a cualquiera que no piense como ellos y, ante las multas que los de la Generalitat imponen por no etiquetar en castellano, se callan y esta vez no los llaman nazis. ¿Qué pasa? Explica también El País que la Generalitat «multó a la multinacional del mueble Ikea con 8.000 euros por varias deficiencias en la información al consumidor; entre otras, no disponía del etiquetaje en castellano». Si las multas hubiesen sido por no etiquetar en catalán, ya habría ahora mismo dos nutridas manifestaciones de catorce o quince personas: una frente a Ikea Montigalà y la otra frente a Ikea L’Hospitalet –con Albert Rivera y Sánchez Camacho a la cabeza, respectivamente–, pidiendo que no se multe a nadie y exigiendo que de una vez por todas acabe esta terrible dictadura nacionalsocialista catalana.

 

Para redondearlo, es imprescindible leer el fantástico artículo de Jordi Cañas, diputado en Catalunya por Ciutadans. Yo, por si acaso, os lo resumo. Viene a decir que obligar a etiquetar y rotular en catalán es «imponer un modelo identitario nacionalista excluyente». En cambio, obligar a hacerlo en castellano supone «proteger al consumidor, evitar daños a la salud y garantizar sus derechos».

Hagamos ahora un ejercicio de sustitución. Lea la siguiente frase del artículo de Cañas:

«Madre mía,qué barbaridad, que se obligue a las empresas a que cuando vendan un producto en nuestro país tenga sus instrucciones en su lengua oficial para que cuando los ciudadanos compremos, por ejemplo, un medicamento podamos leer sus contraindicaciones para no morirnos, o cuando adquiramos una televisión sepamos sintonizarla, o cuando compremos un mueble en Ikea sepamos cómo montarlo. Una terrible imposición de un Estado español opresor de la libertad de empresa.«

Hágase el esfuerzo de interpretar lengua oficial como lengua oficial del estado (como decía una tertuliana de televisión; «en castellano, lo normal»). Notará que el artículo practica una fina ironía. Evidente que los textos tienen que venir «explicados» en el idioma de los consumidores.

Hágase ahora el esfuerzo de interpretar lengua oficial como catalán (oficial en Catalunya). Notará ahora el lector cómo se trata de un texto sin ninguna ironía. Imponer el etiquetado en catalán es propio de un nazionalismo opresor.

Por último, hágase el esfuerzo de no mearse en los pantalones de la risa.

Y es aquí donde aparece la maravillosa riqueza del lenguaje y la capacidad de las mayorías de articular el discurso que les dé la razón. Porque yo he hecho trampa, sí. El catalán no es oficial. Es cooficial. De tal manera que nadie sensato diría que es una barbaridad pedir que los españoles puedan leer las instrucciones de cómo montar un mueble de Ikea en castellano (por cierto, no tienen contraindicaciones mortales). ¡Es su lengua oficial! ¡Y es la ley!

Pero… ¿Es necesario en una lengua sólo cooficial? ¡Pero si los catalanes ya entienden el castellano! La ley («hecha por nosotros», olvidan decir) ya lo dice. Por algo será. Hay que cumplir la ley. Es básico en democracia. Y así, poco a poco, vamos minorizando lo que no sea bien castizo.

Creo que hoy, que el PP me ha convertido en todavía más políglota de lo que lo era, es una buena fecha para recuperar este fantástico artículo del maestro Monzó. En su honor (en el del PP), mi lista de idiomas: castellano, catalán, inglés, valenciano y aragonés oriental. Por cierto, intuyo que pronto incluiré el balear.

La obsolescencia programada e internet

NOTA PREVIA: No sé cómo pude caer en esto porque salta a la vista que es un fraude. En todo caso, de lo que de verdad estaba interesado en hablar, me parece que sigue vigente. Si alguien quiere comprobar por qué estoy seguro de que lo es, encontraréis una explicación convincente al final.

Desde que Sílvia me hablara de la obsolescencia programada y del documental «Comprar, tirar, comprar», me he topado con el tema constantemente. El concepto viene a decir que todo lo que nos venden está diseñado para tener una vida útil inferior a la que, en realidad, de forma natural, tendrían. Todo se ve afectado: bombillas, coches, ordenadores, teléfonos, ropa, comida…

Según esta hipótesis, más que razonable, las empresas además, harían lobbie para evitar que productos que estén diseñados para soportar el paso del tiempo queden fuera del sistema. Se les impide la entrada en los sistemas de distribución. Y se les ataca, ya sea con compras a cualquier precio de las patentes para hacerlas desaparecer, o mediante la amenaza.

