Leo hoy en El Periódico que el consumo de televisión entre los más pequeños (entre 4 y 12 años) ha aumentado en 10 minutos este año pasado. Esto representa un incremento de más de un 6% en tiempo y sube las horas que los niños dedican a la televisión a 2 horas y 39 minutos. No está mal…
Tenedemos a tener la impresión (y me incluyo) de que los más pequeños gastan cada vez más tiempo en internet y en videoconsolas. Y es verdad. Pero estos datos entran en contraste con la sorpresa que supone esta nueva cifra.
Obviamente a esto juegan tres factores: el primero es que, obviamente y por mucho que nos empeñemos en decir lo contrario, la televisión «tradicional» continúa teniendo una fuerza enorme. Creer que esto se acabará de la noche a la mañana es absurdo.
Segundo, si los contenidos son atractivos, la gente (y los niños no son una excepción) van a verlos estén donde este. Bob Esponja, el mundial de fútbol o Los Simpson van a atraer gente allá donde estén. Content is the king.
Y tercero y último, no hay nada como ver la televisión en una televisión. Sé que suena a perogrullo pero a veces da la impresión de que se nos olvida. Un aparato de unas dimensiones enormes no tiene comparación con internet. Y aunque el consumo aumneta (y seguirá aumentando), internet no tomará el testigo de una forma relevante hasta que no conquiste el sofá.
El camino, como hemos dicho muchas veces, se centra en que internet ocupe se muestre en esos televisores enormes que todos tenemos en casa. Y ello pasa por las claves de siempre: reducción del coste de ancho de banda y «nuevos» modelos de negocio para los contenidos.
Pongo «nuevos» entre comillas porque, al final, creo que se trata de 3 modelos que hoy ya existen: incluir publicidad en el contenido que pague los costes y los márgenes del emisor; hacer un pay-per-view de contenidos muy premium; y un modelo mixto (conocido por freemium) que ofrece publicidad a quien no quiere pagar y sin publicidad al que decide hacerlo.
La conquista del sofá hace tiempo que se ha lanzado. Cuando se realice definitivamente ya no tendrá sentido hablar de diferencias significativas entre el consumo online y el radioeléctrico.