NOTA PREVIA: No sé cómo pude caer en esto porque salta a la vista que es un fraude. En todo caso, de lo que de verdad estaba interesado en hablar, me parece que sigue vigente. Si alguien quiere comprobar por qué estoy seguro de que lo es, encontraréis una explicación convincente al final.
Desde que Sílvia me hablara de la obsolescencia programada y del documental «Comprar, tirar, comprar», me he topado con el tema constantemente. El concepto viene a decir que todo lo que nos venden está diseñado para tener una vida útil inferior a la que, en realidad, de forma natural, tendrían. Todo se ve afectado: bombillas, coches, ordenadores, teléfonos, ropa, comida…
Según esta hipótesis, más que razonable, las empresas además, harían lobbie para evitar que productos que estén diseñados para soportar el paso del tiempo queden fuera del sistema. Se les impide la entrada en los sistemas de distribución. Y se les ataca, ya sea con compras a cualquier precio de las patentes para hacerlas desaparecer, o mediante la amenaza.
Hoy la contra de La Vanguardia descubre, al fin, uno de las personas importantes que hay detrás de la campaña contra la obsolescencia, Benito Muros. Benito ha diseñado una bombilla que dura toda una vida y consume una cantidad ridícula de energía. A colación de esto, se me ocurren tres de cosas:
La primera es obvia: Si los sistemas de distribución convencionales se niegan a aceptar poner a disposición de los clientes (nosotros) sus bombillas, hoy la respuesta es fácil. Montas tu tienda en internet, como ya ha hecho él. Y la vieja industria que se adapte. Si quiere… O que acepte las consecuencias.
La segunda es más sutil: Cuando aparece un estudio que habla de algo que hacen bien las empresas (me da igual si se trata de si el tabaco no es malo o de si las antenas de móvil son inocuas), tenemos claro que hay intereses detrás. Pero no debería sorprendernos que, cuando surge un estudio que dice lo contrario, también los hay. Eso no es malo. Sólo hay que tenerlo en cuenta.
El tipo al que hacen la entrevista publica cosas en contra de la supuesta «obsolescencia programada». Las intenciones es muy probable que sean buenas. Y también que tenga razón. Pero ello no implica que no tenga intereses económicos. Los tiene. Como todo estudio, detrás hay unas motivaciones. No es bueno ni malo. Es así.
Un tecer elemento aún menos evidente: El concepto de la obsolescencia programada parte de la base de que este sistema destruye el planeta porque nos obliga a consumir recursos sin parar. Tiene sentido. Pero falta una pieza del puzzle.
En el caso de los productos de Benito Muros habla de ahorros de energía del 92% respecto a las bombillas «clásicas». Y es verdad que no hará falta hacer más agujeros en el suelo en 60 años. Toda una vida…
La pregunta clave es: dentro de 60 años, ¿qué rendimiento tendrán las bombillas? Si miramos para atrás, ¿qué diferencia de consumo hay entre las bombillas de hoy y las de hace 60 años? ¿Es posible que esa diferencia de eficiencia acabe justificando que hagamos otro agujero en el suelo para hacer una nueva bombilla antes de que pasen 60 años? ¿Será ese un coste menor que su consumo en, por ejemplo, petróleo (que también obliga a agujerear el planeta?
Ejemplos como este lo encontramos en todos los productos tecnológicos. Su consumo disminuye drásticamente con el paso de los años. Ordenadores, coches, aviones, bombillas, lavadoras… Nada escapa a este proceso.
En todo caso, lo más relevante es el primer punto. Las nuevas realidades permiten saltarse las antiguas reglas del mercado. Gracias a internet, los lobbies tienen menos control sobre los canales de venta y sobre aquello que está disponible para los consumidores. Y el clásico control sobre las patentes les será, cada vez, más difícil.
Y esta es la explicación: https://www.iluminaciondeled.com/blog/oep-electrics-verdad-o-engano/