Hoy la contra de La Vanguardia descubre, al fin, uno de las personas importantes que hay detrás de la campaña contra la obsolescencia, Benito Muros. Benito ha diseñado una bombilla que dura toda una vida y consume una cantidad ridícula de energía. A colación de esto, se me ocurren tres de cosas:

La primera es obvia: Si los sistemas de distribución convencionales se niegan a aceptar poner a disposición de los clientes (nosotros) sus bombillas, hoy la respuesta es fácil. Montas tu tienda en internet, como ya ha hecho él. Y la vieja industria que se adapte. Si quiere… O que acepte las consecuencias.

La segunda es más sutil: Cuando aparece un estudio que habla de algo que hacen bien las empresas (me da igual si se trata de si el tabaco no es malo o de si las antenas de móvil son inocuas), tenemos claro que hay intereses detrás. Pero no debería sorprendernos que, cuando surge un estudio que dice lo contrario, también los hay. Eso no es malo. Sólo hay que tenerlo en cuenta.

El tipo al que hacen la entrevista publica cosas en contra de la supuesta «obsolescencia programada». Las intenciones es muy probable que sean buenas. Y también que tenga razón. Pero ello no implica que no tenga intereses económicos. Los tiene. Como todo estudio, detrás hay unas motivaciones. No es bueno ni malo. Es así.

Un tecer elemento aún menos evidente: El concepto de la obsolescencia programada parte de la base de que este sistema destruye el planeta porque nos obliga a consumir recursos sin parar. Tiene sentido. Pero falta una pieza del puzzle.

En el caso de los productos de Benito Muros habla de ahorros de energía del 92% respecto a las bombillas «clásicas». Y es verdad que no hará falta hacer más agujeros en el suelo en 60 años. Toda una vida…

La pregunta clave es: dentro de 60 años, ¿qué rendimiento tendrán las bombillas? Si miramos para atrás, ¿qué diferencia de consumo hay entre las bombillas de hoy y las de hace 60 años? ¿Es posible que esa diferencia de eficiencia acabe justificando que hagamos otro agujero en el suelo para hacer una nueva bombilla antes de que pasen 60 años? ¿Será ese un coste menor que su consumo en, por ejemplo, petróleo (que también obliga a agujerear el planeta?

Ejemplos como este lo encontramos en todos los productos tecnológicos. Su consumo disminuye drásticamente con el paso de los años. Ordenadores, coches, aviones, bombillas, lavadoras… Nada escapa a este proceso.

En todo caso, lo más relevante es el primer punto. Las nuevas realidades permiten saltarse las antiguas reglas del mercado. Gracias a internet, los lobbies tienen menos control sobre los canales de venta y sobre aquello que está disponible para los consumidores. Y el clásico control sobre las patentes les será, cada vez, más difícil.

Y esta es la explicación: https://www.iluminaciondeled.com/blog/oep-electrics-verdad-o-engano/

Los derechos sociales

No nos engañemos. Esto se está poniedo feo. Después de la entrada de un nuevo gobierno y de la inyección de montañas de dinero, la prima de riesgo vuelve a crecer. Yo ya no tengo claro dónde va a acabar esto.

La gente está pasando un proceso de duelo. Durante años, hemos vivido a crédito. No hemos sido conscientes porque nos «avalaban» nuestras casas. Pero era así. Pedir crédito no es más que avanzar dinero que ganaremos mañana. Vivir a crédito es vivir a costa de tu propio futuro.

Los psicólogos dicen que el duelo tiene 5 fases. La primera, la negación. La gente reaccionó a los primeros compases de la crisis con una actitud modélica. De forma absolutamente pacífica.  Yo aún diría más. No recuerdo ni un sólo movimiento contestatario en este país de la cordura que tuvo el movimiento de los indignados. Mucho aprendimos de ellos y me consta que siguen haciendo trabajo…

Sus recetas eran bienintencionadas. En mi opinión, profundamente equivocadas en lo económico. Y cualquier recorte, ya fuera temporal o no, era un recorte de derechos sociales. No se pueden bajar los sueldos porque son un derecho social. Ni el despido. Nada de recortar presupuestos… Sea en el área que sea, siempre saldrá alguien a decir que es un recorte de derechos sociales.

