CAMINO

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Cada cierto tiempo surge una película que arrastra polémica. Ya sea por lo que trata o por cómo lo trata. Los dos ejemplos más recientes que recuerdo son el compendio de cortometrajes Nunca mais, presentado pocos días antes de las elecciones con vocación de concienciar de las maldades del PP, y La pelota vasca, un documental sobre ETA y el diálogo, que acabó sesgado porque cierto sector, una vez rodado, quiso ser eliminado del metraje para luego criticarlo justamente de falta de ciertas opiniones.

En España nunca se nos ha dado bien esto de hacer la crítica a nuestro oponente. En general son intentos bastante burdos y poco elegantes, como cuando Urdazi trató de mostrar lateórica debilidad de la única huelga general que se le hizo al PP enseñando sólo planos cortos de la manifestación. Historia pura de la televisión cuando, una vez condenados por el juez, Urdazi dijo aquello de «Ce, Ce, O, O». Nunca mais era un producto bastante simplista que dibujaba un PP con brocha gorda. En La pelota vasca la cosa fue aún más sangrante. Se trató de dar verosimilitud a la idea de que Julio Medem manipuló el asunto dejando sin voz a las víctimas. Pero se hacía en base a unas víctimas que, una vez entrevistados, se negaron a aparecer en el metraje. Eso sin tener en cuenta que en el film sí que aparecen víctimas y que, además, una de ellas, tan significada como la hija de Ernest Lluch, era productora.

El nuevo episodio de esta cíclica historia es Camino, de la que ya hablé cuando se alzó como la gran triunfadora de los Goya. Cuando esto sucede, todo el guión, todo el trabajo interpretativo, todo el discurso narrativo, se pierde entre los pliegues de una polémica que poco tiene que ver con el cine.caminofesser2

Me gustaría matizar algunas de las cosas que dije. Por supuesto, cualquiera tiene derecho a retratar como quiera lo que quiera. Al fin y al cabo, estas cosas suelen escocernos cuando nos tocan de cerca y nos alegramos cuando le explota en las manos a algún rival ideológico. En este caso, yo estoy emocionalmente bastante lejos del Opus Dei y discrepo profundamente de algunos de sus principios que creo que, en algunos casos, rayan en lo excluyente.

El problema, para mi, de toda esta historia es que, nos guste o no, es muy fácil acusar a la Obra. Es fácil, suele salir gratis cuando no te beneficia. Pero, ¿es responsable acusar de integrista a un colectivo, ya de por si marginado en lo ideológico, con argumentos falsos? He tenido la oportunidad de conocer a bastante gente vinculada a la prelatura y, a pesar de que sí tienen una visión muy teocéntrica, no son como salen en la película. Al menos no en su mayoría. El dibujo que se hace es algo parecido a como si a los ateos nos presentaran como quema iglesias.

Jaume Roure, el productor y dueño de Mediapro, ha vendido la película como un alegato a la verdad, algo que alguien debía decir, como si no hubiera gente que ya lo ha hecho. No creo que deba recordar el esperpento que salió hace más bien poco llamado el código da Vinci. Fesser, el director, ha sido aún más sutil. Verbalmente ha dicho que era un film neutro para que cada uno se forme una visión. Además, empieza con un rótulo que reza; inspirado en hechos reales. Buena expresión, pero no deja de ser una manipulación.camino1

Lo que menos me gusta es la utilización de la muerte de la niña del Opus Alexia, en la que se inspira la obra. Eso me parece hiriente y lamentable. No hacía falta. De todas formas, esta falta nace de, para mi, un error previo del Opus. Yo creo que ellos también han aprovechado esta muerte durante muchos años, vendiendo en su versión a una niña que tampoco me creo.

Dicho lo cual, ahora sí, me gustaría comentar la película, que me parece más que correcta. Juega con dos combinaciones fascinantes. Por un lado, el guión genera una dialéctica preciosa entre ficción y realidad, entre lo que la niña sueña y la que es su verdadera vida. Podría recordar a aquellos retazos de sueño en Mar adentro en esos vuelos imaginarios, pero bien hechos. En ellos surgen con fuerza sus miedos y sus dudas, sus ilusiones y sus esclavajes a una vida que ella no ha elegido.

