Donde viven los monstruos es la historia de Max, un niño muy travieso que se siente incomprendido y escapa de casa tras una terrible discusión en busca de la tierra de las cosas salvajes. Allí encontrará a una especie de osos de peluche gigantes que le aceptan a cambio de que les haga felices.
Spike Jonze, el director, puso cardíaco a más de un ejecutivo de la Warner con su primer montaje y parece ser que el realizador de Cómo ser John Malkovich y Adaptation tuvo que rehacer parte de algunas secuencias. Supongo que, cuando aceptaron el proyecto, no entendieron que su mayor valor es, precisamente, su particular punto de vista.
Jonze decide tratarnos como personas adultas, sin condescendencia. Sin servirnos un puré donde los sentidos son unívocos. Lo hace con los niños, a los que considera seres racionales (algo no muy común en nuestra sociedad). Pero también lo hace con nosotros. Algo, dicho sea de paso, demasiado infrecuente.
Y para ello nos presenta a un protagonista complejo, cargado de contradicciones. Incapaz de entender el mundo que le rodea y con una imaginación portentosa que usa cual escondite donde albergarse cuando las cosas en el mundo real se ponen feas.
Un grave conflicto, apenas insinuado cuando descubre a su madre con Mark Ruffalo (al que ya casi podríamos considerar del clan, junto con Michel Gondry y Charlie Kaufman). Jonze podría haberse extendido, podría haber mostrado a un niño llorón o con cara de pena mirando a través de los barrotes de una escalera (en una ya tópica metáfora de la prisión en la que se supone que está el niño). Pero no. Prefiere a un niño activo, que se enfrenta al dolor que le presenta la situación.
Y ello desencadena el eje principal de Donde viven los monstruos; Max no es capaz de comprender qué les pasa a los adultos sin caer en el cliché del puber con exagerado espíritu de Peter Pan.
Todo ello convierte esta historia en una película sobre los niños, pero no únicamente para niños. De hecho, su tono tiende en algunos momentos a dar pinceladas oscuras. No artificiosas como podría darlas Tim Burton, sino en la psicología de los personajes, tanto del niño como de los monstruos a los que, por cierto, han dado voz actores tan relevantes como James Gandolfini (que da voz a Carol, el monstruo con mayor protagonismo), Forest Whitaker, o Chris Cooper.
El conflicto acompaña toda la narración, pero siempre de forma tranquila. Durante muchos minutos como espectadores sentiremos que, tras las sonrisas, los juegos, la felicidad, se esconde la semilla del rencor y del futuro enfrentamiento.
Todo ello viene acompañado de una enorme fotografía muy en la línea de lo que Spike Jonze nos tiene acostumbrados. Sus planos tienden a buscar una imperfección bella, sutil, de una fuerza enorme. Se hace notar el esfuerzo que se ha puesto al planificar los planos que iban a ejecutarse.
Donde viven los monstruos es, con toda seguridad, una de las mejores opciones que hoy podemos encontrar en nuestras carteleras. Con una ejecución excelente, la mejor alternativa al topicazo de Avatar (¡aixx, no lo he podido evitar!)