Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

El inicio y la pena

(NOTA: Si has aterrizado aquí buscando en un buscador, que sepas que este post es parte de una colección de artículos para aprender a escribir, que puedes encontrar aquí)

El inicio es el arranque de la historia. También se le llama primer acto y, en esencia, es la parte de la historia donde se presenta el conflicto y a los personajes. El ambiente del protagonista, los amigos, familia, enemigos, limitaciones personales, ambiciones, sueños, alegrías y decepciones…

Como dice Syd Field, este primer acto es clave para que funcione el resto de la historia. Es en este punto en el que el espectador entra en contacto con el mundo de nuestro héroe. Así que debe ser lo bastante atractivo como para cautivarlo y sumergirlo en él.

El cine es un medio sugestivo. ¿Qué quiero decir con esto? Muy fácil. Lo que tratamos de hacer es poner al espectador en el plano mental que nos interesa. O, dicho con otras palabras, sugestionarlo para llevarlo allí donde queremos que vaya.

Si nuestro primer acto no funciona bien, lo que hagamos a partir de entonces no será demasiado útil, por bueno que sea. Por eso es tan importante dedicarles mucho cuidado a estos primeros compases del film.

Como decíamos antes, lo esencial en este primer acto es presentar al espectador en qué mundo vamos a sumergirnos y cuál es el posicionamiento (o punto de vista) de nuestro protagonista dentro de este espacio. De hecho, esta será la clave.

Vamos a centrarnos primero en el protagonista. Su rol va a ser fundamental, claro. Tanto en sus actos, o sea en las cosas que va a hacer, como en su forma de ver las cosas, que condicionará la subjetividad con la que será narrada la historia.

Esa subjetividad depende de muchos elementos que no dependen de ti como guionista. Por ejemplo, la posición de la cámara, que decidirán director y director de fotografía, marca en gran medida ese aspecto de la narración. Pero eres tú quien condiciona esa posición de la cámara   de forma sutil conforme lo que escribes. Por poner por caso, si expones una escena en la que el protagonista padece mucho, el director hará una planificación visual acorde a ese sentimiento del héroe.

De lo que se trata aquí es que marques las reglas del juego. Y cómo se relaciona el protagonista con el tablero de juego. Dicho con otras palabras, cuando acabe este primer acto, el espectador ya debe conocer al protagonista y todo aquello de lo que está rodeado.

1/ El protagonista

Debe quedar claro si el protagonista es una persona de éxito o un fracasa- do. Si es feliz y optimista o es un desdichado y pesimista. Si tiene sueños o sólo deja que los días pasen frente a sus ojos. Si su visión del mundo se ajusta a la realidad o fantasea. Si se autoengaña o tiene un realismo que tiende a lo cáustico.

2/ El entorno

El segundo elemento clave es, cómo es el mundo con el que el protagonista se relaciona. ¿Estamos en un mundo rutinario y repetitivo o veloz y trepidante? ¿Es un entorno burgués y bien estante o, por el contrario, obrero y falto de lo más básico? ¿Es un ambiente sincero y transparente o, en realidad, es opaco e hipócrita? ¿Es un entorno en el que uno puede apoyarse, dado a entregar cariño o, por el contrario, cada uno hace la lucha por su lado sin ayudas?

3/ Protagonista vs. entorno

Hay un tercer aspecto fundamental. Ya se trate de un protagonista agra- dable o no, y de un entorno acogedor o no, el primero puede establecer una relación positiva o negativa con el segundo. Es decir, ¿qué relación establece el protagonista con ese mundo?

Esto debe hacerse a dos niveles. En un primer plano, debemos saber cómo se relaciona el personaje en el plano “ambiental” o social. Es decir, no pensar tanto en amigos/enemigos sino en cómo es el entorno. ¿Es   un ambiente de ricos o de pobres? ¿Las relaciones sociales conflictivas son pacíficas o, por el contrario, están cargadas de violencia? ¿Es un ambiente en el que la gente se enriquece/empobrece con facilidad? ¿Qué expectativas tiene la sociedad en general frente a los grandes retos que nos presenta la vida?

Por otro lado, hay que trabajar el plano más personal de las relaciones entre personas. ¿Tiene amigos y/o enemigos? ¿Establece una relación natural con ese entorno o se siente incómodo? ¿Es un medio que le permite crecer o lo tiene casi secuestrado en una situación de ostracismo? ¿Tiene familia? ¿Vive solo, en pareja, con los padres, con un hijo…? ¿Cómo de fuertes son sus amigos y enemigos de cara a la lucha que va a producirse en nuestro guion? ¡No olvides que exploraremos el conflicto!

4/ Relaciones entre personajes

El hecho de tener que establecer las relaciones fundamentales entre el entorno y el protagonista, invita y casi obliga a presentar con tanto ca- riño al antagonista y los personajes secundarios como al protagonista. ¿Qué relación establecen entre ellos? ¿Todos los amigos/enemigos del protagonista se llevan bien/mal entre ellos? ¿Qué relaciones jerárquicas hay escritas y no escritas entre los personajes? ¿Se conocen todos? ¿Qué pasaría si se conocieran entre ellos? ¿Qué relación cabría esperar?