El otro elemento brillante, dejadme decirlo así, es la provocativa dualidad entre el niño del que se enamora, que se llama Jesús, y el Mesías. Hay otro juego casi mejor que prefiero no desvelar pero que, cuando veáis, se os hará evidente a primer golpe de vista.

Los personajes son algo planos, sin demasiada profundidad. Es casi una fábula infantil, donde los seres malos apenas están torturados por sus debilidades y donde los buenos están sometidos a su tiranía. La gran Carme Elías tiene mucho de la madrastra de La Cenicienta. Igual que la mujer que controla a la buena de Manuela Vellés, que casi parece estar bajo la desdicha de un embrujo. Y, finalmente, calificaría de fascinante la interpretación de Jordi Dauder, donde ejecuta a la perfección el papel de un cura obsesionado con aprovechar la muerte de Camino para evangelizar.

En definitiva, si de lo que se trataba era de hacer una crítica profunda, roza lo infantiloide. Pero como fábula, de lo más entretenido que ha parido nuestro cine este último año.

EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON

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David Fincher saltó al estrellato en 1995 cuando, dirigiendo a Brad Pitt, rodó Se7en, sobre un asesino en serie que mataba a sus víctimas en base a los 7 pecados capitales. La película fue un auténtico boom gracias a su sorprendente final y una condena a buena parte de su carrera posteriorThe game y el club de la lucha son los dos ejemplos más claros, ya que partían de la necesidad de un giro final que, en mi opinión, empobrecía el resto de la película. Es un proceso parecido al que sigue sufriendo el bueno de M. Night Shaylaman, desde que rodara el sexto sentido.

Después de la, para mi, sobrevalorada Zodiacel curioso caso de Benjamin Button es la primera gran película después del espectacular inicio de su carrera, otra vez con Brad Pitt a la cabeza. Benjamin Button es un hombre que nace viejo y que, con el paso de los años, se irá haciendo más joven. En el fondo no es más que la clásica historia de amor imposible pero desde un punto de vista nuevo que enriquece la narración.

He comentado varias veces que los nuevos creadores de la industria audiovisual están explorando nuevos caminos en el tratamiento del tiempo. En efecto, es uno de los hechos definitorios del cine contemporáneo, llegando a influir en el cine comercial, como podría ser La casa del lago o la archiconocida Matrix.

brad-pittEn general, el uso de esos nuevos conceptos suele venir acompañado de desordenar la historia, como comenté hace poco respecto a Lost. Pero en este caso, la clave del nuevo punto de vista no está en cómo se presenta esa estructura sino que es el propio protagonista, al ir juveneciéndose (en ningún rejuveneciéndose, ya que nunca lo fue), el que aporta esa nueva estructura en la historia.

Así, lo que durante más de una década era una obligación de David Fincher de no defraudar en el final del metraje, con grito de asombro concluyente necesario, se ha convertido en sorpresas sucesivas y suaves a lo largo de todo el metraje. En ningún caso te llevas las manos a la cabeza porque todo son soluciones inevitables a los conflictos, imposibles de acabar de otra forma. Pero, dado lo diferente del punto de vista, no deja de sorprender, lo cual arranca, de cuando en cuando, una sonrisa.

El número de preguntas que surgen es enorme nada más empezar; ¿Qué trato le darían la gente de su entorno a alguien con estas dificultades? ¿De quién se enamoraría un niño viejo? ¿Cómo sé comportaría un niño viejo? ¿Cómo haría los decubrimientos propios de la adolescencia? Todo el mundo querría ser más joven. Pero alguien que creciera al revés, ¿estaría tan contento de tener lo que todo el mundo quiere? ¿Y qué tipo de relación laboral establecería con el patrón? ¿Cómo sería una relación en la que, mientras uno se hace mayor el otro se hace más joven? ¿Quién lo llevaría peor? ¿Cómo sería tener un hijo que, tarde o temprano, sería compañero de juegos tuyo?

