El capital cuenta la historia de un joven contradictorio y ambicioso que llega a la presidencia del banco más importante de Europa. Una vez allí se verá obligado a navegar entre las dos facciones del consejo de accionistas que pretenden dominar la empresa.
La película es de un clásico del cine, el casi octogenario (en Febrero de 2013 cumplirá los 80) director Constantin Costa-Gavras. El film, que supera en calidad su anterior Eden al Oeste, se enmarca a la perfección entre dos pilares básicos de su filmografía. La película combina su gusto por los thrillers, como lo fueron La caja de música o Desaparecido (missing), con su constante compromiso político.
Desde la bélica Amen, hace ya 10 años, Costa-Gravas no nos había dado un film de esta calidad. Dicho esto, el guión se mueve en la ambivalencia: creo que tiene un interesante sentido del ritmo y, en algunos momentos, presenta al protagonista frente a situaciones muy complejas y poliédricas que contrastan con muchos momentos del film algo superficiales y maniqueos. A ratos parece estar explicándole la crisis a un niño.
Dicho esto, y asumiendo que no trata al espectador como un adulto (como sí hacen otros films similares como Margin Call o Inside Job), la película pone el acento en la gestión política de la situación que vive un presidente de banco. Todo ello le permite esbozar un mundo donde la lucha por los puestos de 4 mandan al pacto del hambre a buena parte de la sociedad.
El discurso, por supuesto, recuerda a su propia filmografía, con toques de los míticos thrillers de Otto Preminger. Pero no es exactamente un film al puro estilo del modo de representación institucional. Son evidentes las trazas de influencias de cine francés y algunos efectos postmodernos, como el distanciamiento tan típico en el cine de Haneke.
Con inteligencia, Costa-Gravas interpela directamente al espectador con miradas y comentarios a cámara. Así antepone una distancia entre lo que el espectador está viendo y su vida cotidiana. Él no quiere que nos identifiquemos con los personajes. Al contrario, quiere convertir la realidad de estos magnates en un marco infantiloide. Incluso se refiere en diversas ocasiones a que todo es un simple juego.
El tono irónico del director franco-griego se entremezcla con un discurso casi fatalista, insinuando que las cosas difícilmente serán diferentes. Presenta un mundo donde el dinero manda en una especie de sinsentido. En un par de ocasiones, los personajes constatan la inevitabilidad de la realidad en la que vivimos. Donde entre dos elecciones, sólo podemos pensar en escoger aquella que nos perjudica menos.
La condición humana, según Costa-Gavras nos lleva indefectiblemente a renunciar a todo por dinero. Da igual lo que podamos llegar a ganar a cambio de renunciar a él. No se trata tanto de tener dinero para conseguir grandes cosas sino que es por el dinero en si mismo.
Desde el punto de vista del guión, lo que el director juega con mayor inteligencia son los clichés de género. Los personajes que esperamos que aparezcan en un film de género están presentes. Pero su devenir, evidente en la mayoría de films, no encuentran igual solución de continuidad en este caso. O, por lo menos, se nos hace menos evidente qué es lo que les pasará. Empezando por una prostituta de lujo, que juega el rol de femme fatale clásico del género o la esposa, que lo ancla a la realidad cotidiana, a sus orígenes.
En el middpoint (en la parte media de la película), el relato nos propone un alto en el camino. El único momento catártico. Después de 1 hora rodeados de espantosos ejecutivos sin escrúpulos, el protagonista vuelve a la cotidianidad y normalidad de una comida familiar. Por fin, allí el espectador se ve reflejado. Y eso le permitirá interpelar al protagonista que, por otra parte, actuará con el cinismo que se presupone a los ejecutivos.
Visualmente el film está bien resuelto. Tiene un buen ritmo y te atrapa desde el primer minuto. Además, saca un buen trabajo a los actores y actrices, que resultan absolutamente creíbles.
Costa-Gravas nos ofrece uno de sus mejores films de los últimos años sin llegar a los hitos que marcó años atrás con films como La caja de música. Y todo ello pese a que, quizás, hubiera podido tratar el tema con algo más de madurez, lo que hubiera redundado en favor de la crítica que hace al sistema.