Los indignados exigían un incremento del gasto público. Es decir, más deuda. O, lo que es lo mismo, seguir viviendo del futuro. Nada había cambiado para ellos. Como cuando, abandonados por alguien a quien queremos, nos parece una ficción la vida sin él.

Pero la realidad se recrudece. Nuestra ex no vuelve. Poco a poco el dolor se torna rabia, incomprensión. Es lo que los psicólogos llaman ira. Y con ella las posiciones maximalistas. Las protestas ya no tienen aquel punto naif del principio. Hoy en Barcelona se critica a la policía obviando que unos salvajes quemaron parte de la ciudad (y que podría haber acabado en drama).

Por supuesto no se justifica a los violentos. Nadie sensato lo hace. Pero se desvía la mirada. Eso es algo que el movimiento indignado no hubiera hecho. Es algo que no hizo. Pero hoy… La bilis se lleva a la razón de la gente por delante. Y la derecha se friega las manos… Ahora sí, ya pueden tapar el éxito de las protestas, generalizando lo de unos pocos.

Desde hoy ya sabemos que, como mínimo, el gobierno se plantea considerar la resistencia pasiva como un atentado a la autoridad. Ahora sí que han tocado hueso, como cuando finiquitaron la negociación colectiva. Amigos, eso sí toca uno de los fundamentos de la libertad. Considerar una actitud pasiva como un atentado es una broma de mal gusto peligrosa. Muy peligrosa.

Pero claro, hemos dicho tantas veces que nos recortaban derechos sociales en todo y para todo que, ahora, ha perdido valor. Lo ponemos a la altura de en vez de cobrar 8000€ cobrar 4000€ si nos echan. Le ponemos un precio a nuestros derechos. Yo me niego a comparar las dos cosas.

Tras la ira, la siguiente fase  es la negociación. Aceptando con ella las nuevas reglas del juego. Al otro lado de la mesa tendremos a esa derecha conservadora que lleva años atosigándonos con sus ideales anticuados.

Cuando empiece esta fase, las condiciones iniciales ya las habrán ido preparando ellos. Porque mientras, la sociedad no sabrá  sabido dónde poner el foco. Tantas cosas, todas igual de importantes… Todo no lo recuperaremos en seguida. Y la gente, con buen criterio, priorizará el pan. Y entonces sí, por 4000€, todo perdido.

Pero yo estoy seguro de que los sueldos, tarde o temprano volverán a crecer. Y los presupuestos en educación y sanidad. La derecha estoy seguro de que también lo sabe. Pero, ¿el derecho a manifestarnos lo recuperaremos? ¿O, para entonces, ya habrán conseguido que la mayoría vean peligrosas las protestas?

Al pacto le sigue la depresión de ver que las cosas han cambiado. Finalmente, la aceptación de la nueva realidad. Desde luego, si la izquierda sigue mirando para otro lado cuando haya violencia entre sus filas (esa violencia evidente, televisiva, que asusta a las abuelas), lo van a tener muy fácil para que, en esa nueva realidad, la protesta pacífica sea vista como un peligro para nuestra Sociedad. Hablo de la sociedad de la gente, de las personas. La de verdad. Con mayúsculas.

El concepto derecho social es demasiado importante como para usarlo a la ligera y para todo. Los excesos acaban teniendo la terrible consecuencia de hacer perder el foco en qué es más importante y qué menos. No cometamos este error. Y evitemos este terrible atropello.

Pd: Interpelo a la izquierda no porque la culpabilice sino porque a la derecha en lo ideológico, la doy por perdida.

El futuro de España

Montones de gobiernos en el mundo están sufriendo las consecuencias de la descomunal crisis internacional, que parece vuelve a agravarse. La situación del gobierno de España es aún peor, porque la crisis interna causada por la pésima gestión de Zapatero y Aznar, está barriendo cualquier rastro de poder en el partido de los socialistas españoles.