Por supuesto, entraremos en más detalle en lo que se refiere a la elaboración de personajes. Lo que intento no es que elabores en profundidad a estos, sino que tengas en cuenta que, en estos primeros minutos, el espectador debería ser capaz de contestar a estas preguntas.

¿Hay que contestar siempre a estas preguntas? Casi siempre debemos exponer estos aspectos en el primer acto, pero hay dos géneros donde se suele pervertir esta norma; cine negro y terror. Es muy típico en películas de espías que no descubramos que dos personajes que se conocen desde hace tiempo hasta muy avanzada la película. Pero en ese caso suele hacerse para generar intriga. Dicho con otras palabras; hay un motivo para hacerlo así.

En definitiva, si no tienes un motivo claro, no dejes las presentaciones para el segundo acto si puedes hacerlo en el primero.

5/ El pasado

Como digo, entraremos en el personaje más adelante, pero déjame des- tacarte otro elemento relacionado con él o ella. No hay que olvidar que el personaje tiene un pasado. Cuando arranca el inicio, al personaje lo “pillamos en movimiento”. No podemos empezar con un personaje encerrado en una habitación, como una tábula rasa, como si no le hubiera pasado nada en la vida. Es muy poco realista.

Al contrario, nos lo encontramos con un trabajo y con una dinámica en la relación con sus amigos, enemigos, familia… Todo ello se debe a cosas que han pasado antes. Nosotros no vamos a llegar a verlas, pero sí que afectarán a lo que vemos. Por lo que nosotros, como guionistas, las hemos de tener en cuenta.

Incluso es probable, si no seguro, que el futuro conflicto al que el protagonista se va a enfrentar tenga mucho que ver con el pasado. Un personaje puede sentirse empujado a montar una familia al precio que sea si, por ejemplo, en su pasado ha perdido a una mujer en un accidente. También podría ser que luche por hacer una fortuna porque, de pequeño, sus padres tenían serias dificultades para darle de comer.

En todo caso, es importante tenerlo en cuenta ya que ese pasado “irradia” sobre toda la acción que vamos a ver. La condiciona y le da sentido.

Irás descubriendo conforme avanzamos que el trabajo de crear ficción (no sólo la de escribir guiones) es como la luna. Tiene una cara oculta en la que nadie piensa pero que está ahí y sin la que la cara visible no funcionaría de ninguna de las maneras. Es parte de su grandeza, ¿no crees?

6/ La injusticia inmerecida

Hay otro elemento importante que tiene que producirse en estos primeros minutos de nuestra historia. El protagonista sufre una grave injusticia inmerecida. Tanto da lo bueno o malo que sea el personaje. O conseguimos que la gente sufra por él, o no tendremos un conflicto lo bastante fuerte. Y entonces vendrán los problemas. Y graves.

La injusticia es muy necesaria. Hemos hablado en el capítulo anterior que la ficción se basa en el conflicto. Si no tenemos conflicto, no tenemos historia. Y las historias tienen una característica que las define:

El conflicto tiene que afectar de forma directa y profunda al protagonista.

El protagonista tiende a ser una persona. Hombre, puedes intentar dar el protagonismo a una orquídea, como el personaje principal de El ladrón de orquídeas, pero será harto difícil identificarse. No he conocido nunca a nadie que se sintiera como una flor. Pero puede que sea yo que tengo poco mundo…

Si decides optar por un ser humano, lo que no podrás negarme es que este personaje es un sujeto y los sujetos son subjetivos (por definición). Así que, si queremos “sintonizar” la subjetividad del personaje con la de los espectadores, será imprescindible que ese conflicto gire en torno al protagonista.

Imagina al hijo del dueño de una empresa solvente y potente. Un conflicto fuerte sería que echaran a gente a la calle. Pero eso no es ningún riesgo ni ningún conflicto para nuestro protagonista. Así que, por fuerte y traumático que sea para los secundarios, en nuestra historia, no tiene ninguna fuerza.

No podemos dejarnos llevar por lo que es conflictivo en la vida real, por fuerte que sea. Aquí lo importante es que afecte a nuestro protagonista. La cosa cambia si este hijo del jefe está saliendo, a su vez, con una de las que tiene el riesgo de ser despedida. Entonces el conflicto cobra una fuerza espectacular. Pero fíjate que es la relación entre los dos lo que aporta ese plus.

Otra opción es que, durante un tiempo, le tocara trabajar con ellos, lo que lo solidariza y hace suya la reivindicación por empatía. El conflicto que nace de su propia contradicción la hace muy atractiva; por un lado, como “dueño” le interesa echar a gente, pero, por otro, le apena. Además, puede enfrentarlo a su padre. ¿Qué hacer?

