Algunas noches de domingo disfruto escuchando La finestra indiscreta, un programa sobre cine que dirige Àlex Gorina. La primera hora está salpicada de cine, teatro y entrevistas. Para la segunda hora, con la ayuda de audios, hacen monográficos.
Suele gustarme, pero ayer lo encontré delicioso. Todo un repaso a la historia de Disney a través de sus canciones. Es curioso cómo los dibujos de esta productora nos han ido acompañando a través de nuestro crecimiento hasta el punto de que es difícil entender nuestra relación con el cine sin entender antes a la auténtica creadora de sueños.
En los años 20, Walt Disney estaba muy interesado en las posibilidades que tenía la animación y, tras un par de fracasos empresariales, se trasladó Hollywood con una mano delante y otra detrás y montó la famosa productora. Pero no lo hizo sólo, ya que su hermano Roy y un animador fuera de serie llamado Ub Iwerks formarán parte de este proyecto.
Utilizando como carta de presentación un antiguo proyecto llamado Alice’s Wonderland, empezaron con muy buen pie cuando crearon una serie llamada Oswald, el conejo afortunado creado y dibujado… ¿por Walt? ¡No! Por Ub. Y fue un éxito, pero diferencias con la Universal Pictures, que les encargó el proyecto, hizo que no continuaran y fue eso lo que les llevó a diseñar al famoso Mickey Mouse creado por… ¿Disney? ¡Pues no está claro! Hay controversia, porque podría haber sido Ub Iwerks. Lo que es seguro es que él se encargaba de dibujarlo.
Ub Iwerks se cansó de ser quien más trabajaba y estar a la sombra y se fue. Parece ser que Ub era mucho mejor dibujante y más rápido que Walt. Dicen que Walt se vió obligado a contratar a varias personas para suplirle. Aún así, empezó la época más gloriosa con la creación de casi todos los personajes que hoy conocemos y películas como Blancanieves y los 7 enanitos (1937), Pinocho(1940), Dumbo (1941), Bambi (1942) y, cómo no, la gran obra maestra de Disney; Fantasía (1940).
Pero no todo fueron luces en aquella época. Fantasía y Pinocho no funcionaron como se esperaba. Además, en aquella época los sindicatos de la industria empezaron a captar a gente y encontraron un terreno abonado en Disney porque, a pesar de pagar los mejores sueldos del sector, cuentan que era un déspota y no siempre reconocía en los créditos el trabajo de su equipo. Walt Disney no quiso a los sindicatos, así que se montó una huelga considerable de 9 semanas en 1941, que acabó con la imagen de remanso que siempre había transmitido la empresa. Disney acabó desconfiando tanto de estas organizaciones que, en la caza de brujas, fue de los que más habló y, de hecho, acabó colaborando con el FBI a la caza de comunistas y trasmitiendo en sus películas mensajes progubernamentales al servicio de la causa.
Poco a poco la productora entró en una crisis creativa a pesar de que se estrenaron alguno de los títulos más conocidos y brillantes de su carrera; la cenicienta (1950) y la Bella durmiente (1959) pero mezclados con otros mucho más flojos como 101 dálmatas (1953) o Peter Pan (1953).
Algunos crecimos en la época final de esa crisis con aquellas películas que mezclaban lo real con lo animado, como la bruja novata (1971). Pero esta época menos interesante se acabará repentínamente con otra obra maestra que dará pie a una década prodigiosa; la sirenita (1989). Cómo no recordar las míticas la Bella y la Bestia (1991), Aladdin (1992), El rey león (1994) o, la arriesgadísima El jorobado de Notre Dame (1996).
Después de las, para mi, fallidas Hércules (1997) y Tarzán (1999), la producción de animaciones se acabó para Disney. Es cierto que emprendieron una nueva aventura con Pixar con la que ha mantenido una relación de amor odio hasta que la ha comprado. Pero, como ha dicho Gorina, esta ya es otra historia.
Walt Disney es un personaje algo turbio y los objetivos de acotrinamiento y la ideología a veces rallante en lo misógeno de sus películas no son siempre de recibo. Pero todos los que hemos crecido con esos animales con expresiones humanas no hemos podido evitar que se nos escaparan las sonrisas.