Lila dice es la historia de Chimo (Mohammed Khouas), un joven con poco valor para cambiar las cosas. Conocerá a Lila (Vahina Giocante) , una atractiva joven de 16 años. Lila, nada más conocerlo, le propone que le mire debajo de la falda. Chimo, seducido, hará todo lo posible por enamorarla.
Dejo en esta crítica atrás, la tremenda descripción que hace el director, Ziad Doueiri, acostumbrado por cierto a trabajar con Tarantino como operador de cámara (y eso se nota en el film), de las dificultades de salir adelante en los barrios populares. Tampoco hablaré de los escollos que encuentran los emigrantes, tema de fondo de esta historia. Me centraré en la descripción que hace de los personajes, especialmente de Lila, el más interesante y poliédrico del film.
La nuestra no es una época de connotación, sino de denotación. Es un proceso ya iniciado con la aparición de los autores de la violencia (Peckinpah y compañía), el sexo explícito ya en los años 80’s y la televisión. Youtube ha acabado de redondear ese proceso, enseñando todo lo que se escode detrás de la cortina. No cabe duda que películas como hostel, la saga saw, o las colinas tienen ojos son hijas de esa evolución hacia lo explícito.
Es por ello que esta película se muestra como un bálsamo de sensualidad. Sin necesidad de desnudar a los protagonistas, la carga erótica del film es elevada, sobretodo al principio.
Vahila Giocante está espectacular. Ayudada de un buen guión, su personaje evoluciona mostrando diversas caras. En los primeros minutos del metraje, se muestra tremendamente seductora. Atrae al espectador mirándolo a los ojos en unos planos descaradamente subjetivos, donde el sujeto somos nosotros. Y cuando, en la seducción, nos propone enseñarnos su entrepierna en el columpio, no perderíamos un segundo en ir hasta allí.
No te recomiendo seguir si no has visto la película.
Lila, poco a poco, nos ha hecho perder la cabeza y nos hace descender a un infierno. Esta lolita empieza a resultar desconcertante con su obsesión por el sexo. Su libertinaje empieza a irritarnos, aunque seamos incapaces de desangancharnos de su mirada verde. Chimo con nosotros, o nosotros con él, nos enfrentamos con nosotros mismos a cada segundo entre el odio y la locura.
Y cuando descubrimos que el magnetismo de Lila nos está llevando a la perdición, la historia gira con un final que no deja de sorprendernos. Una violación y una mancha en la cama indicativa de su virginidad, del engaño en el que nos ha tenido todo el tiempo. Era sólo una niña que leía y, después, repetía sin pensarlo.
Me parece brillante ese momento en el que Chimo consigue hablar con Lila después que esta haya desaparecido. Querría decirle que él no está implicado en la violación, que tiene ganas de verla, que le diga donde está, que lo dejaría todo por ella. Y, tras un largo silencio, sólo es capaz de articular un; “te quiero”. Suficiente, pero, a la vez, insuficiente. Coherente con él pero, a la vez, incoherente con lo que se juega.
Lila dice me ha proporcionado uno de los 90 minutos más bien empleados en mucho tiempo que he tenido. Promete en los primeros planos y, después, cumple con las expectativas. Esperemos que Doueiri nos regale muchos más.