La cinta blanca nos sitúa en el periodo previo a la Gran Guerra, en la década de los 10 del siglo pasado en un tranquilo pueblo del interior de Alemania. Sin causa aparente, empiezan a sucederse una serie de asesinatos y torturas. El terror empezará a atenazar a los habitantes sin que sean capaces de encontrar al culpable.
Dirigida por Michael Haneke, de origen alemán, la película intenta ser una metáfora sutil sobre los orígenes del nazismo que sólo 20 años más tarde llevaría a Hitler al gobierno. Los personajes no son más que una representación en pequeña escala de las relaciones que se establecían en la Alemania de principios del s. XX.
Creo que Haneke acierta en casi todas las decisiones que toma. Un conmedido guión, una fotografía en blanco y negro que transporta inevitablemente a la época, un casting más que acertado y el ritmo más adecuado para contar un drama de estas características. Es evidente que el director y guionista ha tenido muy en cuenta los detalles de la época documentándose, al menos en lo visual, para elaborar la trama.
Siempre intento que antes de explicar spoilers haya buena parte de la crítica. En este caso, La cinta blanca me parece tan interesante que prefiero aprovechar todo el espacio que viene a continuación para elaborar un discurso que entre en detalles. Así, si no lo has visto, te recomiendo no seguir leyendo y que vayas corriendo a verla. Eso sí, cuando lo hayas hecho, acuérdate de volver a pasarte por aquí.
Entrando en detalle, me encanta cómo están perfilados los personajes, tanto en lo que se refiere a su construcción narrativa como desde la creación en común con el actor en la fase de la dirección interpretativa, pasando por el momento de seleccionar a los actores.
Quizás cabría destacar la capacidad que Haneke ha tenido para dar dimensiones a los personajes en una película esencialmente coral. Ha sabido cómo transmitir que los personajes no son buenos o malos, sin caer en simplificaciones maniqueas. Para ello ha tenido la inteligencia de incluir detalles que atemperan, para bien y para mal, el diseño de los personajes.
Valga como muestra el pájaro del reverendo. El hecho de que acepte que su hijo se quede con el pájaro le hace ganar en densidad. Además, aprovecha nuestro prejuicio contra él haciéndonos creer que va a negarse. En cambio, su decisión nos sorprende y hace que descubramos una nueva forma de analizar el personaje.
También el caso del médico es paradigmático. Nada más empezar la película sufre un accidente, lo cual ya nos lleva a sentir ciertas simpatías por él. En la escena en la que reaparece, nos parece un padre preocupado por sus hijos. Además se trata del médico, persona a la que se le presupone que ayuda a la gente. Y, de hecho, lo hace. Eso entra en contraste con el trato que luego hace de la amante en una de las escenas más crudas que recuerdo. Y, claro, con los abusos a su hija.
Por otro lado, los personajes de La cinta blanca con menos peso dentro de la historia también permanecen con una cierta tridimensionalidad. Y, sobre todo, están muy bien dirigidos. Me encantaría destacar el trabajo de Leonie Benesch, la prometida del maestro. Una actriz que casi es su primera película (de hecho, la primera con un papel relevante y la segunda según el IMDB) consigue, en cambio, transmitir una especie de ingenuidad esperanzada.
Por último, me parece un gran reto (y no es la primera vez que lo destaco) trabajar con niños. En este caso, los niños tienen un gran protagonismo, lo que hace que sea crítico. Además, no se trataba de encontrar 1 o 2 niños sino una legión de estos. Y, por si esto no era poco, 1 de ellos con síndrome de Down, con el agravante añadido de que tiene escenas de una enorme carga dramática.
Pero si hay algo que destaca sobre el resto es la fotografía. Haneke ha dedicido con gran acierto transportarnos con las imágenes al cine de la época. No hay que olvidar la importante aportación que el arte alemán tuvo en la creación del nazismo. Cuanto menos, parece que hay referencias a una expresión del movimiento protonazi.
No se escapa ni la música y la pintura románticas, como expresión de un cierto sentido de la identidad. Y el cine también hizo su aportación con el expresionismo (y algunos experimentos futuristas) a pesar de que, al menos sus representantes más relevantes, acabaron teniendo que huir cuando el partido nazi tomó el poder.
Uno de los grandes representantes de esa expresión artística que acabaría por tomar significación ideológica es la película de Robert Wiene El gabinete del Doctor Caligari de 1920. De hecho, se trata de la que está considerada como la primera película expresionista. En esta película, una persona es manipulada por su psicólogo, hecho que se interpretó como la expresión de la necesidad del pueblo alemán de ser dirigido por un gran líder.
Sea o no sea una visión acertada, creo que La cinta blanca se enmarca en esta línea de sutileza. Por ello, Haneke busca esta estética que recuerda (aunque modernizada) a la de aquella época. El blanco/negro, con una iluminación muy contrastada, recuerda no sólo al cine alemán, sino al cine nórdico que habla sobre el bien y el mal. En especial, son evidentes las referencias a Dreyer.
Solemos, de forma natural, asociar el blanco al bien y el negro al mal. En cambio, hay una línea de tradición en el norte de nuestro continente de hacer una contrasignificación de colores. El negro se convierte en un color que casi nos protege, al que ampararnos y donde cobijarnos de un blanco que nos deslumbra, que nos duele en los ojos, que nos amenaza a cada segundo que aparece.
En este caso es aún más adecuado, ya que el nazismo asoció al blaco la pureza de la raza aria. Por eso, los personajes más terribles tienen en el blanco un elemento importante de su significancia; el duque, el médico, el reverendo (cuando la situación lo permitía, obviamente) y, claro, esa cinta blanca que representa la castración emocional (en algún momento casi literal cuando impide las masturbaciones del niño) causante de la futura revolución que acabaría en la II Guerra Mundial.
Añadiría que hay 2 escenas de La cinta blanca donde el blanco nos desborda, nos amenaza. En la primera es un paisaje nevado. Se produce después de uno de los hechos terribles (ahora no recuerdo cuál). El otro, cuando se narra el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria que desencadenaría la Gran Guerra.
Son constantes, para reforzar esa sensación de deja vu las panorámicas (que predominan sobre los travellings), los planos secuencia, las iluminaciones contrapicadas y los planos frontales que pueden llegar a recordar, sumándolo al uso de la dialéctica blanco/negro, a la mítica La pasión de Juana de Arco o La palabra, las dos de Dreyer. Y, de hecho, a toda una tradición audiovisual.
El guión es otro de los elementos que destacan. Creo que los diálogos están acertadísimos. Aportan una cadencia que encaja a la perfección con el ritmo del montaje. Además, ayudan mucho a los actores a hacer su trabajo.
Por otro lado, está muy bien construído el colorido que aporta la gama de personajes. Creo que Michael Haneke ha sabido encontrar el número adecuado de personajes para que toda la estratificación social que el film intenta reflejar están presente. En especial aquellas personas que tenían tanta importancia en la jerarquía de un pueblo; el duque, el cura, el maestro y el médico, además de una gran gama de personajes populares.
Por último, y en armonía con la sutileza de la que he estado hablando, el guión rezuma la represión y el miedo a Dios (cabría para otro post la relación que establece el film entre fe/Dios/miedo, muy en sintonía con el cine del que hemos estado hablando). También con sutileza, con delicadeza y con cuidado de no caer en un discurso excesivamente plano. Pero sí haciendo un entorno feroz, que te araña a cada mal paso que das.
En definitiva, creo que es uno de los films más completos que he tenido la oportunidad de ver en mis últimas visitas a la sala de cine. Por supuesto, espero vuestras opiniones del film.