Alberto Lacasa

Audiovisual, política y más allá

La figura cambiante

(NOTA: Si has aterrizado aquí buscando en un buscador, que sepas que este post es parte de una colección de artículos para aprender a escribir, que puedes encontrar aquí)

¿Cuántas veces viendo un thriller has sufrido porque el más íntimo amigo/a del protagonista no sabes si es bueno o malo? No hay mejor ejemplo de figura cambiante. Su referencia dramática suele ser la famosa femme fatale, o mujer fatal.

Función psicológica

Su función psicológica es expresar aquello que Jung llamó la energía del ánimus y el ánima. Menudas palabrejas que se inventó el tío…

Para entendernos rápido, el ánimus son las imágenes positivas y negativas que las mujeres tienen de los hombres. El ánima son las imágenes positivas y negativas que los hombres tienen de las mujeres. Sí, lo has entendido. Hablamos de la guerra de sexos.

Es un elemento clave en nuestra psicología porque de él depende nuestras expectativas de encontrar pareja. Los aspectos masculinos de las mujeres y los aspectos femeninos de los hombres han sido reprimidos en edades muy tempranas. Aunque luchamos por cambiar esta realidad, la verdad es que aún no lo hemos superado.

Es evidente que eso dificulta nuestro propio equilibrio mental y emocional. Por eso, pasamos buena parte de nuestra vida tratando de recuperar esa parte que nos han “robado”.

Fíjate que a los hombres nos educan en la rudeza. Los referentes masculinos son violentos, poderosos, fuertes. Nos roban dos valores muy femeninos, como la intuición y la sensibilidad. De hecho, para insultar a los hombres que son sensibles, se les suele tildar de afeminados. Como si fuera algo negativo.

Las mujeres, en cambio, se han visto abocadas a la vida familiar durante miles de años; a la limpieza y la educación de los hijos. Eso ha hecho que su socialización sea pobre. Como mucho, con otras mujeres con las mis- mas ocupaciones. A las mujeres no se les ha dejado trabajar la asertividad como a los hombres y, por eso, se considera un virtud masculina.

La segunda virtud masculina es el poder. Por las mismas razones, a las mujeres no se les ha otorgado espacios de poder. Uno de los clichés más viejos de la narrativa, es la mujer bondadosa, y que tiene en cuenta las circunstancias de todos antes que las propias, pero que es inculta y acos- tumbra a decir cosas cuando no tocan.

¿Y qué me dices del cliché del príncipe azul? Es fuerte y está dispuesto a proteger a su estimada princesa. Además, como príncipe, es poderoso.

Cuando iniciamos una relación amorosa, lo que buscamos es que esa persona encaje con nuestro ánimus o ánima. No intento decir que sólo esperamos un par de valores cuando empezamos una relación. A eso hay que sumar nuestras expectativas personales. Hablo de lo que compartimos como género.

Proyectamos en él o ella esos valores. Incluso, si no acaba de encajar, al principio vivimos en la ilusión de que sí lo hace. ¿Cuántas veces has tardamos años en descubrir aspectos de tu pareja que no esperabas? Nos creemos nuestra propia proyección hasta lo ridículo. Cuando pasa el tiempo, se evidencia que eso no es así. No creo que te haya descubierto nada especial…

Cuando descubrimos la naturaleza de nuestra pareja, hacemos todos los esfuerzos intentar cambiarla. Estas relaciones suelen agonizar con uno de los dos pronunciando la frase maldita: “las personas no cambian”.

Función narrativa

Hay una obra de teatro musical genial que expresa con su título todo este follón; I love you, you’re perfect, now change. Es decir, Te quiero, eres perfecto/a, cambia ya. ¿No dirás que no es brillante?

El hecho de que tengamos una percepción no ajustada a cómo, de verdad, es el otro sexo, nos hace verlo como algo cambiante y misterioso. Por eso las mujeres tienden a percibir a los hombres como vacilantes e incapaces de adquirir un compromiso y los hombres a las mujeres como inestables y veleidosas.

Lo que en la vida real nos provoca dolores de cabeza, como guionistas se convierte en un instrumento muy potente.

No hay ninguna duda de que esto le da un valor dramático increíble. De hecho, todas las historias de amor basan su trama en esto; “¿me dejará?”, “¿me habrá engañado?”, “¿Está conmigo o contra mí?”.

Las películas de espías, utilizan a menudo la figura de la femme fatale. En algún momento de la película la mujer se mostrará como de dudosa fidelidad o, incluso, llegará a ser mala. ¿Machista? Sí. Pero es normal que haya más figuras cambiantes femeninas que masculinas porque, a lo largo de la historia, ha habido más hombres que mujeres escribiendo guiones. Y parece lógico que, de forma natural, para los hombres la figura cambiante sea una mujer. Pero mujeres del mundo, ¡no sufráis! Cada vez hay más mujeres dispuestas a incluir figuras cambiantes masculinas en el cine.

Más allá de las bromas, creo que es algo por lo que felicitarnos porque enriquece mucho los puntos de vista. He de decir que me encantan las películas donde mujeres guionistas nos dejan a los hombres con una dudosa valía. Isabel Coixet o Agnès Jaoui tienden a hacer hombres figuras cambiantes con una sutileza envidiable.

En todo caso, las figuras cambiantes son personajes muy interesantes porque ofrecen un elemento de suspense. Cómo cambiaría Tesis, de Alejandro Amenabar, sin Chema, interpretado por Fele Martínez. Y eso sin olvidar que Eduardo Noriega también interpreta a una figura cambiante, Bosco. Así, Ángela (Ana Torrent) convive en su aventura con dos figuras cambiantes. Una espejo de la otra. Es decir, si uno es bueno el otro tiene que ser malo por necesidad, y a la inversa.

¿Te atreves a seguir? Descubre las características de la sombra.