Cuando matar te hace líder

Brazil TV Killings

Hoy he leído en La Vanguardia que un popular presentador de televisión de Brasil, Wallace Souza, está acusado de asesinato. Por lo visto, el pájaro tenía un programa sobre crímenes e iban en directo a cubrirlos. La policía empezó a sospechar cuando, por 5 vez, el presentador y su chaleco antibalas llegaban antes que ellos mismos. Y es que se jactaba de ser siempre el primero en llegar a las noticias.

Por si eso era poco, resulta que dicho presentador fue expulsado de la policía en su día (La Vanguardia no especifica los motivos) y ahora es, nada menos, que diputado por el estado de Amazonas. Por cierto, el legislador más votado de las últimas elecciones.  Y, según el box populi, aspiraba a presentarse como gobernador del estado.

Si se le declara culpable, el presunto plan era genial. Wallace se convierte en un popular presentador de una televisión dirigida con su hermano, Canal Livre. Los contenidos demuestran la lamentable seguridad ciudadana del estado de Amazonas y, además, te conviertes en valedor de el valor de la seguridad. Te presentas a las elecciones y… probablemente ganas.

Todo el mundo acepta que los noticiarios son utilizados por las maquinarias de los partidos políticos para convencer de sus verdades a todo el mundo. Pero a veces he defendido que no es el único programa en el que eso se produce, la mayor parte de ellas con esaso éxito.

Lo que llama la atención en este caso es que el tipo puede que estuviera cometiendo los crímenes para crecer en audiencia y popularidad. Pero que nadie se engañe. Para conseguir objetivos políticos no personalizados en él, no hacía falta tanto.

Matar de forma sistemática para demostrar que algo no va bien es más viejo que el ir a pie. Uno de los más sonados, cuando en Italia la logia masona Propaganda 2, más conocida como P-2, de extrema derecha, se hinchó de cometer asesinatos para luego reivincarlos en nombre de entidades comunistas.

Pero lo nuevo (o no) de este caso es el aprovechar los reality shows para eso. Entonces, ¿sirven a ciertas causas estos programas? Para mí, sí por dos motivos;

– Algunos partidos hacen girar su discurso sobre la inseguridad ciudadana y sobre la no conveniencia de que ciertas comunidades extrangeras convivan con nosotros por una especie de maldad congénita que tienen por ser de donde son. Y hace innecesario que el político salga cada día a recordarnos que la cosa está mal porque para eso ya está la tele. Además, hay toda una industria, la de la seguridad, que se beneficia de forma evidente.

– Tienen un punto de incontestable; lo que pasa, pasa. Y la televisión es la gran valedora de la verdad. Si sale en la tele, debe ser cierto. Mi abuela siempre dice que «si no, no saldría». Lo que sus espectadores no tienen en cuenta es que, con el volumen de gente que hay en nuestro país, es fácil encontrar casos así cada día, por inhabituales que sean.

Con algunas imprecisiones, Michael Moore en su famoso documental Bowling for Columbine exponía cómo estos programas que hablan de la creciente inseguridad ciudadana eran utilizados por el sistema político para poder ejercer un mayor control sobre el ciudadano e, incluso, atacar otros países. La tesis era; si el ciudadano tiene miedo, yo podré extender mis redes y controlar mejor lo que hace.

Wallace Souza nos ha dado una buena lección que es mejor no olvidar. La televisión no es la valedora de ninguna verdad más allá de que, lo que expone, sale en la caja tonta.

El valor de la miseria

el juego de tu vida

Soy muy consciente que las miserias y bajezas de la gente tienen un valor altísimo en televisión. Programas basados en ello los hay a patadas. Ejemplos como Gente o Diario de Patricia (que ya no se llama así pero parecido) son sólo algunos de los que basan sus contenidos en dramas personales.

Sé que los medios privados, teóricamente, tienen derecho a emitir un poco lo que quieren si cumplen algunas pocas premisas, como el horario infaltil protegido que, por cierto, no cumplen. Pero ojo, no olvidemos que son concesiones públicas. El espacio radioeléctrico es limitado y sí que tienen una serie de obligaciones de servicio público.

Aún así, me considero tolerante con lo que los medios deciden hacer. Pero reconozco que algunas veces me da una grima increíble ver según qué programas.

No recuerdo qué día de esta semana por la noche, casi sin querer, acabé viendo en uno de los canales secundarios de telecinco, el juego de tu vida. Ni siquiera sé, ni me importa mucho, si el programa lo siguen produciendo o no. Pero me llevó a un par de reflexiones.

El programa consiste en que a un concursante, que previamente ha pasado por una máquina de la verdad, se le hace un cuestionario y, si dice la verdad, puede llegar a ganar 100 mil euros.

A pesar de que detesto estos programas, despertó en mi una curiosidad increíble. Reconozco que me quedé clavado en el sofá. ¿Qué hacía yo viendo un programa que critico sin piedad? Está claro que despierta unos resortes en nuestra emotividad que son difíciles de controlar.

Pero lo que más me interesa es, ¿qué mueve a alguien a contar sus miserias por una cantidad así de dinero? Una mujer, para ganar 10 mil euros ya había confesado que engañaba a su marido, se había prostituído y ofrecía servicios a sus clientas de un centro de estética para los que no tenía licencia.

¿De verdad que 10 mil euros valen todo eso? ¿Qué se puede hacer con ese dinero? ¿Un gran viaje? ¿O dos? ¿Pagar algunos atrasos en una hipoteca valen la pérdida de credibilidad total en tu negocio?

Cuando luchaba por los 40 mil euros, le hicieron una pregunta en la que mintió y, por tanto, ni siquiera se llevó ese dinero.

Parece que valoramos el dinero por encima de su valor real y eso acaba por traducirse en gente que se deja vejar por un puñado de euros. Es el negocio de las desgracias del prójimo. Y, por cierto, es adictivo.