Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

El conflicto

(NOTA: Si has aterrizado aquí buscando en google, te recomiendo que antes leas la introducción al capítulo que encontrarás aquí)

Sí amigos y amigas. Todos los medios que viven de la ficción, como el cine, o de la pseudo-ficción, como la televisión, requieren de esta palabra denostada. Yo voy a reivindicarla. Qué necesario es el conflicto en el cine y, por supuesto, en la vida.

El típico niño que consigue las cosas con sólo pedirlas siempre decimos que no valora las cosas. Claro… No hubo conflicto. No se encontró con una dificultad delante que le pusiera trabas para conseguir ese álbum de cromos o esa nueva consola.

Los hay también que se ponen a llorar si no consiguen lo que quieren. Ahí ya ha habido un pequeño conflicto. El niño se ha visto obligado a hacer un esfuerzo para conseguir su objetivo; dar la vara a sus padres hasta que estos, para poder descansar, van y lo compran. Pero aún nos parece que es un conflicto demasiado pequeño como para darle valor.

El niño que se toma la molestia de trabajar para conseguir su nueva consola, lo aplaudimos. Nos parece que está tomando el camino difícil; es decir, que el conflicto ha sido enorme y la satisfacción que recibirá será enorme.

Además, imagina que los padres de este niño están en contra de que se compre la consola, pero él quiere conseguir ser el mejor del mundo en no sé qué juego. Huye de casa, viéndose obligado a convivir con unos traficantes. La policía lo detiene por error y eso supone aún mayores dificultades para encontrar trabajo, pero, al final, lo encuentra como ven- dedor de consolas. Acaba robándola porque no le pagan suficiente, lo que le hace perder el trabajo y el alimento, pero consigue ganar el concurso internacional. Entonces diríamos que es un viciado. Pero en el cine… En el cine nos encantaría.

Conforme aumenta el grado de conflicto, aumenta en igual grado lo que sufrimos por el protagonista. Y con ello la identificación.

Como antes he dicho, la felicidad no es nada fotogénica. Por mucho que digan, un programa de televisión como Operación Triunfo o Gran Hermano no interesan si la relación entre todos es maravillosa.

Por eso en Gran Hermano buscan a gente con caracteres parecidos, lo que garantiza el conflicto a la que arrancamos 3 o 4 hojas del calendario.

OT se lo podría permitir evitar esto porque “pasan cosas” que generan conflicto. Alguno de los participantes está frente al riesgo de ver roto su sueño en unos días. Y lo que es peor; es o él o un buen amigo. Nuevo conflicto.

Sé que he pecado. Estoy exigiendo que me expliques tu historia en una sola línea y yo, en cambio, me he perdido en muchos detalles para explicar la historia del jugador de consolas. Tengo una excusa…

Todo lo que pase en la historia, como en el caso del viciado a las consolas, debe girar en torno a ese conflicto. Nuestro protagonista ha de tener un eje en torno al cual gira toda su voluntad, todos sus intereses.

Si un personaje quiere dejar de fumar, cuando vea a una persona con la gripe toser estará seguro de que es porque fuma.

Cuando un personaje quiere ser actor de teatro y no puede porque le supera el pánico escénico, cuando vea alguien con ganas de cruzar la calle y no lo consiga, recordará su miedo al escenario.

Y si se trata de un guitarrista que sueña con un gran futuro, el motor de los coches le sonará a una escala musical.

Si estamos dando tanta importancia al conflicto hasta el punto de decir que toda la historia debe girar a su alrededor, y la premisa ha de condensar los elementos clave, parece obvio que el conflicto debe formar parte de la premisa.

En efecto, el conflicto es indisociable de la premisa. Si en tu premisa no hay conflicto, no tienes historia.

De todas maneras, no te estreses. Cuando pensamos en una historia, incluimos el conflicto sin darnos cuenta. No creo que hayas pensado en una historia que carezca de ella. Ya forma parte de nuestra estructura genética que, al crear una historia, buscamos punto de enfrentamiento.

Entonces, ¿por qué insisto en ello? Porque, aunque al principio está ahí, al ponernos a escribir, lo olvidamos… A veces. Partimos de la base de que hay una situación conflictiva, ya sea una guerra o una pelea, pero olvidamos que esa guerra o pelea debe ser clave para el protagonista. No tiene por qué haberla motivado él, pero si es un tipo sin miedo a morir y sin un reto delante, ¿qué importancia tiene esa guerra para mí como espectador?

Así, este conflicto tiene que afectar mucho al protagonista. Y debe ponerle en jaque; no conseguir ser el mejor en el videojuego de marras es casi una muerte en vida. Por el motivo que sea; para ganarse una novia, para dejar atrás un pasado de derrotas, para demostrar a un amigo que él también es habilidoso.

¿Cómo medir si el conflicto es lo bastante fuerte?

¿Te gusta el fútbol? Yo soy culé y el sábado que viene da la casualidad que se juega el Madrid-Barça (te prometo que es cierto). Para mí, ese partido es CONFLICTO. Así, en mayúsculas. CON-FLIC-TO. La cara de idiota que se me quedará si perdemos, los comentarios de mis amigos merengues, el miedo al lunes en la oficina… Evitar todo eso hace valioso que mi equipo gane.

Si a tu protagonista le va la vida en lo que hace, entonces seguro que el conflicto cumple los mínimos. Pero si no es así, a tu protagonista se le ha de quedar la misma cara de tonto que se te queda cuando pierde tu equipo un partido importante.

Si no te gusta el fútbol… ¡No sé cómo explicártelo! No, es broma. Busca referencias personales graves en las que te juegas mucho; quizás en el trabajo, o retos deportivos. Pero recuerda que lo importante no es la felicidad sino la cara de tonto.

Si completar un maratón te hace feliz, pero no hacerlo no es traumático, ya no vale. Estamos en el mundo de la ficción, no en la vida real. ¡Por Dios, ni falta que hace!

En breve, publicaré el siguiente capítulo para que sigas el proceso de creación de tu propio guion.