Una de esas cosas que te preocupan como sociedad son las diferencias de género. Parece incomprensible que durante tantísimos años haya habido diferencias por razones de sexo. De hecho, me lo parece por cualquier tipo de razón, ya sea por color de piel, origen, religión, orientación sexual…
Puedo llegar a admitir que eso en el pasado fuera una realidad. Incluso que aún tengamos ciertos tics que, sin darnos cuenta, forman parte de nuestra cotidianidad: expresiones como «coñazo» frente a «cojonudo». Hay que eliminarlos pero, por sutiles, son más costosos de erradicar.
Lo que parece de un cinismo apabullante es alguien que para una misma responsabilidad le pague más a un hombre que a una mujer. Ahí hay plena conciencia, hay una decisión. Pero, ¿aún hay gente con esa predisposición en nuestros puestos de gerencia? Y cuando hablo de gente me refiero a una cantidad significativa de gente. La suficiente como para justificar las enormes diferencias de salario que hay entre hombres y mujeres.
Según datos publicados estos días en la prensa, las diferencias son de un 16%. Una barbaridad. Intentemos ir un poco más allá del titular. ¿Hay algo que justifique que los hombres cobren ese tanto más?
Podría haber un argumento: las mujeres tienen un sobrecoste porque se quedan embarazadas y, por lo tanto, durante unos meses no pueden trabajar. Como, además, todavía tenemos algunos de esos «tics», las empresas descuentan que, cuando el hijo se ponga malo, será ella y no el padre quien deje de ir a trabajar. Pero, ¿justifica ello la diferencia de salario?
Las mujeres en España tienen menos de 2 hijos a lo largo de su vida. Así, para ir sobre seguro, contemos 2. La baja maternal es de 4 meses y algunas mujeres tienen que dejar el trabajo 1 o 2 meses antes (excepto en algunos casos que es desde el primer día). Como, además, muchas veces son ellas las que se quedan en casa cuando el niño se pone enfermo, añadamos 4 meses más (eso representan casi 100 días de dejar de ir a trabajar). Por embarazo, eso implican 10 meses de baja. Así que 2 embarazos son 20 meses.
Asumiendo que una vida laboral son unos 35 años de trabajo, por 11 meses de trabajo al año, significa que trabajamos 385 meses en una vida. 20 meses representan entonces el 5,2%, muy lejos del 16% del que hemos hablado antes. Es cierto que, cuando alguien coge la baja maternal hay un sobrecoste de contratar a alguien temporalmente que tiene que aprender y, por tanto, no es tan productivo. Pero también que el estado asume el salario de la baja materal (no la seguridad social). Sin entrar en los cálculos, eso significa que el estado asume el 2,8% de ese sobrecoste. Lo que significa que el sobrecoste ya sólo es del 2,4%. ¡Y eso que lo contamos al alza!
Asumiendo que este 2,4% (bien calculado porque lo mío sólo es aproximativo) debería soportarlo el estado y no las empresas ni las mujeres (a través de salarios o de paro), me parece injustificable la diferencia entre una cifra y la otra. ¿Puede ser que aún hoy haya gente que esté predispuesto a pagar diferente por razones de sexo? Desde luego, aunque en mi entorno personal hay algún caso, no es ni de lejos mayoritario. Y la mayoría de las chicas me dicen que todavía es así pero, en cambio, a ellas no les pasa. ¿Dónde está el desajuste entonces?
Entramos en la letra pequeña. Resulta que las diferencias por razones de sexo son más pequeñas cuanto más jóven es el contratado. Esto arroja algo más de luz. ¿Cómo de pequeñas son entre los menores de 35 años? Sólo de un 2%. ¡Sólo de un 2! Aunque me disguste que hayan diferencias, un 2% me parece mucho más asumible que un 16%. Porque un 2% no significa que las mujeres estén discriminadas. Quiere decir que aún quedan 4 imbéciles anclados en el s. XIX pero que no son representativos.
Por tanto, quien está pagando ese sobrecoste son las mujeres de más 45 años (hasta los 45, las diferencias son poco acusadas) y las que tienen más responsabilidad (donde más que salarios fijados lo que hay es una negociación y ahí sí volvemos al terreno de las sutilidades más difíciles de corregir).
La conclusión es que vamos por el buen camino. Lentamente, siempre lentamente. Pero tan injusto es decir que la situación es aceptable como negar que se están produciendo progresos en la dirección correcta.