Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

La originalidad que nace del tópico

(NOTA: Si has aterrizado aquí buscando en google, te recomiendo que antes leas la introducción al capítulo que encontrarás aquí)

Lo sé. Casi te estoy oyendo. Te parece que estoy soltando una sarta de tópicos. Y tienes razón. Pero cuando tengas esa horrible sensación comiéndote las entrañas, recuerda que Hitchcock decía que era mejor partir de un tópico que caer en él.

Sé consciente de que, en este momento, no estamos buscando hacer nuestra historia diferente sino tener claro qué vamos a contar. Así que no te preocupes por tu brillante originalidad en este momento. Ya tendrás tiempo de demostrarla.

¿Por qué no intentas explicar en una frase algunas de las películas que te parezcan más originales? Las que más te gustaron. Por ejemplo, Star Wars es la historia de un joven aprendiz a Jedi quiere luchar contra el imperio sin saber que el líder del lado oscuro es su padre. Olvídate de mí narra la historia de un joven que, despechado, decide borrar de la memoria a su novia para descubrir que no quiere perder todos sus recuerdos. Quizás prefieras The Blues Brothers, granujas a todo ritmo, donde dos hermanos deciden reunir a su antigua banda de Blues para salvar la es- cuela donde estudiaron.

Vistas así, no parecen tan originales. Pero lo son. Pero eso no entra en contradicción con que son guiones donde sí hay un claro sentido y dirección. Y lo eran porque la idea de base era sólida. Si luego a partir de aquí, haces que Jim Carrey se bañe en un friegaplatos, o emocionas a todo el planeta con “Luke, yo soy tu padre” depende de otros pasos en la elaboración del guion.

Y viene la pregunta del millón; ¿qué hago con aquel caldo enriquecido que tan bueno me estaba quedando en el tren y que tú ahora me dices que no sirve? Sí, sí que sirve. Pero hay que saber cuándo servirlo. Te cuento.

Vuelca en una libreta todo ese batiburrillo mental que tienes. A poder ser, grande. Y no pienses demasiado. Escribe. Saca todo lo que puedas. No te preocupes ni por el orden, ni por lo estúpido que pueda ser lo que escribes, pero no dejes que el bolígrafo se pare ni un segundo. No exagero. Ni un sólo segundo. Si en algún momento no te sale nada de la historia, escribe lo que sea. Como si es un “no sé qué escribir” repetido 4 veces. Pero no te pares.

De hecho, esto de escribir sin pensar mucho en lo que haces se conoce como escritura automática. Lo vamos a utilizar tantas veces en el proceso de escritura del guion como veces nos trabemos.

Después pueden pasar dos cosas; Una es que, casi sin quererlo, des con la dichosa premisa o algo parecido. La otra es que acabes con la impresión de que aquello que te pareció maravilloso no es más que un montón de basura. Bueno, aún no es momento de tirarlo. Quizás es que tus expectativas eran tan altas que ahora todo te parece poco.

Guarda la libreta en un cajón y la retomas en un tiempo. Depende de cómo eres y de lo implicado que estés con el texto. Unas veces basta con un día. En otros casos, necesitarás más de un mes. Pasado el tiempo necesario en el que las prisas ya no te empujen igual, lo relees con todos tus “no sé qué escribir”. Puede que descubras por donde retomar la historia. O, aún mejor, que descubras una perla a la que el otro día no habías dado importancia. Yo, incluso, he llegado a sorprenderme de cosas que había escrito.

Es tentador ignorar la necesidad de escribir una premisa. La idea que nos corre por la cabeza es obvia; “Total, yo ya sé lo que quiero contar”. Ve con mucho cuidado. Esto es como el “Total, yo controlo” del borracho que coge el coche. Y te diría que tienes casi más probabilidades de estrellarte tú que él.

Ten en cuenta que, si tienes la capacidad de contar tanto en tan poco, le habrás encontrado el corazón a tu historia. Con su ritmo y cadencia propios. Le habrás dado una vida a tu protagonista y tu brújula indicará por siempre más el norte.

Por último, sólo te insistiré en una cosa más. No tienes por qué hacerme caso, pero es bueno que una vez encuentres la premisa, la dejes descansar. Lo vamos a llamar estado de la libreta encadenada.

Es comprensible que, cuando tienes toda la ilusión y toda la locura y vorágine, te vuelvas loco escribiendo y haciendo avanzar la historia. Mira, es una opinión y no sé muy bien qué opinarán otros. Pero, para mí, es casi una garantía de fracaso. Del peor fracaso; la frustración. Te- nías tantas expectativas puestas en esa idea que, si el resultado no te satisface, te va a doler.

Así que lo más inteligente es encadenar la libreta en la que estás escribiendo la historia. Así de duro.

Y si resulta que, en ese momento estás inspirado. Con unas ganas de entrar a tropel que es una pena desecharlas, ¿no? ¿Qué hago? Mi respuesta es; recicla toda esa energía. Escribe. ¿Sobre qué? Sobre cualquier otra historia en la que estés trabajando. O sobre nuevas historias que puedan interesarte.

Voy a darte una idea para matar el gusanillo de seguir escribiendo. Sigue leyendo. Antes de la siguiente tarea en la elaboración del guion, tengo muchas cosas que contarte.

¿Te atreves a seguir? Sigue aprendiendo por qué el conflicto es la principal materia prima de cualquier escritor de ficción.