Digo muchas veces que yo no tengo bola de cristal, así que mi capacidad de predecir el futuro es nula. Pero eso no persuade de disfrutar intentando imaginar el futuro. Y ya sabéis que una de mis pasiones es la política, así que me aventuro a explicar cómo veo la próxima legislatura con plena conciencia de que 4 años son muchos para aventurarse a acertar las cosas que pasarán.

Asumo casi como un hecho que Rajoy ganará las elecciones con mayoría absoluta o con una amplísima mayoría. Las encuestas son muy categóricas. Aun creo factible que algunos votantes del PSOE no se atrevan a decir la orientación de su voto después del desastre de estos últimos años de Zapatero. No les culpo. Eso haría mejorar algo los resultados de Rubalcaba. Pero no parece que vaya a ser suficiente.

Una vez gobierne Rajoy, la pregunta más importante que ha de hacerse un político es si el entorno va a ayudarle, como hizo con Aznar o con los primeros 4 años de Zapatero, o si va a perjudicarle. Todo apunta a que 2012 será un año difícil. Respecto a los siguientes está por ver. Pero, en todo caso, los expertos dicen que los salarios españoles están entre un 20% y un 30% sobrevalorados. Esto implica casi con total seguridad o altas tasas de paro o grandes reducciones de poder adquisitivo o las dos a la vez. Y no parece que un gap tan enorme pueda reducirse en poco tiempo.

Además sigo con la sensación de que los pisos están demasiado caros. Si a eso le añadimos la reducción de poder adquisitivo, el reajuste en el precio de la vivienda debería ser aún mayor al 20% que ya llevamos. Además, no creo que proceso no sea rápido. Como es lógico, a las personas y los bancos les cuesta asumir que son mucho menos ricos de lo que decían sus cuentas hace apenas 4 años.

De todo ello, deduzco que el futuro presidente no lo va a tener fácil en ninguno de sus 4 años. Así que esta victoria tiene algo de envenenado. Además, intuyo que Rajoy va a tener dos problemas a añadir en la lista:

Rajoy es un tipo moderado. No hace falta ser españolista y de derechas para ver eso aunque esos sean los ejes que mueven su discurso. Pero esa no es una ventaja para él. En realidad, le plantea dos problemas graves: uno de orden ideológico y otro identitario.

Rajoy va a tomar las riendas de un país con un déficid enorme. Se va a ver obligado, como Artur Mas, a recortar mucho y muy rápido. Esto es impopular y, además, las prisas llevan a cometer errores graves (como de hecho le ha pasado a Mas). Los sindicatos durante estos 4 años han estado entre la espada y la pared. No podían quedarse en casa porque la situación era lo suficientemente grave como para convocar huelgas pero eso significaba facilitar el camino a la Moncloa de la derecha. Pero una vez la derecha manda, es mucho más sencillo realizar paros. E intuyo que tendrán un enorme éxito.

En lo identitario, Rajoy se va a ver obligado a optar por un camino moderado que creo que le dicta su forma de ser o por las directrices del ala dura de su partido (Mayor Oreja, Aznar, Aguirre…). Es evidente que este sector pretende aprovechar la crisis para recortar competencias autonómicas.

Si Rajoy opta por hacerles caso, puede que sume votos en Castilla pero el independentismo, al menos en Catalunya, crecerá exponencialmente. Y eso le generará dos problemas: la eliminación de un posible socio en el futuro (CiU) y un serio conflicto secesionista. Y me cuesta creer que Rajoy se sienta cómodo con ello. Atentos al crecimiento y consolidación del independentismo en Catalunya.

Si opta por no hacerles caso, que intuyo que es lo que le pide el cuerpo, la prensa madrileña de derechas (quitada La Razón, dirigida por Paco Marhuenda, con el que colaboró en el ministerio de interior) va a atacarlo con violencia. Y algunos de esos poderosos «amigos» pretenden moverle la silla.

Rajoy es inteligente y astuto, pero el entorno con el que va a tener que lidiar es tremendamente complejo. Los golpes le van a llegar desde la izquierda con montañas de demagogia y desde la derecha con españolismo rancio. Los sindicatos van a salir a la calle de forma constante. Y la crisis se le alargará casi toda su legislatura.

