Después de una jornada como la de ayer, las lecturas sobre los resultados son inevitables. La jornada fue tan parecida a una jornada electoral que, al final, todo el mundo ha ganado. Pero miremos los datos con algo de tranquilidad.
2.305.290 personas votaron. El 80,72% votaron por el Sí-Sí (algo más de 1’8 millones de votos), un 10% votaron por el Sí-No (algo más de 225 mil votos) y un 1% por el Sí-En blanco (unos 20 mil). Es decir, más de 2 millones de votos por un cambio del statu quo.
Estos datos no son comparables directamente con unos resultados electorales normales porque no votó el censo electoral. Tenía derecho a voto más gente; mayores de 16 años e inmigrantes. Los más jóvenes posiblemente se movilizan más de lo normal. Los inmigrantes, menos de lo normal. Eso hace imposible hacer transposiciones directas entre la consulta y un referendum «normal».
En todo caso, sí que son datos significativos. En las elecciones del 2012 a la Generalitat, votaron fuerzas catalanistas 1,75 millones de personas. Aunque algunos partidos se habían significado por un Sí-Sí, no estaba claro del todo que sus votantes estuvieran al 100% por la independencia. Los resultados de ayer vienen a alimentar la idea de que, poco a poco, se confirman como partidarios claros de la independencia. En mi opinión, eso hace que los datos sean muy buenos para el soberanismo. Entre otras cosas porque, con resultados peores, han ganado las elecciones al Parlament.
El error de lectura que hace el españolismo es caer en la falacia de «todos los que no han votado no están por la independencia» o, más aún, «quieren seguir en España». Catalunya tiene un abstencionismo estructural del 25%. Es decir, que la partida no se juega sobre los 5’4 millones que pueden votar sino sobre 4 millones. Es decir, que en el mejor de los casos, el españolismo no tiene tanto margen como pretende.
Además, dan por hecho que los del Sí-No, llegado el caso, votarán en contra. Ahora están en medio pero, llegará un momento en el que deberán optar. Hagan o no las instituciones españolas una oferta, el Sí-No acabará sin contenido. Que nadie piense que se sumarán a una u otra opción sin más.
Ni siquiera puede deducirse que los que no votaron están por el no. En primer lugar, todavía queda gente por votar. En las mesas en las que yo estaba, echamos a unos cuantos para atrás por tener el DNI caducado. Y tampoco se pueden descontar algunos votos de libertarios independentistas, que optaron por un No-Sí, que convertía su voto en «otros» (el equivalente al voto nulo). También fueron un puñado.
Además, me parece mucho deducir que absolutamente todos los que se quedaron en casa no quieren la independencia. La Iglesia lo tenía claro: «los caminos del Señor son inescrutables».
Obviamente cualquiera de estos grupos que he comentado son los menos. Y esto no sería relevante si la cosa no estuviera tan ajustada. Pero es que lo está.
El independentismo puede caer en la misma trampa. Esto no lo tienen hecho. Los datos no dan un Sí-Sí definitivo y sin dudas. Suponiendo que pudiéramos contar los 1,8 millones de votos como si fuera del censo electoral, serían suficientes si la participación no supera el 67% (más alta que la mayoría de participaciones para las elecciones catalanas). Pero para ganar con seguridad, le hacen falta 2,1 millones de votos (75% del censo electoral).
Fundamental es tener en cuenta que no hubo debate sobre las opciones porque ha sido imposible. Hasta 3 días antes no sabíamos si podríamos votar o no. En caso de que hubiera debate electoral, estos resultados se verían alterados con toda seguridad.
Todavía hay partido. A las partes les va a tocar moverse con celeridad. En mi opinión, el independentismo lleva la ventaja de la iniciativa. Si el españolismo no abandona la actitud defensiva, esto va a ser imparable.