SPOILER; Ojo, voy a contar alguna cosa que, aunque no sea directamente el argumento, puede interpretarse como tal.

cate-blanchettLo que me parece más bello de la historia es su estructura capicua. Es bien sabido que el trato que se le da a los más mayores de nuestra sociedad tiene fuertes parecidos con el que se le da a los más pequeños. Pero visto en el curioso caso… la estrucura se torna en belleza. Hace llamar la atención como, procesos que parecen maravillosos en la vida real, con la nueva mirada, se tornan en algo casi insoportable. Y, en consonancia con ello, las soluciones a las que llegan las tramas da una consistencia a la historia difícil de encontrar en la mayoría de films.

Para acabar de redondear la propuesta, Fincher cuenta  la historia parte de un presente en el ocaso de la vida de una mujer acompañada de su hija, que dará pie a una serie de flashbacks para contar parte de su vida. Y estos hechos del pasado, a su vez, también incluyen flashbacks aún más remotos. En realidad, es uno de los puntos más débiles de la narración.

Otro de los elementos que fallan es la identificación del espectador en el clímax. En realidad, lo que está (o debería estar) en juego es la paternidad de Julia Ormond. El problema es que pasan tan de puntillas, veo tan poco interesada al principio a su personaje sobre ese tema en concreto, que es difícil llegar al final motivado por este aspecto clave en la clausura. Puede que esta sea una de las pocas reminiscencias de ese pasado del que hablábamos, cuando Fincher estaba obsesionado por la sorpresa final. Así, imagino que pretendía sacarse esa carta de la manga a media historia en forma de sorpresa. Pero lo que acaba pasando es que ese elemento no es clave para el espectador. Así que tanto le da.

En resumen yo diría que es una nueva e interesante aportación a la narrativa visual a pesar de algunas de sus debilidades. Fincher ha dado un paso al frente para desatarse de sus cadenas. Ojalá no deje este camino que tomó ya de alguna manera en Zodiac, ya que promete ofrecernos emociones más que impactos. Y eso, al final, es mucho mejor.

MY BLUEBERRY NIGHTS

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En el 2000, me hablaron de una película que me impactó. Se llamaba Deseando amar, aunque yo creo que es más conocido el título en inglés; in the mood for love. Así conocí al director de Hong Kong Wong Kar-Wai, al que luego me he filedizado y he visto casi todas las películas que ha estrenado desde entonces; eros, 2046, y ahora my blueberry nights.

Lo más fascinante de Wong Kar-Wai es su capacidad de crear admósferas que acorralan a sus personajes, cargadas de barroquismo hasta puntos muy extremos. No son pocos los que le critican por ello. Los planos tienden a romper con las reglas establecidas por la my-blueberry-nights-planoortodoxia. Si debieran respetar que, allá donde va la mirada del personaje haya un «aire», él por sistema lo coloca en el lado contrario, aumentando así la tensión que nos transmite la escena. Los continuos travellings laterales y circulares, con objetos que se interponen entre el personaje y nosotros, son constantes y de una belleza difíciles de ver en la gran pantalla. Y eso mismo sucede con el montaje del film diseñado, con sus no convencionalismos, para aumentar más, si cabe, la ansiedad de los personajes y la participación del espectador.

La película es, además del primer desembarco del director en occidente, una historia episódica, una pseudo road movie en la que apenas aparecen los medios de transporte. Prevalecen los interiores, que en muchos casos resultan claustrofóbicos. El personaje interpretado por Norah Jones huye del dolor recorriendo buena parte de los Estados Unidos, encontrándose en ese camino con Jude Law, Rachel Weisz y Natalie Portman.

El único punto débil de la película es, precisamente, cuando abandona los my-blueberry-nights-kissinteriores y rueda en unas Vegas que ya forman parte de nuestro imaginario colectivo común. A pesar de la gran interpretación de Portman y del delicioso trabajo de Jones, que por cierto sorprende, ese «episodio» flaquea y no aguanta ninguna comparación con el resto del film. Aún así, no menoscaba el interés general que me despierta el conjunto de la película que, por cierto, tiene un beso que ha presentado candidatura a estar en el top ten de los de toda la historia del cine.

En todo caso, pasa por ser una de las horas y media mejor invertidas en tiempo, por lo que seguiré confiándole parte de mi tiempo a este director de lo interior.

LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA

Es habitual que la gente, cuando quiere ver una película, prefiera saber, por lo menos, de qué va la película. No es ese mi caso. Me gusta que el primer minuto ya me sorprenda. Y, para eso, no puedes ni siquiera haberte acercado a una sinopsis.

Eso es lo que me ha pasado con «la escafandra y la mariposa», un título que es como la película. Poético sin caer en la cursilada. La película cuenta la historia real de un alto ejecutivo de una revista de moda que sufre una extraña enfermedad, el síndrome del cautivo. Son personas que padecen una parálisis a la práctica total pero que razonan con absoluta normalidad. En este caso, el protagonista sólo puede guiñar un ojo. Con tenacidad, se propondrá escribir un libro con la ayuda de sus terapeutas.

Desde el punto de vista formal, la película hace una propuesta que va más allá de lo que estamos acostumbrados a ver. Aprovechando el camino que marcó en su día la premiada «johnny cogió su fusil» a principios de los 70’s, cuenta la historia desde un punto de vista muy subjetivo. No podía ser de otra manera, si tenemos en cuenta las características del personaje. Pero el cine ha evolucionado mucho a nivel estético desde entonces. Y en este camino que hemos emprendido para superar el postmodernismo, el film está contado en gran parte en planos subjetivos. Superan la mitad del metraje. Y, a pesar de la supuesta limitación que ello supone, las composiciones del plano rozan lo pictórico. De una belleza innegable.

Todo y que como propuesta estética es muy interesante, aún lo es más desde el punto de vista conceptual. Parece que, poco a poco, estamos rompiendo una barrera que el cine clásico nos había impuesto. Durante años creímos que la única forma de contar una historia era mediante campos-contracampos apoyados con planos generales. El plano-secuencia subjetivo está ganando terreno. Propuestas como «REC», «Monstruoso», «Blair Wicht project» están haciendo uso, de diversas formas, de la tensión que produce un plano en continuidad.

De todas formas, «la escafandra y la mariposa» da un nuevo paso en esa dirección. Introducirse, por tanto tiempo, en la manera de ver las cosas (literalmente) del protagonista nos conmociona. Nos imprime algo del cinismo que no esconde respecto a su delicada situación. Y nos transmite toda su fuerza, todas sus ganas de vivir, de «moverse».

En coherencia con la historia de quien está paralizado y no puede apenas comunicarse, la película cuenta con muchas imágenes puramente oníricas, como las propias escafandra, símbolo del cuerpo como cárcel, y la mariposa, como la libertad que da la imaginación.

Esta coherencia también se palpa en la relación que se establece entre la psicología del personaje y la composición de los planos. El ejemplo más claro lo encontramos en su forma de ver a las mujeres. Él es un mujeriego y eso convierte a todas en objeto de deseo para nosotros, los espectadores. Sus escotes, sus faldas cortas o sus sonrisas mueven nuestras entrañas y deseamos tocarlas. Pero, como él, no podemos.

Os recomiendo mucho que la veais aquellos que no la hayáis hecho aún. Y a los que sí, pues este es el mejor espacio para llevarme la contraria 😉

EXPIACIÓN, MÁS ALLÁ DE LA PASIÓN

Como ya comenté en el post sobre «olvídate de mí», no es fácil encontrar un título clasificable como «comedia o melodrama romántico» interesante. Aún así, este título me parece que también podemos tomarlo como tal.
«Expiación» es la historia de un amor imposible, donde una niña rica y el jardinero de su familia, luchan por un amor difícil. La hermana pequeña de la chica malinterpreta dos escenas de la pareja, llevándola a pensar que, en realidad, su hermana está siendo asediada por él. Una amiga de la pequeña es violada y aprovecha para acusarle sin pruebas, lo que lleva a unas fatales consecuencias.