Por ello, mi apuesta es que Rajoy va a ser el primer presidente en ganar la mayoría absoluta en su primer gobierno y en perder las elecciones en las siguientes votaciones. El que venga detrás lo tendrá mucho más fácil. Tocará crecer. Guardo la bola de cristal y de aquí a 4 años vemos lo mucho o poco equivocado que estoy.

La pésima gestión económica del PP

Llegan las elecciones y los resultados parecen cantados antes de empezar. No sólo el PP va a ganar las elecciones sino que lo hará de forma abrumadora. Y es curioso porque nuestro país es un país de pocos consensos. Nos peleamos por casi todo: el terrorismo, la articulación nacional del estado, las políticas sociales… En cambio, hay un cierto consenso en que el gobierno del PP, liderado por el inefable Don Jose María Aznar, hizo un buen trabajo en lo económico.

En 8 años, redujo el paro del 25% a casi un 10%, a pesar de que el número de afiliados creció a un ritmo enorme: de unos 13 millones de afiliados a casi 18 millones. Además, entramos en el euro reduciendo el déficid público por debajo del 50% del PIB y el crecimiento medio anual fue siempre alrededor de 1 punto superior al del resto de Europa. La renta per capita creció hasta los 23.300 €. Nada mal, ¿no?

Pero, ¿de verdad esos datos eran tan buenos? Yo tengo serias dudas, que es una forma de decir que tengo enormes certezas.

Dejadme que antes cuente una pequeña historia: Un joven guapo y simpático consigue superar un casting para presentar el nuevo programa franquicia de TVE. De malvivir de casting en casting, cobra un sueldazo anual que la mayoría de los mortales ni siquieran pueden imaginar.

Nuestro guaperas se mete en el ritmo de vida que su nuevo salario le permite. Se compra un coche caro y una casa con un jardín enorme. Pero un día, las audiencias espectaculares caen. Es algo normal y hasta previsible. El guaperas lo asume sin problemas seguro que a un crack como él lo ficharán para potenciar un nuevo proyecto.

Los nuevos proyectos que inicia no cuajan y se granjea una fama de cenizo. Se convierte en un cadáver televisivo. No cuento algo que no haya pasado. Hay montones de ejemplos. Y el guaperas ahora tiene un problema: con lo que gana no puede pagar las reparaciones y la gasolina de su coche, por no hablar de que su jardín se convierte en un museo botánico de malas hierbas.

La pregunta es: ¿Cuándo tomó las decisiones equivocadas? Sin duda, cuando no comprendió que lo que cobraba eran ingresos extras y que sus gastos no podían fijarse en función de lo que estaba ganando en ese periodo de tiempo. Después ya era tarde…

Si volvemos a España, ¿Cuál es la raiz del problema económico de España? Yo señalaría tres: una productividad muy baja combinada con una burbuja enorme en la construcción e inversiones públicas desmesuradas e inútiles.

Pensar que la culpa de la burbuja es cosa de Zapatero sólo puede pensarlo un sectario. Los datos hablan muy claro. Durante el gobierno de Aznar el precio de la vivienda subió más de un 200%. Los datos dan a entender que las desgravaciones fiscales fueron a parar directamente a los bolsillos de los promotores y constructores.

Incluso, en 2002, el presidente del Banco de España, Caruana, ya dio avisos de los peligros de las políticas que estaba llevando a cabo el gobierno. No sólo eso, sino que Montoro, ministro de economía en aquel momento, le contestó que el endeudamiento de los españoles era bueno para la economía.

No estoy seguro pero, quizás, si las plusvalías se hubieran reinvertido bien, el problema se hubiera minimizado. Pero lo que se hizo fue crear aeropuertos donde no hacían falta (tenemos más aeropuertos de pasajeros que Alemania o Francia), fiestas varias que han acabado en campos de asfalto desiertos (expos de Sevilla y Zaragoza, el Forum de Barcelona, la caja mágica de Madrid). Y en la red de alta velocidad radial  más larga del mundo después de China. Y sin una base económica.

Estas dos primeras causas alimentan la tercera. Durante los años previos a la crisis, la productividad neta de España quitada la construcción ha sido cero. Has leído bien. Cero.

Como sé cómo se leen estas cosas en este país diré algo que en un sitio serio no haría falta: Esto NO es una defensa a la política del PSOE ni de Zapatero. El precio de la vivienda con Zapatero siguió tan disparado como con Aznar. Las desgravaciones no se eliminaron y las inversiones no sólo se han mantenido sino que se han aumentado los kilómetros de AVE. Es decir, la misma política lamentable.

