Nunca he sido nunca demasiado amigo de las series de televisión. Mientras algunos de mis amigos y conocidos disfrutaban con series como Friends, CSI o Expediente X, a mi me parecían insoportables, cuando no infantiles y estúpidas. Eso por no hablar de las españolas como Aída, hospital central…
La cosa es que me recomendaron tanto ver Lost que, al final, lo probé. Y se convirtió en una de las experiencias más increíbles que he tenido nunca viendo una serie.
Lost basa su estilo narrativo en una teoría de su creador, J.J. Abrams que él llama la teoría de las mistery boxes o cajas misteriosas. Para él, el secreto radica en ofrecer al espectador una caja misteriosa al espectador, sin darle información de lo que hay dentro. Y, cuando la abras y le descubras el contenido, dentro tiene que haber otra caja misteriosa con otra pregunta nueva.
Esta propuesta en la forma de presentar la información al espectador la vehicula a través del tiempo. Son los saltos hacia adelante y hacia detrás los que sustentan esas preguntas sorpresa.
Es una nueva forma de tratar la elipsis, artificio que consiste en explicar las causas y los efectos de un hecho sin mostrar el hecho en si (técnica muy típica en la comedia). Así, te muestran a unos personajes antes de enfrentarse a un reto que, con tu experiencia como espectador, intuyes acabarán de una forma en concreto. Después te situan a los personajes mucho tiempo después sufriendo las consecuencias de aquella situación que aún no has podido ver. Y resulta que jamás hubieras esperado ese final. Así, la pregunta pasa de ser; ¿cómo acabarán? a ¿cómo han llegado a esa situación?. Y cuando resuelven ese espacio intermedio ofrecen una nueva pregunta de similares características.
Pero no es sólo eso porque Abrams le ha dado una vuelta de tuerca más. En algunos momentos no sabes bien si estás en el pasado o en el futuro. E incluso a veces piensas estar en un tiempo concreto para luego descubrir que estás en el contrario.
Lost brilla enalborando la bandera de lo que parece que será la post-postmodernidad, con su transnacionalidad (en los personajes de todo el mundo), su tratamiento del tiempo y su nueva forma de entender el discurso narrativo. Y ya no es difícil apostar por que pasará a la historia como una de las mejores tramas de la televisión.