El último libro que me he leído es «La luz en el cine», de Fabrice Revault d’Allones. Desde hace tiempo tengo la impresión (contrastada) que mi punto más débil en lo audiovisual es la luz. De hecho, yo creo que es lo más díficil. En lo personal, a pesar de haber leído unos cuantos libros y de haber recibido clases, sigo sintiendo que no tengo ni idea. Y es que una cosa es colocar cuatro luces y otra muy distinta, transmitir emociones con ellos.
He leído varios libros que explicaban cómo colocar luces. Pero creo que, para colocar focos, hace falta algo más que conocer 4 disposiciones de manual. Hace falta saber qué quieres transmitir. Al fin y al cabo, desde el punto de vista de la realización, es mucho más importante saber qué quieres contar que no cómo se hace eso técnicamente. Al menos, esa es mi opinión.
El caso es que compré el libro después de ojearlo y de ver que era un libro en esencia de «filosofía» de la luz, de su lenguaje. No trata tanto de cómo utilizar un cuarzo como de lo que se puede «transmitir» con ellos.
Creo que el libro está muy bien planteado, ya que lo hace girar todo alrededor de 3 conceptos muy claros y que ayudan mucho a la comprensión. En esencia, el libro distingue 3 tipos de tratamiento de luz; clásica, barroca y moderna.
Parte de la base de que la luz, tanto si se quiere como si no se quiere, transmite un cierto significado, por lo que llega a la conclusión que la luz es siempre significante, aunque algunas veces sea ciertamente insignificante. Y esa clasificación se basa en este hecho esencial de la luz.
La luz clásica es aquella que transmite un significado único y unívoco, muy típico de movimientos como el expresionismo o algunas de las estéticas cohetáneas. La luz barroca, aquella que transmite más de un significado, típico del cine clásico americano.
Partamos de la base que cualquiera de estos diferentes tipos de films tienden a no buscar una luz naturalista, huyendo de los espacios abiertos (con una luz mucho menos controlable). Eso sí, no habría que confundir una estética barroca (con muchos elementos en la pantalla) y una luz barroca (polisémica). Por ejemplo, el expresionismo es tremendamente barroco en lo visual pero unívoca en el significado de la luz y, por tanto, clásica.
Se llegó a tal punto de exceso de control de la luz y de abuso de transimisión de significados, que con el modernismo se buscó evitar transmitir cosas con la luz, usando tanto como se podía luz natural que inunda de luz todo y, por tanto, la hace insignificante. Esa es la luz moderna.
El libro profundiza mucho en esta clasificación. Es clarificador, aunque hay que ser consciente de que es muy denso. También es verdad que me costaría mucho poner ejemplos de los que no usa el libro, así que quizás hubiera necesitado a ratos un discurso más llano y con ejemplos más asequibles (en este tipo de libros aparecen muchos títulos difíciles de ver). Aunque cuando lees un libro de un autor francés (allí el cine tiene mucho más prestigio que aquí) ya sabes lo que hay.
Me da la sensación de que necesitaré alguna cosa más para aprehender el uso de la luz, pero también creo que estos conceptos, cuando sedimenten, me van a ser tremendamente útiles. Creo que el libro no es adecuado para una primera aproximación ni para gente que no haya visto suficiente cine clásico, pero muy útil en caso contrario.