Lo que intento señalar es que es falso que los años de Aznar fueran buenos desde lo económico (algo en lo yo creí). Que Rato y Solves no fueron tan diferentes como ministros de economía. Y que ahora, como ese presentador que no puede mantener ni su jardín ni su coche, estamos pagando las consecuencias de sus políticas. Y me temo que así seguirá por mucho tiempo…

Ecología liberal

Leí la semana pasada en La Vanguardia impresa (no lo encuentro en la versión digital) que el PP no está de acuerdo con contener las emisiones de CO2 al aire. No he llegado a leer la noticia en profundidad, pero estas posiciones suelen articularse en base a tres argumentos:

– No hay una demostración científica de en qué grado está modificando la contaminación humana el clima de la Tierra. Ni si esto es de verdad tan malo como nos explican. Nadie riguroso os dirá que hay pruebas concluyentes, por mucho que tenemos muchos indicios que señalan en la dirección de que tenemos un grado de responsabilidad importante y que las consecuencias podrían ser fatales (para nosotros, no para el planeta).

– Los costes de proyectos como el protocolo de Kyoto es altísimo. Con su presupuesto podríamos acabar varias veces con el hambre. Y parece ser que la incidencia prevista por su aplicación es más bien pequeña (sobre esto no tengo una seguridad plena).

– Por último, y el verdadero motivo que se esconde detrás de los dos primeros, reducir las emisiones de CO2 resta competitividad a quien lo hace.

Las tres cosas son ciertas. El drama es que las contraargumentaciones ecologistas, y siento mucho decir esto, me suelen parecer un tanto infantiloides. Suelen poner el acento en que las empresas son malas y sólo miran sus intereses. El capital y los neoliberales (salvajes) controlan el «mercado» y hacen y deshacen a su gusto. Y ahí acaba (casi) todo. Salvo (muy) honrosas excepciones.

Ante todo quiero dejar claro que la contaminación ilimitada no tiene nada de liberal. Otra cosa es que los liberales (y sobre todo los que se jactan de ello porque les suena mejor que conservadores) tienden a priorizar el crecimiento económico sobre todo lo demás.

Leyendo el libro de Xavier Sala-i-Martín sobre economía liberal, hace una disgresión a cuáles son las funciones del estado según los postulados liberales. Uno de ellos es la protección de los bienes comunales. Se consideran bienes comunales todas aquellas cosas que pertenecen a todos y a nadie en concreto y que, por tanto, están sujetos a que alguno de los miembros quiera aprovecharse de ellos en detrimento de los demás.

El aire es algo que nos pertenece a todos. Y cuando una empresa contamina, lo que está haciendo es obtener un beneficio a base de explotar algo que es de todos: el aire. Eso tiene un coste colectivo en forma de peor salud, además de entrañar un posible riesgo futuro enorme para la humanidad.

Es decir, la producción de ese bien que la empresa produce tiene un coste real que no estamos computando en su precio y que pagamos todos (los que compran el producto y los que no). Y ahí reside la clave. Lo que propone la teoría liberal (más que los liberales) es que, en estos casos, el Estado debe buscar una solución porque en eso, el mercado, falla.

Puede que haya otras, pero la única que yo conozco es una tasa. Hay que computar qué coste real tiene esa contaminación y, en consecuencia, incluir ese coste en el precio. Y puede que, de repente, descubramos que algunas cosas que resultaban muy competitivas en precio, en realidad, son carísimas.

Conste que el objetivo no es recaudar más ni esperar mejores servicios sociales. Siento no confiar nada en la capacidad de la administración pública de reinvertir el dinero con tino.

Por último, si bien es verdad que no está demostrado que el cambio climático por causas humanas sea un hecho, lo que sí que es seguro es que, de ser verdad, el riesgo es enorme. Con tantos indicios, lo que aconseja el sentido común cuando desconoces las consecuencias reales de algo es ser conservador. Quizás no sea malo que la temperatura suba mucho, pero la gravedad de una supuesta extinción es tan alta que mejor mantener el clima actual que sabemos que sí es propicio a nuestra biología.

