De la crisis y políticos apalancados

No soy muy dado a colgar posts de política en el blog, pero en realidad es un tema que me apasiona y, además, creo que la situación es tan compleja que se lo merece. Voy a intentar contarlo desde una óptica nada partidista, sólo descriptiva de la situación, si es que eso se puede hacer.

Está claro que la sensación global de inestabilidad económica mundial (y local) no ayuda a que los políticos transmitan tranquilidad y moderación. Pero creo que, sobre esa carga añadida, la situación política de nuestro país ya de por si, es más que delicada.

La economía española tiene, sobre todo, 3 patas; Madrid, Catalunya y Euskadi. Ellas solas representan más del 40% del PIB y, además, son junto con Navarra las que tienen las rentas más altas. Y en las 3 comunidades se está dando en paralelo, una situación, cuanto menos, difícil.

Madrid está claro que es una comunidad pujante. Durante la última década se ha convertido en un modelo de crecimiento exponencial. Pero la cosa se ha vuelto más opaca por los ya sabidos conflictos institucionales. No sólo hablo de los espionajes porque creo que el caso Tamayo ya fue una muestra de lo que ahora está pasando; una clase política por encima del bien y del mal. A eso hay que sumarle que la comunidad y, sobre todo,  el ayuntamiento, tienen un nivel de apalancamiento exageradísimo que no sé hasta qué punto limita su capacidad de luchar contra la crisis.

En Catalunya gobierna el tripartito que cada semana encuentran un motivo para enfrentarse. A todo eso, hay que sumarle una deuda también record y un partido con la importancia social de CiU encabronado porque se siente desplazada de la poltrona. Y eso no sería un problema para el estado, si el PSOE tuviera alguien con quien pactar en el parlamento estatal.

Y aquí viene lo que, para mí, es una victoria en falso en Euskadi. Además de lo incómodo de un gobierno en minoría en la comunidad vasca, implica un cabreo considerable del único socio que le quedaba a Zapatero en Madrid. Y toda esa inestabilidad se traslada por vasos comunicantes al gobierno central.

Con lo cual, ya no es que tengamos un problema porque la capital del Estado tiene una crisis política de dimensiones colosales, ni que en Catalunya la falta de acuerdos lleva a la parálisis, ni que en Euskadi Patxi López va a estar solo ante el peligro. No. Lo terrible es que el gobierno central también se va a paralizar porque en cada votación va a perder todo lo perdible.

Pero eso no es lo más divertido. Porque si «sólo» ese fuera el problema, la solución pasaría por echar a Zapatero y poner a Rajoy y listos. Pero no, porque el nivel de crispación al que el PP ha sometido este país supuestamente defiendiendo una idea de España concreta, le ha alejado mucho de sus posibles socios CiU y PNV. El PNV me queda más lejos, pero  yo me atrevo a decirlo categóricamente con el caso de CiU. Sobre todo porque sus votantes no entendenderían que pactaran con PP como si aquí no hubiera pasado nada. Y, en mi opinión, si alguien cree que el votante de CiU no tendría ningún problema, es porque no ha entendido la situación. Para la federación nacionalista, pactar con PSOE o PP sería un suicidio.

Dicho con otras palabras, el aislamiento entre partidos es tan grande en todas las direcciones, que veo muy complicada la consecución de gobiernos estables en cualquiera de los 4 gobiernos de los que he hablado, a no ser que alguien se lleve la mayoría absoluta (excepto en el país vasco donde la cosa pasaría por un pacto entre partidos nacionalistas vasquistas). Y esa es una noticia pésima para nuestro país, más en el entorno económico que estamos.

Hay una mirada positiva y es que, puede que esta crisis nos haga sentir tanto dolor, que las cosas vuelvan a llevarse por un camino racional. Donde los partidos se den cuenta de que, al menos en algunos aspectos, los pactos de Estado son necesarios. Donde el enfrentamiento político no debiera significar dejar al rival fuera de juego insinuando es poco demócrata, discurso del que han participado todos y cada uno de los partidos. Donde arrimar el hombro en lo estratégico sea normal, como ya sucede en la mayoría de países de tradición democrática.

Ojalá seamos capaces de aprovechar esta «oportunidad». Y aunque mi fe en ello es pequeña, si no es en estas circunstancias, no sé cuándo aprenderemos a hacerlo.