Se ha hablado mucho del último estreno de Woody Allen y de la película que tanto estábamos esperando porque iba a rodarse en Barcelona. Y ya sé que ahora no es actualidad, pero precisamente por eso la mirada que puedo hacer sobre ella es algo más distante. Y, por tanto, algo más objetiva.
Recuerdo que cuando estuvo aquí Woody Allen rodando nos comportamos como unos auténticos cretinos. Cada día era portada por alguna tontería que nada tenía que ver con el cine. Ya dije en su día que me parecía que Barcelona no se había comportado como una ciudad cosmopolita, sino más bien al revés. Por ese motivo, Jaume Roures, productor del film y presidente de mediapro, ha dicho varias veces que no quería volver a rodar aquí con el director neoyorquino, a pesar de firmar con él 3 películas más. Le entiendo, pero es una lástima. Conste que el director no sólo no ha expresado su negativa, sino que no lo descarta.
Dicho esto, ayer vi su película. Sin la presión de la actualidad diciéndome cómo debía interpretar la historia, el guion, o las «postales» tomadas de Barcelona. Varias consideraciones;
1º/ La película no me parece, ni de largo, uno de las peores del director. Woody Allen, y la gente que me conoce sabe que lo admiro mucho, ha hecho historias mucho peores que esta. Para mi estaría en un punto medio (algo así como un 5) si lo comparamos con su filmografía. Si la comparación es con los estrenos habituales de nuestra cartelera, esta muy (pero que muy) por encima de la media. El peor Allen sobresale. Así de claro.
2º/ Sobre el retrato de Barcelona, he escuchado que esta ciudad no existe. O sea, resulta que si el director hace una postal maravillosa de Manhattan en la película con ese título, es una fotografía de Oscar. Eso sí, si hace lo mismo en nuestra ciudad, nos parece fatal. Hubiéramos preferido que hubiera enseñado las mierdas de los perros de la Zona Franca. Muy típico, para no perder la sana costumbre a autoflagelarnos. Pues me niego. Barcelona es bonita. Muy bonita. Con sus miserias, es verdad, pero bonita al fin y al cabo. Y diré más. Teniendo en cuenta que las protqagonistas son unas turistas, ¿qué otra ciudad le enseñaríais? A un amigo que visitara la ciudad ¿Lo llevarías a los bajos fondos para que vea a la gente que más padece? No, lo llevarías a las ramblas y a la sagrada familia. Y si no lo hicieras, tu amigo te lo exigiría.
3º/ Sobre la cuestión nacional; He escuchado alguna voces que casi me hacen reir tanto de un lado como del otro.
Para unos, resulta que la cuestión catalana no sale lo suficiente. ¿¿¿Que no sale lo suficiente??? Una de las protagonistas resulta estar haciendo una tesis sobre identidad catalana. Y se refiere, constantemente a lo catalán como catalán cuando es propio, y a lo español como español cuando es general. No olvidéis que es la película más taquillera de Woody Allen en USA. Y habla de Catalunya muchísimo. Igual hubieran preferido que alguien saliera con la barretina. Pues lo siento, pero eso no hubiera sido identitario sino ridículo.
Pero esto no es todo. Vamos con los otros. A los otros les preocupa que casi todas las copias en Catalunya sean en catalán. Vaya por delante que un país culto y avanzado vería las películas en versión original. Pero dicho esto, es el colmo. Cuando la industria decide distribuir las películas en castellano nos dan discursos con una suficiencia moral insoportable; que si la libertad, que si es lo normal, que si contra la industria no se puede ir, bla, bla, bla… Esta vez, la industria (Roures) decide distribuir la película básicamente en catalán. Y entonces, esos mismos cretinos que iban de abiertos en lo cultural, ahora ponen el grito en el cielo. ¡Y dicen que son presiones de la Generalitat! Eso es que no conocen a Roures. Y que nadie me hable de las subvenciones, porque entonces hablaremos de las que ha recibido «Sangre de mayo» (15 veces superiores y con una historia ultraidentitaria). Además, es lo más lógico cuando tienes un público que habla dos idiomas y en la película también se utilizan dos. De hecho, me pregunto cómo habrán interpretado algunas escenas esos supuestos liberales del tres al cuarto.
4º/ ¡Por fin voy a hablar de la película! Para mi no deja de ser una historia neoyorquina contada en Barcelona. No me acabo de creer a Bardem como esa especie de pintor ultraelitista, aunque tome copas en el «cuatre cantons», bar típico donde la progresía culta de Barcelona se entretenía a principios del siglo XX. Ese tipo de artista en España es muy progre, justo como el propio Bardem. Dicho con otras palabras. Lo veo como un pintor americano y no como un tipo que nació en Asturias entre montañas.
Las interpretaciones vuelven a ser el punto fuerte. Tanto Bardem como Scarlett están como siempre, a un nivel altísimo. He de decir que me sorprendió gratamente Rebecca Hall, la chica que hace de Vicky. Me encantó el trabajo que ha hecho. Incluso, los secundarios, como Patricia Clarkson, hacen una gran labor para enriquecer la narración.
Mención a parte merece Penélope Cruz, de la que todo el mundo ha destacado su trabajo. Inconmesurable de no ser por las escenas más conocidas de la película; las de amor entre las chicas. Allí patina cuando una mujer apasionada como es su caso, está como incómoda frente a la idea de besar a su compañera de reparto. Es el único pero, porque el resto es genial. Por cierto, es el único personaje que me creo en España. Y para los malpensados, no es por lo loca que está, sino porque su forma de decir las cosas (en castellano) me la creo. O sea, me la imagino por la calle, vamos.
En el fondo no es más que una historia basada en la típica estructura de la comedia de enredo. Entretenida y coherente en su narración. Cuando pago una entrada de cine, me conformo con que se cumplan estas dos premisas.