La chica danesa explica la historia de un pintor casado que descubre que se siente mujer. Basada en un hecho real y ambientada en los años veiente de siglo pasado, hace un retrato de los enormes conflictos que provocan en un hombre el descubrimiento de una sexualidad que contradice los órganos de tu cuerpo. Y los de su pareja…
La historia ya es, de por si, sobrecogedora. El travestismo, como «Transamérica» y otros fims han demostrado, son un material poco explorado en el cine y de una enorme complejidad como para hacer toda una serie de films que traten de desgranar todo el meollo de la cuestión.
Si la ambientación nos situa 100 años atrás el conflicto se amplifica. El propio contexto homófobo y las dificultades para aceptar y transmitir una orientación sexual lo alimentan, sin necesidad de que la película se recree. Ésta parece más interesada en el conflicto personal que en caer en cuestiones más tópicas, como la violencia ejercida. Se preocupa más por el temor a la violencia que de la violencia en si.
Muchas personas han puesto en valor la enorme interpretación de Eddie Redmayne. No les falta razón. Parece estar acomodándose a los papeles que le exigen transformaciones físicas enormes, como en «La teoría del todo». No es fácil construir un personaje tan complejo como el que interpreta, tan lleno de contradicciones. Entre el amor a su mujer y las emociones que lo empujan hacia sentimientos que no es capaz de entender ni aceptar.
Pero no puedo evitar que me interese más el del segundo personaje de la película. Si ya es difícil asumir que tus sentimientos contradicen tu «naturaleza» de hombre, mucho más interesante es la situación emocional de su pareja. Aquella que está dispuesta a todo pero que también tiene necesidades. Aquella que quiere estar al lado de su pareja a pesar de que las renuncias lleven casi a perderlo.
Alicia Vikander ya me encantó en «Un asunto real». De nuevo, hace un gran papel. La transformación de su personaje es sensacional. De un atractivo casi inevitable en las primeras secuencias, donde hasta un «transexual» es incapaz de huir de su sonrisa y su atractivo, hasta las emociones contradictorias que padece conforme la trama de va desarrollando.
De hecho, creo que la película tiene dos grandes temas. El obvio (¿Cómo enfrentarse a una orientación sexual con la que ni tu ni tu entorno se siente cómodo?) y el complejo; ¿cuáles són los verdaderos límites del amor? ¿Dónde reside el amor en realidad? ¿Qué significa la entrega? El amor, ¿es ofrecer al máximo a tu pareja o aceptar aquello que desea hasta el final?
Además, al personaje de Alicia le acompaña un conflicto superior. Ella sueña con el éxito como pintora, que encuentra alimentando el travestismo de su pareja. A mayor éxito profesional, mayor distancia marital. Debe optar entre seguir alimentando el alter ego de su pareja (Lily), o recuperar la líbido masculina.
Todo ello nos lleva a la conclusión que la dirección de casting ha sido sensación. Erigiéndose como una de las piedras angulares, la película sustenta un argumento atractivo sobre un buen guión y dos interpretaciones muy adecuadas a las exigencias del texto.
La realización conecta bien con la historia. El propio director (Tom Hooper) ha explicado cómo ha buscado, a través del color, conectar con la pintura impresionista de la época en Dinamarca.
Pero esa sería una lectura sólo superficial de la realización. Me parece brillante la planificación y ejecución de la secuencia en la que «Lily» aparece por primera vez, en la que el personaje de Eddie Redmayne descubre sus inclinaciones, hasta ahora, escondidas. El uso que se hace de la pintura (a través de los árboles pintados en los cuadros y de los horizontes, o como espejo del personaje) y de los reflejos en el agua o en los espejos (jugando con la alteridad del personaje) alimentan esa especie de juego entre las dos almas de Lily.
«La chica danesa» es un film interesante, rico en conflictos y con un casting interesante. Toda una fuente donde alimentar el espíritu y donde confrontar emociones y snetimientos.