No es cierto que, cuando empezó a producirse películas fueran en blanco y negro. Ni siquiera que fueran enteras de un mismo color.
En aquella época (más o menos, hasta que apareció el sonido), las películas eran monocromas. Es decir, la grabación daba lugar a una gama de grises desde el blanco hasta el negro. Pero tenían el problema de que la película se estropeaba con mucha velocidad.
Para evitar ese rápido deterioro, las películas eran sometidas a un proceso que alargaba su vida llamado virado. El problema es que este proceso cambiaba el tono general de la imagen. Lo que, en un principio, era una gama entre el negro y el blanco pasaba a ser del color al que la imagen era virado al blanco. Y de la necesidad hicieron virtud.
El virado empezó a aprovecharse para potenciar las emociones que transmitía la historia. Los momentos pasionales con facilidad acababan en tonos rojos, mientras que otros acababan en amarillos, verdes, azules…
Un buen ejemplo es la película que utilicé para ilustrar uno de los posts de si todo estaba contado; Nosferatu.