Un ejemplo en esta línea es el personaje de Robert De Niro en Novecento. Él es el hijo de un aristócrata gran terrateniente que explota a sus trabajadores a principios del s. XX. La casualidad quiere que De Niro nazca el mismo día que el hijo de una de las campesinas interpretado por Gérard Depardieu. Se hacen amigos, lo que le lleva a tener una sensibilidad especial con los problemas de su amigo como campesino. Lo que sucede es que algún día será el dueño de las tierras y entonces… ¿Qué hará?

¿Será blando y, por eso, se le subirán a las barbas? ¿Renunciará a ganar dinero para ayudar a los demás? Si no lo hace, ¿Cómo se sentirá él y qué relación quedará con su amigo de juegos infantiles? No te desvelaré más por si no la has visto… Pero creo que es evidente que el conflicto es muy interesante.

Piensa un momento; si cuentas la historia de un ser despreciable (un ase- sino, un pederasta, un maltratador…), ¿cómo vas a conseguir que la gente se identifique con él? Sólo hay una forma; su entorno ha de ser aún peor que él. Así, en este primer acto, por malo que él sea, has de generar que su ambiente sea aún peor y le agravie con saña.

Un ejemplo de cine español: La celda 211, Malamadre es un ser terrible. Un preso de alta seguridad que, además, genera una revuelta dentro de su sección de la prisión. ¿Qué hay peor que él? El sistema simbolizado por una policía represora. Curioso que sean los elementos “buenos” de la sociedad los que convertimos en “malos”. Pero eso también da mu- cho juego cuando se trata de ficcionar. Y no sólo eso, sino que nos da la posibilidad de hacer una mirada crítica sobre ciertas contradicciones de nuestra sociedad.

Ejemplos como este son típicos en películas de la mafia. Un buen ejemplo es El padrino o Uno de los nuestros. También los encontramos en historias con personajes que, a priori, no tienen buena prensa o que deberían ser despreciables por su actitud y que, en cambio, tienen nuestras simpatías, como Harry el sucio.

En resumen, el espectador ha de sentir pena por el protagonista. Recuérdalo porque eso es lo más importante que has de conseguir en este primer acto; un conflicto que destaque las bondades del protagonista.

¿Y cuánto tiempo tenemos para hacer esto? En realidad, depende de lo que dure nuestra historia. Suele ser un 25% del metraje. ¿Esto significa que, si es un corto de 2 minutos dura 30 segundos y si se trata de una obra de 4 horas se ha de extender 1 hora? No es exacto…

Si tienes una historia muy cortita, por narices te verás en la obligación de juntarlo todo mucho. Ahora bien, los elementos clave que vayan a servir para entenderla bien es obvio que van a tener que ir en los primeros segundos. Así que, entendido de una forma flexible, te recomiendo que intentes cumplir con los 30 segundos de rigor en la medida que la historia lo necesite.

En cambio, si tienes una historia muy larga no te recomiendo que completes el primer 25% de la peli con el inicio. Se hará muy pesado. De hecho, en estos casos suele provocarse algún cambio a media película que cambia el eje narrativo. De manera que es como si tuviéramos dos películas en una.

Pondré un ejemplo; En Sonrisas y lágrimas, el primer acto dura unos 30 minutos. Nos presenta a una monja con dificultades para adaptarse a la rigidez del sistema monacal. Se verá obligada a cuidar de los hijos de un rico de lo más estricto. La trama arranca cuando se enamoran poco a poco el uno del otro. Y cuando la película se acerca a las 2 horas, ese conflicto está resuelto. Están juntos. Con una maestría increíble, a lo largo de toda esta historia, se incluyen elementos que sirven para presentar el conflicto que aflorará una vez estén juntos; la invasión de los nazis, que se resuelve con… ¿la has visto? ¡Ojo spoiler! Su huida. ¿No has podido evitar leerlo? Vaya…

En resumidas cuentas; Tiene un primer acto donde presenta a los personajes para luego desarrollar la relación entre ellos. Cuando este conflicto se resuelve, las 2 horas de metraje que llevamos se convierten en el primer acto de la segunda historia; la huida de los nazis.

De todas formas, doy por hecho que ahora no vas a ponerte a escribir un guion de 3 horas. Incluso te recomiendo que empieces por cosas más asequibles; cortometrajes. Digo asequibles en tiempo porque la elaboración es muy compleja. De hecho, te ayudará muchísimo pelearte por contar cosas en sólo 2 minutos porque es muy complejo. Contar con 90 minutos es un trabajo de fondo, pero es más fácil de hacer.

Si tu objetivo no es un guion cinematográfico sino un libro, o cualquier otro soporte, la regla es idéntica. Como comenté, ya profundizaremos en el resto de los soportes cuando hablemos de transmedia.

¿Te atreves a seguir? Sigue descubriendo cómo pasar del inicio a la trama.