Dicho esto, también hay que ser realista. ¿Aplicaría de hoy para mañana un montón de tasas que fijaran un precio real de las cosas? No, ni en broma.

– Esto no lo puedes hacer sólo en tu país a no ser que estés dispuesto a provocar una fuga de empresas y, por tanto, un incremento del paro. Y no creo que estemos para estas alegrías. Es un objetivo poco realista a corto plazo. Pero precisamente por eso, hay que ponerse a trabajar ya.

– El poder adquisitivo de la gente bajaría de golpe. De hacerlo de forma repentina, al comprar productos que detrás tienen procesos contaminantes (la mayoría de productos) subirían de forma repentina.

– Con la derecha no podemos contar. Así que la izquierda debería abandonar la demagogia fácil. No puede defenderse una cosa y su contrario a la vez. Debería ser consciente de que la defensa del medio no es coherente con estar en contra a, por ejemplo, la subida de la luz. Imaginad ese incremento aplicado a todos los productos. La única alternativa para no esquilmar a la clase baja y media es subir poco a poco.

La articulación del discurso ecologista puede y debe tener su respuesta en el lenguaje propio de las empresas: el dinero. Pero la solución requiere cesiones por parte de la derecha defensora más de los lobbies que de los mercados y coherencia por parte de la izquierda. Las soluciones requieren tiempo. Cuanto antes empecemos, mejor.

El porqué de la inmersión lingüística en Catalunya

Hoy el TSJC ha dado el que puede ser el estoque final a la inmersión lingüística en Catalunya. Desde España y muy esporádicamente en Catalunya (creo recordar que hay 5 demandas en todo el territorio) se ha apelado al derecho de los padres a decidir el idioma en el que quieren escolarizar a sus hijos en base a una teórica libertad de elección. Eso y un supuesto riesgo de que los niños crezcan sin aprender el castellano.

¿De qué libertad de elección hablan? ¿Cuándo han tenido los padres libertad de elección en la escuela? Un padre en España no escoge qué estudia su hijo. Ni cuántas horas dedica a cada tema. Si yo fuera padre, no tendría ningún interés en que mi hijo estudiara latín, y ocuparía más horas con asignaturas de carácter técnico que facilitaran una teórica inserción laboral posterior.

¿Sabéis por qué no les damos libertad de elección? Porque sabemos que estudiar historia, sintaxis, o biología, quizás no les será útil a la mayoría a nivel laboral (a no ser que se dediquen a esas áreas en concreto), pero les ayudará a algo superior: vivir. Les dará herramientas.

Pero obviamente, alguien podría decir: entonces, ¿por qué no hacerlas mixtas, o directamente en castellano? Me justificaré.
Alguien realmente patriota, alguien que realmente quisiera toda aquella riqueza cultural que hay en España debería estar encantado con la idea de que en España haya el multilingüismo que tenemos. Y debería protegerlo.

La clave reside en dos preguntas de calado: ¿Cuál es la función de los colegios? y ¿dónde aprenden los niños?

La respuesta a la primera pregunta es que los colegios educan a los niños de forma integral. Es decir, todos las dimensiones de su persona. Pero obvian (o sólo los refuerzan) algunos temas porque se da por hecho que ya hay otros ámbitos donde aprenden esas cosas, como por ejemplo a coger los cubiertos o a comer con la boca cerrada. Es decir, que los niños no sólo aprenden en el colegio, lo que contesta a la segunda pregunta.

Los niños no sólo aprenden a leer en el colegio. Cuando se compran un libro o cuando cazan un diario en casa también están aprendiendo a leer. Y esa es la primera clave de la inmersión lingüísitica.

En Catalunya la inmensa mayoría de diarios que se publican son en castellano (hoy, gracias a la aparición del diario ARA y la versión en catalán de La Vanguardia se ha practicamente equilibrado los diarios que se leen en los 2 idiomas, no los que se publican). De unos 50 canales de televisión, no llegan a 10 los que son en catalán. En los cines, el 95% de las proyecciones son en castellano. Hay muchos más libros editados en castellano y, encima, leer en catalán es más caro.

Es decir, la inmensísima mayoría de los contenidos disponibles en Catalunya son en castellano. Además, hay poblaciones (enormes) catalanas en las que escuchar catalán en la calle no es fácil a causa de la enorme inmigración llegada de otras regiones de España. Y no hablo de poblaciones pequeñas, sino de algunas de las más grandes.