La película está estructura sobre tres actos, que se corresponden con los del paradigma aristotélico. Cada uno de ellos está planteado de una forma algo distinta, llevando para mi gusto a una cierta falta de continuidad en el punto de vista.
El primer acto lo protagoniza la hermana pequeña. En primer lugar vemos cada una de las escenas que ella malinterpreta, para luego verlas desde el punto de vista de la pareja. El uso que se hace del tiempo cinematográfico me parece muy interesante, aunque un poco antidramático.
La violación marcará un punto de inflexión, que nos lleva a la acusación de él. Además conlleva también una variación en el ritmo de la historia. El primer acto, que dura aproximadamente 45 minutos, transcurre todo el mismo día.
Cuando entramos en el segundo acto, el tiempo corre mucho más rápido, ya que serán semanas, e incluso años, las que podremos ver en aproximadamente 1 hora. A partir de este punto, la narración pasa a ser relativamente objetiva y con un montaje paralelo de la historia de cada uno de ellos dos. La estructura, en este caso, es mucho más clásica, parecida a lo que pudieramos ver en «cold montain».

Es entonces cuando podemos disfrutar del momento más brillante de todo el film. Un plano secuencia, que se alarga alrededor de 5 minutos. Los desplazamientos de la cámara, que fluye con suavidad, acompañan el bailoteo de los personajes. Y lo digo en el sentido más amplio, es decir, no sólo de los seres humanos, sino de los objetos que dan densidad dramática a la historia. El sonido no diegético remueve nuestras sensaciones y parece bailar con el sonido real de la escena sin caer nunca en contradicciones.
El segundo acto acaba de manera algo trágica. Y me encanta la forma sutil en la que saltamos al tercer acto. Aunque no lo sepamos desde un primer momento, la narración vuelve, no sólo a la subjetividad de la hermana pequeña años después, sino que a su imaginación. Como propuesta me parece muy interesante, aunque creo que los cambios de criterio no son positivos para el desarrollo dramático de la historia.
A pesar de este invonveniente, recomiendo este film por todas las cosas nuevas que aporta, porque no se hace nada pesada, lo cual ya es mucho, y por la belleza de ese plano secuencia, que no podéis perderos.

PERSONA


Si Bergman ya era un personaje admirado gracias a títulos tan reconocibles en su filmografía como «un verano con Mónica», «el septimo sello» o «fresas salvajes», «Persona» lo convirtió definitivamente en un referente cultural en todo el mundo.
«Persona» es la consecuencia de una crisis de estrés del director. Había asumido el timón de la academia de cine sueca y acabó en un hospital. Fue allí donde las primeras líneas de este maravilloso guión empezaron a fluir tratando de contestar a preguntas muy dolorosas para él, y sin realmente responder a ninguna de ellas. De hecho, casi retóricas, son muy típicas en el cine nórdico, ya cuando Dreyer marcara las líneas directrices.
Bergman se cuestiona sobre las relaciones humanas, sobre la fragilidad de la confianza, sobre cómo el miedo y el dolor y el resentimiento transmutan el amor en odio y lo hacen insoportable. Sobre la incomunicación, verbal y no verbal, que termina por quebrar la amistad más solida.
Ligado a todo ello, Bergman se pregunta cómo de diferentes somos los unos de los otros, o si las diferencias no son más que creaciones mentales, representaciones, que nos hacemos para justificar nuestros actos. Los dos personajes interpretados por las increíbles Bibi Andersson y Liv Ullman – que, por cierto, por azares de la vida nació en Tokyo – no son más que dos caras de una misma moneda, con los mismos miedos y las mismas expectativas. Lo que las separa es la frontera del conocimiento. Liv Ullman sabe que no merece la pena ni siquiera actuar de uno mismo mientras que Bibi cree en un futuro ilusionante. Pero no tardará en darse cuenta de que nada merece la pena. El conocimiento es poder, y eso tejera alrededor del personaje de Ullman un halo de magnetismo intrigante, esencialmente atractivo y, sin soltar una sola frase – de hecho, su debilidad se hace patente en el momento que abre la boca – controlará sin dificultades a su enfermera.

Y eso nos lleva a la gran pregunta del film, ¿merece la pena «representar» nuestra propia vida? Y más allá, ¿merece la pena la representación en sí? El cine confiere de verismo a los discursos. Es Liv, mientras que nosotros no somos más que pobres Bibis, contando todos nuestros secretos más inconfesables a la pantalla cuando se nos encharcan los ojos. Pero ahí está Bergman para recordarnos a media película con el plano que muestra la cámara grua, que la vampírica Ullman no es más real que el de dientes de ajo del inicio del film. Si no, los sueños se confundirían con la «realidad» – ¿realidad? – como en muchos momentos del metraje.


