La gallina y la relación Catalunya España

Desde que hace 11 días Catalunya celebró su fiesta nacional, tanto en Catalunya como en España se están sucediendo muchas cosas y muy rápido. Surgen dos preguntas, una fácil y otra difícil de contestar: ¿Cómo hemos llegado aquí? Y, ¿Qué va a pasar ahora?

Explicar cómo hemos llegado aquí es bastante fácil. Algunos llevamos tiempo advirtiendo que esto iba a pasar, aunque no esperáramos que iba a ser tan pronto. Hace casi un año dije «Atentos al crecimiento y consolidación del independentismo en Catalunya.»

¿Las causas? Por un lado hay causas culturales. En España no se han entendido nunca que no todo pasaba por la identidad tal y como su gente lo entiende. Catalunya se siente diferente. No mejor, he dicho diferente. Siempre ha sido así. Es cierto que el nacionalismo nace con el romanticismo de finales del s. XIX. Como en todos los países. España incluída. También lo es que, hasta los años 30, nadie habla de independencia en Catalunya. Ni la guerra de sucesión de principios del  s. XVIII ni la mayoría de los hoy héroes nacionales catalanes pretendían una separación de España. Pero sí el respeto por una realidad no idéntica a la del resto del estado.

Desde Catalunya se han cometido inmesidad de errores. Desde un trato poco inteligente y prepotente con lo que conocemos por països catalans hasta la estrechez de miras típicas de aquellos que se emocionan con sus símbolos despreciando los de los demás. Pero no creo que las causas del crecimiento de algo que hace 10 o 15 años era meramente anecdótico (no superior al 15%) las encontremos aquí. Señalaría dos causas:

En primer lugar, el independentismo se ha organizado muchísimo. Ha dejado el «Catalonia is not Spain» y se ha puesto a trabajar. Ha elaborado un discurso creíble. Ha hecho números, ha creado asociaciones y ha impartido conferencias. Desde, ¿sería sostenible una Catalunya independiente? a ¿cómo se negocia una independencia? pasando por ¿Estar en España nos sale a cuenta?

En segundo lugar, España mientras se ha opuesto con prepotencia y desdén. Los unionistas (como les gusta decir a los independentistas ahora) han dado por hecho que es más fácil mantener el statu quo que cambiarlo. Y su discurso no ha avanzado nada. El gran argumento es: Catalunya es España. ¡Ah! Y que en caso de independencia, ya se ocuparían ellos de destrozarnos. Claro, eso cuando le llaman ladrón y eres una de las comunidades que sostienen el sistema no es argumento suficiente. No lo es cuando a tus ciudadanos ven cómo se escapa el 40% de sus impuestos, o el equivalente del 8% de su PIB. Y mucho menos cuando dicen rescatarte con 5 mil millones de euros a sabiendas de que tú estás pagando 16 mil millones cada año. Y la guinda del pastel fue cuando un estatuto refrendado por el pueblo y al que ya se le había «pasado el cepillo», lo tumbó el TC.

El descontento ha ido creciendo con una velocidad increíble. Los independentistas se sabían más que años atrás, en especial desde la manifestación en respuesta a la sentencia del TC. Pero este 11 de septiembre pasó algo diferente. No sólo sintieron estar muy cerca de la mayoría sufiente. Se sintieron vencedores. Tan importante es poder ganar como, antes, sentir que esa victoria es posible. Y aquel día, lo cambió todo.

Para que nadie se lleve a engaños, en la manifestación no sólo se hablaba catalán. También castellano. Los gritos, unánimes, eran por la independencia (aunque conozco personas que fueron y no la quieren, eran minoría). Yo estuve y no escuché ni un sólo insulto a España, cosa que me complace enormemente exceptuando la imbecilidad de «español el que no bote», que tampoco creo que sea un insulto. Al menos, seguro que no tan grave como que te llamen cáncer, o memo.

Los políticos están yendo a remolque. Nadie, excepto 4 ilusos, esperaban que el éxito fuera tan mayúsulo. Así que, empezando por Mas, todos los políticos han tenido que mover sus posiciones. Y la legislatura, que todo hacía prever le quedaban todavía unos meses, se ha roto.

La segunda pregunta es mucho más difícil de contestar: ¿qué pasará ahora? Pues, sinceramente, va todo tan deprisa que no lo sé. Me parece imposible hacer previsiones y me parece muy atrevido decir qué pasará con exactitud. En especial, teniendo en cuenta que las posiciones van en dirección tan opuesta que la cuerda se puede romper por cualquiera de los dos lados.

Es evidente que hay un pulso entre el gobierno español y el catalán. Es lo que los expertos en teoría de juegos llaman, el juego de la gallina. Dos coches se colocan uno frente al otro. Aceleran y el primero que gire el volante, pierde.

España se niega a mejorar la financiación catalana. Eso deja a Mas sin espacio, que tendrá que convocar elecciones ya. Los partidos se verán obligados a pronunciarse: independencia sí o no. Todo parece indicar que CiU ganará las elecciones. Las encuestas hablan de ERC e IC (Iniciativa es partidaria del derecho a decidir) creciendo mucho. Así que casi seguro los partidos que se pronunciarán por el sí serán mayoría en el parlament.

¿Y entonces qué? ¿Podrá Mas volver a Madrid reclamando de nuevo el pacto fiscal? No lo creo. Tendrá que ir más allá. ¿Declaración unilateral de independencia? ¿Qué haría Rajoy en ese caso? ¿Enviar los tanques como algunos piden? ¿Suspender la autonomía? Serían dos errores fatales para sus intereses. Pero, ¿qué otras opciones tiene? ¿Dejar a Catalunya tomar su propio camino? ¿O quizás, antes de que pase nada de esto, Mas se tirará atrás? Tampoco lo creo.

Sinceramente, yo creo que todo es posible. Los lazos no están rotos del todo, pero España deberá cambiar de actitud con celeridad si quiere evitar la independencia. El argumento de que Catalunya independiente no es viable cuando laminas el país con los impuestos no se sostiene. También creo que la separación puede ser amistosa, sin olvidar que tenemos muchísimas cosas en común: amigos, familia y una historia que hemos y estamos compartiendo. Y que, de una manera u otra, seguiremos compartiendo. Espero que para bien.