Ese es un aspecto que no puede descuidarse cuando se habla de educación. Mucha gente de mi edad (alrededor de los 30) no habla nunca en catalán porque los catalanoparlantes tienden a pasarse al castellano cuando están con alguien no catalanoparlante, por lo que no necesitan usarlo.

La presión del castellano, con 400 millones de parlantes en el mundo, es enorme, por lo que un trato idéntico en el colegio no es un trato igualitario. Comprender la diferencia entre idéntico y igualitario es esencial (y su contrario muy obtuso).
Pero, ¿qué pasaría si ello implicara que los niños sólo supieran castellano de una manera «no formal» tal como estuvo el catalán en la dictadura? La experiencia demuestra que esto es radicalmente falso.

Las calificaciones en castellano de Catalunya no son inferiores a la del resto de los españoles. De hecho, muchas veces son superiores. ¿Gente que se expresa mejor en catalán que en castellano? Por supuesto que la hay. ¿Y qué? Hay mucha más a la inversa. Incluso me atrevería a decir que muchos serían incapaces de construir una frase en catalán, cosa que a la inversa no conozco absolutamente a nadie.

La inmersión lingüística es, también, un modelo convivencial. Los niños nunca se han visto separados entre los «españoles» y los «catalanes». Eso entraña ciertos riesgos.

¿Intento decir que no hay nada de político en la decisión de la inmersión lingüística? Por supuesto que la hay. Como en el caso de su contrario, el modelo que ahora pretenden imponernos. El modelo actual defiende una Catalunya con identidad propia, con un idioma diferenciado, con una cultura que debería ser vista como una riqueza.

La inmersión lingüística es absolutamente imprescindible para salvaguardar un idioma que debería ser visto por todos como una riqueza forma parte de la riqueza cultura ya no española sino del mundo. España parece preferir la uniformización. Conste que un castellanoparlante nieto de inmigrantes confía en que no lo consigan.

Los niños siguen viendo la TV

Leo hoy en El Periódico que el consumo de televisión entre los más pequeños (entre 4 y 12 años) ha aumentado en 10 minutos este año pasado. Esto representa un incremento de más de un 6% en tiempo y sube las horas que los niños dedican a la televisión a 2 horas y 39 minutos. No está mal…

Tenedemos a tener la impresión (y me incluyo) de que los más pequeños gastan cada vez más tiempo en internet y en videoconsolas. Y es verdad. Pero estos datos entran en contraste con la sorpresa que supone esta nueva cifra.

Obviamente a esto juegan tres factores: el primero es que, obviamente y por mucho que nos empeñemos en decir lo contrario, la televisión «tradicional» continúa teniendo una fuerza enorme. Creer que esto se acabará de la noche a la mañana es absurdo.

Segundo, si los contenidos son atractivos, la gente (y los niños no son una excepción) van a verlos estén donde este. Bob Esponja, el mundial de fútbol o Los Simpson van a atraer gente allá donde estén. Content is the king.

Y tercero y último, no hay nada como ver la televisión en una televisión. Sé que suena a perogrullo pero a veces da la impresión de que se nos olvida. Un aparato de unas dimensiones enormes no tiene comparación con internet. Y aunque el consumo aumneta (y seguirá aumentando), internet no tomará el testigo de una forma relevante hasta que no conquiste el sofá.

El camino, como hemos dicho muchas veces, se centra en que internet ocupe se muestre en esos televisores enormes que todos tenemos en casa. Y ello pasa por las claves de siempre: reducción del coste de ancho de banda y «nuevos» modelos de negocio para los contenidos.

Pongo «nuevos» entre comillas porque, al final, creo que se trata de 3 modelos que hoy ya existen: incluir publicidad en el contenido que pague los costes y los márgenes del emisor; hacer un pay-per-view de contenidos muy premium; y un modelo mixto (conocido por freemium) que ofrece publicidad a quien no quiere pagar y sin publicidad al que decide hacerlo.

La conquista del sofá hace tiempo que se ha lanzado. Cuando se realice definitivamente ya no tendrá sentido hablar de diferencias significativas entre el consumo online y el radioeléctrico.