Especialmente brillante me parece la escena en la que Bibi Andersson increpa a Liv Ullman, y Bergman se toma la libertad de montarnos, en vez de en paralelo en secuencial, los rostros de las dos actrices. Logra así no perder detalle de las respuestas emocionales ante lo que dicen o escuchan haciendo patente, una vez más, lo falso del discurso. Y, para acabar, ese maravilloso plano de los dos rostros unidos como metáfora de lo muy parecidas que son.
Antes de acabar, me gustaría resaltar la importancia que tiene en los films de Bergman la homosexualidad femenina, casi como un ideal del amor, imposible. También podemos encontrarlo, por ejemplo, de una manera más explícita en «gritos y susurros».
«Persona» es, sin duda, una buena manera de abrir una profunda reflexión sobre nosotros mismos. No deja de ser paradógico que una representación sea, finalmente, tan útil.

LILA DICE

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Lila dice es la historia de Chimo (Mohammed Khouas), un joven con poco valor para cambiar las cosas. Conocerá a Lila (Vahina Giocante) , una atractiva joven de 16 años. Lila, nada más conocerlo, le propone que le mire debajo de la falda. Chimo, seducido, hará todo lo posible por enamorarla.

Dejo en esta crítica atrás, la tremenda descripción que hace el director, Ziad Doueiri, acostumbrado por cierto a trabajar con Tarantino como operador de cámara (y eso se nota en el film), de las dificultades de salir adelante en los barrios populares. Tampoco hablaré de los escollos que encuentran los emigrantes, tema de fondo de esta historia. Me centraré en la descripción que hace de los personajes, especialmente de Lila, el más interesante y poliédrico del film.

La nuestra no es una época de connotación, sino de denotación. Es un proceso ya iniciado con la aparición de los autores de la violencia (Peckinpah y compañía), el sexo explícito ya en los años 80’s y la televisión. Youtube ha acabado de redondear ese proceso, enseñando todo lo que se escode detrás de la cortina. No cabe duda que películas como hostel, la saga saw, o las colinas tienen ojos son hijas de esa evolución lila-dice-02hacia lo explícito.

Es por ello que esta película se muestra como un bálsamo de sensualidad. Sin necesidad de desnudar a los protagonistas, la carga erótica del film es elevada, sobretodo al principio.

Vahila Giocante está espectacular. Ayudada de un buen guión, su personaje evoluciona mostrando diversas caras. En los primeros minutos del metraje, se muestra tremendamente seductora. Atrae al espectador mirándolo a los ojos en unos planos descaradamente subjetivos, donde el sujeto somos nosotros. Y cuando, en la seducción, nos propone enseñarnos su entrepierna en el columpio, no perderíamos un segundo en ir hasta allí.

No te recomiendo seguir si no has visto la película.

Lila, poco a poco, nos ha hecho perder la cabeza y nos hace descender a un infierno. Esta lolita empieza a resultar desconcertante con su obsesión por el sexo. Su libertinaje empieza a irritarnos, aunque seamos incapaces de desangancharnos de su mirada verde. Chimo con nosotros, o nosotros con él, nos enfrentamos con nosotros mismos a cada segundo entre el odio y la locura.

Y cuando descubrimos que el magnetismo de Lila nos está llevando a la perdición, la historia gira con un final que no deja de sorprendernos. Una violación y una mancha en la cama indicativa de su virginidad, del engaño en el que nos ha tenido todo el tiempo. Era sólo una niña que leía y, después, repetía sin pensarlo.

lila-dice-03Me parece brillante ese momento en el que Chimo consigue hablar con Lila después que esta haya desaparecido. Querría decirle que él no está implicado en la violación, que tiene ganas de verla, que le diga donde está, que lo dejaría todo por ella. Y, tras un largo silencio, sólo es capaz de articular un; «te quiero». Suficiente, pero, a la vez, insuficiente. Coherente con él pero, a la vez, incoherente con lo que se juega.

Lila dice me ha proporcionado uno de los 90 minutos más bien empleados en mucho tiempo que he tenido. Promete en los primeros planos y, después, cumple con las expectativas. Esperemos que Doueiri nos regale muchos más.